La base de clase en el levantamiento mapuche en Chile

El foquismo es igualmente fruto de la desesperación, de los explotados, aplastados por la explotación y no viendo ninguna salida para más allá de coger inmediatamente las armas como la principal forma de lucha debido a la falta trágica de una clase trabajadora organizada.

Por Duarte Martinho / Bandeira Vermelha

Los mapuches son el mayor grupo indígena de Chile, cerca de 1,7 millones en el país, siendo así el 84% de la población indígena chilena, y cerca del 9% de la población de un país de 19 millones. La mayoría de población mapuche se mudó a las ciudades, principalmente Concepción, Temuco y Santiago, pero son originarios de la Zona Sur de Chile, especialmente Biobío y La Araucanía, donde muchos viven en la pobreza. Estas zonas son conocidas como focos de violencia política entre los grupos guerrilleros mapuches y las fuerzas terroristas del régimen burgués.

La insurgencia mapuche, que ya dura algún tiempo, explotó más de una vez de manera impactante, escalando por primera vez hacia batallas armadas en el medio del contexto general del terrorismo de Estado en nombre de las empresas agrícolas y madereras que sistemáticamente roban tierras a los campesinos mapuches empobrecidos en sus tierras nativas.

Orígenes económicos del conflicto

Nunca subyugada por los incas, la sociedad tribal de los mapuches permaneció independiente hasta el final del siglo XIX. La guerra y el comercio eran las principales relaciones entre los mapuches y el estado chileno o argentino. Adquiriendo caballos, los mapuches resistieran la conquista e invadieran asentamientos hispanos. También hacían negocios con caballos, ganado, textiles y artículos de plata. La orfebrería, una ocupación masculina, se desenvolvió a partir de una tradición más antigua de trabajar en cobre, una vez que la plata era obtenida a través del comercio.

En 1882 los mapuches fueran “pacificados” por el ejército chileno y confinados a reservas como muchos otros pueblos indígenas en regímenes burgueses, pero aun así, las tierras de reserva continuaron a ser mantenidas comunalmente, en vez de ser convertidas en propiedad privada. Esto cambió a medida que los latifundistas poderosos expropiaban más y más tierras. A partir de la década de 1930, la falta de tierra llevó a muchos mapuches a emigrar a las ciudades.

El gobierno burgués de la Unidad Popular de Salvador Allende aprovechó una Ley Indígena y comenzó a devolver las tierras mapuches, pero esto se paralizó con el golpe de Pinochet. Durante el régimen de Pinochet, al lado de sindicalistas, partidos de izquierda y trabajadores militantes, muchos activistas de los derechos mapuches fueron torturados y asesinados.

Pero a pesar del cambio de una dictadura abierta a una fachada democrática de la dictadura burguesa, no cambió nada, mucho menos la explotación, las empresas forestales chilenas ahora tienen y explotan la mayor de las tierras mapuches, un monopolio que imponen con el mencionado terrorismo despiadado, mientras los propios mapuches viven en una pobreza increíble, con una renta un 60% por debajo de la media chilena, y muchas veces sin acceso a agua potable o electricidad. Como tal, esta no es una revuelta “racial” e “indígena”, como la burguesía media gustaba pintarla para esconder cualquier carácter de clase en los sucesos, pero es una revuelta de campesinos empobrecidos contra el capital y el Estado burgues.

De acuerdo con las previsiones incorporadas en el Decreto 701 (introducido por Pinochet en 1974), las empresas forestales gozan hoy de subsidios estatales de hasta un 73%. No es por casualidad que dos de las mayores empresas forestales, CMPC y Bosques Arauco, posean ellas solas más de dos millones de hectáreas mientras los mapuches tienen menos de 500.000 hectáreas (y estas estadistas están basadas en estimaciones conservadoras).

Para mantener la dictadura burguesa, escondida detrás de una fachada democrática, a salvo de ataques, el Estado transformó estas áreas en la Zona Sur, una zona totalmente militarizada: kilómetros de plantaciones de eucaliptos y pinos solo cercados por puestos de control guardados por carabineros, y también por tanques militares e infantería altamente armada.

El curso de los acontecimientos

La revuelta guerrillera no es nueva, el más militante de los grupos por los derechos mapuches (cuyas reivindicaciones van desde la restitución de sus tierras ancestrales a un Estado mapuche totalmente independiente) inició una campaña guerrillera de destrucción violenta de la propiedad de las empresas en 1997. El régimen burgués naturalmente categoriza esto como “terrorismo” y utiliza la Ley Antiterrorista de la era Pinochet para permitir que sus fuerzas terroristas, la policía fuertemente militarizada de las Fuerzas Especiales, maten mapuches desarmados, torturen, abusen fabriquen pruebas, detengan sin juicio durante meses, etc. Los grupos guerrilleros, por su parte, evitan el combate directo, y se ciñen a la destrucción de vehículos de la empresa a través de cócteles molotov y al sabotaje de la maquinaria. Pero las cosas se han agravado, y se están agravando ahora mismo.

El conflicto entró en una nueva fase en 2021: en junio hubo enfrentamientos entre la policía y miembros de la Coordinadora Arauco-Malleco (CAM), un grupo guerrillero indígena típico que lucha por un Estado mapuche independiente, no muy diferente del EZLN en Chiapas, México.

En junio, un grupo de militantes de la CAM prendió fuego a tres vehículos que pertenecían a una empresa que estaba a explotar sus tierras, la policía respondió disparando y mató a uno de sus militantes. Según un miembro de la CAM, fue “ejecutado allí mismo”. La rebelión eclosiono poco después con enfrentamientos armados, y en octubre el gobierno chileno declaro el estado de emergencia para restaurar el “orden” en el Sur después de duras batallas armadas, lo que hasta entonces había sido una rareza.

Al inicio de noviembre hubo denuncias de mapuches de ser baleados por la policía, apoyada por el ejército, y también relatos de un niño muerto.

El Weichán Auka Mapu (WAM), una división radical de la CAM, publicó vídeos de sus milicias cubiertas con armaduras completas y armamento militar, tal como fusiles de asalto y pistolas semi-automáticas.

El 6 de noviembre, la policía abrió fuego sobre los mapuches desarmados, hiriendo a un niño y matando a un hombre de 23 años, lo que llevó los combates del sur rural hacia las ciudades, particularmente a Santiago, donde ocurrieron enfrentamientos en protesta por esta muerte.

La CAM y el WAM intensificaran su campaña armada contra el Estado en una insurgencia cada vez más violenta y todavía en vías de desarrollo, con muertos de ambos bandos y un conflicto que ha adquirido una intensidad no vista antes.

El foquismo no hace nada por los trabajadores nativos

El foquismo, una pequeña concentración o vanguardia de grupos guerrilleros envueltos en luchas paramilitares rurales e inspirados en las tácticas insurgentes del Che Guevara, se tornó uno de los pilares de las luchas latinoamericanas desde la victoria del Che Guevara y Fidel Castro en Cuba. Con todo esto, no trajo absolutamente ningún éxito, ni en las revueltas de la guerrilla urbana en Brasil, ni en ninguna de las insurrecciones inspiradas en Guevara (de facto, el propio Guevara murió en una de estas insurrecciones, en Bolivia), ni en las “revueltas nativas” que siguieran las líneas guerrilleras tienen llevado ganancias.

El foquismo en este contexto asumió el papel que el bakunismo tuvo en el movimiento operario europeo del siglo XX. Citando a Lenin: “Falta (a) la comprensión de las causas de la explotación; (b) la comprensión del desenvolvimiento de la sociedad que conduce al socialismo; (c) la comprensión de la luchas de clases como fuerza creadora de la realización del socialismo (…) El anarquismo es fruto de la desesperación. Psicología del intelectual salido de los rieles o de la vía, más no del proletariado.” (Lenin, Socialismo y Anarquismo, 1901)

El foquismo es igualmente fruto de la desesperación, de los explotados, aplastados por la explotación y no viendo ninguna salida para más allá de coger inmediatamente las armas como la principal forma de lucha debido a la falta trágica de una clase trabajadora organizada. Sabiendo que son incapaces de derrotar a las fuerzas del Estado, los grupos se limitan al bosque, a pequeños ataques, no esperando derrumbar el Estado que apoya a sus explotadores, más si empeñados en enfrentamientos pequeños sin fin, intentando desesperadamente de detener a sus explotadores a través de ataques violentes más pequeños, en vano.

No emancipó a la población nativa, y no puede. El supuesto “éxito” de los Zapatistas en Chiapas es un excelente ejemplo, al intentar proteger a los tzotzil, que han sido explotados y reprimidos violentamente durante siglos, todo lo que hicieron fue encerrarse en las partes más remotas de la selva, enfocados en una lucha estéril con su oponente,  mientras permitía que el Estado mexicano dirigiera sus escuadrones de la muerte hasta Acteal, donde ejecutaron una horrorosa masacre que dejó 45 muertos, meintras el EZLN permaneció atrincherado e impotente para ayudar.

Después de esta derrota, todo lo que veo del ingenuo grupo reformista fue, esencialmente, la autogestión municipal de Chiapas, lo que no perjudica a la burguesía ni suaviza la explotación de los nativos, y es algo que el experimentado gobierno mexicano sabe muy bien que puede acabar en cualquier momento, en cuando lo desee. Y ellos ya lo hicieron.

La militarización contra “revueltas nativas” no se limita a Chile

El aumento de la militarización de las fuerzas de seguridad que luchan contra los rebeldes mapuches no es exclusivo de Chile, es solo un ejemplo de una tendencia general en América del Sur.

El 18 de octubre pasado el gobierno ecuatoriano decretó un estado de emergencia de 60 días, ostensivamente para combatir el tráfico de drogas, en realidad para reprimir las protestas y huelgas en curso. El Gobierno envió a las Fuerzas Armadas a las calles para apoyar a la policía. Las organizaciones indígenas, que llevaran al colapso de dos gobiernes en este siglo, llevaron a cabo protestas, incluidos bloqueos de carreteras. Esto fuera seguido de luchas entre los nativos y la policía. El Presidente apeló al diálogo e hizo recular el precio de los combustibles en reacción a la agitación nativa y proletaria, que por entonces todavía está enraizada en las reivindicaciones de clase.

En Guatemala, el 17 de noviembre, la policía incendio las casas de las familias mayas q’eqchi’ en El Estor, como parte de un cerco del Estado contra las comunidades indígenas que resistían a las plantaciones de aceite de palma y a una mina de níquel. Esto pasó después de que la policía fuertemente militarizada hubiera realizado más de 40 redadas y 60 detenciones, y el gobierno declarara el estado de emergencia durante 30 días.

En todos lados la lucha es la misma, la de los trabajadores nativos que necesitan sus tierras para trabajar y vivir, y que saben que la explotación de sus tierras por el capital solo puede traer una explotación insoportable. Tal como la lucha es la misma en todos lados, también el enemigo, el capital y el Estado burgués, y su represión y explotación de los trabajadores.

Solo la lucha de los trabajadores puede liberar a los trabajadores nativos de su opresión

Nunca podrá ser en el terreno de los compromisos democráticos, independientemente de cuantos actos de violencia guerrillera los apoyen, que los oprimidos y explotados se podrán liberar, y eso se aplica también a los nativos de América Latina, explotados violentamente durante siglos.

El pueblo mapuche, así como todos los explotados, no puede depositar sus esperanzas de liberación en pequeñas luchas armadas y mucho menos en los oportunistas que glorifican la democracia, pero sólo en un partido verdaderamente revolucionario que organice a los trabajadores y explotados a todos los niveles, que pueda ligar las luchas de los trabajadores urbanos con las luchas de los trabajadores rurales y de los nativos para derrumbar la dictadura burguesa que los oprime.

En las protestas de 2019, el motín y la huelga del proletariado chileno consiguieron, a través de sus propias manos y de la violencia (en vez de la democracia!), obtener concesiones significativas del gobierno: un aumento del salario mínimo de 310.000 a 350.000 pesos, un aumento del 20% del subsidio de la reforma básica, y la cancelación del reciente aumento del 9,2% en las tarifas de la electricidad. El gobierno había actuado de la misma forma terrorista en relación a los nativos. Estas reivindicaciones fueran obtenidas luchando por objetivos de clase.

Durante las protestas, muchos manifestantes enarbolaban la bandera mapuche como oposición al gobierno. Pero aunque los trabajadores mapuches urbanos hayan obtenido ciertamente una victoria al actuar conjuntamente con toda la clase trabajadora, no se hicieron concesiones a los nativos rurales de la Zona Sur. Esto es porque el movimiento mapuche no tiene ningún enlace con el movimiento operario. A partir de ahí, el camino a seguir está claro, uniendo las luchas rurales y urbanas como una única lucha operaria, y no como una base “racial” o “nacional”. Solo el partido revolucionario puede e irá uniendo a las fuerzas de la clase proletaria!

Se el primero en comentar

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.