Ximun Fuchs: “El mundo del trabajo ha desaparecido del teatro, y en Hondamendia intentamos poner en el centro esas historias que vemos cada día”

Entrevistamos al escritor, director y actor de teatro Ximun Fuchs, que dirige la obra ‘Hondamendia’, un espectáculo con el escenario de dos derrumbes, el del vertedero de Zaldibar, y el de la pandemia del Covid-19.

Por Angelo Nero | 25/12/2023

En febrero de 2020 hay un derrumbe en el vertedero de Zaldibar, en Bizkaia, y dos trabajadores quedan sepultados, un accidente del que nadie quiere ser responsable. Solo un mes después hay otro derrumbe, el de todo el sistema, con la llegada de la pandemia. Una periodista de radio tratará de dar voz al derrumbe. Un bailarín intenta buscar sentido a su trabajo. Una enfermera intenta desempeñar su labor sin derrumbarse. Mientras la hija y la mujer de los dos trabajadores esperan recuperar los cuerpos del padre, del compañero. Mientras cada semana alguien muere en su trabajo, un derrumbe familiar, que se convierte en un derrumbe colectivo. Este es el planteamiento de Hondamendia (El derrumbe), escrita por Harkaitz Cano, puesta en escena por los colectivos Artedrama y Axut! y dirigida por Ximun Fuchs, con quien conversamos sobre la obra.

¿Por qué elegisteis como punto de partida de esta obra, el colapso del vertedero de Zaldibar, en el que quedaron sepultados Alberto Sololuze y Joaquín Beltrán?

Para decir la verdad, estuvimos en la autopista este día, en el que estábamos en gira con otro espectáculo, y era como un primer fin del mundo, con una situación muy caótica, veíamos al fondo un monte con un derrumbe enorme, como si los dioses hablaran al mundo entero para decir: esto no es posible. Era casi como un mito.

Además hay una pregunta, más social o política, ¿podemos robar la vida a obreros, casi cada día, en nuestro mundo, en el nombre de nuestro bienestar? Porque ahora parece que no se muere en el trabajo, no hay esclavitud, vivimos todos bastante bien, todos tenemos coche, pero este mundo no es sostenible, y toda la mierda que producimos, no podemos gestionarla, y la naturaleza nos ha hablado: no es posible.

Había una cosa a la vez simbólica y muy concreta, la vida de estos dos obreros fue como un shock en la sociedad vasca, cuando hay dos desaparecidos en este vertedero. Justo después vino la pandemia del covid-19. La historia de los vertederos y de las pandemias tienen algo en común, porque todos los vertederos estaban en los centros de las ciudades, hasta el principio del siglo XIX, hasta que vinieron las grandes pandemias de cólera, y entonces se llevaron todos los vertederos fuera de las ciudades, en los campos, y ahora no sabemos realmente que hay, porque no vemos toda esta mierda que estamos produciendo todos los días.

Hacía como un bucle entre el vertedero y la pandemia, y en este momento decidimos montar este espectáculo, para hablar de lo que ocurre y también para preguntar que tipo de sociedad queremos, al final, como queremos convivir nosotros, y con nuestra propia mierda que estamos produciendo, cada día.

Hemos hablado con la familia de uno de los dos obreros, para decir: vamos a contar esta historia, ¿estáis de acuerdo?. Les hemos escuchado bastante, hemos discutido con ellos, y después con geólogos, con periodistas, y con algún político, con enfermeros, para ver como se mide en concreto cada trabajo, porque el mundo del trabajo un poco ha desaparecido del teatro, y nosotros estamos intentando poner en el centro del teatro la cuestión del trabajo, de la vida, de los relatos, de estas historias contemporáneas que vemos cada día.

Foto Ainhoa Resano

¿Es esta obra una reflexión sobre el derrumbe que nos espera si no escuchamos a la naturaleza, si no planteamos una alternativa a este sistema basado en el consumo y la depredación?

Pero no es solamente una reflexión, no somos sociólogos, no somos políticos, aunque usamos la política o la sociología para hacer nuestras obras, pero es también un tiempo para poner estas preguntas en el centro del teatro. El teatro, la filosofía y la democracia se han inventado en el mismo sitio, en el mismo tiempo, en la antigua Grecia, y no es una casualidad, necesitamos usar y poner en escena nuestras pasiones para poder pensar y elegir que mundo queremos. Finalmente, hacemos un teatro muy clásico, es decir, hablamos de lo que pasa en el mundo.

Una periodista, un bailarín, y una enfermera son los personajes principales, ¿por qué la elección de estas tres profesiones son importantes para reflexionar sobre el derrumbe?

Estos personajes son muy importantes, pero los más importantes son los dos obreros que desaparecieron, que son para nosotros lo primordial. Es tan absurdo, tan horrible, que por fuerza tienen que ser los personajes principales.

La periodista es un reflejo de lo que hacemos nosotros, es decir, los periodistas cuentan desde un punto de vista, el mundo en el que vivimos, hacen relatos, y tienen que elegir como contar nuestro mundo, pero no es fácil en un mundo con hipercomunicación, con basura también de palabras, basura de comunicación, de los medios, que son gigantes, no es fácil contar, elegir las palabras justas, entre las cuestiones políticas, humanas, y del comercio, de las presiones que tienen que soportar. Entonces nosotros queríamos preguntar, justamente, durante la pandemia, la cuestión de como vamos a contar nuestro mundo y que relación tenemos con la información. ¿Qué es información, si no es poder?.

La enfermera porque, parece que ahora lo hemos olvidado, pero han trabajado sin saber que riesgos han tenido que correr en este momento, y han trabajado casi vestidas como en carnaval, haciendo trajes de protección en casa, con plástico, con máscaras de Decathlon, con lo que podían para poder sobrevivir a esta pandemia, no sabían que riesgo corrían, y lo han hecho con una generosidad inmensa. Y lo hemos olvidado, y los políticos también lo han olvidado, porque ahora están todo el tiempo diciendo, así no podemos.

Y, el bailarín, porque durante la pandemia, se ha dicho mucho que el arte no era esencial, no podíamos ni actuar, durante un tiempo, y en España fue diferente en comparación con Francia, que fue terrible, y era decir ¿qué es esencial? Y también hacer un poco la burla de nosotros mismos, porque los artistas que han dicho no es posible, ¿qué voy a hacer con mi público?¿que voy a hacer con mi ego? ¿cómo voy a quedarme en casa?.

Había que tomarlo con un poco de humor, para poder hablar de todo eso, porque pasaron cosas horribles dentro de este periodo, pero también cosas absurdas, lo hemos olvidado, parece que ha pasado hace siglos, pero hemos aceptado cosas absurdas, cosas que pensábamos que no podíamos aceptar, firmar nosotros mismos papeles para autorizarnos a salir a hacer compras, salir horas pares y no impares, salir en un perímetro como en tiempo de guerra. Eso lo hemos aceptado sin dificultades.

Foto Ainhoa Resano

En la obra hay una crítica hacia los medios de comunicación, hacia las versiones oficiales, y las verdades a medias, ¿el teatro sigue siendo un instrumento de crítica social, para desmontar el relato de los medios?

Si, pero no es su única función. La función del teatro es un objeto de critica, claro, pero a nivel humano, los artistas no somos más que los otros, no creo en eso, no somos más que nadie para decir esto es bueno, esto es malo, no somos curas, ni filósofos, lo que podemos hacer es poner los retos en el centro, en la plaza común que es el teatro. Entonces si, podemos hablar de la inmensa fuerza de los medios de comunicación, y del tipo de opresión mental que sufrimos cada día, pero, sabiendo que tenemos que ser humildes, porque nosotros también somos la misma mierda que todo el mundo, no somos más, no vivimos en las nubes, vivimos en la tierra, como todas las personas.

Aunque sobre el escenario hay ocho actores, estos interpretan a 20 personajes, ¿era importante mostrar la diversidad de la sociedad que se tuvo que enfrentar al derrumbe provocado por la pandemia?

Claro, por que ha tocado a todo el mundo, y vivimos todos en la misma tierra, así que tenemos que compartir a la vez las riquezas y las tragedias. Era muy importante para nosotros que fuera una obra en cierto modo épica, donde se vieran muchos personajes del pueblo, representando al pueblo con todas sus variedades, sus acentos, sus orígenes, sus cuerpos, sus edades, que no fuera una cosa intima, porque toca a todo el mundo, este derrumbe de Zaldibar o el de la pandemia toca a todos.

Foto Ainhoa Resano

Hay muchas capas en la obra, fragmentos de noticias, música grabada y en directo, actores que cambian de piel, de personaje, ¿es esto una metáfora de la forma que tenemos de relacionarnos en la actualidad, del ruido que nos rodea?

Es a la vez la metáfora de eso, pero a la vez también de lo que hacemos todo el tiempo, eso no es nuevo, se ha acelerado, ha aumentado muchísimo, pero todos tenemos muchos papeles en la vida, yo soy padre, soy marido, soy actor, soy hijo, soy muchas cosas, tenemos muchas personalidades y todas estas personalidades actúan en el escenario, y también para nosotros es como un juego, hay que trabajar con un poco de infancia, de impertinencia para poder tratar cosas muy graves, serias, sin creer que somos personas serias. Ponemos todo este este mecanismo teatral en marcha, pero no es un espectáculo sobre la ilusión, es mas sobre una mecánica de trabajo para poder contar cosas. Es decir, si hablamos de trabajo, hemos puesto en escena nuestro propio trabajo, el teatro, y en este sentido, se ve todo el mecanismo para poder hacer teatro, con música, danza, pero también el cambio de personajes se hace en escena, video, todos los mecanismos que se usan en el teatro, los ponemos en escena, pero dejando ver todo el mecanismo para poder hacerlo.

Podemos poner cualquier cosa en una bolsa de basura, tirarlo a toda prisa en un contenedor del barrio, y olvidarnos de lo que hemos generado al segundo siguiente.” Decís en la presentación de vuestra obra, ¿quiere Hondamendia hacernos reflexionar sobre aquello que no queremos ver, sobre esos residuos que escondemos, pero que no desaparecen?

Si, pero sin que sea una moralina. Como te dije antes, no somos ni curas, ni sociólogos, ni políticos, nuestro trabajo es más analizar o hacer ver la capacidad que tenemos de esconder nuestros mismos residuos, como puedo yo hacer eso y pensar ¿cómo es posible que haya tanta basura en el mundo? Porque yo actúo con lo que puedo, porque tengo que ir a la escuela, tengo que trabajar, porque uso mi coche, y no tengo tiempo, o no tengo los medios, pensando que el mundo tiene que cambiar por si mismo, y nosotros no queremos hacerlo cambiar. Todo el mundo ha dicho, después de la pandemia, no somos los mismos, hemos cambiado, pero hemos visto que el mundo no ha cambiado nada, casi ha empeorado. ¿Cuál es el mecanismo que nos hace actuar de esta manera? Es más nuestra reflexión como actores, o como artistas.

Foto Ainhoa Resano

Detrás del elenco formado por los ocho actores de Hondamendia, hay todo un equipo técnico que conviene destacar, tanto en la escenografía, y la coreografía, como en el diseño de iluminación, ¿nos puedes hablas de quién está detrás de todo este andamiaje, necesario para que funcione la obra?

En la creación, en los ensayos, estuvimos 27 personas trabajando, para que ocho personas puedan actuar en el escenario, es como un hormiguero, un taller de teatro inmenso, con obreros de todo tipo, personas en producción para saber donde se duerme, con que dinero podemos contar, personas en difusión, para que podamos actuar en todos los teatros, personas en comunicación, para hacerlo saber, pero también en la parte técnica, personas que han creado la iluminación, el video, el diseño de los sonidos, el planteamiento técnico, las personas que montan la escenografía, las que la han pensado, también el vestuario, las personas que hicieron el cartel, el teaser. Para todo eso hay que poner en marcha a 27 personas, que han trabajado pensando en un barco que se llama Hondamendia, para contar una historia que se desarrolla en poco más de hora y media, con un trabajo que ha empezado dos años antes, y casi dos meses de ensayos.

Foto Ainhoa Resano

Por último, ¿qué recorrido ha tenido la obra y cual ha sido la acogida del público? Y ¿dónde puede verse todavía Hondamendia?

Hemos actuado un poco más de ochenta veces, principalmente en el País Vasco, en todos sus territorios, en el lado español y francés, en todas las ciudades y en los pequeños pueblos, un poco también en Francia, en Córcega, y en Madrid hemos intentado también viajar con esta obra, haciéndola en euskera en todos los sitios, y cuando hemos actuado fuera de Euskal Herria lo hemos hecho con subtítulos y funciona, tan bien como en el cine, aunque no sea el mismo mecanismo. Para nosotros era importante, porque hablamos del mundo desde Euskal Herria, y podemos contar cosas como los alemanes o los italianos, en todo el mundo. Y fue impresionante para nosotros, en el País Vasco el público ha respondido muy bien, porque esta historia fue muy conocida, y ha funcionado con todas las generaciones, para nosotros era muy importante hablar a todo el mundo sin importar su edad o su nivel social, o su nivel de euskera, que la mayoría del pública fuera diverso. Fue muy importante que viviera la juventud, sentir que hablábamos también para ellos y que la juventud tuviera su sitio en el teatro, porque no se ve en todas las obras. Para nosotros fue muy emocionante la respuesta del público, y sobretodo con las personas que han vivido de cerca el derrumbe del Zaldibar, o de la pandemia, porque se han quedado con nosotros a contar sus propias historias, y finalmente es la historia de un pueblo, y de obreros, y cuando logras hacer eso, puedes estar satisfecho, porque la gente lo ha hecho suyo.

Se el primero en comentar

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.