El inicio del movimiento obrero en el Imperio austrohúngaro

Era positivo que los agricultores comenzaran a movilizarse, aunque todavía no de forma autónoma, como hemos visto. Los hechos terminarían enseñándoles que sus intereses iban inextricablemente unidos a los de los obreros industriales, siguiendo los principios de la lucha de clases socialista.

Por Eduardo Montagut | 13/02/2024

En esta pieza nos acercamos al análisis que F. Sield realizó del inicio del movimiento obrero en el Imperio austrohúngaro a mediados de la década de los años ochenta del siglo XIX, y que “El Socialista”, publicó en su númer0 33.

Seild consideraba que el movimiento obrero en el Imperio estaba poco desarrollado. Solamente existían focos importantes en Bohemia, Moravia, Viena y Budapest, es decir, en los lugares donde se había desarrollado la industrialización. Pero la mayor parte de la población del Imperio estaba compuesta por artesanos de pequeños talleres y, sobre todo, por campesinos. El grave problema rural tenía que ver con el aumento de las deudas de los pequeños campesinos que, siempre según el autor, terminarían siendo absorbidos por los grandes propietarios. Al parecer, habían comenzado a reaccionar y habían fundado Sociedades, aunque dirigidas por políticos, que el autor calificaba de “sui generis”. Pero la ruina llegaría por la competencia de los productos agrarios americanos, egipcios o indios, en un análisis muy claro de lo que estaba suponiendo la primera gran globalización económica en tiempos de la Segunda Revolución Industrial. No olvidemos que la Gran Depresión de 1873, que tuvo en Viena uno de sus episodios más llamativos, en la cuestión agrícola está muy relacionada con la competencia, especialmente de cereales, de los productos de ultramar, mucho más baratos por los bajos costes de la mano de obra, y por unos transportes cada día más modernos y eficaces.

En todo caso, para el autor del artículo era positivo que los agricultores comenzaran a movilizarse, aunque todavía no de forma autónoma, como hemos visto. Los hechos terminarían enseñándoles que sus intereses iban inextricablemente unidos a los de los obreros industriales, siguiendo los principios de la lucha de clases socialista.

La situación de los campesinos húngaros era aún peor. En los alrededores de Budapest sufrían hambre, justo en un país muy rico en producción cerealística. Pero se estaba sufriendo una fuerte crisis por las malas cosechas de patata y maíz, el alimento básico de los labradores. La filoxera, por su parte, había destruido los viñedos. Los agricultores habían solicitado al Gobierno una rebaja de las contribuciones que, al parecer, eran muy altas.

El movimiento obrero comenzaba a tener importancia en el Imperio. En el pasado había habido, justo en tiempos de la Comuna de París, un movimiento socialista pero la crisis de 1873 lo había liquidado, junto con la disputa con los anarquistas.

Seild aludía a cómo lo más activo del movimiento había emigrado a Alemania, Suiza y Estados Unidos. Había que aludir a un órgano socialista en Moravia –Volks-freund– pero con muy poca tirada, además de perseguido. Las autoridades eran muy activas contra todo tipo de propaganda socialista. En todo caso, los obreros vieneses estaban moviéndose para crear un diario obrero en la capital imperial. Se reunían en un círculo obrero político, el Wahrheit (Verdad).

En Hungría había más periódicos, en alemán y húngaro, y parecía que existía un mayor grado de libertad que permitía moverse y organizarse a los obreros, favoreciendo el desarrollo de las ideas socialistas.

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