Alfonso Domingo: “Se debe reivindicar la herencia de los Comuneros, de las leyes perpetuas, de lo que querían cambiar, de hacer un país más libre y más justo”

Entrevistamos al periodista, escritor y productor de cine Alfonso Domingo, autor del libro ‘Comuneros’. 

Por Angelo Nero | 3/05/2024

“Es una novela de amor y guerra, que por una parte, recuerda tiempos actuales. No voy a hablar mucho de los escándalos, abusos y corrupción de ese personaje, de ese delincuente llamado el rey emérito actual. Carlos I, aunque fuera otra dinastía y otra época, fue igual o peor”. Así despedíamos a Alfonso Domingo en la segunda entrevista que realizábamos para NR. Este segoviano polifacético, autor de un amplio catálogo de documentales y de libros de la temática más diversa, nos metió las ganas de leer su último libro, “Comuneros”, una novela de amor y de guerra, que nos transporta a uno de los periodos más decisivos de la historia de Castilla. Esta es la tercera conversación que tenemos con él, y esperamos que no sea la última.

La historia de la revuelta Comunera ha quedado fijada en el imaginario colectivo de Castilla, como un alzamiento popular contra un rey extranjero, que desangraba al viejo reino con impuestos excesivos y que no reconocía los privilegios de las ciudades, pero, realmente ¿qué había detrás de la insurrección de los Comuneros? ¿Cuáles eran las causas que les llevaron a levantarse contra la autoridad de Carlos I?

Varias y variadas. Por un lado la torpeza, avaricia y soberbia de Carlos I y su camarilla de flamencos, que como se decía en la época, habían llegado a Castilla como tierra conquistada, a obtener botín. Objetivo secundado por parte de la alta nobleza y el alto clero castellanos. Castilla, que en ese momento era la nación más dinámica de Europa, que se había unido a Aragón en lo que fue el principio de España o Las Españas, tenía orgullo. Las ciudades eran un elemento pujante y nada desdeñable del reino, que se opusieron a la política de impuestos del rey y su camarilla que solo tenían en su punto de mira el objetivo imperial y la avaricia de oro. Las amenazas a los procuradores de las ciudades y los sobornos en las cortes de la Coruña que aprobaron ese nuevo servicio fue el primer detonante que encendió la mecha. El desmedido castigo que se quiso dar a Segovia por el linchamiento de uno de esos procuradores y dos alguaciles, más el incendio de Medina fueron errores de bulto de los imperiales que desencadenaron el movimiento de las comunidades en muchas ciudades y comarcas, una fórmula defensiva de los castellanos que derivó después en una auténtica revolución, aunque duró muy poco. Añade malas cosechas, crisis institucionales desde la muerte de los reyes católicos, intereses contrapuestos de los mercaderes de Burgos y otras partes, de los productores y trabajadores de lana, aumento de población en las urbes industriales (como Segovia), crisis de precios que llegaron a su culmen en 1521 y algunos elementos más que sería prolijo desarrollar y tienes la tormenta perfecta.

Ahora se nos antoja increíble que en pleno siglo XVI los nobles y parte del clero castellano se hubiera alzado contra la monarquía, sabiendo que era una lucha a todo o nada, que podían perder sus haciendas, sus títulos y sus bienes, incluso que podían perder la vida. ¿Era aquella una lucha por el poder entre la nobleza o también la incipiente burguesía participó en la revuelta Comunera?

La nobleza, sobre todo la alta (que no estaba en la camarilla de Carlos I) vio al principio si no con buenos ojos la rebelión, si con cierta simpatía, porque querían darle una lección al rey, de que debía contar con ellos. Era una vieja pendencia desde la época de los reyes católicos, que habían sujetado bien a la nobleza. Los que en las ciudades se levantaron en comunidad fueron miembros de la baja nobleza, oficiales, artesanos, menestrales y pecheros (los obreros de la época, de la lana y demás oficios) que iban a soportar el peso de los impuestos. El bajo clero (con la excepción del obispo Acuña) y los conventos, sobre todo de Salamanca y algunas órdenes mendicantes jugaron su papel, y salvo sus dirigentes, siempre a favor de los comuneros. En el campo rural los campesinos que querían salir del yugo feudal de los señoríos y que le dieron un carácter de rebelión antifeudal (parecido al de los Irmandiños, aunque sean diferentes en algunas cosas). Los mercaderes de Burgos se opusieron a las comunidades, así que no se puede afirmar que la burguesía como tal secundó el movimiento, hubo de todo, al principio, los burgueses de las ciudades promovieron las comunidades. El concepto venía de años atrás, y aunque eso se ha esgrimido por parte de algunos historiadores conservadores para decir que era algo medieval frente a la modernidad de Carlos I, es todo lo contrario. Era volver a las raíces, a las asambleas alrededor de la olma, donde nadie era más que nadie. Una especie de socorro mutuo de la época. Y se jugaba, desde luego, a todo o nada, aunque nunca se pensó en acabar con la monarquía, sino limitarla, con las leyes perpetuas, hacer lo que luego ha sido una monarquía parlamentaria. En aquel momento, una revolución. Como decía, creo que Azaña, a los nobles les convenía que Carlos I venciera poco y venciera tarde, para hacerse valer y reforzar su papel recobrando poder perdido.

En el libro seguimos a los líderes comuneros, especialmente a Juan de Padilla, y también a Juan Bravo y Francisco Maldonado, pero es realmente una novela coral, en la que hay un montón de, por decirlo de algún modo, personajes secundarios, como piezas de un ajedrez que tienen, cada uno, su propia importancia. ¿Planteaste la historia de la lucha de las comunidades castellanas como si fuera una partida de ajedrez?

Sí, el ajedrez estaba desde el primer momento, dado que además España había cambiado las reglas al ajedrez moderno que se juega ahora, la dama adquirió la importancia que tiene (se piensa que fue por homenaje o advertencia sobre el poder de Isabel la católica), y sobre todo, una partida de ajedrez inventada (en la que me ayudó mi amigo Mariano García Díez) podía remedar la historia de las comunidades. El ajedrez introducía un elemento novelesco, porque era mi reto con esta novela, que no fuera un ensayo histórico más o menos documentado. Creo que aunque los personajes son reales, la trama es novelesca, los detalles son novelescos (aunque yo haya aportado algunos que no han sacado los historiadores, fruto de una rigurosa investigación), así como la interpretación de sus conductas y avatares, el homenaje a las crónicas históricas. En fin, es una novela, con muchos personajes, una historia de amor, una guerra, mucha acción, mucha aventura, astrología, poesía, música, humor y ajedrez.

Un personaje central en la novela es María Pacheco, la mujer de Juan de Padilla, que mantuvo el espíritu comunero incluso después de la derrota de sus ejércitos y la ejecución de sus líderes. ¿Quién era esta mujer excepcional y que importancia tuvo en la historia de los Comuneros?

Bueno, María Pacheco es una figura excepcional, puesto que era miembro de la familia Mendoza, de las más grandes e importantes de España, y esa alianza con los comunes, esa elección del bien común es extraordinaria. Su padre, el conde Tendilla, fue alcaide de la Alhambra, un hombre moderado y tolerante que intentaba integrar a los vencidos. Ella nace en la Alhambra, de pequeña su padre la deja, junto con varios hermanos y su madre, como rehén ante una sublevación de los musulmanes del Albaycin. En la Alhambra conoce a Juan de Padilla y allí se casa con él. Era mujer ilustrada, instruida, que conocía historia, latín, matemáticas, astronomía, astrología. El amor que construyen ella y Juan es parte fundamental de la novela. Ella está con él en los inicios de las comunidades y tras la derrota de Villalar, sigue en Toledo levantando la llama y recogiendo a todos los comuneros que allí vienen a refugiarse. Reparte la mayor parte de su hacienda entre los necesitados, entre los toledanos, y se mantiene firme ante los imperiales hasta que es ya imposible resistir. Estamos ante una mujer excepcional que merecía un homenaje y yo se lo he hecho, porque cuando ella al final tiene que huir y refugiarse en Portugal, dice en su testamento que quiere ser enterrada con los restos de su marido. Yo hago justicia poética e imagino el traslado de esos restos por sus más fieles servidores, Juan de Sosa (que escribe su propia crónica de las comunidades) y Diego de Figueroa. Aunque tiene algunas pequeñas sombras, me parecía un personaje maravilloso. Fue la enemiga más tenaz de Carlos I, a quien nunca solicitó perdón y que el rey intentó castigar de todas maneras, incluso envenenándola.

En los años 80 surgió una izquierda nacionalista en Castilla, la Unidad Popular Castellana de Doris Benegas, que reivindicó a los Comuneros, pero que no llegó a adquirir la relevancia que tuvieron los nacionalismos en Cataluña o Euskadi. ¿Tiene sentido reivindicar la revuelta comunera en una clave nacionalista? ¿Y a qué crees que se debe que en Castilla no cuajara un proyecto político autóctono, como si lo hizo en otras partes del estado?

No tiene sentido reivindicar el movimiento de las comunidades en clave nacionalista. La corona de Castilla no solo englobaba a Castilla, la vieja y la nueva, sino que también abarcaba Andalucía, Galicia, etc. Hubo comuneros en León, Andalucía, en Murcia, en Extremadura, hasta alguno en Galicia. Sí se debe reivindicar su herencia, que no llegó a cuajar, de las leyes perpetuas, de lo que querían cambiar, hacer un país más libre y más justo, donde el poder del rey y la nobleza tuvieran sus límites. En cuanto a que en Castilla no cuajara un proyecto político autóctono (Tierra Comunera, ahora el Partido Castellano), hay muchas causas. La represión fue fuerte y duró muchos años, los comuneros fueron proscritos hasta en su memoria, no es hasta el siglo XIX cuando los románticos y liberales los reivindican, acentuando unos aspectos y obviando otros (como la propia división en las filas comuneras, causa de su derrota), poniéndolos como mártires. Castilla se volvió hacia dentro, y aún no ha acabado de lamerse sus heridas, ha sido también víctima de la propaganda de la nobleza y luego de ese ámbito imperial de que Castilla hizo a España. Lo que hizo, no España, sino la monarquía, fue deshacer a Castilla. Que como dice el disco del Nuevo Mester sobre el poema de Luis López Álvarez, “no se ha vuelto a levantar”. Incluso cuando llega la democracia se parte Castilla, se crean Cantabria, La Rioja, Castilla-La Mancha. Imagínate hacer eso con cualquier comunidad histórica, siendo, desde luego, la primera comunidad histórica de este país. Claro que hay una parte progresista en la comunidad de Castilla y León (no hay más que ver la celebración anual de Villalar) pero al final se impone el conservadurismo de una población envejecida y anclada en un pasado reciente que nunca fue mejor.

Entre los planteamientos más revolucionarios de los Comuneros está el haber escrito la primera Constitución del mundo, un hecho al que no se le ha dado la importancia que se merece. ¿En qué términos estaba redactada esta constitución que, de haber sido promulgada, hubiera cambiado radicalmente la historia de España?

Bueno, las leyes perpetuas, que se empezaron a redactar en Ávila y se acabaron en Tordesillas, delimitaban la independencia de los tres poderes, legislativo, judicial y ejecutivo, ordenaban la hacienda del estado y el rey, decían que las cortes se debían reunir por tres años independientes del deseo real, daban al indígena americano el carácter de cualquier súbdito del estado y decía que no se le podía robar, enajenar, esclavizar, etc, pero el concepto más revolucionario de esas leyes es que la soberanía del país no recaía en el rey, sino en el pueblo. Ya digo, algo revolucionario para la época, antes que franceses, ingleses o norteamericanos. De hecho, los padres de la patria norteamericana, en sus reuniones para elaborar su constitución, citan como el primer precedente a las Leyes perpetuas de Ávila. Leyes que el rey, según se decía en ellas, solo podía acatar, no rechazar. Y aquí ni se conocen ni se estudian. Algo de lo que deberíamos estar orgullosos y sacar pecho, pasa inadvertido.

En tu novela le das voz a personajes de uno y de otro bando, intentando entender los intereses que les movían, muestras sus grandezas y sus bajezas, como se fraguaban las alianzas y como se tramaban las traiciones, algo que, a mi modo de ver, es uno de los principales aciertos de la novela. Me imagino que detrás de esto hay un trabajo exhaustivo de documentación, en el que habrás tenido que beber de muchas fuentes. ¿Cómo fue esta tarea de documentarse y como lograste encajar después todas las piezas para que la historia fluyera?

Es una novela que entre una cosa y otra, me ha ocupado casi diez años de mi vida. Me he leído todas las crónicas de la época (Desde las imperiales de Prudencio de Sandoval, Alonso de Santa Cruz, Mexia, etc, hasta la más procomunera, la de Juan Maldonado), he leído yo creo la inmensa mayoría de los libros o textos de todos los que escribieron sobre los comuneros (desde Marx a Azaña, pasando, claro está, por Maravall, Gutiérrez Nieto y por supuesto, Joseph Pérez, con el que hablé mucho e intercambié libros y documentación), he sacado detalles (como la bandera de Padilla, que María Pacheco deja a su hijo como rehén con los imperiales tras la concordia de la Sisla) que no habían sacado los historiadores, he buceado en archivos, en el Histórico Nacional, en Simancas, Biblioteca Nacional, provinciales… Y he hablado con los historiadores actuales que más saben sobre los comuneros, como Enrique Berzal y Fernando Martínez. Mención aparte merecen libros como los del doctor Villalobos, las cartas de Anglería o Antonio de Guevara, del bufón Francesillo, que me han dado muchos detalles y anécdotas. He introducido en la novela, además, poesía de la época (de Juan de Mendoza, de Diego Hurtado de Mendoza, hermano de María Pacheco, compañero de Garcilaso, que es quien la va a ver a Oporto, lo que da origen a la partida de ajedrez de la novela), composiciones de Gabriel Mena, músico, y hemos musicado (mis grandes amigos Luisa y Cuco Pérez) las coplas a Padilla, las únicas que se conservan de la época comunera. Aunque solo fuera por eso, merecería la pena haber escrito la novela.

Una historia como la de los Comuneros, en otro país, en Francia o en EEUU, daría pie a películas y series. Aquí se han hecho series y películas sobre Isabel la Católica, Juana la Loca, incluso sobre Carlos V, pero nos falta una sobre la rebelión comunera. Recientemente se ha estrenado un largometraje documental dirigido por Pablo García Sanz. Leyendo la novela, no dejaba de pensar en que algún director que recorriera sus páginas tuviese la tentación de llevarla a las pantallas. ¿No has tenido ningún ofrecimiento en este sentido?

No he tenido ofrecimientos, pero me alegro mucho de que me hagas esa pregunta (ja ja), porque tengo escritos los ocho capítulos de la serie basados en mi novela. Creo que haría falta y sería absolutamente necesario. La visión que se da de los comuneros en la serie de Carlos V es una auténtica burla, y ni siquiera protestaron las Cortes de Castilla y León. Ojalá alguien lea la novela y me contacte. Ya digo, tengo escritos los 8 capítulos de esa serie histórica. Y desde luego, en EEUU, en cualquier otro país europeo, ya se habrían hecho una docena de versiones. Falta esa serie. Escribí un artículo en la revista de Occidente sobre el cine comunero en un monográfico sobre las comunidades y el título lo dejaba claro: exiguo y antiguo.

Han pasado 500 años, sin embargo, y siendo conscientes de la distancia con aquella revuelta comunera, hoy también hay motivos para alzarse contra la injusticia, en Castilla y en toda España. Entonces había un monarca que saqueaba el reino, y hoy tenemos a un monarca en una suerte de exilio dorado, que no ha rendido cuentas al pueblo. ¿Es la sociedad castellana de hoy menos rebelde que aquella que conoció María Padilla?

Desde luego, es mucho menos rebelde que la de la época comunera. Han pasado 500 años, más guerras civiles y ahora hay partidos políticos que exculpan a un delincuente como ha sido el rey emérito, y sobre todo, medios de comunicación de que van de la derecha a la extrema derecha y que no son, no digo beligerantes, sino siquiera neutrales en este tema. Es una lástima, los castellanos, que según algunas crónicas, por siglos fueron rebeldes, hoy en una parte votan a VOX. Yo creo que entre otras cosas, por el tema catalán, por ese conservadurismo que se instaló en Castilla, a la que se hizo entender que había sido el embrión y el sostén de España, cuando fue desangrada sistemáticamente. Se puede considerar un sarcasmo que Felipe VI sea presidente de honor de las celebraciones de los 500 años del movimiento comunero. Una contradicción a las que nos tiene acostumbrados esta realidad confusa y llena de incertidumbres.

Pero en fin, será fatalismo o lo que sea, pero ya se ha perdido esa rebeldía. Desgraciadamente.

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