Francisco Javier Cano, morir a los dieciséis en la transición

El gobernador civil de Madrid era entonces el franquista Juan José Rosón, que en 1980 sería nombrado ministro del interior, cargo que en la fecha en la que murió el joven Francisco Javier Cano, estaba ocupado por otro político de la dictadura, Rodolfo Martín Villa

Por Angelo Nero

Buceando en las procelosas aguas de la prensa de la transición, vuelvo a encontrarme con un titular sangriento, que echa por tierra, una vez más, el falso mito de la transición pacífica, esa que el régimen del 78 nos ha vendido hasta que estudios como los de Mariano Soler y David Ballester, cada uno desde su propia óptica, han demostrado que nada más lejos de la realidad, que esta democracia se cimentó con la sangre de cientos de obreros, estudiantes y militantes de izquierda, también con la de ciudadanos anónimos, que se cruzaron con una policía que tenía el gatillo fácil, o que se excedía en el uso de la fuerza en las comisarias. El titular del periódico casi oficial de esas transición, El País, con fecha 30 de octubre de 1976 -con el gobierno del franquista, reconvertido a demócrata, Adolfo Suárez-, en la sección de Madrid, decía así: “Joven muerto por el disparo de un policía”.

La crónica del suceso, que suponemos cocinada en la redacción, ya que no venía firmada por ningún redactor, comenzaba así: “Un joven de dieciséis años, Francisco Javier Cano Gil, falleció a primeras horas de la madrugada de ayer como consecuencia de un disparo efectuado por un policía que viajaba en un coche patrulla por la zona del Parque de las Avenidas. El hecho, al parecer, sucedió sobre las tres de la mañana cuando Francisco Javier en unión de otros dos compañeros y una muchacha de diecisiete años se encontraban en el interior de un turismo estacionado en la citada zona.

Según fuentes próximas a la Jefatura Superior de Policía, la hora y los ocupantes, sospechosos para la Policía, hizo que ésta les diera el alto para proceder a su identificación. Sin embargo, los jóvenes, iniciaron la huida, razón por la que se dio aviso a varios coches patrullas, uno de los cuales logró interceptar a los jóvenes a la altura del número 108 de la calle Arturo Soria. Allí uno de los ocupantes del vehículo perseguido, según las mismas fuentes, arrojó un objeto contundente contra el parabrisas del coche policial acto al que los agentes respondieron efectuando varios disparos uno de los cuales alcanzó en la cabeza al joven Francisco Javier.”

El diario católico Ya también recogía la noticia con un titular más gráfico: “Joven muerto al recibir un balazo en la cabeza”, y había que bajar la vista a los subtítulos para saber quién había disparado: “El estudiante, de dieciséis años, perdió la vida al ser perseguido por un coche radio-patrulla de la policía. Habían robado el vehículo. Al darles el alto por considerarlos sospechosos, arrojaron un objeto contundente contra el coche policial y le rompieron el parabrisas. La policía tuvo que disparar para amedrentarlos.”

Como solía ser frecuente entonces, la versión oficial era la que se imprimía, sin ningún tipo de investigación previa, dando por hecho que los jóvenes tenían antecedentes policiales, aunque bien es cierto que la crónica de El País venía acompañada de una aclaración al respecto: “Aunque en un principio se afirmó que tanto el fallecido como sus acompañantes tenían antecedentes penales, se confirmó, a través de una conversación con el abogado de la familia, Lozano Villaplana, que tal afirmación «es absolutamente falsa, tanto por la edad del chico como por su comportamiento, normal y formal durante toda su vida». Según informó, el abogado los tres acompañantes sobre los que desconocía la identidad habían sido detenidos y se encontraban en el Juzgado de Guardia para prestar declaración.

Julián Cano Sierra, padre del muchacho manifestó a EL PAÍS que mentía el que dijera que su hijo era maleante «ya que su forma de ser era normal y nunca había tenido nada que ver con la policía»; trabajaba Y estudiaba sexto de bachillerato y nunca había pasado nada con él. Ayer salió de casa a las ocho de la tarde y ahora está muerto».”

El gobernador civil de Madrid era entonces el franquista Juan José Rosón, que en 1980 sería nombrado ministro del interior, cargo que en la fecha en la que murió el joven Francisco Javier Cano, estaba ocupado por otro político de la dictadura, Rodolfo Martín Villa. No consta que ninguno de los dos hiciera declaraciones sobre el suceso, como tampoco consta de que se abriera una investigación para determinar los hechos, no consta que el policía que causó la muerte del joven asumiera ningún tipo de responsabilidad. Fue una víctima más del gatillo fácil, que, además fue tratado como un delincuente, y, por lo tanto, como alguien a quién la policía podía eliminar, a pesar de las declaraciones del su padre a El País: «Mi hijo -respondió llorando- nunca llegaba después de las once de la noche, por eso ayer, hasta su hermano mayor salió a buscarle al ver su tardanza y esta mañana me llaman de La Paz para decirme que lo he perdido ».

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