La indeseable dimisión del señor Sánchez dejaría un oscurecido horizonte de futuro inmediato para la débil y tensionada democracia en España.
Por Lucio Martínez Pereda | 27/04/2024
Conseguir que un presidente de gobierno deje su cargo presionado por la combinación de guerra sucia y bulos sentaría un peligroso precedente para cualquier democracia. Parlamentos y votos son los instrumentos para poner y deponer presidentes: no lo son ni la prensa ni los jueces corruptos ni los partidos violentando la decisión de las urnas.
Desde que Trump ha llegado al poder sabemos que las democracias pueden ser destruidas y reducidas a cáscaras vacías, a fundas electorales que no tienen valores y costumbres democráticas por dentro. Ahora los postfascismos actúan así: dejan intacta la fachada pero destruyen por dentro el interior del edificio democrático.
La indeseable dimisión del señor Sánchez dejaría un oscurecido horizonte de futuro inmediato para la débil y tensionada democracia en España, un futuro a punto de caramelo para quienes quieren convertirla en un estado iliberal como el polaco o el húngaro.
La política antifascista no ha funcionado bien en España. Sánchez ha demostrado debilidad ante la ultraderecha: ley de la memoria democrática miedosa, falta de determinación y rapidez sacando a Franco de Cuelgamuros, consentimiento de organizaciones ultras en el ejército, tolerancia con actos de exaltaciones fascistas, no ilegalización de fundaciones neonazis… y ahora está sufriendo las consecuencias personales de esa debilidad.
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