Iñaki Olano: “La ultraderecha siempre ha estado ahí, VOX estaba en el PP”

Entrevistamos a Iñaki Olano, militante antifranquista y ecologista, y miembro de La Comuna de Presos y Presas del Franquismo.

Por Angelo Nero

Tus inquietudes políticas comienzan a manifestarse en la adolescencia, en un entorno de lucha obrera, donde había un sindicalismo de base católica, y donde ETA tenía ya cierta presencia, a nivel de propaganda. También es un entorno de gran represión de cualquier conato de contestación al régimen franquista. ¿Cómo es ese entorno en el que se das tus primeros pasos en la lucha social y política?

Yo soy del Goierri guipuzcoano, un espacio en el que, en esa época, había una fuerte concentración industrial, que la hay ahora también, sobretodo la CAF, que movía mucha gente, y es ahí donde había cierto sindicalismo de Comisiones Obreras, USO, pero más que eso la influencia nuestra era el ambiente general, en el que ETA tenía presencia, en el que la represión era constante. Los estados de excepción de finales de los sesenta, los vivimos algunos de crío, mirando como se llevaban al vecino, con la policía ocupando el pueblo. En mi pueblo, de 1.500 habitantes, hubo una redada en la que se llevaron a veintitantas personas, y eso te marca mucho.

Aunque el acontecimiento que nos marcó en la adolescencia, a muchísima gente, casi a toda una generación, fueron los Consejos de Guerra de Burgos, de diciembre de 1970. Aquello fue una primera experiencia de movilización en la calle, tanto del movimiento obrero, de la gente de las fábricas, como de los estudiantes de bachiller y de formación profesional. Nos movimos, la represión fue durisima, pero de allí salimos teniendo un cierto espíritu colectivo de oponer, y empezamos a organizarnos, en actividades culturales, grupos de teatro, salidas de montaña, que era el ambiente natural en el que terminabas militando.

Entonces había una eclosión de grupos anfifranquistas, que buscaban acelerar la caída del régimen. Unos apostaban por la lucha armada, otros ponían el acento en la cuestión social, pero en lo que había más o menos un consenso era en la ruptura con el régimen. ¿Era así, o ya se veían maniobras por parte de sectores como el PCE, para que esa ruptura no se produjera?

Probablemente se verían en otros sitios, en ese ambiente no formaba parte de nuestra preocupación, mirábamos más a otras cuestiones. La idea era acabar con el franquismo, una idea que enlazaba con las revoluciones habidas, que conectaban con discusiones teóricas, lecturas, sobre la revolución cubana, sobre la revolución rusa, sobre la china, y había un poco de todo. Y dentro de ETA, o de las ETAs también había un movimiento de debates, posiciones teóricas diversas, y por lo que yo recuerdo, los contactos con el PCE eran esporádicos, y no eramos muy conscientes, en el 72, 73, que es cuando comienza mi militancia, de lo que iba a plantear el PCE. El PCE era ajeno a nosotros, estábamos en otra onda.

Ahora nos parece extraño el concepto de militancia, de compromiso con una organización, que entonces, en condiciones de clandestinidad, te podía suponer ser detenido, torturado y encarcelado. ¿En qué consistía la militancia? y, al estar en ella, ¿eras consciente de los riesgos que se corría?

La militancia era estar todos los días haciendo algo. Si no era haciendo una pintada, era tirando panfletos, o preparando una acción de autodefensa o un salto en la calle, reuniéndonos para debatir, profundizando en el conocimiento teórico, que también era muy literario, leíamos mucho y yo no sé si nos aclarábamos demasiado de las cosas que leíamos. Todas esas actividades eran militar, e incluso la de leer, tenían un riesgo, en la medida en que estabas manejando libros, documentos, que no eran de circulación legal, y solo por eso podías ser detenido, torturado y encarcelado. Una de las actividades que había en mi grupo más cercano, era ir a Francia a comprar libros, y luego a pasarlos clandestinamente, porque aquí no estaban disponibles, o era una cosa misteriosa ir con 16 años a una librería de Donosti a comprar “El 18 de brumario de Luis Bonaparte”, de Carlos Marx, que era de las primeras obras que legalmente se habían editado a comienzos de los 70.

Eramos conscientes de que cualquier cosa de estas podía llevarnos a ser detenidos, y por supuesto, teníamos allí un conocimiento clarisimo que ser detenido, era ser torturado, maltratado, o que incluso te podía causar la muerte. Habían matado a Roberto Pérez Jauregi en una manifestación en Eibar, y muertes en manifestaciones hubo más.

El camino que teníamos por delante, eramos conscientes que no era un camino sin riesgos. También es verdad que eras joven, y asumías los riesgos con un algo de inconsciencia, que te tiraba para adelante, pero formaba parte del guión terminar detenido y torturado, y la posibilidad de la cárcel o el exilio, o de pasar a la clandestinidad, con más riesgos todavía.

La lucha continuaba en las cárcel, donde las organizaciones seguían trabajando, organizando talleres, clases, bibliotecas. Chato Galante contaba que en la cárcel aprendió muchísimo, que llegaban libros del exterior, que se debatía mucho, y también de que se compartía todo…

Si, algo de eso había. Había periodos de lucha duros, en la época que me tocó estar a mí, en el 74/75, en dos años estuve en celdas de castigo seis meses, con huelgas de hambre, un semi-motín, huelgas de boicot a diferentes cosas. Andábamos escasos de tiempo para organizar todo, se disponía, sobretodo en Carabanchel, de una buena biblioteca clandestina, con libros que se metían de aquella manera, camuflándolos de diversas formas, o tenías acceso incluso a todas las publicaciones clandestinas que había en la calle, en algunos casos con ediciones especiales para la cárcel. Una de las cosas que se solía decir, de broma, era que allí no te podían detener, y eso te daba cierta seguridad. Era necesario tener humor, porque había situaciones muy duras. En Carabanchel había un contraste enorme entre lo que era el Reformatorio, un espacio hostil, terrible, al que llegabas, si eras joven, después de la detención y la tortura, y del periodo sanitario, a cuando pasabas a un ambiente en el que te encontrabas con 200 o 300 presos políticos, con compañeros que conocías o que eran de tu misma organización. Ese ambiente ya te permitía el humor, pero antes había poco espacio para las bromas.

Entre los presos políticos y los comunes siempre hubo distancia, sin embargo, estos también se organizaron, a finales de los setenta, para pedir la Amnistía, a través de la COPEL. ¿Acabó habiendo entendimiento entre este colectivo y los políticos?

Yo salí a finales del 75, entonces todavía no había atisbo de lo que luego llegaría a ser la COPEL. Conocí a alguna de la gente que la formaron, que en general tenían una buena relación con los presos políticos, y luego empezaban a ver que su actitud reivindicativa, en muchos casos, individual, no conseguía los resultados que tenían las movidas reivindicativas que montábamos los presos políticos, en plan colectivo. Había gente seria entre los presos comunes, que ya empezaban a pensar en organizarse, y además era gente con condenas largas, se conocían entre ellos, y tenían una cierta confianza para formar luego la COPEL.

Para muchos, la lucha no se detuvo con la muerte de Franco. Tu mismo sales de la cárcel en diciembre de 1975, pero antes de que pasara un año te vuelven a detener. ¿Había cambiado algo tras la desaparición del dictador, o las estructuras franquistas seguían igual, aunque cambiaran de nombre?

Las estructuras franquistas eran las mismas, y siguieron siendo las mismas. Lo que había cambiado era el ambiente, había un ambiente de esperanza, en el que se creía que se podía avanzar, y en el que los avances se podían hacer, se tocaban con las manos, con una capacidad de movilización, con una presencia muy grande en la calle, prácticamente de continuo, y una percepción de que nos estábamos jugando muchas cosas importantes. Había una pérdida generalizada del miedo. Había miedo a otras cosas, había quien estaba escuchando ruido de sables continuamente, por todos lados y, en efecto, esos ruidos existían, y tenían capacidad para hacer daño, para generar muerte y dolor, pero el régimen no tenía capacidad para seguir ganando, para seguir manteniéndose como hasta entonces. Era un ambiente en el que lo fundamental era que pensábamos que se podía conseguir que no continuasen esas estructuras represivas, pensábamos todos en darle la vuelta a la tortilla, y ahí si que había debates en como tenía que ser esa vuelta, si completa o si solo se iba a dorar un poco un lado.

No hubo, sobretodo al inicio de la Transición, cambios sustanciales, salvo en la movilización en la calle, que fue muy fuerte y que obligó a una represión especialmente fuerte en algunos casos.

Durante décadas, la Transición ha sido objeto de veneración por parte de los medios de comunicación, e incluso la Ley de Amnistía se veía como un logro de la izquierda. ¿Cuál es la visión que tienes de esa etapa tan discutida de nuestra historia?

La conclusión es que no le dimos la vuelta a la tortilla, y los medios de comunicación se han alegrado mucho de ello, también la derecha que es, al fin y al cabo, la que sostiene económica y políticamente a los medios de comunicación. Es normal que se alegren y se reivindiquen de una transición en la que ganaron ellos.

En cuanto a la Ley de Amnistía, requiere un tratamiento un poco particular. Claro que nos alegramos de que hubiese amnistía, que fue quizás la movilización que más gente movió , y de forma más dura, además, en todo el país. Nos alegramos que toda la gente saliese, en diferentes periodos, que eso también tuvo su cuentagotas. Algunos salieron con el indulto de la coronación del Rey, o porque acabábamos de cumplir la condena realmente, ese fue el primer cuentagotas, pequeñísimo, pero simbólicamente importante, porque salió, por ejemplo, toda la gente del Sumario 1001, que tuvo gran repercusión, donde estaban todos los dirigentes de Comisiones Obreras. Una segunda parte, mucho más importante en la que salieron presos con condenas fuertes, pero sin delitos de sangre, y una tercera parte que culminó un poco con la Marcha de la Libertad, en la que salió gente como la que fue condenada en el Proceso de Burgos, con condenas de muerte. Todo eso era una gran alegría, era algo que se estaba exigiendo desde la calle.

Yo creo que eso nos tapó la otra parte de la historia, la del borrón y cuenta nueva que pregonó Arzallus en el congreso de los diputados. Esa parte no fuimos conscientes de lo que era, de lo que suponía, de alguna forma, mantener los pilares del régimen en su sito, los órganos represivos, la misma policía, la misma judicatura, y el mismo ejército.

El régimen del 78 fue impugnado por el 15M, aunque parece que sigue gozando de buena salud. En la Transición el PCE fue un cómplice necesario para legitimar el nuevo régimen. ¿Ha sido Podemos, de algún modo, el que ha terminado también por apuntalar al PSOE, y a su deriva atlantista y obediente a las leyes del mercado de la UE?

No se si le hacía falta Podemos para apuntalarlo, realmente ahora no tengo perspectiva para señalar que Podemos haya contribuido a eso, lo que es cierto es que la izquierda en general, y Podemos ha tenido ese problema, no ha sabido, a la hora de afrontar la acción política institucional, combinarla con las movilizaciones. Podemos fue el resultado del post-15M, se asentó sobre el 15M, pero cuando ya no había 15M. Hacer acción política, cuando la movilización ha bajado, es difícil realmente. Y es una asignatura pendiente para la izquierda. Hacer esa combinación de acción política institucional y acción política en la calle, y en este caso la clave está en que, de alguna forma, el movimiento del 15M con esa capacidad de indignación que tuvo se había agotado ante la falta de perspectivas políticas. Podemos intentó hacer esa rentabilización política de la movilización pero había muchas fisiones dentro de aquel Podemos, y no fueron capaces de caminar juntas y hacer una política juntos, en relación con esa impugnación.

Luego, cada cual ha ido funcionando a su manera, y el resultado no ha apuntalado el régimen del 78, pero si ha generado una situación nueva, no muy gustosa, por cierto.

El movimiento memorialista, o por lo menos la parte más activa y contestataria, como La Comuna, ¿es la voz de la conciencia para que esta sociedad no olvide las fosas comunes, el expolio económico, los bebés robados?

En alguna medida si, especialmente en el tema de las fosas ha habido mucha más gente que ha intervenido. Fue tal la brutalidad de la represión franquista, especialmente en las zonas que ganaron desde el primer día, y en la postguerra, que dejaron tantísima gente en las cunetas que es normal que en esa situación, de democracia o suedo-democracia, o como se le quiera llamar, hubiese gente reclamando los restos de sus familiares, que apareciesen los desaparecidos, o sus restos, que se supiese algo de la verdad, y eso ha sido un movimiento mucho más amplio que lo podemos ser La Comuna, aunque, cuando la creamos, ya desde el principio nos planteamos que esa búsqueda de la verdad también tiene que plantearse con la búsqueda de justicia y de reparación.

La Comuna creo que es más importante a la hora de exigir justicia, de intentar que la verdad sea una verdad real, esto es, que la ley y el estado reconozcan las responsabilidades existente, que reconozcan la legalidad de las exigencias, y que esto es fundamental para una democracia legítima, que no es unicamente una cuestión de familias resolviendo temas de búsqueda de los desaparecidos, si no que ese movimiento, junto con el movimiento para descubrir las verdades y darle una realidad jurídica a esas verdades, es fundamental para una democracia sana. Creo que nunca se ha hecho esa búsqueda de verdad y de justicia, y no hablemos ya de reparación, que también es fundamental, en este país no se ha abordado ni de lejos.

Hace poco que se ha aprobado la Ley de Memoria Democrática, que, según muchos sectores del ese movimiento memorialista, no satisfacen plenamente las demandas de Verdad, Justicia y Reparación, sin embargo, desde la derecha, apuntan a su derogación si llegan al gobierno en las próximas elecciones. ¿Cómo valoras esta Ley, y las declaraciones de Feijóo de eliminarla si se convierte en el próximo presidente del estado español?

La ley tiene elementos positivos en algunas cosas, el hecho mismo de hacer una Ley de Memoria Democrática, a la que existía antes ya supuso un avance a que no haya nada, y en este caso tiene elementos positivos al menos en cuando a que posibilita posturas o convierte en una labor de la investigación de las fosas y en dotar de fundamento jurídico a esta búsqueda de la verdad, en determinar los crímenes que se cometieron, quienes fueron los responsables. Conocer la verdad también supone establecer responsabilidades, aunque hasta ahora no se ha logrado resolver ninguna reclamación real.

Tiene carencias, pero tiene aspectos positivos, por eso la derecha quiere derogarla, es lógico, para ellos se trata no de cerrar las heridas y esas casos que dicen, sino que de alguna forma, se constate que ellos ganaron, y que en la medida que ganaron, siguen ganando y quieren dejarlo por escrito.

¿Crees que esto se va ha agudizado con la irrupción de la ultraderecha en el parlamento? Y unido a esta cuestión, una más, ¿Crees que es importante articular un Movimiento Antifascista para plantarle cara a esta nueva ultraderecha?

La ultraderecha siempre ha estado ahí, VOX estaba en el PP. Es una cosa que hay que recordad siempre, VOX es una escisión del PP. ¿Que es lo que sucede? Que, de alguna forma, ha abierto la espita del envalentonamiento fascista. Estaba, pero estaban escondidos. Ahora están no solo a la vista, si no que se ufanan de ello, de los aspectos más fascistas de su política.

Claro que debe haber un movimiento antifascista amplio, y esto debe ser en la calle, debe ser un movimiento social, buscarlo en lo electoral solo no parece que vaya a servir de mucho, pero también es verdad que si no hay movilizaciones sociales, reivindicaciones cotidianas, por los convenios, por la lucha por la vida, que es, al fin y al cabo, la defensa por la naturaleza, la supervivencia humana frente al cambio climático, si no hay movilizaciones por eso, difícilmente va a haber ni reflejo electoral antifascista, ni movimiento antifascista.

Si no existe ese caldo de cultivo, si hay una apatía generalizada, si no se reacciona siquiera con situaciones como la apropiación de bienes comunes como la tierra, el agua y el aire, para negocios privados, si no se reacciona ante eso, difícilmente se va a reaccionar ante los reflejos políticos de esos negocios. Al fin y al cabo con esos negocios de lo que se trata es de asentar y profundizar los privilegios de la clase dominante, y el escandaloso vivir ahora y el mañana no existe, que es la idea más brutal del capitalismo.

Hemos agotado el cuestionario, y vamos a tener que hacer otra entrevista, porque ha sido una conversación muy constructiva..

La verdad es que hemos seguido el cuestionario, pero hay muchas cosas interesantes que se pueden contar, hay preguntas incluso más complicadas, como ¿porqué esperasteis al 2012 para juntaros y montar La Comuna?

A mi siempre me llamó la atención que, en muchos casos, las asociaciones de Memoria se empezaran a montar tan tarde. Por ejemplo, muchos testimonios de gente represaliada se perdieron, porque se tardó en comenzar a recogerlos, en recuperar sus historias, tal vez porque estábamos pendientes de otras cosas.

Esa es la cuestión. Nosotros lo hemos hablado también. Todos estos años compartía militancia con Chato, por ejemplo, y por trabajo tenía que ir cada dos semanas a Madrid, y me quedaba en su casa. Hablábamos mucho, y hasta esa época estábamos demasiado ocupados. Hay un momento de confluencia con el derribo de la cárcel de Carabanchel, en el que nos juntamos y decidimos montar una asociación de ex-presos. Movimiento memorialista había desde los 70, yo recuerdo que en León o en Navarra ya se habían hecho búsqueda de fosas, y que había un movimiento en potencia, pero que los antiguos presos nos organizásemos era bastante difícil porque los que seguimos militando estábamos a tope, y los que lo dejaron, lo dejaron para todo.

Con el tema de Carabanchel hubo una confluencia, y se creó La Comuna, y si que había asociaciones de presos en otros lugares, pero quizás no con el nivel militante como el que planteamos nosotros. Estábamos tan liados que no nos sentíamos tan implicados con la Memoria, teníamos más la impresión, aunque equivocada, de que era un tema de las familias, pera nosotros lo de la cárcel era un tema de que habíamos hecho muy buenos amigos y había otro elemento importante, el cerrar un poco el cerebro a lo que habíamos pasado, porque prácticamente todos fuimos torturados, y necesitas un descanso.

Yo hace unos años pasé por la Comisión de Euskadi con Paco Etxeberría, y declaras ante un montón de gente durante varias horas, y es volver a rememorar, a abrir heridas, como cuando hicimos la declaración para la Querella Argentina, que tu, por autodefensa, has cerrado. Ponerte a escribir sobre ello son muchos factores, por lo que no nos habíamos juntado, aunque ahora nos reímos muchos con las anécdotas de la cárcel. El Chato, por ejemplo, vivió una época en Carabanchel en la que había una única comuna, y yo viví otra en la que había cinco.

Se el primero en comentar

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.