Pablo González: periodista preso en Polonia

A pesar de un ambiente mejor para un cambio de trato a Pablo, tampoco se pueden echar las campanas al vuelo. Tusk es liberal de derechas, obsesionado con Rusia y militarista, partidario de un rearme general de Europa por entender que estamos en “una época de preguerra” por amenaza de Rusia.

Por Ramón Zallo | 2/05/2024

Han pasado 2 años y 2 meses desde que fue detenido Pablo González, periodista vasco-ruso, encarcelado en Polonia, “bajo sospecha” de realizar “operaciones en favor de Rusia, valiéndose de su condición de periodista”. Desde entonces, permanece sin juicio, sin presentación de pruebas, sin cargos formales, en prisión preventiva, bajo secreto de sumario, en indefensión y sin garantías de juicio justo. Dispone solo de una buena asistencia consular pero no diplomática; en aislamiento, en incomunicación, mal alimentado, con una hora de paseo cada día, sin materiales para continuar con su tesis doctoral.

Todos los ingredientes para desesperarle con la incertidumbre y la soledad.

La Justicia polaca y el nuevo gobierno polaco

Como en la mayoría de los estados europeos, en Polonia hay un plazo máximo de dos años de prisión provisional para un preso que no haya sido juzgado, pero la norma contempla algunas excepciones que permiten prorrogarla indefinidamente, retorciendo, en el caso de Pablo, la ley puesto que no se trata de un caso gravísimo…

Hace temer que, como no hay pruebas de nada, las pueden fabricar hacia atrás. Si tuvieran pruebas reales ya las habrían presentado. Y no es el caso. El riesgo de que conviertan indicios o comentarios en supuestos hechos es enorme, en la intención de que no aflore la iniquidad e incompetencia de la hiper-politizada Justicia polaca. Ese limbo que han construido le puede animar a la Fiscalía a falsear el sumario, en perjuicio de la equidad ya que, si soltaran a Pablo, sin más, el desprestigio del sistema judicial polaco por una detención, tan prolongada e inútil, sería enrome.

Estos últimos años Polonia, así como Hungría, han sido un agujero negro europeo en lo relativo a derechos ciudadanos y a independencia del poder judicial. El sistema de justicia ha estado instrumentalizado por un gobierno de ultraderecha hasta finales de 2023, y aún prima el Derecho polaco sobre el de la UE, lo que incumple todos los tratados de integración en la UE, en especial las referencias a la tutela judicial efectiva y el derecho a un juez imparcial del artículo 47 de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE.

El derecho a un juicio justo ya es, por purgas previas de jueces y fiscales progresistas, una víctima del sistema judicial polaco.

Con el anterior gobierno ultraderechista no se combatía la violencia de género; el aborto era inconstitucional incluso en caso de malformación fetal; las violaciones de derechos de las personas LGTBI, frecuentes; las devoluciones ilegales de refugiados afganos y de otros países al lado bielorruso, el pan de cada día; el control de los medios de comunicación era y es sistemático, y los medios públicos gubernamentalizados con hostigamiento a los medios privados no afines, desde una propaganda de ideas reaccionarias, católicas a ultranza, antiliberales y de demonización de la izquierda.

Vista la experiencia española de justicia esclerotizada, aunque cambien los gobiernos, no se esperan cambios sino a largo plazo en la judicatura polaca convertida en poder fáctico.

A este marco ajeno a un Estado de derecho, había que añadirle otros dos elementos: la conocida rusofobia histérica del Estado polaco y la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero de 2022. Solo tres días después de la invasión se detuvo a Pablo González a pesar de que no tuvo margen para delinquir.

Desde mediados de diciembre pasado hay nuevo Gobierno polaco. Hay una oportunidad con el nuevo Gobierno de Donald Tusk, un pro-europeista, que dirige un Gobierno de alianza liberal en Polonia, pero que es del Partido Popular Europeo (PPE) de la misma familia política que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen.

Afortunadamente el régimen del Partido Ley y Justicia (PiS) perdió las elecciones y ya era un clamor escandaloso que la justicia polaca no tenía los más mínimos elementos de independencia. Tan es así que la Unión Europea le congeló al Gobierno del PiS unos fondos de ayuda por valor de nada menos que 137.000 millones de euros del fondo de recuperación europeo, como estímulo para que se haga una reforma judicial que restaure la independencia del poder judicial. Bruselas premiará con fondos europeos los avances de Tusk para restaurar un Estado de derecho convencional en Polonia. De hecho, la Comisión Europea ya libró un primer desembolso de 6.300 millones de euros al dar por cumplidos algunos requisitos de la reforma judicial prometida y levantar el procedimiento sancionador del artículo siete del Tratado de la Unión, que permite suspender los derechos de un Estado miembro

El Gobierno de coalición de derecha liberal de Tusk se ha comprometido con el derecho al aborto o los derechos LGTBI, pero se demora en su abordaje para enfado de su electorado que ya empieza a desencantarse, porque los partidos más derechistas y conservadores del propio nuevo gobierno de coalición lo demoran y rebajan.

A pesar de un ambiente mejor para un cambio de trato a Pablo, tampoco se pueden echar las campanas al vuelo. Tusk es liberal de derechas, obsesionado con Rusia y militarista, partidario de un rearme general de Europa por entender que estamos en “una época de preguerra” por amenaza de Rusia. Además, tiene como freno al presidente ultraderechista de la República, el ultraconservador Andrezj Duda, enemigo de las reformas emprendidas por la nueva coalición y con competencias de bloqueo para las reformas.

Tusk tampoco apuesta por un alto el fuego en Ucrania. No encara un proceso de paz para Ucrania sobre las fronteras militares actuales en forma de tregua indefinida que preceda a un proceso de paz formalizado.

No parece el mejor aliado para Pablo. Ese clima prebélico polaco no ayuda a su caso e invita a que continúe como rehén de la geopolítica rusófoba polaca.

Parece que solo la diplomacia, la reforma judicial iniciada y, sobre todo, la movilización en otros países de Europa, pueden acabar con esa situación.

Es muy importante al respecto el posicionamiento de presión de las asociaciones profesionales de periodistas en Europa.

El ministro Albares

El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, nunca ha contactado con la familia de Pablo, directamente. No solo no ha sido de ninguna ayuda, sino que, al contrario, le echó al principio un capote al sistema judicial polaco, sembrando dudas donde no había nada, al subrayar que se enfrenta a cargos “graves y muy serios” –dándoles algún grado de veracidad- o cuando insiste en que sus derechos “están siendo perfectamente respetados”, como “su derecho de comunicación, de visitas consulares, de asistencia letrada o de visitas de sus abogados” lo que es falso.

El ministro dio la cara por la Polonia judicial de ultraderecha cuando es un país con vulneraciones de derechos fundamentales. Que Polonia haya acogido a buena parte de los refugiados por la invasión rusa de Ucrania no justifica esa actitud.

Ahora, según Albares, son los órganos judiciales españoles los que deben comunicarse con los polacos por tratarse de un país de la Unión Europea. Entiendo que debería ser el Ministerio de Justicia el que vigile el caso y los jueces españoles los que insten a sus colegas de otro país de la UE a que cumplan la legalidad y los estándares europeos que Polonia no ha seguido en los 8 años de gobierno del partido de ultraderecha y ultranacionalista del PiS, de Jaroslaw Kaczynski.

Sin embargo, no nos consta que la Justicia española, haya movido un dedo en todo este tiempo para presionarles a sus colegas polacos. ¡Pues sí que están ellos para dar consejos a nadie!

En el caso de Albares, Pilatos pasea entre nosotros y nosotras. Sorprende cómo el ministerio de Albares se desvive al compadecer y asesorar a un mediático homicida confeso en Thailandia, pero mira para otro lado respecto a un periodista inocente detenido por hacer su trabajo en un país de la UE.

La profesión periodística es unánime en condenar el caso: Amnistía Internacional, Federación de Asociaciones de Periodistas de España o Reporteros Sin Fronteras, han denunciado el caso como sin “precedentes” en la UE. Pablo tiene el triste honor de ser el único periodista de la Unión Europea encarcelado en un país miembro.

Violencia y Periodismo

Al fondo su caso muestra la relación entre violencia y periodismo. Por hacer su trabajo, se sigue matando, persiguiendo o deteniendo a periodistas en algunas partes del mundo. Son las víctimas corporales de las persecuciones contra la libertad de prensa. Según Unesco, 88 periodistas fueron asesinados/as en todo el mundo en 2022 y, según Reporteros Sin Fronteras 533 fueron a prisión. En 2023 bajó la cifra a 65, pero creció la de muertos en zona de guerra. Más del 70 % reporteros palestinos. En los casi 6 meses de la invasión israelí de Gaza, 137 periodistas fueron asesinados, la inmensa mayoría palestinos.

Gracias a los periodistas palestinos hemos podido saber del horror de Gaza. Pero el buen periodismo está en vías de extinción en Gaza: los matan. La información de paz es siempre una de las víctimas de las guerras

La cobertura de la información de guerra ha cambiado radicalmente por voluntad política en los últimos decenios. Los poderes dominantes han ido ascendiendo los peldaños de no querer saber, ocultar, reprimir verdades, gestionar la mentira y, llegado el caso, revolverse contra el mensajero incómodo, los y las periodistas con pensamiento libre: o los encarcelan o los matan.

Primer peldaño. El periodismo, sin límites informativos, pudo informar en y sobre Vietnam –años 60 y 70- desde el campo de batalla y llevar su horror a los hogares estadounidenses, que exigieron parar. Fue una de los factores decisivos para la revuelta social en EEUU.

Segundo peldaño. En la invasión de Irak (2003), hace solo 20 años, los poderes aplicaron otras normas: la información es un arma de guerra y debe convertirse en propaganda. La profesión tuvo que atenerse a los partes del gabinete informativo del ejército de EEUU y el público, infantilizado, contemplar los bombardeos, como fuegos artificiales por TV, con la sensación de asistir en directo a una guerra limpia, quirúrgica, sin víctimas en ataúdes. O sea, sin explicaciones contextuales, ni interrogantes sobre las inexistentes armas de destrucción masiva.

Se trataba de dejar la guerra para los guerreros y cultivar un espectáculo distante, de buenos y malos, demonios y ángeles, para una opinión pública infantilizada. La guerra fue entendida también en su dimensión de guerra sicológica frente al enemigo y la opinión pública fue tratada como retaguardia al servicio del frente.

Tercer peldaño. A lo largo de la guerra en Ucrania se subió un escalón más. Además de poder estar solo en retaguardia o aledaños, se criba a los periodistas –tanto en Rusia como en Ucrania- con listas de afines y no afines, y se detiene a los que no están en la trinchera correcta. Pablo es víctima de esa restricción a la libertad de información. Las víctimas ucranianas aparecen solo en la información de la parte ucraniana como muestra de la crueldad de los invasores rusos. En Rusia solo aparecen (sin víctimas visibles) los avances de las trosas rusas y la destrucción material del enemigo. Se censuran fuentes. Aquí se prohíben las emisiones de Rusia Today, y en Rusia hablar de guerra.

Ahí “el periodismo está siendo derrotado por la propaganda” (..) “con una difusión machacona de una determinada visión del conflicto y, por otro, una comercialización de la guerra como espectáculo”, dice Javier Valenzuela.

Pablo ha sido víctima de esa exigencia estatal de periodismo de trinchera.

Cuarto peldaño. La prohibición de que los periodistas extranjeros entren en Gaza sirve para distorsionar la opinión mundial, aunque ha sido compensada por la llama informativa del periodismo valiente palestino, que ha conseguido que el mundo se entere -y son datos de Euro med Human Rights Monitor a 23 de abril- de que hay 42.510 asesinados –incluidos los estimados bajo los escombros- siendo el 90,8 % población civil. ¡Qué daños colaterales son esos! Son los objetivos principales, en especial mujeres e infancia, un 60,8%, nada menos. Y 79.240 heridos. Se va con todo en esa guerra de exterminio, de genocidio, de odio y limpieza étnica de una potencia occidental violenta, terrorista, enclave en Oriente Próximo, como es Israel, apoyada por EEUU.

Israel aplica en Gaza la solución final que sufrieron los judíos en la Alemania nazi y, ya como una nación zombi, se metamorfosea en nazi. A años luz de los crímenes de Hamas.

Hay que añadir los 2 millones de desplazados y los muertos en Cisjordania –unos 500-, o los 8.500 detenidos, o los 3.661 desaparecidos, según Al jazeera. Son los otros rehenes, los que retiene Israel, sin que formen parte de la agenda mundial.

Ese es el otro problema: la distinta vara de medir. La UE se volcó con Ucrania y, en cambio, permite el genocidio de Palestina. ¡Qué vergüenza más grande!

Los y las periodistas gazatíes se han sumido así en horror y están pagando un altísimo precio. Los matan, son objetivo militar.

Acabo. Afortunadamente tras ese repaso por la actualidad más terrible, en el caso de Pablo, estamos hablando de algo cualitativamente distinto. Es rehén del tercer peldaño. Está vivo.

Es un preso político de un régimen de abuso de poder, con ganas de vivir, y tiene mucho que contar y aportar. Lo queremos rescatar entre todos y todas, y lo queremos aquí con su familia, con sus amigos y amigas de Elantxobe, Nabarniz [1], la profesión o la universidad, con nosotros y nosotras que, sin conocerle, cultivamos la amistad de la solidaridad.

Pablo Askatu!  Liberad a Pablo!  Free Pablo!


Ramón Zallo, Catedrático emérito en Comunicación Audiovisual de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea. Este artículo fue publicado originalmente en Viento Sur.

[1] El pasado día 28 de abril, día del cumpleaños de Pablo González, se celebró en Nabarniz (Bizkaia), hogar de su familia, un homenaje con salida montañera, mitin, performance, comida popular, magnífico ambiente y un concierto. Este artículo transcribe la intervención de su autor desde el balcón del Ayuntamiento, ver foto. (Nota de la Redacción).

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