Consecuencias de la falta de transparencia en los discursos

Es necesario entender que la teoría queer, es una adaptación político-cultural a la fase tardía del capitalismo, puesto que no plantea ninguna ruptura con el individualismo y la comercialización de los cuerpos.

Por Araba Abolizionista

Confusión, esta es la palabra que mejor describe la situación política que vivimos actualmente. Se promueve la confusión de varias maneras, con un objetivo claro, que la sociedad en su conjunto no conozca qué diferencias hay en el colectivo LGTBI, nombrado así, con el fin de mostrar una homogeneidad que no es tal.

Se están dando varias actuaciones a la vez, bloqueo informativo para que no lleguen noticias del exterior, invisibilización de las voces discordantes y amenazas y coacciones directas a las lesbianas que hacen pública su discrepancia.

Debajo del edulcorado escenario que pretende mostrar el colectivo trans, lo que se oculta es un ejercicio de poder total para controlar la sexualidad de las lesbianas, puesto que estas son las únicas que resisten al modelo falocéntrico que se quiere imponer, ahora, bajo un aura de supuesta libertad.

Un claro exponente de este ejercicio es el techo de algodón, término acuñado por el propio colectivo trans, que hace referencia al algodón de las bragas de las lesbianas, en una referencia visual totalmente degradante para las mujeres. Con este término denuncian las dificultades que tienen los hombres autoidentificados de mujer y que conservan sus genitales masculinos, para tener relaciones sexuales con lesbianas. Las relaciones sexuales deben basarse en un deseo mutuo, si una parte expresa su negativa a tener relaciones sexuales con ciertas personas por el hecho de que no existe atracción sexual a los genitales de esa persona, es algo totalmente legítimo, porque las relaciones sexuales se tienen en buena medida con los genitales. Articular un discurso político y una denuncia pública, en base a que las lesbianas y en general las mujeres, tenemos obsesión con los genitales y el miedo a la violación, es violencia simbólica.

La definición de violencia simbólica según Bourdieu, es que son estrategias construidas socialmente en el contexto de esquemas asimétricos de poder, que se naturalizan e interiorizan, de manera que las relaciones de poder se convierten en evidentes e incuestionables, incluso para las sometidas, y que de hecho se necesita la colaboración de quienes lo padecen. Esto último se consigue en las mujeres a través de la socialización que se nos hace, así a las mujeres se nos hace creer que tenemos que estar accesibles a los deseos y necesidades de los hombres, y dispuestas siempre a tener relaciones sexuales con ellos. Así se conforma la cultura de la violación.

Esa es la razón de que muchos violadores no entiendan que han violado, porque en su esquema mental no conciben una negativa recibida de una mujer. Este planteamiento es el que presenta el colectivo trans, cuando hace pública la denuncia del rechazo de las lesbianas a tener sexo con personas que mantienen sus genitales masculinos. Pues bien, una mujer te dice que no, fin la discusión. Si como defienden estas personas trans sus penes son de mujer, y son mujeres de hecho, en coherencia con su discurso, no deberían tener problemas en tener relaciones sexuales con otras personas con pene que digan ser lesbianas.

Este intento de imposición al 2-3% de la población que no tiene presencia del falo en sus relaciones, es una de las causas que ha provocado una escisión completa en el colectivo LGTBI. En muchas ciudades están surgiendo grupos

LGB o exclusivamente de lesbianas, RED LGB, LGB Madrid o Get the L Out, con el fin de defender el concepto de orientación sexual, y por ende de las orientaciones sexuales hacia el mismo sexo, puesto que el borrado del sexo borra las orientaciones sexuales, ya que las definiciones de identidad de género recogida en los Principios de Yogyakarta, niegan el poder de decisión de las lesbianas, al condicionar su deseo y sexualidad a una falocracia hegemónica, además de la contradicción que supone la defensa de una diversidad sexual, que no es tal, puesto que tilda de discurso de odio y boicotea las decisiones de las mujeres que expresan su deseo de relacionarse exclusivamente con mujeres. Si no hubiese tal resistencia tendríamos una sociedad 100% falocéntrica, y que alguien me explique dónde está la diversidad ahí.

De hecho, este intento de imposición del falocentrismo, también afecta a las mujeres heterosexuales y bisexuales, porque el ejercicio de poder realizado refuerza aún más si cabe la neutralización simbólica y política de que una mujer pueda decir que NO a un hombre.

Pero, ¿cómo hemos llegado a este punto de defensa a ultranza del falocentrismo? Para explicarlo hay que retroceder a los años ochenta, años en los que el feminismo estaba consiguiendo logros y el feminismo lésbico tenía relevancia tanto política como pública. Una de sus representantes aún en activo, es Sheyla Jeffreys, activista y escritora que ha abordado en sus textos la teoría feminista radical y lésbica. Según ella misma cuenta, en los años ochenta estas mujeres habían conseguido desafiar la existencia del género como un sistema de poder, y también el matrimonio y la heterosexualidad como instituciones políticas y animaron a muchas mujeres a sumarse al lesbianismo con éxito, ideas estas, que resultaron demasiado radicales para los años 90, que no fueron tan atrevidos a nivel político.

Coincide en el tiempo la publicación del libro El género en disputa de Judith Butler en 1990, que constituye de hecho un retroceso en los planteamientos político-filosóficos para las mujeres, puesto que defiende la performance del género como una manera de desestabilizar el heteropatriarcado. La teoría queer no busca abolir el género como sí lo hacen las feministas radicales, sino que su apuesta es amoldarse a él, teniendo esto unas consecuencias gravísimas en la vida de las mujeres.

Es necesario entender que la teoría queer, es una adaptación político-cultural a la fase tardía del capitalismo, puesto que no plantea ninguna ruptura con el individualismo y la comercialización de los cuerpos. Butler esgrime su teoría partiendo de los supuestos de Derrida, quien describe el concepto de deconstrucción, que en su origen, es una teoría de la literatura de análisis de textos, pero después el propio filósofo extendió a más campos. Derrida analiza el signo y cómo forma parte de un sistema de valores relacionados entre sí.

Analiza el lenguaje y formula el concepto de deconstrucción, a la vez que se va extendiendo la crítica hacia un contexto único que explique la sociedad.

La teoría del arte* explica que inicialmente, los mensajes fueron separados de los contextos porque este movimiento era necesario para hacer cuantificable la información, y una vez utilizado este supuesto para formular una teoría de la información, la tecnología de la información se desarrolló rápidamente. Una vez afirmada la tecnología, la separación entre mensaje y contexto, que

empezó como una premisa teórica, se convirtió en una condición cultural. La desaparición de un contexto universal y estable es el contexto para la cultura posmoderna.

A medida que se generaliza la idea de que los contextos son construcciones y no hechos dados, adquiere importancia otro dato: quién controla qué contexto y con qué propósito. Si alguien controla el contexto en el que se difunde información negativa, tiene más posibilidades de controlar la manera en la que esta información será interpretada.

En estos contextos variables no podemos decir que desaparezca la arquitectura del poder capitalista, porque como se puede constatar con el neoliberalismo, es estructural, y tiene fuertes anclajes en el Estado, la economía y la política, que llegan a determinar qué personas son legales o ilegales. En el caso de las personas migrantes, no cabe la autoidentificación como medio a ser considerado ciudadano de pleno derecho, llegando a ejercerse un poder sobre estas personas de manera absoluta, por lo que la capacidad de autoidentificación personal como forma de subversión al heteropatriarcado y al control del Estado sobre los cuerpos, queda supeditado, al poder absoluto del Estado y su entramado político. Como consecuencia, solo cabe hacer, como defiende Butler y la teoría queer, una performance del género, esto es, una ficcionalización de rebeldía ante el patriarcado y el Estado, pero sin cuestionarlo, porque la ficcionalización en sí, solo es una representación de una posible variable de la realidad existente.

Lo que defiende el feminismo previo a la teoría queer, es la abolición del género, es decir, la abolición del sistema político que facilita la opresión de las mujeres, esto incluye al capitalismo, puesto que éste necesita del sometimiento de las mujeres para beneficiarse de su capacidad reproductora.

Se pueden observar una serie de contrastes discursivos entre la teoría queer y el feminismo, por ejemplo, en el libro de Nancy Fraser y Judith Butler,

¿Redistribución o Reconocimiento? Un debate entre marxismo y feminismo (2000) las dos autoras defienden sus posturas. Fraser con la redistribución como forma de lograr la justicia social, pero sin abandonar el reconocimiento, Butler con sus políticas del reconocimiento como vía única para lograr cambios sociales, pero teniendo como campo de acción al individuo, por lo que la lucha entre clases sociales suele quedar relegada. De hecho, Linda Gordon hace una autocrítica a la interseccionalidad como se entiende en los países anglosajones, por la cual critica, que dicha interseccionalidad no incluye los ejercicios de poder ni la desigualdad de clase.

Ciertamente, esto sigue siendo así, si leemos la entrevista a Butler, publicada en El País (30/04/2022), no se posiciona en contra de los vientres de alquiler, sino que lo ve como una forma de ganarse la vida. Cuando la periodista le pregunta si no lo considera un foco de desigualdad por la diferencias de clases, Butler contesta que puede que no lo haya pensado suficientemente. El punto más importante a analizar en cuanto a los vientres de alquiler, que es que lo realizan mujeres pobres movidas por la necesidad, no lo ha pensado, y cabe preguntarse, ¿qué ha analizado entonces?

¿Cuál es la consecuencia de que no se incluyan las relaciones de poder en la performance del género y presentarla en cambio como el planteamiento que puede liberarnos a todas las personas?

Si se analiza cómo funciona la opresión hacia las mujeres, se observa que para que sea eficaz, tiene que haber un disciplinamiento basado en la violencia hacia las mujeres, y que éste parte tanto del Estado como de las prácticas sociales. La propuesta del feminismo para acabar con esta situación era por una parte hacer conscientes a las mujeres de la violencia que sufren, abolir el género, es decir las prácticas sociales que sostienen la subordinación de las mujeres y cambiar las políticas estatales. La propuesta de la performance de Butler se podría resumir en intercambiar los papeles de los géneros que pone a disposición de la gente la arquitectura disciplinatoria del patriarcado y realizar un intercambio de los estereotipos sexistas, pero sin buscar su eliminación, y de esta manera desestabilizar al patriarcado.

Pero si no buscas eliminar los estereotipos sexistas, y permites que siga existiendo la arquitectura simbólica y política que da oxígeno y sustenta el patriarcado, todo queda enmarcado en una serie de etiquetas sociales, que no arañan las estructuras del poder, sino que el propio capitalismo encuentra un nuevo mercado en ellas.

El problema de todo esto, es que de unos años a esta parte, las defensoras de lo queer, están llevando a cabo la presentación de su propuesta política, borrando del mapa la historia del feminismo y su presencia en universidades y cancelando a quien no esté de acuerdo. Como ejemplo representativo de esto es el caso de Laura Favaro, que ha perdido su puesto de trabajo en la Universidad por intentar hacer una investigación sociológica sobre las fricciones entre la teoría queer y el feminismo.

Resulta llamativo, que quienes traen de la mano a Foucault y la crítica a la Modernidad como discurso totalizador, hagan uso del privilegio que ostentan de un conocimiento de filosofía y política, mayor que la inmensa mayoría de la población, que no es consciente de la influencia de la filosofía en sus vidas, y sabedores de esta asimetría del conocimiento, construyan un escenario político y cultural donde la única solución a los problemas de las mujeres y otras minorías es su propuesta, descalificando y silenciando, a la teoría que les puede contestar, que es el feminismo.

Esto es, de hecho, elitismo, saber que estás presentando el conocimiento de manera parcial y que esto va a tener consecuencias en la sociedad, y hacerlo desde una posición de poder y bajo el amparo del Estado.

Se podría pensar que esto afecta solamente, como una situación de confrontación en las Universidades, o en otros foros, pero lo cierto es que las consecuencias son generalizadas. Se está legislando en base a preceptos de la teoría queer, que afectan a toda la población, no solo a las mujeres, y se hace uso conscientemente de la asimetría de poder y de conocimiento, pidiendo la adhesión como un acto de fé, y si no comulgas automáticamente se te adscriben todos los adjetivos pertinentes del ciudadano retrógrado, todo un ejemplo de democracia.

1 Comment

  1. Artigo cheo de falacias («…borrando del mapa la historia del feminismo…»???) e que cae no que supostamente quere denunciar, a falla de transparencia, pois, dende o meu punto de vista, o titular non se corresponde coa argumentación. Entrase en contradicións como tachar de elitismo aquilo que se acaba de facer en parágrafos anteriores, isto é, facer uso do privilexio de ter coñecementos de filosofía e política e presentalo de xeito parcial. Do mesmo xeito que vós citades a J. Butler nunha entrevista a «El País», eu vou citar a Paul B. Preciado nese mesmo medio «el paradigma de la diferencia sexual y la taxonomía racial que lo acompaña es una sistema de representación que se inventó con el capitalismo colonial en el momento de la expansión colonial del XVI que se instala en el XIX y que es el entramado invisible de la estructura patriarcal. Y desmontarlo supone desmontar esa estructura de privilegio y de poder que tienen algunas personas sobre otras. Cuestionar el binario supone cuestionar también el privilegio de los hombres heterosexuales blancos sobre las mujeres, sobre las mujeres trabajadoras, las mujeres trans… Es una cuestión de deconstrucción de privilegios. Lo dificil no es modificar la percepción, sino transformar el sistema de poder que le acompaña…Como en todo movimiento, hay un feminismo conservador, colonial, blanco, supremacista, y hay un feminismo transformador, trans, etc…Yo, como filósofo e historiador de género y de la sexualidad, propongo una abolición de la inscripción de la diferencia sexual en la Administración. Y eso haría que las leyes trans ya no tuvieran sentido porque no haría falta cambiar de género. Y las feministas clásicas podrían entender por qué las luchas trans son el paso sin el que no se pueden llevar a cabo las luchas del feminismo.»(21/04/2022). Para rematar, e como exemplo da democracia que irónicamente demandades na fin do artigo, gustaríame que, sendo consecuentes coa vosa petición de transparencia, en artigos sucesivos, de os haber, deixárades máis clara a vosa postura, un saúdo.

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