Entrevista a Paqui Maqueda (2ª Parte): “la Ley de Amnistía obedece a un modelo de Transición sin justicia y sin reparación”

Cualquiera de nosotros podríamos estar en la cuerda. Cualquiera que tenga una trayectoria de lucha, dentro de los derechos humanos, contra la impunidad del franquismo y, por supuesto, señalando todos los déficits que tiene esta democracia, en cuanto a política pública, que ayuden a los jóvenes, en sanidad, en educación, inmigración

Por Angelo Nero

Hay un cierto desprecio hacia las víctimas por parte del estado, cuando hasta el Rey acude a homenajes a los republicanos españoles muertos en el exilio, o a los campos de concentración nazis, donde también murieron muchos españoles, y sin embargo, aquí se niegan a darles Justicia y Reparación. ¿Qué tendría que cambiar en el estado para que, de una vez por todas, se reconocieran a las víctimas del franquismo, como han hecho otros países europeos, como Francia o Alemania?

Para que este estado reconozca a las víctimas del franquismo, lo primero que tiene que hacer, es declararnos víctimas, reconocernos la calidad de víctimas, que hoy por hoy solo nos han reconocido en Argentina, en el paraguas de la Querella. Debería reconocer la condición de víctimas, debería reconocer también como régimen criminal al franquista, que violó los más elementales derechos humanos, y poner en marcha políticas públicas de Memoria Histórica, porque no nos olvidemos que a los pilares fundamentales del derecho internacional que son la Verdad, la Justicia, la Reparación y la Garantía de No Repetición, se les tiene que sumar uno, que a mí me parece fundamental, que yo llamo el Deber de Memoria, que es la aplicación de políticas de memoria.

Es verdad que, sin que en los institutos, en los colegios, en los centros educativos, se estudie la situación de las víctimas, y se aborde la Reparación y el débito que tiene este país con ellos, no se va a avanzar, son las generaciones futuras las que tienen que reconocer que esto pasó, y que este estado ha hecho frente a esto, reparando el daño, el dolor y la herida de las víctimas.

A mí me duele mucho ver a Felipe VI o al presidente Sánchez, poner una corona de flores con la bandera de España en la tumba de Machado o de Azaña, me duele ese tipo de reconocimiento que no hacen aquí, y me duele la consideración de víctimas de segunda que tenemos.

La justicia española sigue negando a escuchar a las víctimas del franquismo y de la transición, lo que ha obligado a buscar esa justicia al otro lado del Atlántico, ¿Qué importancia tiene la Querella Argentina, en la que tu participas, y que recorrido ha tenido hasta ahora?

La Querella Argentina es un instrumento eficaz que tenemos las víctimas para enfrentarnos a la impunidad con que el estado español ha abrigado los crímenes de lesa humanidad que efectivamente cometió el franquismo. Es un instrumento que nos permite visibilizar la situación de las víctimas, que nos permite establecer un dialogo con la sociedad civil, que nos permite constatar que la justicia  española nos ha dado la española nos ha dado la espalda y que hemos tenido que cruzar el Atlántico, para organizarnos en torno a esta Querella Argentina como movimiento memorialista.

Es verdad que llevamos ya demasiado tiempo esperando que la Querella por fin establezca la justicia, que haya juicios, y que se repare a las víctimas, pero realmente la intención nuestra, el deseo nuestro, es que los crímenes se enjuicien aquí, que se haga justicia aquí, y se llegue a la reparación aquí, en España, que es realmente donde a las víctimas se les violaron los derechos fundamentales. Entonces si aquí se cometieron los grandes crímenes de lesa humanidad, es aquí donde deberían ser enjuiciados, y se debería repara a las víctimas.

Realmente nos fuimos a Argentina porque sabíamos que aquí nos cerraban una puerta, y otra, y otra. Pero, el deseo nuestro sigue siendo que la justicia nos alumbre aquí, a los descendientes de las víctimas.

Y con respecto a los avances, han sido pocos, es verdad, en bastantes años ya, pero algunos han sido muy importantes, como la exhumación del padre de Asunción Mendieta, por una orden expresa de la jueza argentina, o, por ejemplo, la imputación de Martín Villa, aunque no sea investigado, pero le ha pedido la jueza que aporte más datos. Son triunfos tremendos, ver en una resolución el nombre de Billy el Niño, del capitán Pacheco, uno de los grandes torturadores de este país, como imputado, o el del ginecólogo que fue uno de los responsables del robo de bebés, pues son avances que no tendríamos aquí, en España, y a las víctimas nos llena de orgullo, especialmente a las que hemos cruzado el Atlántico, y hemos puesto denuncias en Buenos Aires, en el juzgado nº5 de la jueza María Servini de Cubría.

Hay algo muy importante y fundamental, en la Querella, que son los obstáculos, las zancadillas, las puñaladas traperas que está dando el estado español, independientemente del gobierno, cuando estaba el gobierno conservador y también ahora con este gobierno progresista, no colaboran con la jueza argentina, y lo ha dicho en innumerables ocasiones, que necesita la máxima colaboración del gobierno en procesos como estos. Pero este lo único que hace es poner obstáculos continuos para que realmente no se satisfagan los deseos de justicia de las víctimas.

En junio de 2021 se ha inaugurado el Centro Memorial de las víctimas del Terrorismo, en Victoria, con una gran presencia institucional, sin embargo, todavía no hay un lugar donde, de modo similar, se recojan los testimonios de las víctimas del fascismo, y se les rinda homenaje, ¿sigue habiendo víctimas de primera y de segunda en el estado español, y en la memoria de la sociedad española?

Sí. Sigue habiendo víctimas de primera y de segunda, lo que pasa es que nosotras somos las últimas de la fila, y es triste compararnos con otras víctimas, por ejemplo con las víctimas del terrorismo. A mí me duele ver los reconocimientos que hay a las víctimas del terrorismo, por supuesto totalmente justos y necesarios, y que a nosotras se nos ningunee de esta manera. Simplemente es que no existimos, somos invisibles, si no fuera por la lata que damos y porque continuamente estamos, día sí y día no, por una noticia de Memoria Histórica, en los medios, y con nuestra presencia en las calles, con las exhumaciones y tal, estaríamos totalmente invisibilizadas, hubieran logrado lo que querían en la Transición, que era apartarnos y que no existieran las víctimas. Lo que pasa es que los descendientes hemos tomado esa bandera, y decidimos que había que nombrarlos, que había que recuperar la historia de cada uno, los nombres, las fotos, y que había que conseguir que este estado nos considerara víctimas y reparara la memoria de tantos.

Todavía tenemos otra asignatura pendiente con nuestra historia más contemporánea, con el relato no solo del franquismo, sino también de la transición, ¿se ha avanzado algo en la materia que se imparte en las escuelas, institutos y universidades, cara a la recuperación de nuestra Memoria colectiva?

Hace unos días estuve en un instituto, en San Fernando, Cádiz, y estuve dando charlas a 4º de ESO y a 1º y 2º de bachillerato, sobre Memoria Histórica, sobre la situación de impunidad que hay en el estado, cuales son los crímenes franquistas, que es lo que pretendemos nosotros, y siempre digo que esto es una cuestión de derechos humanos, y la verdad es que en los institutos siempre se quedan sin tratar la República, y, por supuesto, la Dictadura y los crímenes del franquismo, no lo ven. Pero, sí que depende mucho de los profesores y profesoras nuevos, jóvenes, que, aunque no se formaran en este tema de derechos humanos, sí que son conscientes de esta problemática, y es muy agradable encontrar a estos profesores que te llamen y te diga: ¿tú puedes venir? Porque estoy abordando, por ejemplo, “El silencio de otros”, lo hemos visto y yo quisiera que viniera una víctima y hablara con los chicos y chicas.

Y es una experiencia preciosa, yo ese día volví reventadita, muy cansada, porque di cuatro charlas por la mañana, pero fue una experiencia preciosa. Yo siempre lo abordo desde el amor, desde el deber que tiene este país, desde el amor de los familiares a las víctimas, como una herida de la ciudadanía, donde estamos englobados todos y todas. Y creo que la empatía es fundamental, en estos casos se tiene que lograr la empatía con las víctimas, ya hay demasiados discursos de odio, discursos de revanchismo, donde se nos señala, que nos queremos dar con los huesos de nuestros abuelos en la cabeza, que vamos por ahí abriendo fosas y abriendo heridas, ya hay demasiados discursos de estos, discursos que calan en la juventud, y que hay que romperlos con discursos de amor, de respeto, de tolerancia, de que aquí cabemos todos, de que las prioridades son las mismas para todos, y yo creo que eso es sano transmitir ese tema a los jóvenes de este país.

En los institutos, en el currículum escolar, se deberían incorporar todos estos temas de las violaciones graves de los derechos humanos, del derecho internacional, viéndolo desde esa perspectiva yo creo que las cosas cambias, te ponen en el lugar del otro.

Y ya si en los institutos no se ha abordado la violación de los derechos humanos en el franquismo, en la Transición mucho menos. La Transición se presenta como una época necesaria, con muchas luces, con pocas sombras, y que además fue modélica, un modelo a seguir, además, por muchos países, sobre todo del tercer mundo, como le llamábamos antes. Cómo se va a explicar que la Transición dejó heridas abiertas, que tiene sombras, y que la Ley de Amnistía obedece a un modelo de Transición sin justicia y sin reparación. Eso no se habla. Yo también hablo poco de la Transición en los institutos, debería abordarlo un poco más.

Estamos asistiendo a un avance, sin precedentes en nuestra democracia, de la ultraderecha, que ya tienen una importante presencia en muchos parlamentos autonómicos, y es la tercera fuerza política en el Parlamento español, ¿no se debe esto, además del apoyo mediático y financiero, que es innegable, a un cierto fracaso de la izquierda?

Que la ultraderecha esté en el parlamento me parece algo detestable y vomitivo, debería estar prohibida en este país. Si en la Transición se hubiera hecho un modelo en el que la apología del franquismo estuviera prohibida, y se no se fuese tan timorato, y se blanqueara tanto, y estos actos fueran delictivos, no se hubiera llegado hasta aquí. Pero, claro, se ha llegado a esto porque es evidente que se ha tenido la mano muy ancha, no se ha ido cerrando, sino abriendo cada vez más, y por eso están ahí, porque nunca ha pasado nada, porque hay una impunidad, en sus reuniones, en sus proclamas.

En “La cuerda” le das voz a personas de diversa condición, unidas en su último camino, entre olivares, pero no solo le das voz a las víctimas, sino también a los verdugos, cada uno haciendo inventario de los pasos que los han llevado hasta allí, ¿quiere mostrarnos el libro que cualquiera de nosotros, en aquel momentos, podríamos formar parte de la cuerda?

Sí. Cualquiera de nosotros podríamos estar en la cuerda. Cualquiera que tenga una trayectoria de lucha, dentro de los derechos humanos, contra la impunidad del franquismo y, por supuesto, señalando todos los déficits que tiene esta democracia, en cuanto a política pública, que ayuden a los jóvenes, en sanidad, en educación, inmigración, etc. Pues sí, cualquiera de nosotros pudimos estar en esa cuerda. Y cualquiera puede ser un verdugo, claro, cualquiera que defienda lo suyo y no tenga ninguna empatía con otras formas de pensar, y defienda el enfrentamiento, que fusilar al que piensa diferente es lo que hay que hacer, que  no contemple un dialogo, un intercambio de ideas, ni la democracia. Es normal que cualquiera de nosotros pueda estar ahí.

En las Xornadas de Memoria organizadas por la Deputación de Pontevedra, te vimos participar en un interesante coloquio con Susana Sánchez Aríns y Carlos Babío sobre la transmisión de la memoria, también de la los nietos que preguntan por el papel de su abuelo en la guerra civil o en la postguerra, ¿con que intención creaste al personaje del señorito, que intenta justificarse ante su nieto?

Me pasó una vez que di una charla en un pueblo y me vino un chico, y me dijo que su abuelo aparecía en el libro, como represor, como verdugo, que había colaborado en la represión de los vecinos de ese pueblo, y me impactó mucho. Era un chico joven, de unos 18 años, y me lo dijo con pena, con vergüenza, me pregunto: “¿pero tú crees que es posible? Han puesto a mi abuelo y yo casi no me lo creo”. La verdad es que me dejó impactada. Yo tenía pendiente crear un personaje y unirlo, para cerrar el libro, con el tema de ese movimiento de nietas y nietos, como punto y final de una persona que está en los últimos días, meses o años de su vida, que quiere olvidar eso aunque no pueda, aunque sueña con el olivar, y con esas personas caminando por el olivar, y que sin embargo la pregunta de su nieto lo altera totalmente. Ahora tampoco va a poder olvidar porque su nieto, que está en el movimiento de la Memoria Histórica, es el que pregunta y el que pone el límite al olvido, impidiendo que con su muerte se olviden estos crímenes.

Entonces, lo he escrito con la intención de unir esto, en satisfacer un poco personalmente las preguntas de este chico y darle un final como a mí me apetecía, y también demostrar que el movimiento memorialista, encarnado en los nietos y en las nietas, en los bisnietos, somos los encargados de que no se olvide esto, de poner los puntos suspensivos y no el punto final, una vez que esta persona colaboracionista, se vaya muriendo.

La represión en Andalucía fue brutal, y además de las matanzas de Sevilla o de la Desbandá de Málaga, cada pueblo tiene la huella negra del paso del fascismo, también, especialmente en ese mundo rural donde trascurre “La cuerda”, ha sido importante la transmisión del miedo, y del silencio de los vencidos, que las que trabajáis en la recuperación de la memoria tanto os cuesta vencer, ¿Qué te has encontrado en esos pueblos durante las presentaciones de “La cuerda” o del documental “El silencio de otros”, en el que también participaste?

En los pueblos en dónde he presentado “La cuerda” o el documental “El silencio de otros”, donde contribuyo al debate, me he encontrado muchas ganas de hablar, mucha necesidad de transmitir historias. Yo llevo casi veinte años en movimientos de Memoria Histórica, y creo que ha habido una evolución. Al principio cerraban la puerta, cuando íbamos por las calles con las fotos de los nuestros, hemos participado en algunos entierros, y había mucha gente que cerraba la puerta, incluso que callaba o que hablaba bajito cuando ibas a preguntar por un familiar, para que no se enterase la vecina. Eso ha cambiado, la gente tiene necesidad de habar, y encuentra en el movimiento memorialista, o en libros como “La cuerda” o en documentales como “El silencio de otros”, la oportunidad de hablar, de sanar, de pedir no ya justicia, porque sobretodo la gente mayor eso le cuesta pedir justicia como la enarbolamos nosotros, como una solución, como una salida, como una alternativa, pero tienen la necesidad de hablar, de decir: “a mí también me pasó, y quiero contarlo, quiero que lo sepan”, y es muy bonito escuchar sus historias.

Yo tengo historias tremendas que he ido recogiendo, y el próximo proyecto de libro que tengo, de mujeres, es para contar historias muy duras que me han ido contando. Hablar de Memoria con unos soportes como un libro, como un documental, es una oportunidad increíble, abre un horizonte ilimitado, es una herramienta muy bonita, muy oportuna, muy humana, porque emociona. Es lo que te hablaba antes de los chicos y chicas del instituto, toca la emoción, no está hablando de algo frío, si no que transmite la emoción, y creo que eso es lo que le falta a muchos políticos.

En el libro también has señalado que hay mucho de tu propia memoria familiar, ya que tu familia sufrió duramente la represión, de hecho tu familia también canalizó el dolor a través del silencio, ¿Cuánto hay de esta memoria particular y de que otras fuentes has bebido para escribir este libro?

Uno de los personajes de mi libro es mi bisabuelo, Juan Rodríguez Tirado, que es el anciano que va caminando en la cuerda. Él siempre está presente en mi vida, yo creo que a través del universo y el infinito, el me eligió, eligió a esta servidora para salvaguardar su memoria. Me planteo que en cualquier libro que escriba, cuando termine el próximo proyecto, la historia de él, de alguna manera, tiene que estar, una vez que hemos completado el puzle de mi familia, para mi es fundamental, y tener presente la dura realidad y la represión, el gran abanico represivo que sufrió mi familia: asesinato, prisión, tortura, incautación de bienes, robo de bebés, trabajo esclavo, exilio interior… siempre van a estar conmigo presentes, y su historia, de una manera o de otra, la voy a contar.

En este libro también están las historias que me han ido cambiando, en las presentaciones de libros, en las charlas de memoria, en las cervecitas que después nos tomamos con los familiares. Hay historias en este libro, por ejemplo, la de ese miliciano que iba andando y que le iban tirando una piedra a los pies, para hacérselos polvo, que me la contaron en un pueblo, un señor muy mayor, es una historia real. Y después he bebido de muchas fuentes, porque yo necesitaba hacerle un homenaje a las corporaciones municipales del 36, necesitaba un alcalde, y fui a presentar una exposición a un pueblo, a San Fernando, a Cádiz, y me enteré de la trágica historia de Cayetano Fontán, que había sido el alcalde, y lo puse en el libro. También necesitaba rendir homenaje al magisterio español, que nos dio tanto, y puse una maestra también. Y como no escribir sobre mujeres, con el papel que la mujer jugaba  entonces, con el asesinato de la niña Pavón, que también es real, paso en el pueblo de Morón, en Sevilla, porque simplemente quería separarse de su marido, porque no quería continuar con él, y al final la mató, un crimen de violencia de género, cómo diríamos hoy.

Quería cubrir un poco eso, y todas las fuentes han sido historias reales que yo conozco, y que yo necesitaba también sacarlas, ¿sabes? Porque a medida que las he sacado, también me ha ayudado mucho, a espantar el dolor.

“La moneda de cambio en la transición fueron los desaparecidos del franquismo en las cunetas?” afirmaste en una entrevista, ¿puede estar orgullosa de la Transición una clase política que ignora que somos el segundo país del mundo, después de Camboya, con más fosas comunes?

Obviamente. Así la venden y así la defienden. Si, a ellos no les importa que hay 114.000 muertos en las cunetas, y 2.000 fosas comunes en este país. Que haya calles dedicadas al franquismo, que estén llenas de su simbología, que en Córdoba o en Madrid se sustituyan en el callejero, nombres de demócratas por nombres de fascistas, que se rompan y se quiten las placas de homenaje a las víctimas en el cementerio de la Almudena. Ellos no tienen empatía ninguna, tienen el objetivo claro de defender el modelo de la Transición, y defenderlo a cambio de todo, y yo siempre digo: claro, la moneda de cambio fueron los desaparecidos en las cunetas, porque si empezaban a hablar de desaparecidos, y a sacar restos de víctimas, podría haber después consecuencias. Entonces seguían vivos los colaboracionistas, los verdugos, los que dispararon y torturaron, y claro, eso no lo iban a consentir, lo dije en una entrevista, y lo sigo pensando ahora, que los desaparecidos eran una moneda de cambio.

Hay  otra herida abierta en tu familia, y en la de muchas familias españolas, de la que no se habla con el interés que merece, el de los bebés robados, ¿Cuál es la magnitud de este crimen que se puede equiparar al que ocurrió durante la dictadura argentina?

La desaparición de bebés es algo atroz. Yo lo he vivido desde chica en casa, mi madre siempre nos ha pedido: por favor, buscar a vuestro hermano, quiero ver a mi hijo antes de morir, quiero abrazarlo. Y, sin embargo, mi padre decía que mi madre estaba loca, decía: yo lo enterré. Hasta que después de unos años, pusimos la denuncia, y mi padre se dio, efectivamente, cuenta de que lo habían engañado, que mi madre no estaba loca.

Es tremendo el robo de bebés, de un hijo, no tiene comparación con nada, porque incluso con la muerte de un hijo, sabes que se ha muerto, pero así, con un niño robado, que tú sabes que está con otra familia, que lo están criando otros… eso es un dolor tremendo, por parte de la madre, y una asignatura pendiente, de las más grandes que hay en este país, en relación a la Memoria Histórica.

Porque además estamos hablando de desaparecidos vivos, porque a nosotros nadie nos ha dicho nada de donde está mi hermano, porque mi hermano vive.

Hay mucho dolor, y aunque mi madre haya tenido cinco hijos más, mi madre no lo olvida. Así que es atroz el dolor, y la asignatura que tenemos que todavía tenemos que resolver.

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