Pornografía, ideología y feminismo (Iª parte): Un apunte histórico

Ver las imágenes de origen

Por José Luis García

Cuando le comenté a un amigo el contenido de esta serie de artículos me espetó: Vaya jardín en el que te vas a meter. Te van a llover collejas como panes. Así, tal cual. Yo le dije que el conocimiento no debe tener límites y que, en este sentido, nadie tiene el monopolio de hablar desde determinada posición ideológica de cualquier contenido. También le dije que soy consciente de que es un avispero del que inevitablemente no se sale indemne, dándole ejemplos sobrados a ese respecto de mi experiencia en las RR SS. Hablar de pornografía desde una perspectiva de la salud, cosecha no pocos enemigos.

En las redes –que no son sino un reflejo de la realidad social, algunas como Twitter sin filtros de lo políticamente correcto- te encuentras, con una frecuencia mayor de la deseable, personas con un discurso agresivo cuyas consideraciones destilan odio y hasta maldad, que vierten generosamente sobre quienes no siguen al pie de la letra su dictado. Sorprende que no tienen reparo en afirmar que están en contra de la violencia, la de los demás, claro. Creo que, por fortuna, son una minoría.

Pues bien, es indiscutible que la polarización ideológica ha sido, en la historia reciente, una de las características particulares de los debates sobre las cuestiones que conciernen al sexo. En el caso de la pornografía -en mi terminología, películas sexuales sean estas eróticas o pornoviolentas[1]–   la discusión bronca es extraordinaria desde hace décadas, circunstancia que comparte con otro no menos controvertido fenómeno, como es la prostitución y algo más distanciado de la gestación subrogada o la confrontación derivada del sistema sexo-género que ha desencadenado el movimiento queer en todo el mundo.

Situación parecida con la que ocurrió en las últimas décadas con el divorcio, el aborto, el matrimonio gay o los métodos anticonceptivos para jóvenes.  No solo cuestiones sexuales, tambien la ley sobre la eutanasia, por ejemplo, provocó virulentas reacciones. Al cabo del tiempo se observa que algunos de quienes estaban fervientemente en contra, luego las han utilizado espléndidamente cuando han tenido necesidad. Ya se sabe, consejos vendo…

Este proceso de cambio en esas mismas cuestiones, parece haberse dado ya en los países más desarrollados y con algo más de retraso en aquellos que transitan por ese sendero, aunque presentando un timing similar.

Pues bien, llevo varios años estudiando el fenómeno de la pornografía y en mi recorrido por las procelosas aguas de su historia, me topé con un enfrentamiento -dentro de los diferentes grupos feministas, pugna que lleva cerca de 50 años- en torno al llamado “trabajo sexual”, cuyo término ya es ofensivo para una parte de ellas y que incluye la prostitución y la pornografía fundamentalmente. He de reconocer que las características de ese duelo me cautivaron por su trascendencia ideológica y política.

Por tal razón, en mi programa educativo TUS HIJOS VEN PORNO[2] dedico un amplio apartado a analizar este hecho, ya que las implicaciones filosóficas, sanitarias, legales y éticas que comporta la pornografía a tenor de su trascendencia, es preciso conocerlas, aunque solo sea para hablar someramente, con un cierto fundamento.

Pues bien, desde un punto de vista académico y teniendo en cuenta que estos colectivos han dedicado mucho tiempo a platicar y debatir sobre la pornografía y la prostitución, desde enfoques bien diferentes, considero que es muy relevante conocer algo más de este desafío esencialmente ideológico. Es por eso por lo que le dedicaremos una serie de tres artículos describiendo, solo describiendo, algunos aspectos que a mí me parecen de interés.

Parece que esta lucha a “cara de perro” está estrechamente relacionada con el ascenso del movimiento queer en todo el mundo y su crítica permanente hacia el sistema sexo-género binario, que quiere abolir sin contemplaciones.

En este sentido y como es sabido, desde el gobierno español, se ha aprobado recientemente una ley, más conocida como la ley trans, que contempla entre otros muchos aspectos, que “la autodeterminación de género es un derecho y que puede ser efectiva desde los 12 años”, precedida de una controversia social e ideológica extraordinaria entre los diferentes colectivos feministas, que la han defendido con una agresividad similar a la que utilizaban sus detractoras. Aunque quedan por conocer las modificaciones que se hagan en el trámite parlamentario, no deja de ser una bomba cuyas consecuencias, en todos los órdenes, están por ver y que probablemente ni siquiera podemos atisbar. De momento, esta primera batalla la ha ganado el movimiento feminista liberal.

Dudo que sea posible un acercamiento entre ambos modelos, si bien algunas académicas como Silvia Carrasco, profesora de Antropología Social de la UAB, han ilustrado perfectamente este conflicto, exponiendo algunos aspectos de interés en torno al estado actual del debate social sobre el feminismo.

Elena del Barrio-Álvarez y Eva Garrosa, profesoras universitarias, sugieren una alternativa que nos parece muy conveniente tener en cuenta: Ambas posturas feministas deben encontrar un punto de convergencia, que es la educación en igualdad.

Pues bien, la pornografía es uno de los elementos que concitan todo tipo de reacciones con extraordinario radicalismo. Hay, no obstante, algunas posiciones más moderadas dentro de la oposición sistemática a todo tipo de películas sexuales.  En esta contienda, según Karen Ciclitira “pocas feministas han promovido activamente un punto medio” y, a su juicio, este enfrentamiento ha podido impedir que muchas mujeres se incorporaran al movimiento.

En nuestro país, una feminista conocida, Laura de la Fuente, plantea lúcidamente y de una manera valiente y realista,  la pertinencia de un tipo de representaciones sexuales: “Y si habría de haber sexo grabado para enseñar un modelo de sexualidad libre e igualitario o estimular el deseo sexual de mujeres y varones, en ningún caso las personas intervinientes en dicha práctica obtendrían ventaja económica alguna, lo que únicamente dejaría la puerta abierta a una plataforma pública sin ánimo de lucro que albergara vídeos sexuales caseros realizados y remitidos con la aprobación de las partes interesadas en realizar tal liberalidad de su intimidad al acervo cultural del sexo”.

Con todo, los debates en el momento actual sobre las películas sexuales, no han variado gran cosa de los predominantes hace cuatro décadas, no habiendo incorporado de manera significativa los avances sociales y tecnológicos, en particular los que ha utilizado la industria, así como los conocimientos científicos sobre sus efectos. Se emplean argumentarios, a modo de mantras, similares a los que se empleaban entonces y lo que es obvio es que las películas sexuales de hace 40 años no tienen nada que ver con las que se ven mainstreaming on line.

Es verdad que la pornografía tuvo en algún momento un cierto halo progresista, de lucha de la izquierda, como vimos en mi anterior columna de esta revista (La pornografia: de aquellos barros estos lodos) entendida como una respuesta provocadora a la moral victoriana dominante. Este punto ha sido descrito magistralmente por Naief Yehya, que nos decía que las revistas dejaron de leerse con una sola mano para pasar a los vídeos, las fotos galerías y el amor de pantallas.

Sin embargo, la pornografía ha ido evolucionando con los avances digitales y las TIC, facilitando su acceso, generalizando su consumo y enganchando a muchos espectadores -objetivo final de la poderosa industria pornográfica, no lo olvidemos- deseosos de fantasías irrealizables y, por tanto, creando adictos esclavizados por ellas, que se masturban compulsivamente. Hoy conocemos algunas de las consecuencias en el ámbito de la salud, debido a la reiteración de esa conducta, razón por la que hablo de generación de #niñosyniñaspornograficos[3].

Una conocida experta en el tema, Melinda Tankar, advierte que estos avances sin precedentes de la industria pornográfica están transformando la política sexual de la sociedad y de la vida íntima de las personas, promoviendo un porno misógino y hardcore y sexualizando a niños y niñas, mientras que algunas voces críticas contra la pornografía son descalificadas y tachadas de no guays, no modernas y defensoras de la moral tradicional.

En cualquier caso y dejando aparte esta gravísima confrontación entre los diferentes sectores que se autoproclaman feministas, preciso es reconocer que una parte de este movimiento ha sido uno de los pocos que ha estado decididamente en contra de la pornografía y la prostitución, entre otros aspectos, motivo por la que nos parece oportuno dedicarle un espacio, a pesar de que las posturas, y en particular los modos y maneras de algunas de ellas,  absolutamente radicales e inamovibles en este tema, descalificando sin piedad al adversario, les han llevado a ser muy criticadas por parte de amplios  sectores de la sociedad.

Es verdad que, sobre todo en las redes sociales, cualquiera que no comulgue con sus ideas en su totalidad enseguida es objeto de crítica feroz y despiadada traspasando el límite personal y profesional, por parte de algunas de ellas, hechos que contribuyen bien poco a los avances en la igualdad, ya que generan el efecto contrario, creando enemigos incondicionales.

Anotación histórica.

Esta profunda crisis del movimiento feminista no es de ahora. El conflicto se inicia en los años 50 en EEUU y se recrudece al final de los años 70, según Amalia Ziv, teniendo importantes repercusiones en todo el mundo. No obstante, no hay acuerdo en el origen histórico preciso del conflicto. Hay quienes sitúan este enfrentamiento a finales del S.XX., incluso le ponen fecha, 1980. Ha sido tan trascendente y profundo este conflicto en el movimiento feminista que, incluso, hay quienes, como Aidan McGlynn, se refieren a él como “guerras pornográficas”, un aspecto clave de las “guerras sexuales” de finales de los 70 y principios de los 80.

La terminología de cada bando es también muy diversa, dependiendo de quién la aborde: antipornografía feministas frente a las radicales sexuales feministas. Sin embargo, el movimiento feminista no acepta de ninguna de las maneras que haya feministas liberales, putas feministas o porno feminista. “Y haberlas haylas”.

En alguna ocasión, por referirme a la prostitución como una forma de explotación sexual, un colectivo muy bien organizado denominado “putas feministas” se me echó encima, en tromba, insultando y descalificando de modo sorprendente. En las redes sociales este hecho es lamentablemente frecuente.

Más en concreto, Kyle C. Kaplan sitúa los inicios de este movimiento crítico con la moral sexual dominante en el Festival de Cine de Sueño Húmedo en octubre de 1971, en Ámsterdam, donde se presentaron canciones y películas que iban más allá de una representación artística, en la medida en que trataban de provocar a la moral social dominante y promover cambios en torno a la “liberación gay y negra”. Específicamente, el autor analiza la obra del “británico blanco” Peter de Rome, que ganó el primer premio, We Shall Overcum, por un cortometraje titulado Hot Pants, de alto contenido pornográfico para la época.

La oposición también se hacía contra la frecuente tendencia de “patologizar” la sexualidad, que se inicia a partir del S. XVIII y tiene su esplendor en el S. XIX, apoyándose en la crítica que hace Foucault a todo lo que sea “problematizar” la sexualidad dentro de la psiquiatría de la época.

Para Lorna Bracewell, aparte de que “estas guerras del sexo del feminismo” comenzaron en la conferencia de 1982 “The Scholar and the Feminist IX: Towards a Politics of Sexuality”, celebrada en el Barnard College, de New York, va más allá de un conflicto entre bandas: se trata de una política de criminalización y encarcelamiento que denomina “feminismo carcelario”. En otro artículo habla expresamente de ese concepto y de la “guerra sexual.

En cualquier caso, en los años 90 se recrudece este debate, a tenor de que la otra facción del movimiento feminista denominado liberal –que luchaba contra la censura anti-pornografía, entre otras reivindicaciones- fue adquiriendo una mayor entidad, defendiendo su existencia como una forma artística de expresión libre, de fantasía, como los sueños y las metáforas y, consiguientemente, sin vinculación alguna con la prostitución. Uno de los grupos más activos al comienzo de este movimiento fue la asociación FACT (Feminist Anti-Censorship Taskforce).

Desde entonces se fue configurando un poderoso lobby pro-sexo o feminismo positivo y anti-censura, capitaneado entre otras por Wendy Brown, Camile Paglia o Susie Bright, proponiendo diferentes objetivos como, por ejemplo, la necesidad de ver la pornografía a la luz de otras disciplinas o actividades artísticas y sociales, ya sea el del cine, el capital o la tecnología. A la vez, luchaban por no ser arrastradas por el modelo antipornografia de las feministas radicales, que dominaba todo el discurso sobre la pornografía. En un artículo de Tassos Tsanos se plantea este debate, desde la perspectiva pro-pornografía, analizando el concepto de daño y sus implicaciones ideológicas.

Sobre todo, en Estados Unidos, esta confrontación parece que sigue viva. Hay una revista, Porn Studies, la primera revista académica dedicada al estudio de la pornografía, que se decanta a favor del movimiento pro-porno feminista, también páginas web con una producción importante de artículos sobre la pornografía, incluyendo secciones específicas sobre la pornografía y la etnia negra, pornotrans, queer, jóvenes, etc.

Este movimiento pro-pornografía “se estudia en la mayoría de las universidades americanas, lo que revela su importancia”, junto a la aparición de revistas como la citada con anterioridad, lo que revela su interés académico, así como el impacto socioeconómico de la industria de las películas sexuales. Han impulsado a su vez estudios e investigaciones, con la correspondiente dotación económica de cursos universitarios, nuevos canales de comunicación y colaboración entre la industria y la universidad con Jornadas y Congresos sobre el tema, “consolidando el estatus de la pornografía en la sociedad moderna”. Este modelo se repite en otros países, aunque en nuestro país, cualquier intento por visibilizarlo genera de inmediato una notable polémica, dada la implantación del movimiento feminista en el tejido social y en las instituciones. No parece que tengan problemas en la financiación de sus actividades.

Cada vez observamos más estudiosos académicos e investigadores de pornografía, a tenor de la producción de artículos sobre esta cuestión. Una de las especialistas más activas en este campo es Feona Attwood, profesora de la Universidad de Middlesex, en temas de comunicación y mass media en torno al sexo y sus diferentes representaciones sociales. Tiene importantes contribuciones al estudio de la pornografía. Es coeditora de la revista Sexualities y de la revista ya citada Porn Studies.

La producción de estudios es extraordinaria y abarca multitud de aspectos. Por ejemplo, hay un género que a nosotros nos resulta especialmente desagradable, caracterizado por prácticas sexuales realizadas a mujeres, que les provocan arcadas, náuseas, vómitos, etc., y que están vinculadas a escenas de estrangulamiento, amordazar… y que, a juicio de algunos críticos, son la prueba de la hostilidad generalizada de la pornografía hacia las mujeres.

La evolución de esta facción, ha ido paralela a otra realizada por el movimiento feminista tradicional. En sucesivos artículos iremos viendo algunos aspectos relevantes de este enfrentamiento y de cada uno de los bandos que protagonizan la contienda.

*José Luis García es psicólogo clínico y especialista en Sexología. Ha hecho importantes contribuciones al estudio de la pornografía y la educación sexual, como su programa educativo TUS HIJOS VEN PORNO. (https://joseluisgarcia.net/)

[1] Ya hemos dicho en muchas ocasiones que no nos gusta el término pornografía y que es preciso enterrarlo definitivamente. En su lugar propongo hablar de películas sexuales eróticas y películas sexuales pornoviolentas.

[2] Puede verse el conjunto del programa en nuestra web: https://joseluisgarcia.net/

[3] https://joseluisgarcia.net/articulos/mis-ninos-y-ninas-pornograficos-iii-como-reconocerlos/

1 Trackback / Pingback

  1. La revista NUEVA REVOLUCIÓN, nos invita a escribir en sus páginas ofreciéndonos una columna mensual para hablar de pornografía. - Jose Luis García

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.