Aquellas que nos pedían unidad los días previos al 8 de marzo, aquellas que clamaban sororidad entre “hermanas”, vuelven a esconderse en los mismos despachos desde donde legislan contra las trabajadoras, y otras tantas, vuelven a encerrarse para seguir explotándonos alegremente.
Por Cristina González Vítores.
Un año más vemos pasar el 8 de marzo. Muchas de aquellas que salieron a manifestarse vuelven a sus acomodadas vidas, a mirarnos por encima del hombro, desde su supuesta superioridad moral.
Aquellas que nos pedían unidad los días previos al 8 de marzo, aquellas que clamaban sororidad entre “hermanas”, vuelven a esconderse en los mismos despachos desde donde legislan contra las trabajadoras, y otras tantas, vuelven a encerrarse para seguir explotándonos alegremente.
Mientras siguen vendiéndonos como avances para las mujeres que haya cada vez más empresarias o directivas en, por ejemplo, las empresas del IBEX 35, las trabajadoras no ganamos ni más derechos ni mayores beneficios. Que casualidad que siempre se olviden de mencionar a quién van dirigidos esos avances por lo que tan orgullosas se sienten.
Cuando acaba el día, ellas se van a descansar a su casa. O al gimnasio. O de compras. O a disfrutar del ocio que decidan. Para nosotras, cuando finaliza el día, lo que nos espera es más miseria, más explotación, más cuidados, menos conciliación, en definitiva, menos vida.
Y esto, lectores y lectoras, es algo que afecta a una gran mayoría de las mujeres. A esa gran mayoría de trabajadoras, que son las que sacan adelante el país, a esas mujeres de la clase obrera que nos encontramos con situaciones muy parecidas en nuestro día a día.
Seguimos sufriendo trabajos precarios. Sufrimos más contratos a tiempo parcial o contratos temporales. Tenemos obstáculos en nuestra vida laboral. Tenemos obstáculos en nuestra vida social. Tenemos obstáculos en nuestra vida personal.
Y es que esto lo vemos diariamente. Lo sufrimos nosotras y muchas de las mujeres que nos rodean. Y todas tenemos ese denominador común muy concreto: el de pertenecer a una clase determinada. La desigualdad es algo propio del sistema capitalista, y como tal, es imposible lograr la igualdad real para las mujeres trabajadoras dentro del capitalismo. Un sistema que nos explota nos oprime y nos discrimina es incapaz de garantizarnos nuestros derechos y de ofrecernos lo que necesitamos como clase trabajadora.
Y estos obstáculos, que son reales, la sociedad los ve como simples retos que, nosotras las trabajadoras, tenemos que superar sin mirar más allá de cuál es la razón que los origina. Se llega a la imagen de esa súper mujer, la mujer todoterreno, que todo lo puede, que debe poder con todo. Y esa imagen, presiona y condiciona completamente la salud mental de todas y cada una de las trabajadoras: debemos hincharnos a ansiolíticos para poder soportar nuestra rutina diaria y si a esto, añadimos la medicación que muchas trabajadoras deben tomar para los dolores musculares, por ejemplo, apaga y vámonos.
Ante esto, las trabajadoras debemos ser claras: ni sororidad, ni unión, ni absolutamente nada con aquellas que nos explotan. Es que ellas, las que tienen en su poder los medios de producción, las que nos explotan día tras día, tienen la vida solucionada, son las que nos “contratan” de forma ilegal para limpiarles la casa y hacerles de comer.
¿Y qué hace el gobierno ante esto? ¿Ese gobierno tan de izquierdas, tan feminista, aquel que no iba a dejar a nadie atrás? Pues nos mete una Reforma Laboral, sí, eso que repitieron hasta la saciedad que iban a derogar, que lo que único que trae a la clase obrera en general, y a las trabajadoras en particular, es más miseria, más precariedad, más inestabilidad. Nos cuela el cuento de la flexiguridad alegando que es algo bueno para los trabajadores y trabajadoras, aunque es todo lo contrario.
Si ya deberíamos tener claro a estas altura que ninguna ley, que ninguna reforma, emanada de la democracia burguesa nos va a servir para beneficiar a las trabajadoras, con todo lo que estamos viviendo, es simplemente para reafirmarnos en ello.
Pero sí, el 8 de marzo del año que viene, volverán a salir por el Día Internacional de la Mujer, quitando lo de trabajadora a consciencia, porque saben muy bien a qué clase pertenecen y a qué intereses sirven.
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