Salud mental coletiva en tiempos inciertos

«Necesitamos cuidarnos y protegernos de manera colectiva. Más aún cuando la pandemia se encuentra inserta en otras dos grandes crisis que se cruzan: la crisis social y la emergencia ecológica. El apoyo mutuo, a través de iniciativas institucionales y/o comunitarias, tiene la oportunidad de ser la salvaguarda de las situaciones de desigualdad que se manifiestan durante la crisis «

Por Remedios Copa

De la salud mental y social hablará la psicóloga María del Carmen Lorenzo Vila el 24 de octubre en el Ateneo Atlántico de Vigo.  Los síntomas de deterioro de la salud mental de la población y la falta de la adecuada asistencia sanitaria especializada preocupan y son tema de debate. Se trata de profundizar en la posible relación que están generando la crisis climática,  social y la inestabilidad global con la salud mental. Apostar por soluciones certeras requiere conocer las causas.

La situación actual y los conflictos en los que, de un modo u otro todos estamos inmersos, llevan a situaciones de ansiedad, desarraigo y destierro o incluso la muerte. De no tomar las medidas necesarias para frenar el calentamiento global, racionalizar el reparto de los recursos de forma justa y solidaria, y frenar el actual frenesí de las guerras y genocidios, nos encaminamos a la extinción de la especie humana en el planeta tal como vienen advirtiendo los científicos y los expertos en geoestrategia.

Tanto el agotamiento de los recursos naturales como la contaminación y destrucción del equilibrio de regeneración del planeta, provocados por el hombre, como el agravamiento que para la vida futura de todos supondría una guerra nuclear, deberían traer a colación tal como señala Moreno, padre del Psicodrama, disciplina que nos recuerda que somos un mundo social, que también como adulto y espiritual podríamos poner en marcha un Universo que vaya más allá de lo secuencial o temporal y parta del interés por desarrollar la conciencia, que vaya transformando todo lo anterior dando sentido a nuestra existencia, rematrizando nuestra vida y cambiando nuestro rol entendiendo que el verdadero rol es un «rol coral» formado por una suma sin distinción en el que todos nos necesitamos y todos somos una sola voz, renunciando a la importancia personal como centro, para situarnos en lo colectivo y circular, sin centro, dónde el centro sea lo compartido con sentido colectivo.

Estas reflexiones las traigo a colación para tratar de entender por qué la salud mental de la ciudadanía está tan quebrada, con alarmantes cifras de suicidios y un gran número de población con depresión, crisis de ansiedad y un consumo de ansiolíticos que, a tenor de algunas referencias de atención primaria, supera al 70%de la población.

Por eso debemos hablar de la salud mental colectiva en tiempos inciertos.

Leyendo un trabajo de Manuel Desviat, psiquiatra, Consultor temporal de la Organización Panamericana de Salud y presidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, hacía mención a la afirmación de Yayo Herrero en tiempo de pandemia, «Necesitamos cuidarnos y protegernos de manera colectiva. Más aún cuando la pandemia se encuentra inserta en otras dos grandes crisis que se cruzan: la crisis social y la emergencia ecológica. El apoyo mutuo, a través de iniciativas institucionales y/o comunitarias, tiene la oportunidad de ser la salvaguarda de las situaciones de desigualdad que se manifiestan durante la crisis «.

Como señala Desviat, cuando surgió la pandemia del covid-19 pudo verse que era un acontecimiento que abarcaba a la totalidad social, que iba más allá del cuidado sanitario, atravesaba a toda la humanidad, y que ha servido para mostrar la incapacidad del modelo hegemónico mundial de salud y de prestaciones sociales para hacer frente a una catástrofe que pone en peligro a toda la humanidad, «por muy previsible que fuera». Cuestiona el modo civilizatorio en que vivimos y habla de un modelo ignorante de los conocimientos acumulados sobre la acción comunitaria y salud pública. Haber convertido la salud en un negocio, «traspasando la responsabilidad sanitaria pública a la empresa privada «, supuso el abandono de personas discapacitadas y desvalidas, situación que fue mínimamente paliada gracias a las redes de apoyo vecinal, las despensas solidarias y el acompañamiento comunitario. Un apoyo solidario que surgió en todo el mundo, llevando apoyo, comida y calor allí dónde las instituciones públicas han hecho dejación de sus funciones.

Hay que atender no solo a los grupos vulnerables sino a las causas que los provocan. No se puede seguir ignorando las condiciones insalubres de vida de una gran parte de la población.

El programa de Acción en Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud para hacer frente a las grandes brechas de desigualdad en la atención a la salud mental que hay entre países pobres y ricos, entre clases sociales en países con rentas altas, hace hincapié en que los recursos no se centran en la atención comunitaria; los centros ambulatorios de salud mental y peor aún los programas y dispositivos sociosanitarios en la comunidad apenas reciben recursos. La atención hospitalaria y el disparatado gasto farmacéutico forma parte de las barreras que frenan el desarrollo de una buena salud mental comunitaria.

Entre las principales barreras que señalan los expertos están la reducción biológica y la medicalización indefinida. Frente al reduccionismo de: un síntoma, un diagnóstico, un fármaco, aconsejan un adiestramiento conductual que cuenta con la psicología. Hay que huir de la tiranía de las farmacéuticas, que se han adueñado de la investigación, la docencia y la clínica, con el apoyo de las autoridades sanitarias, haciendo de los psicofármacos la panacea de la solución sin entrar en el conflicto singular, el medio y la sociedad en que vive el sujeto, dejando fuera los determinantes sociales y la producción de subjetividad y nublando los avances de la psicoterapia y la acción comunitaria.

Otra barrera importante detectada es la falsificación de las necesidades. En este caso, los prejuicios que todavía pesan sobre la salud mental facilitan que las demandas no se correspondan con las necesidades reales sino con los intereses de la clase dirigente. Y la tercera barrera que señalan trata de la insuficiencia de lo biopsicosocial, la necesidad de «una nueva caja de herramientas conceptuales y prácticas que vayan más allá «. Se precisa una clínica de la escucha y una formación de los profesionales que la haga posible.

Cómo podemos deducir, para garantizar la vida tanto individual como colectivamente, también se requiere pedagogía para abordar la construcción de un nuevo modelo civilizatorio que forzosamente deberá cambiar el paradigma actual.

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