La mujer trabajadora hacia 1927

Era un hecho probado que las mujeres cobraban inferiores salarios y padecían más explotación que la que sufrían los hombres.

Por Eduardo Montagut | 5/02/2024

Finalizando el año 1927 se insertó un artículo de análisis en El Socialista titulado “la inferioridad social de la mujer trabajadora”, que nos parece sugerente para entender la postura del movimiento obrero de signo socialista sobre la situación de las trabajadoras terminando la década de los años veinte.

El periódico constataba que cada día era un hecho más evidente que las mujeres eran compañeras del hombre en casi todas las tareas. La irrupción de la mujer en el mundo del trabajo ante una necesidad económica, se había visto claramente incrementada a partir de la Gran Guerra porque la misma había obligado a las mujeres a desempeñar puestos de trabajo desocupados por la marcha de los hombres al frente.

La pregunta era si había mejorado la situación económica de la mujer en su incorporación a la gran industria. Se podía afirmar que sí, aunque no percibiese los mismos salarios que los hombres, ni tuviera los mismos beneficios que a éstos les habían sido otorgados por las leyes sociales. Así pues, era un hecho probado que las mujeres cobraban inferiores salarios y padecían más explotación que la que sufrían los hombres. Para los socialistas eso era debido a que las mujeres no se habían incorporado en el mismo grado a las organizaciones obreras. Esto se debería a un conjunto de causas, aunque primaban las que tenían que ver con la falta de educación “societaria” de las mujeres, pero también por los recelos masculinos, y que se criticaban en el texto, que habían frenado la lucha de las trabajadoras como camaradas de pleno derecho.

La situación de la mujer trabajadora en España no era envidiable. El salario medio de la misma solía ser el 50% del que percibía un hombre, aunque hiciera el mismo esfuerzo. Además, era la protagonista de un tipo de trabajo que parecía un residuo de la esclavitud, y que no era otro que el del servicio doméstico, en una condición de inferioridad social en relación con los amos a los que servía. Era un sector que ocupaba a millares de mujeres en España, todas hijas de familias obreras, sin amparo de las leyes sociales ni consideración alguna hacia un trabajo excesivamente penoso. Para las trabajadoras del servicio doméstico no había limitación de jornada, descanso dominical, salario mínimo, ni subsidio de maternidad ni retiro obrero. Las criadas eran consideradas como seres de baja condición social humana, obligadas a servir a cualquier hora del día y de la noche. La situación laboral era aún peor para las mujeres que trabajaban para asilos y colegios dependientes de la Iglesia, sin el freno que imponía la Inspección de Trabajo en fábricas y talleres. En esos establecimientos la mano de obra apenas tenía valor alguno. Unas y otras constituían la “clase de parias entre las mujeres trabajadoras”.

Era misión de los hombres vinculados con las trabajadoras por lazos familiares cuidar de la educación social de las mismas, y debían ayudar para atraerlas a las sociedades obreras de la UGT y las agrupaciones políticas del Partido Socialista.


Hemos trabajado con el número del 28 de diciembre de 1927 de El Socialista.

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