La fiesta de la democracia

Cierto es que más de doce millones de votantes han dado su confianza a ofertas políticas que abiertamente abogan por las libertades de la mujer, incluidas las sexuales y reproductivas, en las que incluimos el aborto, pero, ello no nos debe llevar a la autosatisfacción y a ignorar que estamos en el filo de la navaja. Que en cualquier momento puede producirse un cambio de tendencia que conduzca al Gobierno del Estado, como ya lo hacen en algunas Autonomías, a aquellos que quieren hacernos retornar a la caverna.

Por Jose Antonio Bosch, asesor jurídico de ACAI

Finalizada la “fiesta de la democracia” (quizás se me ha hecho algo larga la fiesta al vivir en Andalucía y llevar tres procesos electorales seguidos) a las ciudadanas y ciudadanos nos queda comprobar en nuestras propias espaldas los efectos de nuestros votos porque a pesar del tan extendido “todos son iguales” referido a los políticos y políticas, lo cierto es que no es igual que gobiernen unas que otros.

Hay partidos que con mayor o menor acierto defienden los derechos civiles básicos, que tratan de ampliar el campo de estos derechos, que respetan y defienden los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, que aceptan y asumen la diversidad y sus consecuencias, que tienen ese grado de empatía necesario para luchar contra la discriminación, la desigualdad, la pobreza… y que distinguen entre caridad y solidaridad. En resumen, hay partidos que apuestan por mejorar la vida de la mayoría de las ciudadanas y ciudadanos de este país.

Frente a estos, hay partidos que dicen abogar “por la vida”, pero que les importa un bledo que el Mediterráneo se haya convertido en una tumba colectiva. Gentes que están en contra del aborto hasta que se quedan embarazadas sus parejas o sus hijas, momento en el que hacen una “abdicación temporal” de sus creencias para volver a retomarlas cuando solucionan el problema.

Seres que priman la educación y la sanidad privadas en perjuicio de las públicas, que venden como sinónimo de libertad el poder tomar cañas en una u otra terraza o que defienden los precios libres de los alquileres sin ofrecer alternativas públicas, imposibilitando la emancipación de muchos jóvenes, así como, su vida en pareja. En resumen, hay partidos que están entre nosotros y sobre todo entre nosotras, para defender y proteger los intereses de los de su clase, intereses que desde luego no consideran la situación de la mayoría de los habitantes de este país.

Así, terminado el último recuento electoral lo único seguro es que vamos a seguir hablando durante mucho tiempo de pactos, acuerdos de gobierno, alianzas e incluso hasta de nuevas elecciones, pero a corto, lo que si podemos comprobar es que en nuestro Congreso hay dos grandes bloques, uno conformado por aquellos que impulsaron la reforma de la Ley Orgánica de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo, que legislaron en favor de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, en favor de la igualdad real, entre otras muchas materias; y otro bloque conformado por aquellos que recurrieron ante el Tribunal Constitucional la ley del aborto (en su antigua y en su vigente versión), que pretenden, allí donde tocan poder, dificultar el acceso de las mujeres a la interrupción del embarazo, limitar la autonomía de la mujer sobre su propio cuerpo, que les produce urticaria términos tales como igualdad o género.

Y detrás de esos dos grandes bloques hay millones de votantes que se identifican con las políticas de uno u otro bloque y eso es lo realmente preocupante. Cierto es, y me alegro por ello, que gracias a la “excepción ibérica” en España no ha crecido el número de votantes de la ultraderecha rompiendo así con la corriente que, cual mancha de aceite, se venía extendiendo por toda Europa, pero este elemento positivo no debe llevarnos a la autocomplacencia. Mas de tres millones de españoles y españolas (muchos jóvenes varones) han votado por una alternativa de abierto y franco enfrentamiento con los derechos de la mujer. Una alternativa que implica una lucha continuada contra los derechos sexuales y reproductivos, incluido el derecho al aborto que desean prohibir. Mas de ocho millones de españolas y españoles han votado por una alternativa que propugna la limitación de esos derechos sexuales y reproductivos, por el menoscabo de la autonomía de la mujer sobre su propio cuerpo, por introducir restricciones sobre el derecho a decidir.

Cierto es que más de doce millones de votantes han dado su confianza a ofertas políticas que abiertamente abogan por las libertades de la mujer, incluidas las sexuales y reproductivas, en las que incluimos el aborto, pero como decía, ello no nos debe llevar a la autosatisfacción y a ignorar que estamos en el filo de la navaja. Que en cualquier momento puede producirse un cambio de tendencia que conduzca al Gobierno del Estado, como ya lo hacen en algunas Autonomías, a aquellos que quieren hacernos retornar a la caverna.

Es difícil vaticinar quienes conformarán el gobierno que surgirá tras la sesión constitutiva del Congreso y del Senado y el comienzo de la XV Legislatura, pero no resulta complicado predecir que gobierne quien gobierne (si es que no hay nueva convocatoria electoral) no lo va a tener fácil.

Para quienes estuvimos implicados en la lucha por el aborto en tiempos de la prohibición, con el aborto en tiempos de la despenalización y con el aborto en los tiempos en que se ha convertido en un derecho de la mujer, mantener lo conquistado y mejorarlo es un objetivo irrenunciable, pero quizás es necesario que sepamos hacer pedagogía, que seamos capaces de trasmitir que no es soportable ni tolerable vivir en una sociedad donde se discrimine a la mitad de la población por ser mujer. No cabe la igualdad real mientras no se garanticen los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y no se reconozca, sin ambages, el derecho a la autonomía personal sobre su propio cuerpo y, por supuesto, el derecho al aborto.

Soplan vientos muy reaccionarios y no debemos dejar nuestro destino en manos de quienes crean y estimulan esos vientos. No debemos ceder ni un milímetro de los derechos conquistados. Por ello, las personas que creemos en el progreso de la sociedad, en la igualdad, quienes creemos en la democracia, debemos estar vigilantes y activos tanto si se termina conformando un nuevo gobierno como si se convocan nuevas elecciones para que, como decía el filósofo chino, no ir para atrás ni para darse impulso.

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