Hoy Chile está metido en otra reforma constitucional de resultados inciertos, ya que esta vez está dominada por la derecha y la ultraderecha, a diferencia de la primera.
Por Cecilia Vergara Mattei / Estrategia.la
En este 2023 no salieron a las calles las multitudes del 2019, pero hubo enfrentamientos parecidos a los de esa época, con los “pacos bastardos”, ahora comandados por el “progresista” presidente Gabriel Boric, quien alcanzó la presidencia con el rédito de la indignación popular de hace cuatro años.
Hubo decenas de actos barriales a lo largo de todo el país, y en la Plaza de la Dignidad, en Santiago, cientos de jóvenes pelearon contra los gases y el agua con químicos de los carabineros, cantaron sus consignas, agitaron banderas mapuche y desafiaron a la represión, exigiendo libertad “para los presos por luchar”, que aún quedan de la Revuelta. Estos jóvenes y otros como ellos, son la semilla de aquella Revuelta política y cultural que en ese momento llenó de esperanza a todo Chile.
A cuatro años de la Revuelta nada ha cambiado. A pesar del cambio de gobierno, las cosas se han quedado igual: siguen los traumas oculares, y las víctimas no tienen respaldo por el nuevo gobierno, cientos se suicidaron; los presos permanecen en las cárceles, las querellas no han sido anuladas por el nuevo gobierno.
El cambio no gusta: no solo a la derecha, sino a la dizque izquierda tampoco. El cambio hace miedo. Miedo, que las cosas cambien, que los privilegios se anulen, y nadie quiere renunciar en aquellos. Nada cambia, la represión sigue, las víctimas siguen, la lucha no para, porque el sistema está bien enraizado, y no es fácil erradicarlo, señala Elena Rusca en El Clarín.
Mientras el presidente Gabriel Boric afirma que a cuatro años del estallido social en Chile, algunos pretenden hacer como que no hubiera ocurrido o borrarlo de la historia. La derecha se refiere a aquellas jornadas como un estallido delincuencial, mientras en las calles del país casi pasaba inadvertida la fecha, con manifestaciones e incidentes menores que recrudecían en la noche.
Mucha agua pasó bajo el puente desde entonces, incluido el arribo de Gabriel Boric al poder con la promesa de impulsar reformas en salud, educación, trabajo, previsión y aumentar los impuestos a los ricos. Y tras las promesas llegó la desilusión: todas las reformas prometidas quedaron encalladas o inconclusas por la decisión retardataria de una derecha mayoritaria e implacable que sabe capitalizar los errores del gobierno.
“Lo que sí tengo claro es que el malestar del pueblo de Chile que se expresó durante esos meses es un malestar que la política tiene que ser capaz de resolver; la política y la democracia tienen que ser capaces de dar soluciones, por tanto mi llamado es que pensemos en cuáles con las causas subyacentes más profundas del malestar de los chilenos con sus instituciones, dijo el gobernante desde China.
Si la situación no mejora, seguramente volverá a incendiarse la pradera, ya que el Chile de Boric y su “madrina” Michelle Bachelet le viene bien a los ricos y no a los de abajo.En estos cuatro años se verificó la deserción de mucha “izquierda progre”, que prefirió dejar la lucha, bajar las banderas y meter un votito en las urnas, creyendo que así ganarían la Constituyente por la que tanto se había luchado.
Cayeron en la trampa partidocrática a la que se habituaron -quizá- durante tantos años de concertacionismos, y de repente se encontraron con que el gobierno “del pueblo” reprime a los mapuches incluso más que su antecesor derechista Sebastián Piñera, y no tienen reparo en abrazarse con los carabineros que asesinaron a varios jóvenes y les perforaron los ojos a otros tantos.
Cuatro años ya
Pasaron cuatro años de aquel 18 de octubre de 2019, cuando luego de semanas de protestas estudiantiles, cuando comenzaba la hora pico en el transporte público al caer la tarde y finalizar la jornada laboral, las y los colegiales lanzaron una evasión masiva del pasaje en estaciones del Metro de Santiago, saltando los molinetes.
La policía, como es su costumbre, respondió lanzando gas lacrimógeno a los andenes y en ese momento comenzó la debacle: los viajeros entraron en pánico y el Metro fue cerrado. Pero héte aquí que también en la superficie había manifestaciones y los autobuses dejaron de circular… Cientos de miles de personas caminaron durante horas para regresar a sus casas.
El nerviosismo crecía en Santiago y cuando la noche extendía su manto de oscuridad, decenas de estaciones del ferrocarril metropolitano fueron incendiadas, así como la sede corporativa de la mayor eléctrica del país, supermercados y centros comerciales. La ciudad veía cómo ls carabineros eran superados por las multitudes.
El país entró en un caos creciente, las protestas masivas se extendieron por todo el país durante semanas y el 15 de noviembre consiguieron que los partidos políticos cedieran a crear una Asamblea Constituyente, la cual fracasó en septiembre de 2022.
El entonces presidente derechista Sebastián Piñera, sorprendido por el estallido mientras comía en una pizzería capitalina con familiares, declaró el estado de emergencia, sacó al ejército a la calle y dijo que el país estaba en guerra, lo cual enfureció más a las multitudes.
Hoy Chile está metido en otra reforma constitucional de resultados inciertos, ya que esta vez está dominada por la derecha y la ultraderecha, a diferencia de la primera.
“Lo que sí tengo claro es que el malestar del pueblo de Chile que se expresó durante esos meses es un malestar que la política tiene que ser capaz de resolver; la política y la democracia tienen que ser capaces de dar soluciones, por tanto mi llamado es que pensemos en cuáles con las causas subyacentes más profundas del malestar de los chilenos con sus instituciones”, dijo el gobernante desde China, donde está de visita oficial, lejos de las grande alamedas.
*Periodista chilena, asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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