La formación sindical socialista a principios del siglo XX

Los obreros que carezcan de esta educación no pueden ser buenos defensores de sus intereses”

Por Eduardo Montagut

El periódico El Socialista fue una verdadera escuela de formación sindical socialista durante gran parte de su existencia. En sus páginas, además de difundir las ideas socialistas, y de intentar formar buenos militantes del Partido, dedicó la misma atención a la cuestión de la organización sindical o societaria, segundo pilar básico del movimiento obrero de signo socialista. En este apunte rescatamos un artículo, publicado en diciembre de 1901 donde se defendía la importancia de que el trabajador tuviera una adecuada formación para que la lucha emancipadora tuviera éxito.

Conseguir y consolidar una mejora requería del trabajo colectivo, es decir, compañerismo, solidaridad y unión, pero también otros elementos: cautela y previsión. Si faltasen todos estos componentes era muy difícil vencer y mantener la conquista.

Todas estas cualidades no nacían inmediatamente cuando se constituía una sociedad obrera, sino que era fruto del tiempo y la educación o propaganda desarrollada por los que más formación sindical tenían, así como del trato continuo entre los afiliados como compañeros.

La imprevisión llevaba al fracaso en las huelgas, sobre todo cuando las cajas de resistencia no estaban bien dispuestas. Muchas de esas huelgas también fracasaban porque se emprendían en momentos propicios para los patronos, o porque se habían adoptado posturas muy maximalistas. Todos estos eran males fruto de la falta de “educación societaria”.

Así pues, una vez que se creaba una sociedad obrera el primer objetivo era el de la formación de sus componentes. Obligación era de los fundadores de las mismas y de los compañeros con más formación y experiencia ponerse a la labor educativa en el fomento del compañerismo y del valor de la solidaridad. Esas dos virtudes, íntimamente ligadas, pasaban por no ocupar jamás el puesto de un compañero despedido, ni dejar de pagar la cuota con la que se sostenía al huelguista, ni abandonar al que perdía su trabajo o fuera a la cárcel por defender su trabajo. Y, por fin, era fundamental que el trabajador no dejase de protestar contra los desafueros que pudieran sufrir otros compañeros por parte de las autoridades.

El principio de la unión debía ser también uno de los principales en la educación del trabajador afiliado, y que no terminaba con la inscripción en una sociedad obrera. Ese trabajador debía ver en la sociedad obrera una especie de escudo, su amparo, y por ella debía trabajar con el fin de fortalecerla y no abandonarla nunca, teniendo muy presente la necesidad de cumplir los acuerdos adoptados según el reglamento.

La previsión, como también hemos apuntado al principio, era una cualidad fundamental de esta educación societaria. La caja de la sociedad era un elemento clave para el trabajo sindical, porque de ella dependía la subsistencia de los afiliados y de sus familias en caso de conflicto laboral. La cautela tendría que ver también con la necesidad de que el trabajador entendiera que había tiempos en las luchas, que la precipitación no era una buena guía. No se podían emprender huelgas sin la debida preparación, y no sólo por contar con una caja de resistencia bien abastecida, sino también porque era importante analizar previamente la fuerza con la que se contaba. Si no se hacían estos análisis no sólo era fácil perder, sino también que la propia organización quedara dañada o desapareciese.

Además, era importante que el trabajador entendiese la importancia de ingresar en la Federación de su oficio en caso de existir, formar parte de la Organización nacional que tuviera la misma táctica y objetivo que su sociedad, sin olvidar la adhesión internacional, porque todos los obreros eran hermanos.

Hemos trabajado con el número 823 de El Socialista. 

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