Los jueves: Milagro. Milagros y Antidemocracia

A lo largo del SXIX la propagandística de milagros y apariciones reaparece cíclicamente coincidiendo con los momentos en los que el Estado Liberal introducía medidas legislativas que terminaban con los privilegios impositivos de la Iglesia

Por Lucio Martínez Pereda

El PP vuelve al desarrollismo del franquismo, Vox vuelve a la dictadura de 1939, y la Iglesia española les supera a ambos: vuelve al siglo XVII.

La “noticia“ ha sido publicada en Dolça Catalunya, un libelo ultraderechista profundamente catalanofóbico.

Después del triunfo de la revolución soviética la creencia supersticiosa en la existencia de milagros volvió a ser reactivada por la iglesia en la década de los años 20 como recurso propagandístico para activar el anticomunismo entre los votantes católicos.

En España tuvo una especial incidencia -en la mitad norte del país- el género de las apariciones marianas con mensajes en los que la virgen advertía del peligro de la extensión del ateísmo y el comunismo. Buena parte de esas apariciones se produjeron a finales de 1931 tras la implantación de la II Republica.

La Iglesia católica española del momento adoptó una astuta doble postura ante estas apariciones: no se comprometió oficialmente con ellas pero alentó la publicación de estos mensajes anti republicanos procedentes del Más Allá en la prensa afín.

La historia política de milagros y apariciones marianas y cristológicas puestas al servicio propagandístico de la causa reaccionaria fue una costumbre iniciada a finales del XVIII en Francia como medida de Guerra Cultural contra la República francesa. Los jesuitas desempeñaron una labor muy importante en esta estrategia.

A lo largo del SXIX la propagandística de milagros y apariciones reaparece cíclicamente coincidiendo con los momentos en los que el Estado Liberal introducía medidas legislativas que terminaban con los privilegios impositivos de la Iglesia, articulaban constitucionalmente la separación iglesia-estado, llevaban a cabo desamortizaciones de bienes eclesiásticos, nacionalizaban el patrimonio artístico o limitaban la acción adoctrinadora de la Iglesia en las instituciones educativas.

La instauración de la II Republica en abril de 1931 supuso la apertura de un horizonte de incertidumbre y el estímulo del miedo se volvió fundamental para crear adhesión y compromiso militante entorno a la idea de destruir el gobierno republicano. El miedo fue el principal motivador emocional para esta propaganda política. La Iglesia Española instigó desde el pulpito y la prensa afín las visiones y apariciones marianas que tuvieron lugar durante el verano de 1931 en el País Vasco. A finales de junio de 1931, tras los episodios de violencia anticlerical del mes de mayo, que desembocaron en la quema de conventos e iglesias en algunas ciudades, la Virgen, portadora de un mensaje divino anti ateo, se apareció a 2 niños en el monte de Ezkioga, en las montañas de Guipúzcoa.

El contagio visionario pronto se extendió por otros puntos de la geografía española y las apariciones se repitieron en diversas localidades del País Vasco, Toledo y Guadalajara, alcanzando su máxima intensidad en octubre de 1931, coincidiendo con el momento en el que en el parlamento se estaban produciendo los debates constitucionales sobre la separación Iglesia Estado.

En 1931 las apariciones marianas se repiten en 17 diócesis españolas. Con anterioridad a los sucesos de Ezkioga, el 4 de junio, en la localidad nafarroense de Mendigorria, se había producido otra aparición. La visión sobrenatural fue interpretada por el diario carlista, El Pensamiento Navarro, como una señal divina de rechazo a la república.Las apariciones reaparecieron durante los primeros meses de 1932, coincidiendo con el momento en el que la llamada por la prensa de la época, “guerra de los crucifijos” -una campaña de boicots de asociaciones católicas de padres de familia contra la legislación que limitaba el uso de imágenes religiosas en las escuelas- estaba en pleno funcionamiento.

Pero las visiones se volvieron “excesivas en número” y pronto se convirtieron en una problema para una iglesia que se temía una reacción punitiva por parte de una republica que ya había avisado sobre la posibilidad de activar el conjunto de normas que constituían el repertorio legislativo de Seguridad del Estado. El Obispo de Vitoria, Mateo Mujica, probablemente siguiendo ordenes de El Vaticano, en septiembre de 1933 publicó en la prensa diocesana una circular negando el contenido sobrenatural de estos milagros y apariciones. En junio de 1934, el Santo Oficio de Roma -asustado por la dimensión que estaba tomando un fenómeno milagroso y visionario que se le estaba escapando de las manos- las declaró no sobrenaturales.

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