Una nueva intifada bulle a las puertas de Palestina

Cisjordania, y Palestina en su conjunto, ya estaba siendo escenario de su peor escalada de violencia desde 2004, y la invasión del campamento de refugiados de Jenin marcó otro aumento peligroso. Con un número cada vez mayor de palestinos que apoyan la resistencia armada, parece muy probable que una nueva intifada o levantamiento palestino estalle en Palestina.

Por Txente Rekondo / GARA

La breve visita del presidente de la Autoridad Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, presionado por EEUU e Israel, servirá de poco para detener el desmoronamiento político y de seguridad en Jenin y en toda Cisjordania. Palestina es un polvorín, y las redadas israelíes podrían hacerlo estallar.

LA AGENDA INTERNACIONAL PARECE HABERSE OLVIDADO DE PALESTINA.

Con el conflicto en Ucrania y las tensiones entre Occidente y China, el conflicto en esta región ha pasado a segundo o tercer plano, y con ello también ha perdido peso la solución de los dos Estados, provocando un aumento del sentimiento de abandono por parte del pueblo palestino.

El conflicto no logra mantener la centralidad de las últimas décadas del siglo XX. Ya no aparece como un factor determinante en las Relaciones Internacionales, a pesar de que la ocupación colonialista del sionismo es hoy más dura que en el pasado.

El sentimiento de impunidad de Israel es mayor que nunca, gracias en gran parte a la cooperación y apoyo de EEUU y sus aliados occidentales. Según fuentes palestinas, «cuanto más extremista, antidemocrático, racista, violento y opresor se vuelve Israel, más apoyo incondicional recibe de Occidente. Esa mezcla de pasividad cómplice, cobardía escandalosa e hipocresía es ahora más visible». Sobre todo si vemos su reacción ante el conflicto en Ucrania.

También han contribuido a ello las maniobras en torno a la normalización de las relaciones de Israel con diferentes Estados árabes. Para sus dirigentes, Palestina, lejos de ser una prioridad, se ha convertido en una carga para sus intereses. Pero la solidaridad con la lucha del pueblo palestino contra la ocupación colonial tiene apoyo en «las calles árabes» y buena parte de los movimientos a lo largo del mundo. Para estos, Israel sigue siendo uno de los Estados menos populares y han logrado frenar el proceso de normalización, el blanqueamiento del Estado sionista opresor.

Mientras continúe el apoyo ciego de EEUU, los elogios y la colaboración de la UE, Israel podrá seguir «colonizando, ocupando, y maltratando al pueblo palestino», sin embargo, también seguirá albergando uno de los mayores rechazos a nivel regional e interna- cional. La actitud y declaraciones que recuerdan la responsabilidad de Israel y la preocupación por la violencia les muestra a los palestinos que aparte de la resistencia armada les quedan pocas opciones.

UNA NUEVA GENERACIÓN EN LA RESISTENCIA.

Los cambios generacionales, organizativos y tácticos marcan esta nueva fase de la lucha de liberación palestina. En la primera intifada, la juventud, todavía leal a la OLP, se organizó de manera autónoma contra la ocupación, fue la protesta de las piedras contra las balas. Abrieron la puerta a la solución de los dos Estados. La segunda intifada fue protagonizada por Hamas y otras organizaciones que lanzaron ataques armados en el interior del propio Estado sionista. La apuesta era ya por un solo Estado.

Si llega la tercera intifada, será diferente a las anteriores. En esta ocasión, los nuevos grupos armados que han ido surgiendo funcionan de forma independiente y autónoma, aglutinando a los sectores jóvenes cansados de la ocupación y hartos de vivir bajo constantes redadas militares, arrestos y ataques. También están buscando atraer a militantes de otras organizaciones. Las Brigadas de Jenin, la Guarida de los leones o las Brigadas de Nablus son los protagonistas de esta nueva fase.

La nueva era de la resistencia es visible en las calles de las ciudades y campos de refugiados en Cisjordania, que siempre han estado al frente de la resistencia popular. Los logos de los grupos armados locales y los rostros de los mártires llenan calles y bazares como carteles en las paredes, pero también en souvenirs de todo tipo que se encuentran en las tiendas locales.

La determinación de esta nueva generación se deja entrever en las declaraciones de un miembro de esos grupos: «No luchamos por la muerte, luchamos para vivir. Quizás es mejor morir una vez que morir todos los días».

La ANP no ve con muy buenos ojos el auge de la nueva resistencia. Sus líderes quieren mantener el actual statu quo, pero son conscientes de que la distancia entre su estrategia y la población palestina es cada vez mayor. De ahí el viaje sorpresa de Abbas al campamento de Jenin.

La Autoridad Palestina sabe que si las protestas acaban extendiéndose por toda Cisjordania, su papel político puede sufrir un retroceso aún mayor, lo que unido a la escasa legitimidad que le queda y a la posibilidad de perder las ayudas económicas extranjeras, le sitúan en una difícil situación.

Hoy, muchos ven a la ANP como un mero gestor de la ocupación, incapaz de superar ese estatus. Son muchos años intentando quedar bien con ambos lados, y cada día es más evidente que deberán decantarse por un camino u otro, implicarse en la lucha de liberación o seguir trabajando para Israel.

La nueva resistencia está presionando para que se decida, mientras que el Gobierno israelí le empuja en la otra dirección. Por su parte, la opinión pública palestina pretende que de una vez por todas la ANP se sume de forma clara a la lucha. Quedarse como hasta ahora, en medio, no es aceptable para nadie, y ese es el verdadero dilema para la ANP, lo que sin duda puede conducirle a una grave crisis que se sumaría a la actual de carencia de legitimidad, falta de apoyo popular y nula motivación en sus bases.

ISRAEL SIGUE APLICANDO, MÁS BRUTALMENTE, LAS TÁCTICAS DEL PASADO

ante la nueva resistencia: muerte de militantes, de civiles, demolición de viviendas, utilización de agentes de paisano para perseguir y matar a dirigentes palestinos.

Hay mucho en juego para Israel, en cuyo seno conviven al menos dos estrategias. Por un lado, algunos militares quieren evitar una invasión a gran escala para huir de los costes de vidas militares como en el pasado. Por otro, algunas agencias, aprovechando la coyuntura actual, apuestan por agresiones a gran escala.

Esta segunda estrategia buscaría explotar la violencia para seguir construyendo colonias ilegales (con un aumento de la población israelí, en los últimos 30 años, han pasado de 100.000 a 450.000 en Cisjordania), activar las respuestas violentas en forma de pogromos de los colonos contra la población civil y reactivar los ataques «selectivos» contra líderes de la resistencia.

Es evidente que esto se enmarca en la estrategia de la derecha extrema israelí, que busca la limpieza étnica de Palestina, la expansión de las colonias y, en definitiva, una guerra civil.

Las estrategias de Israel contra el pueblo palestino no obedecen a coyunturas o contextos determinados. Aunque es cierto que pueden influir, obedecen a una continuidad y son aplicados por instituciones más allá de designios personales. Por eso, se cree que es fruto de un consenso institucional y de una planificación atemporal y meticulosa.

La agenda actual busca «pacificar» Cisjordania, abrir la puerta a más colonias y anexionarse el territorio, poniendo fin a las pretensiones de un Estado palestino. La invasión de Jenin confirma la táctica israelí: destrucción masiva, fuego indiscriminado, ataques a civiles y a hospitales, desplazamientos forzosos…

Queda por ver si esta es la primera etapa de la nueva estrategia colonialista o si se ampliará a otras zonas de Cisjordania. Algunas fuentes apuntan a Nablus como próxima etapa de la escalada represiva. Como señalan desde el diario israelí “Haaretz”, «este es un Gobierno de criminales, evasores y parásitos, acercando a Israel a una brecha que nunca sanará. Sólo entienden el lenguaje de la fuerza».

LA PRÓXIMA INTIFADA SERÁ ARMADA, SIN ESTRUCTURAS DEPENDIENTES DE ORGANIZACIONES Y POPULAR,

y en esa realidad se hace muy complicado anticipar sus consecuencias. Este año más de 200 palestinos han muerto a manos de Israel, 27 de ellos menores.

Israel es un Estado colonialista, con un sistema que para muchos es como el apartheid, que desprecia las resoluciones de la ONU. Por eso, no puede alegar defensa propia. Según la legislación internacional, una ocupación militar no lo permite. Solo las naciones soberanas que se defienden dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas pueden aplicarla. Y no es el caso de Israel, que sigue siendo una «potencia ocupante».

La apuesta por la solución de los dos Estados es cada vez menor. Por un lado, Israel, con su política represiva y el apoyo de Washington y Bruselas, busca a través de hechos consumados la materialización de un Estado cercano al Gran Israel. Por otro, la población palestina, cansada y desesperada, también ha perdido la fe en esa salida.

Probablemente la solución más complicada y que requiere buenas dosis de arquitectura política y diplomática sería la constitución de un solo Estado en el que convivan dos nacionalidades con los mismos derechos. Si en la Sudáfrica del apartheid se consiguió, tal vez sea el momento de buscar una salida similar para Palestina.

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