Muchas personas del Partido Comunista dieron su vida para que Tamames pudiera estar cagándose en el Gobierno actual desde una tribuna

Ojalá más Frankensteins con derechos, avances y libertades que Gobiernos adoradores del pollo con hijos y nietos de verdugos franquistas aposentados en tribunas democráticas, que de tal palo tal astilla.

Por Isabel Ginés y Carlos Gonga

Ver a Tamames vender su discurso por Amazon es el culmen del esperpéntico espectáculo que originó en la moción de censura. Fue una exhibición dialéctica lamentable, un espectáculo dantesco: un defensor del antifranquismo, como fue Ramón Tamames, que estuvo en la cárcel por defender la libertad, sentado ahora al lado de los hijos y nietos ideológicos de quienes le encarcelaron, de los verdugos de miles de sus compañeros que fueron torturados o yacen en cunetas. Ver en este anciano comunista la palabra de un hombre extraviado en la ultraderecha fue desolador.

No sería de extrañar que dentro de unos meses sacara a la venta un libro con su experiencia, desarrollando sus grandes y libres ideas sobre lo mal que lo está haciendo todo el Gobierno actual, un Gobierno al que pretendía derrocar largando su perorata en el Congreso de los Diputados y sin encontrar confrontación. Lo apoya gente de su calaña, fascistas que provocan vergüenza ajena o gente como Sánchez Dragó, que en un libro confesó que tuvo sexo con dos niñas menores de edad y tiene por costumbre hacer comentarios repulsivos en Twitter, una persona deleznable.

Caminar con un dolor en el pecho por una España donde no se reconocen los derechos de muchas personas, donde se reconocen los de algunas pero nos los quieren quitar; ver en televisión a un represaliado por el franquismo junto a descendientes ideológicos de quienes le metieron entre rejas, de quienes infligieron torturas a sus compañeros y les encarcelaron, ver a un hombre apoyado por gente de dudosa moralidad es una situación aparentemente inconcebible. Muchas personas del Partido Comunista dieron su vida para que Tamames pudiera estar cagándose en el Gobierno actual desde una tribuna, pero eso no le supuso ningún reparo.

Lo más grotesco fue ver cómo desde una tribuna se vuelve a ningunear a las víctimas de la represión franquista, a las víctimas del golpe de Estado, a las cientos de personas torturadas o asesinadas durante la Transición; porque es en esas mismas tribunas donde deberían hacer una ley por la que toda aquella persona que niegue el genocidio franquista, que niegue el golpe de Estado, que saque a pasear o exhiba la bandera del pollo, que ningunee a las víctimas, a sus familiares o a quienes defienden la memoria histórica sea condenada, imputada y penada con una multa económica. Actualmente solo en el País Valencià se aplica firmemente una ley similar. Así, al menos, trazaríamos el camino.

Tampoco pedimos tanto, aunque tengamos celos de otros países que tienen un centro de memoria histórica donde se explica todo a sus visitantes. Hasta Argentina tiene un Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, algo que en España sabemos que no. Aquí la gente fascista —aunque el señor Tamames prefiera vivir en un mundo aparte donde todo lo que implica el fascismo “es pasado”— campa a sus anchas, homenajeando públicamente a la División Azul, parando taxis, cantando el himno de la Falange, enarbolando al pollo y protagonizando todas estas acciones que en otro país suponen una vergüenza —un delito, incluso— pero aquí se les permite libremente.

Caminas con una pena en el pecho y con un nudo en el estómago, pensando cómo pueden tener tan poco corazón, cómo pueden tener tan baja moral, cómo pueden negar hechos que ocurrieron en España, el sufrimiento que provocaron sus compañeros ideológicos. Es entonces cuando te cercioras de que la maldad existe: la gente mala existe y está patente, hay gente sádica y psicópatas no diagnosticados que caminan entre nosotros negando realidades, riéndose de las víctimas, contradiciendo un golpe de Estado. Se creen muy fuertes y se crecen en las tribunas mientras nosotras y nosotros seguimos luchando en las calles.

Muchas de estas personas usan bots —cuentas falsas que publican comentarios programados— u ocultan su identidad en redes, escribiendo bajo el anonimato; nosotras y nosotros no, estamos en la calle luchando, tragándonos muchas veces muchas cosas porque ellos tienen el poder de los medios. Por eso vamos a hacer las calles poco a poco nuestras. Lo que desde hace ya tiempo hace falta aquí, en España, es que salgamos todas y todos a una manifestación multitudinaria. Necesitamos una concentración en todas las ciudades de España en la que salgamos a gritar que “no pasarán”, “no al fascismo” y mostrarles que somos más, que somos valientes, que tenemos fuerza, poder y unión; que aquí el fascismo no es bienvenido, que en este país provocó un golpe de Estado que desencadenó una guerra, que se deben vaciar las fosas, las cunetas y poner una placa conmemorativa en los lugares donde tanta gente fue violada, torturada o asesinada. Y necesitamos, sobre todo, leyes más fuertes y que sean aplicadas con firmeza.

Hicieron el ridículo desde la tribuna en la moción de censura pero aquí seguiremos luchando por reconocer las historias de vida de las miles de personas asesinadas, torturadas, violadas o exiliadas. Seguimos estando orgullosas y orgullosos de aquellas personas a quienes se arrebató la vida en las tapias y con un puño levantado, gritando “por una España libre”. En nuestra España sí que cabemos todas y todos, aunque no puedan decir lo mismo. Desde su tribuna, Tamames se dirigió a la coalición progresista que gobierna actualmente en España como “Gobierno Frankenstein”: pues más vale un Gobierno Frankenstein que nos está dando muchísimos derechos y numerosos avances sociales que otro Gobierno en que solo cabe una parte de España y que nos quiere eliminar o atar de manos y pies al resto, abocarnos a la pobreza o a la desgracia. Ojalá más Frankensteins con derechos, avances y libertades que Gobiernos adoradores del pollo con hijos y nietos de verdugos franquistas aposentados en tribunas democráticas, que de tal palo tal astilla.

Triste es deducir, teniendo en cuenta quién fue y por qué luchó, que actualmente Ramón Tamames es una vergüenza para la democracia española. Pero antes de él hubo otros Tamames, no es gran problema, por un hombre que lleva mal su vejez hay cien personas de corazón noble que siguen defendiendo la causa por la que un día encarcelaron al primero, bien porque han luchado por ella durante toda su vida o bien porque la están descubriendo. No van a lograr acallar todas las miles de historias, no van a ocultar lo cabrones que fueron sus antecesores. Las generaciones actuales están conociendo lo que hicieron, las futuras lo sabrán y evitarán que lo vuelvan a hacer. Ellos que saquen sus trapos del pollo y que paren taxis, que nosotros seguiremos gritando “No pasarán” y levantando el puño por la libertad. Ellos tendrán su pollo; nosotras y nosotros, el puño levantado. Ellos tendrán los medios, nosotras y nosotros tendremos que tomar las calles.

Esto no consiste en enfrentar a las dos Españas, se trata se conformar una España donde todas y todos tengamos los mismos derechos, donde todas y todos defendamos que se reconozca a las víctimas y donde se prohiba exhibir simbología franquista.

En esta España cabemos todas y todos: debemos tener tolerancia, conciliación, unión y trabajar conjuntamente hacia el futuro. ¡Que dejen ya de crear dos Españas! Y si quieren dos Españas nosotras y nosotros saldremos a las calles para reivindicar que España sea solo una: la de los avances sociales, la de los avances en derechos humanos. La España en la que muchas personas creemos y a la que aspiramos es aquella en la que crezcamos, en la que se reconozca a las víctimas del genocidio franquista y en la que, sobre cualquier otro aspecto, no se haga exaltación de un régimen asesino.

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