Una vez más, el clásico enfrentamiento entre el bien común y la libertad para acumular capital de unos pocos ¿Adivinan quién va ganando por goleada?
Por Juan Teixeira / Eulixe
El pasado 26 de diciembre el ministro de Consumo Alberto Garzón fue entrevistado por el diario británico The Guardian. En dicha entrevista a Garzón no se le ocurrió otra cosa que mostrar su preocupación por la contaminación producida por el consumo excesivo de carne, y especialmente por el modelo de producción de las macrogranjas. Un alto cargo político preocupándose por el medio ambiente y posicionándose públicamente en contra de un lucrativo modelo de negocio. Intolerable.
Inmediatamente, los mecanismos de defensa de las multinacionales del sector cárnico se pusieron a trabajar. Como no podía ser de otro modo en la era de la posverdad, lo primero que hicieron fue tergiversar la realidad y enfangar el debate. Para ello no dudaron en sacar de contexto las palabras de Garzón y retorcerlas hasta conseguir que dijeran lo que ellos querían. Lo publicaron en un portal de comunicación propio, asegurando ni más ni menos que Garzón había dicho que España exporta carne de mala calidad.
Hasta aquí todo es mas o menos normal, puesto que se trata de un canal de comunicación propio de las grandes empresas del sector cárnico, por lo que parece legítimo que se defiendan. El problema es todo lo que viene después: políticos utilizando este alegato empresarial como una noticia para continuar la campaña de relaciones públicas del lobby de la carne. Eso ya no parece tan legítimo. Los que se supone representantes de la ciudadanía deberían dedicarse precisamente a defender a la ciudadanía, y no a quien los contrate como mercenarios de la opinión pública. Y este caso es tan evidente que duele.
Cualquier persona que asome un mínimo la cabeza al mundo de la ganadería se dará cuenta inmediatamente que existen a grandes rasgos dos formas muy diferentes de hacer las cosas. Por un lado tenemos la ganadería extensiva o tradicional, en la que los animales pastan libremente por los campos. La carne obtenida es de mayor calidad, los animales sufren mucho menos, la contaminación se reduce drásticamente, los suelos son abonados y se favorece la biodiversidad, y además los beneficios económicos repercuten directamente en la economía local. El problema es que el producto obtenido es más caro, y el margen de beneficio y la concentración de capital es mucho menor, por lo que nadie se puede hacer asquerosamente rico de este modo.
La gente de los pueblos se está cansando. Nos vendieron la idea de que las macrogranjas eran algo bueno, que iban a ayudar a fijar población o dinamizar la comarca. Nos lo creímos. Pero vistos los efectos que causan, te das cuenta de que no traen prosperidad, sino todo lo contrario. Estamos perdiendo calidad de vida; es la ruina para los pueblos, que están siendo abandonados y pierden su riqueza natural – Inmaculada Lozano, portavoz de la coordinadora Stop Ganadería Industrial
Por otro lado, tenemos las macrogranjas, donde los animales se hacinan de modo inhumano y pasan penurias toda su vida encerrados en jaulas sin poder moverse. La carne es de mala calidad, puesto que los animales van hasta las cejas de productos químicos para evitar que mueran y engorden al máximo. La contaminación que se produce en estos campos de concentración animal destruye acuíferos y genera un gran volumen de gases de efecto invernadero. Y además los beneficios económicos que genera no repercuten directamente sobre la economía local, sino que son acumulados por los empresarios propietarios de estas grandes explotaciones. Los mismos empresarios que hacen campañas en prensa blanqueando su imagen y compran políticos para mantener su modelo de negocio.
- Informe «Macrogranjas, veneno para la España rural – Efectos ambientales de la ganadería industrial»
Las macrogranjas son totalmente incompatibles con un medio rural vivo… La producción intensiva de carne en macrogranjas reduce la biodiversidad y contamina suelos y aguas, además de acelerar la despoblación. Además, ofrecen un producto final que obvia por completo el bienestar animal, ya que se caracteriza por el empleo intensivo de antibióticos, fertilizantes y una amplia gama de productos con fuerte impacto contaminante – Sindicato Labrego Galego (SLG)
Los actuales sistemas de producción alimentaria industriales suponen un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, y además consumen una gran cantidad de recursos naturales. Además, provocan la pérdida de biodiversidad, impactos negativos para la salud y aumentan la desigualdad al concentrar los beneficios en pocas manos. Parece evidente entonces que si queremos reducir la contaminación para mitigar el cambio climático, mejorar nuestra salud y reducir las desigualdades sociales, es imprescindible reformar en profundidad estos sistemas de producción alimentaria, fomentando la agricultura y ganadería locales y tradicionales. Pero hay un problemilla: las grandes multinacionales alimentarias industriales no están dispuestas a ceder su gallina de los huevos de oro, y hacen todo lo posible para mantener las cosas como están, a costa de nuestra salud y la del planeta.
Nutrientes como el nitrógeno y el fósforo son elementos esenciales para las plantas. Suelen utilizarse como fertilizantes en la agricultura para garantizar una producción mayor y de calidad. Sin embargo, la creciente demanda de alimentos ha dado lugar a un aumento de la producción y al uso de fertilizantes asociados a una ineficacia considerable, lo que ha provocado la contaminación del agua, el aire y el suelo y ha afectado, por tanto, a la salud humana y al medio ambiente. A nivel mundial, los excedentes de nitrógeno y fósforo en el medio ambiente ya superan los límites seguros para el planeta y eso supone una grave amenaza para la naturaleza y el clima – Informe de la Comisión Europea.
Un ejemplo evidente de cómo actúan estas grandes empresas lo hemos visto esta semana con la reacción a las palabras de Alberto Garzón. En primer lugar, se utilizan medios de comunicación/propaganda afines para enfangar el debate tergiversando las declaraciones realizadas, para después sacar la artillería política. No sólo desde el PP se ha atacado al Ministro por sus declaraciones, sino que también se ha unido el PSOE, como ya es habitual:
Todas estas declaraciones de medios de comunicación y políticos chocan frontalmente con la evidencia científica, el bien común, la ética y hasta la lógica. Pero esto es lo de menos. De lo que se trata es de mantener en su posición de poder a las manos que les dan de comer, tanto a «periodistas» como «políticos», quienes dejan constantemente a un lado su profesionalidad para defender a sus amos. Y el problema es que gran parte de la sociedad es presa de sus redes.
Lo vemos claramente con el tema de las macrogranjas, pero sucede en mayor o menor medida en casi cualquier sector productivo. Si alguien osa interponerse entre el empresario y sus beneficios, este saca toda su artillería para intoxicar el debate y posicionar a la opinión pública de su lado si es posible, o actuar contundentemente en la sombra. Y de momento esta vieja estrategia sigue funcionando. Da igual que la generación de estos beneficios se cargue el planeta que habitamos, que provoque graves problemas de salud o que genere una desigualdad social insostenible. Lo importante es mantener los beneficios. Y así nos va.
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