El otrora conocido como subcomandante Marcos y posteriormente como subcomandante Galeano anunció ayer la desaparición también de este último y señaló que, a partir de ahora, se conocerá como Capitán Marcos.
Por Desinformémonos / La Tinta
Marcos, conocido mundialmente así desde el levantamiento del primero de enero de 1994, anunció su “muerte” simbólica en mayo del 2014 para nombrarse a partir de ese momento Galeano.
El ex jefe militar y ex vocero del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) retoma su nombre original aunque cambia de grado, por debajo de los actuales subcomandantes, tenientes coroneles y mayores de la organización político-militar que el próximo 17 de noviembre cumplirá 40 años de su fundación y, el primero de enero de 2024, tres décadas del levantamiento.
A continuación, el comunicado completo:
Segunda parte: ¿Los muertos estornudan?
Octubre del 2023.
Murió el SupGaleano. Murió como vivió: infeliz.
Eso sí, tuvo cuidado de, antes de fallecer, regresar el nombre a quien es carne y sangre heredada del maestro Galeano. Recomendó mantenerlo con vida, es decir, luchando. Así que Galeano seguirá caminando en estas montañas.
Por lo demás, fue algo sencillo. Empezó a tararear algo como “ya sé que estoy piantao, piantao, piantao”, y, justo antes de expirar, dijo, o más bien preguntó: “¿Los muertos estornudan?”, y ya. Esas fueron sus últimas palabras. Ninguna sentencia para la historia, ni para una lápida ni para una anécdota contada frente al fogón. Sólo esa pregunta absurda, anacrónica, extemporánea: “¿Los muertos estornudan?”.
Quedó luego quieto, suspendida la respiración cansada, los ojos cerrados, los labios al fin silenciados, las manos crispadas.
Nos fuimos. Casi al salir de la champa, ya en el quicio de la puerta, escuchamos un estornudo. El SubMoy me volteó a ver y yo a él, con un “salud” apenas insinuado. Ninguno de los dos había estornudado. Volteamos a donde estaba el cuerpo del finado y nada. El SubMoy sólo dijo “buena pregunta”. Yo no dije ni una palabra, pero pensé “seguro ha de andar con la luna rodando por Callao”.
Eso sí, nos ahorramos el entierro. Aunque perdimos el café y los tamales.
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Yo sé que a nadie le interesa una muerte más y menos la del ahora finado SupGaleano. En realidad, les cuento esto porque él dejó ese poema de Rubén Darío con el que inició esta serie de textos. Obviando el evidente guiño a la Nicaragua que resiste y persiste –incluso podría verse como una referencia a la actual guerra del Estado de Israel contra el pueblo de Palestina, pero, en el momento de su muerte, no se había reiniciado el terror que hoy sobrecoge al mundo-, dejó esa poesía como referencia. Más bien como respuesta a alguien que preguntó cómo explicar lo que ahora pasa en Chiapas, México y el mundo.
Y, claro, como un discreto homenaje al maestro Galeano -de quien heredó el nombre-, dejó lo que él llamó un “control de lectura”:
¿Quién empezó? ¿Quién es culpable? ¿Quién es inocente? ¿Quién el bueno y quién el malo? ¿En qué posición está Francisco de Asís? ¿Fracasa él o el lobo, o los pastores, o todos? ¿Por qué el de Asís sólo concibe que se haga un acuerdo basándose en que el lobo renuncie a ser lo que es?
Aunque esto fue hace meses, el texto concitó alegatos y discusiones que se mantienen hasta la actualidad. Así que les describo una de ellas:
Es como una especie de reunión o asamblea o algo como mesa de debates. Está lo mejor de cada casa: doctos especialistas en todo, militantes e internacionalistas de todas las causas menos de la de su geografía, espontáneos con doctorado en redes sociales (la mayoría) y uno que otro que, al ver la bulla, se acercó a ver si regalaban cubetas, gorras o playeras con el nombre del partido que fuere. No eran pocos los que se acercaron para aclararse de qué iba todo ese embrollo.
– “¡Usted no es más que un agente del sionismo expansionista e imperial!”-, gritaba uno.
– “¡Y usted es sólo un propagandista del terrorismo árabe musulmán fundamentalista!” -, respondía otro, furioso.
Ya había habido varios conatos de bronca, pero no había pasado, todavía, de unos empujones modelo “nos vemos a la salida”.
Se llegó a ese punto, porque estuvieron analizando el poema de Rubén Darío, “Los Motivos del Lobo”.
No todo había sido un intercambio de adjetivos, puyas y malas caras. Empezó como todo en esos lares: con buenos modales, frases contundentes, “intervenciones breves” –que solían durar media hora o más- y derroche de citas y notas de pie de página.
Puro varón, claro, porque el debate era organizado por el llamado “Club de Toby Hipertextual”.
“El Lobo es el bueno”, dijo alguien, “porque él sólo mataba por hambre, por necesidad”.
“No”, argumentó otro, “es el malo porque mataba ovejas, que eran el sustento de los pastores. Y él mismo reconoció que ‘en veces comió cordero y pastor’”.
Uno más: “Los malos son los pobladores, porque no mantuvieron el acuerdo”.
El de más allá: “La culpa es de Asís, que consigue el acuerdo pidiéndole al lobo que deje de ser lobo, lo que es cuestionable, y luego no se queda para mantener el pacto”.
Más acá: “Pero Asís señala que el ser humano es malo por naturaleza”.
Se reiteran en uno y otro lado. Pero se ve que, si se hiciera una encuesta en este momento, el lobo tendría una cómoda ventaja de dos dígitos sobre el poblado de pastores. Pero una hábil maniobra en redes sociales consiguió que el hashtag “loboasesino” fuera TT muy por encima de #mueranlospastores. Así que fue claro el triunfo de los influencers pro pastores frente a los pro lobo, aunque sólo en las redes sociales.
Hubo alguno que argumentó en favor de dos Estados conviviendo en el mismo territorio: el Estado Lobo y el Estado Pastor.
Y otro por un Estado Plurinacional, con lobos y pastores, conviviendo bajo un mismo opresor, perdón, quise decir bajo un mismo Estado. Otro le respondió que eso era imposible, dados los antecedentes de cada parte.
Un señor de traje y corbata se levanta y pide la palabra: “Si Rubén (así dijo obviando el Darío) siguió a partir de la leyenda de Gubbio, entonces podemos hacer lo mismo. Demos continuación al poema:
Los pastores, haciendo uso de su legítimo derecho a defenderse, atacan al lobo. Primero destruyendo su madriguera con bombardeos, para luego entrar con tanques e infantería. Me parece, colegas, que el final está cantado: la violencia terrorista y animal del lobo es aniquilada y los pastores pueden seguir su bucólica vida, trasquilando ovejas para una poderosa firma transnacional que elabora ropa para otra igualmente poderosa firma multinacional que, a su vez, le debe a una institución financiera internacional todavía más poderosa; lo que llevará a los pastores a convertirse en eficientes obreros de sus propias tierras -eso sí, con todas las prestaciones laborales de ley- y elevará ese poblado a niveles del primer mundo, con modernas autopistas, altos edificios y hasta un tren turístico donde visitantes de todo el mundo podrán apreciar las ruinas de lo que antes fueron prados, bosques y manantiales. El aniquilamiento del lobo traerá paz y prosperidad a la región. Claro, morirán algunos animales, no importa el número ni la especie, pero sólo son daños colaterales perfectamente olvidables. Después de todo, no se le puede pedir a las bombas que distingan entre un lobo y una oveja ni que limite su onda expansiva para no dañar aves y árboles. Se conquistará la paz y nadie extrañará al lobo”.
Alguien más se levanta y señala: “Pero el lobo tiene apoyo internacional y habitaba ese lugar con antelación. El sistema cortó árboles para los campos de pastura y eso alteró el equilibrio ecológico, reduciendo el número y especie de los animales que el lobo consumía para vivir. Y es de esperar que los descendientes del lobo tomarán justa venganza”.
“Ah, entonces el lobo también mataba a otros seres. Es igual que los pastores”, replica alguien.
Así siguieron, dando tan buenos argumentos como los que aquí se señalan, plagados de ingenio, derroches de erudición y muchas referencias bibliográficas.
Pero la mesura no duró mucho: se pasó de lobo y pastores a la guerra Netanyahu–Hamás y la discusión fue subiendo de tono hasta llegar a lo que encabeza esta anécdota, cortesía postmortem del ahora finado SupGaleano.
Pero en ese momento, al final de la sala, se levantó una mano pequeña pidiendo la palabra. El moderador no alcanzaba a ver de quién era la mano, así que concedió la palabra “a la persona que está levantando la mano allá al fondo”.
Todos voltearon a mirar y estuvieron a punto de dar un grito de escándalo y reprobación. Era una niña que cargaba un oso de peluche que casi le igualaba en tamaño y portaba blusa blanca con bordados y un pantalón con un gatito cerca del tobillo derecho. En fin, el clásico “outfit” para una fiesta de cumpleaños o algo así.
La sorpresa fue tal que todos guardaron silencio y mantenían las miradas en la niña.
Ella se puso de pie sobre la silla, pensando que así la escucharían mejor y preguntó:
“¿Y las crías?”.
La sorpresa se hizo entonces murmullo condenatorio: “¿Cuáles crías? ¿De qué habla esta niña? ¿Quién diablos dejó entrar a una mujer a este sagrado recinto? Y peor, ¡es una mujer niña!”.
La niña se bajó de la silla y, siempre cargando su osito de peluche con claros signos de obesidad -el oso, se entiende-, se dirigió a la puerta de salida diciendo:
“Las crías. O sea, las crías del lobo y las crías de los pastores. Sus pichitos, pues. ¿Quién piensa en las crías? ¿Con quién voy a platicar? ¿Y dónde vamos a jugar?”.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Capitán Insurgente Marcos.
México, octubre del 2023.
P.D.- Libertad incondicional para Manuel Gómez Vázquez (tomado como rehén desde 2020 por el gobierno estatal de Chiapas) y José Díaz Gómez (rehén desde el año pasado), indígenas bases de apoyo zapatistas presos por eso, por ser zapatistas. Ya luego no pregunten quién sembró lo que cosechen.
P.D.- Huracán OTIS: Centro de acopio para los pueblos originarios en el estado de Guerrero: en el domicilio de la Casa de los Pueblos “Samir Flores Soberanes”, ubicado en Av. México-Coyoacán 343, colonia Xoco, Alcaldía Benito Juárez, Ciudad de México, C.P. 03330. Depósitos y transferencias bancarias en apoyo a estos pueblos y comunidades en la cuenta Número 0113643034, CLABE 012540001136430347, código SWIFT BCMRMXMMPYM, del banco BBVA México, sucursal 1769. A nombre de: “Ciencia Social al Servicio de los Pueblos Originarios”. Teléfono: 5526907936.
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