Hablando sobre deportados españoles a campos nazis (XXIII)

Los pocos deportados que quedaban en Auschwitz –estaban enfermos y no fueron evacuados –los dejaron en el campo para que murieran solos-, fueron liberados por el ejército rojo el 27 de enero de 1945. Entonces conoció el mundo los horrores que se habían cometido en su interior. 

Por Pepe Sedano

XXIII.- Y LAS PUERTAS DE LOS CAMPOS COMENZARON A ABRIRSE

Damos comienzo a un nuevo capítulo de esta serie que estamos escribiendo para que se publique –como los anteriores- en la revista on line NR. Nos estamos acercando a lo que será el final de esta historia compuesta a base de relatos en los que hemos intentado, de alguna manera, llegar al posible lector que no tuviera mucho conocimiento de lo que fueron los campos de concentración nazis durante la II Guerra Mundial que, seguramente, habrá oído hablar de ellos, incluso puede que haya visionado alguna película en el que el tema principal de ésta fuese la deportación a uno de estos campos infames y lo que acarreó, tras sí, cada uno de ellos. Y lo hacemos en esta ocasión –no estaba previsto que fuera así-, coincidiendo la fecha de redacción -27/01/2023- de estos renglones con la de otro 27 de enero, pero de 1945, cuando se cumplen 78 años de la primera liberación de un campo de concentración nazi. Aún quedaban unos meses de guerra pero, a partir de ese día, conforme avanzaban los ejércitos aliados por el oeste, y el ejército ruso por el este, fueron abriéndose –una a una- las puertas de todos y cada uno de los campos –con sus correspondientes kommandos-, que se habían erigido en el transcurso de este guerra, incluso antes pues el primero que se levantó –Dachau, en Baviera, próximo a la ciudad de Munich (Alemania)-, fue con el advenimiento del Canciller de la República Alemana, Adolf Hitler, führer del Tercer Reich de los mil años, allá por 1933. Pero antes de que llegaran esos momentos, tuvieron lugar otros “espectáculos” dantescos puesto que no hay otro nombre para poder definirlos. Me estoy refiriendo a las “marchas de la muerte”.

Las tropas de los diferentes ejércitos aliados habían ido progresando en la recuperación de territorio ocupado por las diversas unidades teutonas. El final se vislumbraba cercano aunque aún era impredecible pero, es cierto, que se estaba aproximado el final de esa hecatombe humana que había significado la II Guerra Mundial. La Wehrmacht había colapsado ante el empuje del ejército rojo por el este y el del resto de aliados por el oeste. Berlín se veía cada vez más cerca. Eso significaba, a su vez, que cualquiera de estos ejércitos podía llegar a cualquiera de los campos de concentración que por orden de Hitler se habían levantado, tanto en territorio alemán como el cualquiera de los que había ocupado su ejército. Como sabemos, con ocasión de la puesta en práctica de la “Solución final”, los principales campos que se erigieron para llevarla a cabo fue en Centroeuropa –principalmente en Polonia, Austria y Checoslovaquía además de la propia Alemania y algún que otro campo levantados en la Alsacia francesa y en Holanda que se utilizaron más bien como “campos de tránsito” hacia otros más importantes-, y el ejército que más cerca estaba de uno de ellos eran las tropas rusas que avanzaban muy rápido hacia el oeste.

El Alto Mando alemán entendió que estos ejércitos no podían ver qué habían estado haciendo con todos los prisioneros que fueron enviados hacia estos campos de la infamia y ordenó que se iniciaran marchas a pie con los prisioneros -desde los campos más cercanos a los frentes hacia los más alejados de ellos-, en un vano intento de ocultar lo que era imposible de hacer: todos los crímenes que se habían cometido contra la humanidad en cada uno de esos centros de detención e ignominia. De esta manera los soldados alemanes comenzaron a trasladar, a la desesperada, a todas las personas que aún permanecían prisioneras en estos campos cercanos al frente hacia otros que estuviesen –a ser posible- en Alemania, contra más al interior, mejor. Utilizaron, en algunas ocasiones, trenes hasta donde fue posible pero, después fue a pie como fueron llegando a los diferentes campos donde les estaban esperando para continuar con los trabajos forzados a los que eran obligados a realizar a diario. A esas marchas a pie con el crudo invierno Centroeuropeo se les ha denominado, como decimos, las “marchas de la muerte” por lo que supuso para los prisioneros ir andando en unas condiciones, a veces, sobrehumanas hacia el campo de destino con lluvia, frío, nieve y en las deplorables condiciones físicas que lo hacían.

Tengamos en cuenta que estamos hablando del invierno de 1944 a 1945. Será a finales del mes de enero de 1945, concretamente el día 27 cuando el ejército rojo descubrirá el complejo de Auschwitz II-Birkenau, Auschwitz III-Buna Monowitz y el campo matriz, Auschwitz. Pero nueve días antes de que ocurriera este descubrimiento, ya los alemanes habían obligado a que marcharan decenas de miles de detenidos en ese campo hacia un kommando del campo matriz, denominado Wodzislaw –el nombre del pueblo donde estaba situado-, a unos 56 km del campo principal; Una vez allí fueron obligados a subir en trenes de carga hacia otros campos diferentes. Se ha calculado que durante el itinerario de estos trenes, una persona de cada cuatro murió por el camino. Desde el mismo momento que las SS comenzaron a evacuar Auschwitz y sus otros campos cercanos, serían alrededor de 60.000 los prisioneros obligados a realizar estas marchas. Los días previos a la marcha ya se encargaron de asesinar a miles de detenidos pero serían decenas de miles los que fueron enviados, sobre todo a la localidad citada anteriormente –Wodzislaw-, situada en la Alta Silesia. Aquellos que se retrasan, o no pueden dar un paso más, se les disparará sin piedad acabando, de esta manera, con su vida. Así serán vilmente asesinadas alrededor de 15.000 prisioneros. El resto de los que aún conservan la vida serán enviados en trenes, como hemos visto anteriormente, hacia campos en el interior de Alemania como: Buchenwald, Dachau, Sachsenhausen, Flossenburg, Gross-Rosen y Mauthausen, éste último en el norte de Austria.

Los pocos deportados que quedaban en Auschwitz –estaban enfermos y no fueron evacuados –los dejaron en el campo para que murieran solos-, fueron liberados por el ejército rojo, como hemos dicho el 27 de enero de 1945. Entonces conoció el mundo los horrores que se habían cometido en su interior. En alguna ocasión hemos podido escuchar -en documentales de televisión-, los testimonios de algunos de aquellos supervivientes. Sus relatos nos parecen increíbles y no podemos concebir cómo el ser humano pueda hacerle tanto daño a un semejante. Lo hemos creído porque son los propios protagonistas, mostrando el número que le habían tatuado en su brazo, quienes nos lo han contado. Otros, por el contrario, han querido sacarse sus “demonios” de su cabeza, en un intento de “limpiar” cualquier rastro que pudiera dañar su mente en el futuro inmediato, y lo han hecho escribiendo, como Jorge Semprún que estuvo en Buchenwald, como Primo Levy que estuvo en Auschwitz III-Buna Monowitz. El primero lo consiguió, el segundo no y acabó suicidándose con 87 años. Es verdad que ese calvario los ha de acompañar hasta el último de sus días pero el cómo hacer para que esa “bestia” -que deben de tener en su cabeza- no acabe con ellos… Ese es un paso muy duro de dar y supongo que no todos los que han estado en esa situación hayan sido capaces de darlo.

Se han escrito ríos de tinta sobre las llamadas “marchas de la muerte”. En nuestro caso nos vamos a referir a algunas de las más sonadas como la que tuvo lugar el 25 de enero de 1945, cuando es evacuado el campo de concentración de Stutthof –uno de los levantados en Polonia para la puesta en práctica de la “Solución final”-, y su correspondiente “marcha de la muerte”. Salen alrededor de 50.000 prisioneros –la mayoría de ellos eran judíos-, unos son enviados hacia la costa del mar Báltico y en el mar son asesinados unos 5.000 de ellos, otros son enviados en marcha hacia Lauenburg, los rusos les cortan el camino y les hacen regresar otra vez hacia el campo del que habían partido. A finales de abril de 1945 son obligados a caminar hacia el mar, como lo habían hecho anteriormente sus compañeros y allí fueron también asesinados. Al final serán 25.000 los prisioneros asesinados. El 9 de mayo de 1945 el campo es liberado por las tropas rusas.

El 7 de abril de 1945 tuvo lugar la “marcha de la muerte” desde el campo de Buchenwald, puesto que las tropas estadounidenses se acercaban hacia la ciudad alemana de Weimar donde estaba ubicado este campo. Serán sobre 30.000 prisioneros los que realizarán este tipo de “marchas” para alejarlos de las tropas americanas que se acercan. Uno de cada tres de ellos morirá durante estas “marchas”. El 11 de abril de 1945 los pocos prisioneros que quedaban en el campo se hacen con el control del mismo poco antes de que llegaran las fuerzas de Estados Unidos ese mismo día.

Otra “marcha” importante tuvo lugar el día 26 de abril de 1945. En esta ocasión fue desde el campo de concentración bávaro de Dachau, próximo a Munich. Tres días escasos antes de ser liberado, los soldados SS obligaron a 7.000 detenidos a ponerse en camino, en una de estas “marchas de la muerte”, hacia Tegernsee, más al sur del país. Esta “marcha” duró seis días pero fue terrible. Aquel que no podía continuar al ritmo marcado por las SS era fusilado, otros murieron por el frío reinante, por agotamiento, por inanición. El 29 de abril de 1945 las tropas estadounidenses liberaron el campo de Dachau. A primeros de mayo, este mismo ejército liberó a los sobrevivientes de esa “marcha de la muerte” que había partido dirección hacia el sur del país.

Conocemos que el 5 de mayo de 1945 fue liberado el campo austríaco de Mauthausen, el llamado “campo de los españoles”, por tropas del ejército americano. En este caso de entre 7.000 y 8.000 españoles que habían llegado al campo, solo sobrevivieron alrededor de 2.500. Este campo fue recepcionista de “marchas de la muerte”. Los testimonios de los supervivientes de estas “marchas” aparecen como los más desgarradores de cuantos se puedan contar sobre el holocausto. Dicen que el ritmo de la marcha era extenuante y que la brutalidad de sus verdugos era constante. Dicen que el recorrido de la “marcha de la muerte” del campo de Auschwitz se puede rastrear “siguiendo las fosas comunes de aquellos que los aldeanos y habitantes polacos encontraron a lo largo del trayecto”. Es verdad, se ha conocido después, que estas evacuaciones o “marchas” fueron puestas en práctica por tres motivos: 1º.- Evitar que el Ejército Rojo liberara a los testigos de las atrocidades cometidas por los nazis –ya había ocurrido con la liberación del campo de Majdanek en julio de 1944. 2º.- Para preservar, de alguna manera, el valor laboral de cada uno de los presos. 3º.- La supuesta creencia de que los presos judíos podrían servir, algún día, como moneda de cambio cuando negociaran con los Aliados. Pero, poco a poco, las puertas de todos y cada uno de los campos se fueron abriendo para los pocos supervivientes que habían conseguido, al fin, su libertad.

Para la redacción de este artículo se han utilizado, como consulta en línea, las páginas webs que siguen:

https://encyclopedia.ushmm.org/content/es/article/death-marches-1

https://aboutholocaust.org/es/facts/que-fueron-las-marchas-de-la-muerte

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