Artsakh es ahora la única zona del mundo bajo completo aislamiento y asedio, sin ayuda humanitaria ni presencia internacional. Sin ayuda internacional urgente a la luz del área del desastre, Artsakh podría compararse con un campo de concentración, con todas sus terribles consecuencias
Por Angelo Nero
Este 25 de julio, las calles de Stepanakert y las de Ereván volvieron a llenarse de armenios y armenios, de todas las edades e inclinaciones políticas, para denunciar el criminal bloqueo del paso de Lachín, cordón umbilical entre Artsakh y Armenia, por parte del ejército azerí, un bloqueo que dura más de siete meses y que amenaza la vida de 120.000 almas, que se han visto privadas de alimentos básicos, de medicamentos y de combustible -hasta el punto de que ya no existe transporte público-, con frecuentes cortes de gas y de electricidad, que hacen insoportable la existencia de los habitantes de Nagorno Karabakh que se niegan a perder su identidad como pueblo, a dejar de hablar su lengua, de seguir sus tradiciones, y también de dejar un sistema democrático, para integrarse en un estado, Azerbaiyán, que niega su cultura, su idioma, su identidad, y que, además, les invita a vivir bajo una dictadura.
Un largo asedio que muchos armenios ven como el preludio de un nuevo genocidio, que no se detendrá en Stepanakert, sino que continuará hasta las puertas de Ereván, si la comunidad internacional no pone freno a las ansias imperialistas turco-azerís, que mantienen una brutal agenda de agresiones militares en Siria, Irak y otros territorios, en los que planean extender los tentáculos de su sueño panturiano, que no es otro que una reedición del Imperio Otomano, ese mismo imperio que en 1915 comenzó el genocidio de tres millones de armenios, asirios y griegos pónticos.
Simultáneamente, desde el corazón de la República de Artsakh, la Plaza del Renacimiento, y desde el corazón de la República de Hayastan, en la Plaza de la Libertad, miles de armenios y armenios, han gritado contra las amenazas de Aliyev y Erdogan, exigiendo el fin del bloqueo y el respeto por el derecho de autodeterminación del pueblo de Nagorno Karabakh.
“La realidad de hoy viene a recordarnos una vez más que el movimiento Artsakh no terminó y continúa. Debe convertirse para nosotros como el pan de cada día, debe convertirse en una forma de vida, una misión, una idea y una lucha. Durante el movimiento Artsakh, miles de armenios se convirtieron en héroes y fueron inmortalizados», declaró en Ereván, ante miles de compatriotas el obispo Ter Vrtanes Abrahamyan, primado de la diócesis de Artsakh de la Iglesia Apostólica Armenia.
Solo un día después, el miércoles, 26 de julio, Azerbaiyán respondió impidiendo la entrada de 400 toneladas de ayuda humanitaria, parte de la iniciativa “Alimentos para la vida”, que era transportada en un convoy de 19 camiones, y que fue detenido en el Puente Hakari, en el Corredor de Lachín, donde el ejército azerí ha establecido un puesto de control, ante la inanición de las fuerzas de paz rusas, cada vez más cómplices del bloqueo impuesto por Baku.
El presidente armenio, Nikol Pashinyan, desde sus redes sociales, denuncio estos hechos, “No podemos hacer la vista gorda ante la situación que enfrentan actualmente los armenios de Nagorno Karabakh. Las toneladas de alimentos de vital importancia enviadas a Nagorno Karabakh son exclusivamente para fines humanitarios.”
También el ministerio de exteriores de Artsakh, condenó “los intentos deliberados y sistemáticos de Azerbaiyán de inducir el hambre en la República de Artsaj para lograr sus objetivos militares y políticos». «Reiteramos que obstruir intencionalmente la entrega de carga humanitaria para la supervivencia física del pueblo sitiado de Artsaj, así como tomar acciones deliberadas para causar hambre, sufrimiento y privaciones a la población civil, constituye una grave violación del derecho internacional y califica como una crimen de guerra”.
Nuestra compañera, Siranush Sargsyan, desde Stepanakert, también se hace eco en su cuenta de twitter de las declaraciones del presidente de Artsakh, Arayik Harutyunyan: “Teniendo en cuenta la terrible situación actual y las crecientes amenazas a la existencia física de nuestro pueblo, hoy declaro a Artsakh una zona de desastre, esperando una respuesta internacional urgente y apoyo político, humanitario y de seguridad de la comunidad internacional, colectiva e individualmente. Artsakh es ahora la única zona del mundo bajo completo aislamiento y asedio, sin ayuda humanitaria ni presencia internacional. Sin ayuda internacional urgente a la luz del área del desastre, Artsakh podría compararse con un campo de concentración, con todas sus terribles consecuencias.”
Para complicar la situación y según informa el medio Eurasianet, Rusia, por primera vez, se ha mostrado proclive a una solución satisfactoria para el régimen azerí. Su ministro de relaciones exteriores, Sergey Lavroy, después de reunirse con sus homólogos Ararat Mirzoyan y Jeyhun Bayramov, de Armenia y Azerbaiyán, respectivamente, ha dicho que la población armenia de Nagorno Karabakh debe someterse al dominio azerí: “El camino no es fácil. Es necesario resolver una serie de cuestiones complicadas e importantes. La más delicada de ellas ha sido y sigue siendo el problema de las garantías de los derechos y seguridades de los armenios de Nagorno-Karabakh en el contexto de garantizar la integridad territorial de Azerbaiyán.”
El ministro de estado artsakhiano, Gurgen Nersisyan, rechazó cualquier posibilidad de reconocer un acuerdo en este sentido, delante de la multitud que llenaba la Plaza del Renacimiento, en Stepanakert: “Tal enfoque no puede garantizar la paz en la región o una existencia digna para el pueblo de Artsakh. Además, no puede garantizar ni siquiera la existencia de la República de Armenia, porque el tándem turco-azerbaiyano tiene como objetivo no Artsakh, sino toda la nación armenia y su estado nacional.”
Laurence Broers, autor de “Armenia and Azerbaijan: Anatomy of a Rivalry”, uno de los estudios más reveladores sobre el conflicto, alertó que “la limpieza étnica de Karabakh significaría un nuevo capítulo en la lógica de la construcción coercitiva y exclusiva de la nación en el sur del Cáucaso, toda una nueva serie de cuestiones en disputa entre armenios y azerbaiyanos, y escalofriantes implicaciones para las otras poblaciones minoritarias de la región.”
Se el primero en comentar