Melitón Manzanas: de verdugo a víctima

«El caso de Melitón Manzanas es una paradoja memorialista en la que podríamos formular con la siguiente pregunta ¿Qué hacemos con la memoria de aquellos que en una etapa histórica fueron verdugos y en otra víctimas?»

Por Lucio Martínez Pereda

El centro memorial de víctimas del terrorismo del País Vasco recuerda en una de sus salas al jefe de la Brigada Político- social de la dictadura, Melitón Manzanas. Melitón inició su carrera en el Cuerpo General de Policía de Irún en 1938, en un centro de interrogatorio de la dictadura, desde donde colaboró activamente con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Los testimonios de las torturas practicadas por este alto cargo del aparato de la represión franquista son abundantes. Haremos una apretada selección de ellos: Lenchu, la hija del presidente del PSOE, Ramón Rubial, recuerda las palabras que pronunció su padre cuando ETA asesinó a Melitón Manzanas: «Ese era un torturador, mala gente… Lo dijo en voz baja” A finales de 1944 fracasó la fuga de Ramón Rubial de un campo de trabajo instalado en Oyarzun. Manzanas fue el encargado de realizar su conducción hasta San Sebastián. El padre de Lenchu contó a su hija que en las dependencias de la Brigada Político-Social, el inspector le torturó reiteradamente. José Luis López de Lacalle, durante su detención en la caída del PCE, sufrió los interrogatorios de Manzanas. Los amigos que pudieron visitarle comprobaron que tenía los pies en carne viva. Se le había interrogado aplicándole cigarrillos y descargas eléctricas. Xavier Apaolaza, del PNV, recordaba los 3 días que pasó soportando las torturas del policía: “nos golpearon brutalmente y luego me colocó un bolígrafo entre los dedos y comenzó a apretarme las uñas haciendo girar el bolígrafo “Ildefonso Poncho Aguirre, rememora con claridad horrorizada sus dos caídas en manos de Manzanas:” recuerdo aquellos interrogatorios de Manzanas por las tardes, cuando empezaban los golpes, las patadas salvajes, los insultos soeces. La segunda vez que caí me obligaron a desnudarme, me ataron de pies y manos, me arrodillaron sobre un montón de gravilla, me presionaban los pies, me daban tortazos tremendos” María Jesús, militante del PCE, tenia 20 años cuando conoció al policía: “me pegó de forma brutal en los interrogatorios. Me llamaba la puta del partido, era un hombre sádico y cruel” Podíamos seguir relatando más testimonios de víctimas, pero seria injusto para aquellas que – careciendo de la oportunidad de narrar su sufrimiento en los medios- quedaron en el anonimato.

Manzanas figura en este memorial en su condición de víctima asesinada por ETA. Es inevitable señalar que nos encontramos ante una paradoja memorialista que podríamos formular con la siguiente pregunta ¿Qué hacemos con la memoria de aquellos que en una etapa histórica fueron verdugos y en otra víctimas? ¿Aceptamos la segunda condición sabiendo que al hacerlo estamos corriendo el riesgo de hacer desaparecer la primera ante la opinión pública? Ante la doble situación memorialista del inspector Melitón manzanas surge un conflicto que únicamente puede resolverse con una elección ¿cuál ha de ser la especificidad memorialística que le corresponde?, ¿dónde hay que detener el recorrido biográfico del inspector?¿Dónde termina la biografía de relevancia histórica y política del señor Manzanas?¿en su condición de destacado agente de la represión del franquismo o en su condición de persona cuya vida es arrebatada por ETA para vengarse de sus acciones como torturador?

El relato de la memoria histórica es un instrumento de transmisión de valores que sirve para fortalecer la identidad de una comunidad política. En las contemporáneas sociedades de la memoria la víctima se ha situado en el centro del discurso ético de las democracias. La condición de víctima es clave en la legitimación de la lucha política por la construcción y legitimación de una memoria. Pero el poder de la producción memorialista hace tiempo que ya no está en manos de historiadores, y ello pese a que la memoria histórica trabaja con los materiales que pone a su disposición la historia. Esa historia no es inmutable, se adapta a los contextos cambiantes del análisis histórico, pero también a las diferentes coyunturas por las que pasa la lucha política, y son finalmente estas- más que el paradigma científico de la histórica- las que disponen a través de los agentes políticos, de los medios para crear el producto de la cultura memorial.

Mucho nos tememos que en el caso de Melitón Manzanas la idea no es poner en circulación otra memoria que complemente la anterior y permita articular y permeabilizar socialmente el recuerdo y reconocimiento de otras víctimas no incluidas en la primera, abriendo así el abanico de la opción democrática a una justa diversidad de reparaciones morales, sino desencadenar una replica de desgaste haciendo estallar un conflicto entre ellas para que una ponga en descrédito a la otra.

Hay en esta cuestión de M. Manzanas una clara intención de re- significar el concepto memorialístico de victima, de tal forma que se convierta en sí mismo en conflictivo, en un elemento más para intensificar la polarización política en una sociedad debilitada por una concepción confusa de la memoria. Partiendo de lo que Ricardo Robledo llama Equiviolencia, se crea equidistancia entre ambas memorias y se desdibuja memorialísticamente los perfiles de víctima y verdugo. De producirse un empate de memorias se corre el riesgo de que la memoria real que recuerda el ejercicio de la profesión del” torturador” Manzanas acabe siendo desplazada por una condición memorialistica subalterna únicamente producida por el tipo de violencia que pone fin a su vida.

Se necesita especificar la condición de víctima y victimario, ya que el verdugo- cuando sus antiguas víctimas se toman la justicia por su mano para compensar y resarcirse de la carencia de justicia de un estado- puede perder su perfil y deslizarse al grupo de los primeros, terminando por equipararse las víctimas producidas por un estado dictatorial, con las víctimas causadas por los grupos subversivos que luchan contra ese estado dictatorial. 

Las víctimas de ETA, aín perdiendo su vida como consecuencia de la violencia asesina, no sufrieron la dimensión extensa del catálogo de daños padecido por las víctimas perseguidas, encarceladas, ejecutadas y paseadas, en y por un régimen que enmarcaba- con sus leyes, instrumentos, cultura política y poder- ese sufrimiento como un bien necesario para la supervivencia del propio estado. Las víctimas de ETA desde luego no fueron víctimas del propio estado, y mucho menos lo fueron dentro de un marco de poder que estimulase y amparase su asesinato, como sí sucedió con las víctimas de la dictadura. Podemos afirmar que la democracia intentó que no hubiese víctimas de ETA, por la misma razón que podemos afirmar que la dictadura estaba encantada produciendo víctimas.

Los verdugos de las víctimas de la dictadura no sólo estaban amparados, sino también agasajados por el poder. Los verdugos de las víctimas de ETA fueron perseguidos por el poder: los primeros fueron premiados tal y como hace una dictadura, los segundos fueron castigados tal y como hace una democracia.

La memoria de las víctimas de ETA se ha podido iniciar desde la especificidad del conocimiento autorial de la identidad de casi todos sus verdugos, algo que no pudo llevarse a cabo cuando se iniciaron las primeras acciones memorialísticas de la represión franquista: durante la Transición la responsabilidad individual y la culpa del verdugo franquista quedó oculta- por acción de la ley de amnistía- bajo la abstracta culpa y responsabilidad colectiva de la dictadura. En la Transición no había cabida para las víctimas, venían de un pasado que resultaba necesario olvidar, ya que su desaparición del debate público resultaba necesaria para favorecer las características políticas de la Transición que se llevó a cabo.

Esta circunstancia no se ha producido con los verdugos de ETA: a todos ellos se les ha atribuido por la vía de la justicia penal la responsabilidad que les corresponde en las muertes y en el dolor causado. Es una diferencia sustancial, y también una trampa saducea, ya que- por el único efecto de una sentencia judicial-  se hace que Manzanas, antes de ser reconocido institucionalmente como torturador de la dictadura, sea presentado como víctima de ETA, y en consecuencia pueda figurar- violentando los más básicos principios de la verdad histórica, que no la judicial-  en un espacio dedicado a institucionalizar la memoria de las víctimas.

3 Comments

  1. Que Melitón Manzanas golpease o al menos tolerara palizas de sus subordinados a activistas de extrema izquierda parece verosímil; pero es sencillamente grotesco calificarlo como cómplice del nazismo sobre todo porque los amigos de los nazis eran otros : https://latribunadelpaisvasco.com/art/3325/las-amistades-peligrosas-del-pnv-en-la-segunda-guerra-mundial-2 Los abertzales franceses de Enbata y los alemanes de Tirol también acusaban en los años 60 a la policía francesa e italiana de torturas con «testimonios» tan dudosos como los usados en España contra Melitón Manzanas, ¿Qué credibilidad tiene el nacionalismo vasco con la tortura? En 1969 la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) investigó las denuncias de torturas en España, llegó a la conclusión de que era posible algún abuso policial pero ni la tortura era generalizada ni tolerada por el Gobierno. De facto las acusaciones de torturas de los nacionalistas vascos contra la policía española y francesa tiene curiosas similitudes con denuncias anteriores contra la policía italiana por parte de nacionalistas alemanes de Tirol del Sur.

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