Un círculo de venganza, en un viaje al corazón de las tinieblas que horrorizará al espectador, por muy insensible que este sea, recreándose en la violencia ejercida hacia los más débiles.
Por Angelo Nero
Hace ya el tiempo que el western ha dejado los esquemas clásicos de Howard Hawks, John Ford o Sergio Leone, que tantos buenos momentos ha regalado a los amantes del género, en una reactualización, para burlar a aquellos que creían que no daba para más después de la explosión de títulos en los ochenta y noventa, con notables fracasos y films que han envejecido francamente mal, a excepción, quizás, de las películas, siempre ajustadas a la ortodoxia del género, del señor Clint Easwood. Como le ha sucedido al cine negro, el western ha vuelto a sacarse de la manga un puñado de buenos títulos, gracias a la mezcla de géneros, como en “Bone Tomahawk”, que dirigió S. Craig Zahler en 2015, o la inclasificable locura que firmaron los Cohen en 2018 “La balada de Buster Scruggs”, pasando por esa suerte de revisión de “Reservoir Dogs”, que hizo Tarantino en clave de western en “The Hateful Eight”, en 2015, en clave de comedia negra.
Uno de los títulos notables de esta nueva revisión del género, la filmó el holandés Martin Koolhoven en 2016, con muchos ingredientes del psico-thriller, pero también del American Gothic, con el título de “Brimstone”. La película narra una despiadada cacería, la que protagoniza un depravado y obsesivo predicador, interpretado por Guy Pearce, que interpreta la Biblia para satisfacer sus más oscuros instintos, un auténtico malvado que cree tener a Dios de su parte, que persigue a su hija, Liz, a la que da vida Emilia Jones y Dakota Fanning, que será capaz de todo para alejarse de ese diablo con alzacuellos que la reclama, incluso si esto la lleva a refugiarse entre las paredes de un prostíbulo.
En cuatro episodios Koolhoven nos irá desvelando las claves de la historia, con continuos flash-back, que completaran un círculo de venganza, en un viaje al corazón de las tinieblas que horrorizará al espectador, por muy insensible que este sea, recreándose en la violencia ejercida hacia los más débiles, que parece que no pueden huir de su fatal destino. Porque la violencia, inherente al western, es en “Brimstone” un elemento central en la construcción de su relato, sin escatimar en su empleo cinematográfico, que hacia el final de la cinta hace que se nos antoje estar viendo un delirante slasher, con una atmósfera oscura y pesada, en la que todo parece señalar la imposibilidad de un happy end.
En los papeles secundarios cuenta con dos de los actores de la saga “Game of thrones”, a la holandesa Carice van Houten (Melisandre), que interpreta a la sufrida mujer del predicador, y a Kit Harington (Jon Snow), en el papel de un forajido que busca refugio en la granja de la religiosa familia, y que es curado por la joven, ofreciéndose como una salida a su cruel destino. El papel principal, el de Liz, iba a ser interpretado por la actriz australiana Mia Wasikowska, pero esta abandonó la producción por agotamiento, y el inglés Robert Pattinson también abandonó el rodaje, siendo sustituido por Harington, en medio de múltiples problemas de producción que alargaron el proceso durante cinco años que incluso llevaron a internar a su director, Martin Koolhoven, por un ataque e ansiedad.
En esta historia de fanatismo religioso, depravación sexual y, sobretodo, de venganza, no hay lugar para la luz de los antiguos western, e incluso los espacios abiertos son oscuros como una pesadilla, como una puerta abierta a un infierno del que, por muchos sacrificios que hagas, no podrás escapar. Sus 148 minutos te harán revolverte en tu butaca, y, a buen seguro, te removerán las entrañas con la desdichada huida de Liz hacia el cierre de un círculo de padecimientos, en el que encontrará también su propia redención.
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