Coeducación: antídoto contra las violencias machistas, el machismo, el sexismo y el sistema patriarcal (Parte 1, Introducción y conceptos)

Por Laura Isabel Gómez García

España posee en su Código Penal dos fabulosas leyes en materia de Igualdad y en prevención de la violencia de género. En ellas se contemplan de manera explícita la consecución de la Igualdad entre hombres y mujeres, y la lucha efectiva contra la violencia de género, pero su implantación requiere mucho tiempo, dotación de recursos económicos, recursos humanos cualificados, y grandes esfuerzos desde las instituciones públicas y privadas, así como un firme compromiso político y social por implementar todas esas medidas, algo que a día de hoy tristemente aún no se ha logrado.

En materia de EDUCACIÓN no se ha hecho prácticamente nada en todos estos años de vigencia de ambas leyes, de ahí que los datos que tenemos sobre violencias machistas, consumo de pornografía, prostitución, y conductas machistas en la población adolescente sean tan alarmantes. No es que no haya legislación que las combata pues dentro de ambas leyes mencionadas existen apartados en materia de educación, y prevención, es más bien que no se han implementado, o se ha hecho, pero poco y mal, y siempre desde una perspectiva “voluntaria” y no por imperativo legal. De ahí que la violencia machista y sus comportamientos sexistas entre los y las jóvenes esté enquistada, conductas que trascienden fuera del ámbito escolar y se reproducen en las primeras relaciones de pareja. 

El documento de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW), por cierto, ratificado por España, en su artículo 10 apartado III, establece que: 

«Los Estados Partes adoptarán todas las medidas apropiadas para eliminar la discriminación contra la mujer, a fin de asegurar la igualdad de derechos con el hombre en la esfera de la educación»

La Convención contempla una serie de aspectos educativos, los cuales pretenden asegurar las condiciones de Igualdad entre hombres y mujeres en y desde las aulas.

Éstos son: 

  • Las condiciones de orientación en materia de carreras, orientación profesional, acceso a los estudios y obtención de diplomas en todos los niveles educativos y para toda la población

  • El acceso a los programas de estudio, exámenes, personal docente y calidad de los locales y equipos escolares 

  • La eliminación de todos los estereotipos relativos a los papeles masculinos y femeninos, mediante el estímulo de la educación mixta y la modificación de libros y programas escolares

  • Las oportunidades para la obtención de becas y otras subvenciones para cursar estudios

  • Las oportunidades de acceso a los programas de educación complementaria y alfabetización funcional y de adultos

  • La reducción de la tasa de abandono femenino en los estudios y la organización de programas para las jóvenes que los abandonan prematuramente

  • Las oportunidades para participar en el deporte y la educación física

  • El acceso al material informativo que contribuye a asegurar la salud y el bienestar de la familia, con especial mención al asesoramiento sobre planificación de la familia

  • Revisión, en el ámbito escolar, tanto del sistema de valores y actitudes que se transmiten, como los contenidos curriculares que eviten los estereotipos y la invisibilidad de las mujeres en los contenidos de las materias, con el fin de construir una ciudadanía igualitaria en la que ambos sexos puedan desarrollar sus múltiples capacidades

Sexo y género

El género, es el conjunto de roles socialmente construidos, que definen comportamientos, actividades y atributos que una sociedad considera apropiados para hombres y mujeres; son las características diferenciadas que cada sociedad asigna a hombres y mujeres. 

En cuanto al sexo, son todos los rasgos fisiológicos y biológicos de ser hombre o ser mujer.

En resumen, con el sexo se nace y el género se adquiere a través del aprendizaje cultural.

El sistema sexo-género en el que nacemos, nos criamos y vivimos, no sólo organiza las relaciones entre mujeres y hombres, sino que construye lo que cada persona según su sexo ha de ser en la sociedad y en sus relaciones interpersonales. Este sistema también condiciona y propicia la valoración asimétrica y desigual en las relaciones entre el género masculino y femenino, en las que los hombres claramente ostentan la posición dominante; algo que no solo se produce en las relaciones interpersonales, sino que abarca multitud se ámbitos: educativo, social, laboral, sexual, etc. 

En definitiva, género y sexo no son conceptos sinónimos. El género no está unido a los caracteres sexuales, sino que está determinado por la cultura y la educación; y es este sistema jerarquizado sobre el que se sustenta el Patriarcado: una construcción histórica y social pero que es posible cambiar por otro modelo más justo e igualitario, que es el enfoque que el Feminismo da en sus múltiples estudios que han sido realizados durante más de 300 años de análisis y estudio sociológico.

Roles y estereotipos de género

El aprendizaje de género es una de las más importantes y primeras lecciones que nos enseñan dentro de la familia, en la escuela, a través de las distintas religiones, tradiciones, culturas y de la sociedad en la que vivimos. Todo este proceso de aprender, interiorizar, comprender y aceptar normas y valores colectivos que rigen la convivencia de la Sociedad en la que nacemos, es a lo que llamamos Socialización. Así es como niñas y niños se convierten en las mujeres y los hombres del mañana; a través de este proceso que transmite las actitudes que se consideran adecuadas para cada sexo y, por el contrario, obliga a reprimir aquellas que no se ajustan a los roles y estereotipos establecidos, generándose así pautas de comportamiento atribuidos y atribuibles a lo masculino (masculinidad) y a lo femenino (feminidad).

Todo esto lleva a educar, de manera implícita o explícita, potenciando determinadas capacidades y actitudes, de forma distinta a niños y niñas desde incluso antes de nacer. El famoso rosa para niñas y azul para niños. Es muy común esperar a saber el sexo del bebé para empezar a comprar ropita, juguetes y decorar su futura habitación, como si comprarle un pijamita rosa a un niño fuera una aberración (o un conjunto azul a una niña). De este modo se configura un entramado simbólico, unas expectativas respecto a lo que ese bebé será, y un imaginario social aceptado.

Es así como se configuran los roles de género, que son el conjunto de normas, comportamientos, actitudes, aptitudes, de papeles y expectativas, asociados a cada uno de los géneros, masculino o femenino, dentro de un grupo o sistema social determinado. Estos atributos y valores de género, son establecidos desde criterios de deseabilidad social, y conforman así, “la masculinidad” y “la feminidad” de las personas, lo que conlleva a un condicionamiento y una limitación de las personas para desarrollarse plena y libremente. 

De ahí que el Feminismo sea abolicionista del género. Solo cuando no existan los géneros, las personas podrán ser lo que quieran ser más allá de la cuadricula del sexo con el que han nacido y del género que la sociedad les ha asignado. No hay cosas, ni profesiones, ni juguetes, ni ropa, ni trabajos “de hombres” o “de mujeres”. Todos y todas podemos ser todo aquello que queramos ser, y hacer todo lo que queramos hacer, expresándonos como queramos y deseemos. “Los hombres no lloran”, “Las mujeres son más serviciales”, “un hombre no sabe limpiar”, “una mujer no puede mandar”, “una mujer que quiere ser futbolista es un marimacho”, “un hombre que quiere ir a clases de ballet es maricón”, y así un sinfín de prejuicios que nos encasillan y nos limitan, convirtiéndonos a unos en machotes, y a otras en flores delicadas; todo ello caldo de cultivo para la violencia contra las mujeres, el sexismo, el machismo y otro tipo de violencias como por ejemplo el bullying.

Todavía hoy no hemos derribado todas estas barreras, prejuicios, estereotipos, creencias, y aprendizajes, por ello no es de extrañar que estemos como estamos en pleno S.XXI con las cifras de violencia machista en edades tempranas. Si bien es cierto, que sí se está empezando a trabajar en deconstruir todo este sistema de creencias, pero no lo suficientemente rápido ni lo suficientemente efectivo.

La construcción social del género influye profundamente en el desarrollo de la personalidad, tanto en el aspecto moral, intelectual como en el afectivo; lo que nos hace entender que la consecuencia de esta construcción produzca y reproduzca generación tras generación, una realidad injusta, desigual, una distribución del poder asimétrica, y la exclusión y discriminación, sufridas históricamente por las mujeres.

Violencia de género y Educación

De acuerdo con la Ley 13/2007 de 26 de noviembre, de Medidas de Prevención y Protección Integral contra la Violencia de Género, define el concepto de violencia de género como: 

» Toda conducta que atenta contra la dignidad e integridad física y moral de las mujeres por el hecho de serlo, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres». 

Toda violencia ejercida de una persona sobre otra se desarrolla a través de una situación de dominación-sumisión entre ambos, en la que alguien más poderoso y/o fuerte intenta someter mediante conductas agresivas a otro alguien que es percibido como más débil, para que de este modo la víctima se sienta inferior y acepte que esta subyugada al victimario quien ejerce la violencia sobre ella.

Como consecuencia de esta relación asimétrica, y en el caso de la violencia contra las mujeres, la sociedad atribuye una supuesta superioridad del hombre sobre la mujer, las desigualdades que se derivan de esta situación son las que determinan el origen del problema; una Sociedad Patriarcal donde a la mujer se la educa desde la más tierna infancia para tener un rol secundario de forma que es percibida como “el sexo débil”, colocándola así en una situación de subordinación respecto a los hombres (“el sexo fuerte”).

Afortunadamente hoy las mujeres se están emancipando, son cada vez más libres, independientes y autónomas, pero esto choca con ese rol preestablecido y patriarcal que establece, subliminal y no tan subliminalmente, que hombres y mujeres no son iguales. Cuando las mujeres cuestionan y luchan contra los estereotipos y la socialización de género impuesta, es cuando aparecen respuestas agresivas y violentas que tratan de restablecer la situación de dominio, poder y subordinación, con el fin de mantener ese estatus de poder sobre la mujer, sus privilegios de género (masculino), y los pilares que sustentan el sistema patriarcal que tan cómodo ha resultado para los hombres durante tantos miles de años. No olvidemos que como hemos mencionado antes, a las mujeres se las educa para ser sumisas, delicadas, dependientes, contenidas en sus expresiones de carácter y para ser “una señorita bien educada”; pero por el contrario tenemos a los hombres que son educados y socializados de manera radicalmente opuesta, lo que legitima de esta manera, el hecho de que ser violento por el mero hecho de ser hombre, es “normal”.

La Educación, es uno de los factores clave en la erradicación de la violencia de género y aunque hoy en día niños y niñas comparten espacios escolares y sociales, se siguen produciendo mecanismos sutiles que emiten mensajes y modelos diferentes de cómo debe ser un hombre y de cómo debe ser una mujer.

Dentro de los ámbitos de intervención, dentro de la Educación, se debe y se tiene que partir de la premisa de educar para la igualdad, que supone trabajar aspectos específicos con las chicas y los chicos con el fin de construir unas relaciones igualitarias y sanas en la edad adulta que mejoraran la convivencia y prevendrán la violencia en las futuras relaciones de pareja. Es aquí donde el Modelo de Educación Coeducativo tiene toda la fuerza y el poder de educar en una igualdad real y efectiva más allá de una igualdad formal que es la que tenemos ahora.

Feminismo vs. Machismo y Androcentrismo

El Feminismo surgió durante el periodo de la Ilustración para reivindicar que las mujeres eran ciudadanas y tenían pleno derecho a la Igualdad, así como a ser dignas de tener el derecho a vivir en plenitud igual que los hombres, algo que desde el movimiento de la Ilustración se negaba ya que ésta era una corriente androcentrista y cuya ética universal borraba, obviaba y ninguneaba a las mujeres ya que sencillamente no eran consideradas ni como ciudadanas ni como sujetos de derechos.

El Feminismo no es lo contrario del machismo. El Feminismo considera que las relaciones deben basarse en el respeto mutuo, y que ningún sexo tiene poder sobre el otro. El Feminismo reconoce las diferencias entre hombres y mujeres, pero dentro de en un marco de igualdad de derechos, partiendo de la emancipación, empoderamiento y la liberación de las mujeres. El Diccionario de la RAE, define al Feminismo, en una de sus acepciones, como: “doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los varones”. 

Por ello, Feminismo y machismo no son lo mismo. Mientras el Feminismo tiene una visión global e inclusiva de la Humanidad, el machismo es androcentrista, lo que significa una concepción del mundo y de la vidadesde una perspectiva en la que los valores masculinos centrados en el hombre son el eje central de la vida y de todos sus ámbitos.

Perspectiva de género 

La llamada perspectiva de género desde la Teoría Feminista tiene como fin la construcción de una nueva configuración de la Historia, la Sociedad, la Cultura, la Economía y la Política teniendo en cuenta a las mujeres, haciéndolas participes de la Historia y la Sociedad, dándoles el lugar que les corresponde dentro de la Historia Universal; reconociendo la diversidad humana como principio esencial en la construcción de una Humanidad diversa y democrática. 

Integrar la perspectiva de género en todos los ámbitos y aspectos de la vida y la realidad social, produce y supone una gran revolución intelectual, tanto en lo individual y personal, como en la cultura y en el imaginario colectivo de la sociedad en su conjunto.  Un claro ejemplo de esto se ve en los relatos de la Historia Universal. Si cogemos cualquier libro de texto académico veremos que parece ser que hay un escaso o nulo número de figuras femeninas que han contribuido a lo largo de la Historia de la Humanidad en diferentes disciplinas y ámbitos de la cultura. Nos han hecho creer que no ha habido científicas, inventoras, guerreras, artistas, investigadoras, músicas, etc. Hoy sabemos que no es cierto y que ha habido y hay grandes figuras femeninas en la Historia a pesar de tener el mundo en contra, conseguían estudiar, crear, inventar, ir a la guerra, publicar magníficas obras y hacer grandes cosas. La Historia épica de las mujeres, nos ha sido robada. Una historia que es grandiosa pero que está invisibilizada para que solo sea contada la épica masculina, como si el mundo solo lo hubieran construido ellos, cuando lo cierto es que lo hemos construido entre mujeres y hombres. Las niñas cuando abren sus libros no ven en ellos a mujeres que han hecho grandes cosas, solo ven a hombres que las han hecho, esos referentes femeninos robados son cruciales en el desarrollo de las niñas (y también de los niños). Si no ven mujeres científicas, músicas, inventoras, artistas… ¿Cómo van a querer ser una? 

El enfoque de género, por tanto, es una herramienta fundamental para el cambio hacia la igualdad real y efectiva de oportunidades entre hombres y mujeres, y ello empieza desde la escuela infantil y se prolonga durante todas las demás etapas educativas. Es en la Educación, tanto dentro como fuera de la escuela donde se ha contribuido de manera significativa y sistemática a la desigualdad entre géneros, mediante ese borrado de las mujeres en la Historia, la utilización de un lenguaje excluyente y discriminatorio, y un imaginario en el que las mujeres son solo objetos bonitos que admirar y cuya valía la determina su belleza o fealdad, nunca su inteligencia. 

Por todo ello, sólo desde la trasformación estructural de estas dos dimensiones educativas (dentro/fuera de las aulas) que pretende hacer el Modelo Coeducativo, es posible evitar que se siga reproduciendo la hegemonía masculina imperante en el sistema educativo actual.

El Modelo Coeducativo reformula la vida cotidiana, entendiendo que las diferencias entre mujeres y hombres no son ni pueden ser limitantes para el desarrollo y el aprendizaje, sino todo lo contrario.

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