Tasio, el cine para ver despacio

Tasio todavía hoy en día tiene la magia de hechizarnos, con la visión de ese mundo que ya no existe

Por Angelo Nero

En 1980, un todavía desconocido para el gran público, pero ya premiado como cortometrajista, Montxo Armendáriz, se internó en los montes de Navarra para retratar a los últimos herederos de un oficio ancestral, el de carbonero, que elaboraban el carbón vegetal siguiendo un laborioso y a menudo solitario proceso. “Nafarrako Ikazkinak” (Carboneros de Navarra) se rodó con un equipo mínimo, casi del mismo modo artesanal que aquellos últimos resistentes trabajaban al calor de la txondorra, cuidando de una forma exquisita tanto el sonido como la fotografía, de tal modo que todavía hoy en día tiene la magia de hechizarnos, con la visión de ese mundo que ya no existe.

En el rodaje de este documental Armendáriz trabó cierta complicidad con el último de los carboneros, Anastasio Otxoa: “Era un hombre de setenta y tantos años que vivía la vida que siempre había querido llevar, que se sentía orgulloso porque había conseguido sacar adelante a su familia sin someterse a las normas sociales, y me di cuenta de que era un auténtico héroe: uno de esos seres anónimos que no aparecen en las portadas de los periódicos, pero que moriría siendo fiel a sus principios», contó el director en una entrevista recogida en el libro “Secretos de la elocuencia”.

También comentó sobre la importancia que tuvo este “carbonero de toda la vida”, como a él le gustaba definirse en su propia trayectoria vital: “Hay personas, acontecimientos o hechos, que modifican el rumbo de nuestras vidas. Y sus nombres son referencia obligada al hablar de ellas. En la mía, Tasio es uno de esos nombres ineludibles, determinantes. Primero como persona, después como película. (…) todo el mundo le conocía como Tasio, sin más. Y vivía en un pequeño pueblo de la Comarca de Estella, en Zúñiga, aunque su verdadero hogar era el monte.”

Animado con el Gran Premio del Cine Vasco en el Festival Internacional de Cortos de Bilbao y con el Premio Especial a la Calidad de la Dirección de Cinematografía del Ministerio de Cultura, Montxo Armendáriz, e inspirado en las propias historias del carbonero, escribió un precioso canto al mundo rural vasco, narrado en tres épocas de su vida, dando lugar a una de esas películas de culto, “Tasio”, que no han perdido un ápice de belleza con el paso de los años.

El primer largometraje del director navarro, para mí el mejor de su filmografía –de la que destacaría “Silencio roto” y “27 horas”- es una bellísima historia de amor. En principio de amor hacia una tierra, y me atrevería a decir hacia un tiempo, hacia ese mundo rural que a la altura en la que se filmó la película ya estaba agonizando, por esas desafortunadas políticas desarrollistas, que todavía siguen convirtiendo nuestros pueblos en parajes desiertos. Tasio se nos presenta como un niño curioso, con la alegría de descubrir su pequeño mundo, como un adolescente trabajador y con una gran sensibilidad, y como un hombre defensor de su familia y de su trabajo, amante de la naturaleza y de su libertad. También es un hombre enamorado, como solo podía existir el amor en esos tiempos: para siempre. La escena del baile es, quizás, una de las escenas amorosas más tiernas que recuerde.

CINE: "TASIO" (1984) - Alfredo Vivarelli

Armendáriz peregrinó por varias productoras con el guión de “Tasio” bajo el brazo durante un año sin conseguir que ninguna se interesara por su historia, ya que, a pesar de los premios que había cosechado con sus cortos, desconfiaban de un director novel que, además, exigía que sus actores fuesen también vascos, y a ser posible, debutantes –aunque el papel principal fue para Patxi Bisquert, que ya había actuado en “La fuga de Segovia”, en la que había participado realmente, encarcelado por su militancia en  ETA Político-Militar.- Montxo Armendáriz encontró después de este largo periplo la complicidad del productor Elías Querejeta, quien le prometió “que produciría la película, que le gustaba la historia y que ya hablaríamos de determinados aspectos del guión. Coincidíamos en que los actores deben ser desconocidos y de Euskadi. Me alegré de que un productor tuviera los mismos criterios que yo a la hora de enfocar la película”, tal como aseguraba el director en una entrevista. Querejeta, que antes de ser productor había sido futbolista en la Real Sociedad, tenía tan buen olfato para las buenas películas como para los goles, y ya había producido alguna de las cintas más polémicas del tardofranquismo, especialmente del director Carlos Saura: “La caza” (1966), “El jardín de las delicias” (1970), “Ana y los lobos” (1972), “La prima Angélica” (1974), “Cría Cuervos” (1976); junto con otras películas de culto como “El espíritu de la colmena” (1973), de Víctor Erice, y de este mismo director “El sur” (1983) ya en la democracia. Con “Tasio” se iniciaría una fructífera relación con entre Armendáriz y Querejeta, cuyo mayor éxito sería “Historias del Kronen” (1995), un film que marcaría a toda una generación.

El rodaje de “Tasio” se realizó en la Sierra de Urbasa, en Navarra, a donde el director se trasladó con los actores protagonistas, Patxi Bisquert, Amaia Lasa (que ese mismo año rodaron juntos “La conquista de Albania”), Nacho Martínez, con “La idea era convivir con la gente y, lo más importante, analizar cómo hablaban, ensayar, hacer grabaciones para pillar el tono…”, documentándose sobre el terreno en la forma de hablar y de sentir de la gente del lugar, para retratar el mundo rural vasco sin idealizarlo, pero, a la vez, retratándolo con una gran belleza. Tasio es uno de los “últimos mohicanos”, que se resiste a ese mundo nuevo que, inevitablemente, terminará por extinguir el suyo, su forma de vida, que es narrada como un documental ficcionado, entre el drama y la etnografía.

Armendáriz no quiso darle un contexto histórico y político, a propósito, a la historia del carbonero: “tanto la Guerra Civil como una serie de hechos de tipo histórico que ocurrieron donde Tasio vive no están presentes de una forma explícita porque no aportaban nada nuevo para la historia. Me interesaba que el personaje quedara limpio, que la historia fuera hacia donde tenía que ir, hacia ese canto sobre un hombre que de alguna forma se resiste a adaptarse a lo que todo el mundo le está diciendo”. Algo que, en su momento fue recriminado por los sectores más ideologizados, aunque es fácilmente entendible que no quisiera dañar a una historia sencilla en el complicado panorama de los “años de plomo”, de la reconversión industrial y de la heroína (que si trataría en su posterior film “27 horas”).

Las intenciones del director navarro eran claras: “Quise contar la historia sin la verborrea con que actualmente se quiere explicar todo. Tasio nunca dice por qué hace las cosas. Preferí sugerir, mostrar situaciones que parecen cotidianas y de las que el espectador debía sacar su propia conclusión. Esto era un riesgo al hacer la película y creo que fue la razón fundamental por la que tardé tanto en encontrar productor. Pero creo que esta narrativa responde a lo que entiendo por cine: no se puede explicar con palabras lo que no se puede decir con imágenes. Ante todo, creo en la capacidad expresiva de la imagen.”

“Tasio” tuvo, entonces, una buena acogida de la crítica, triunfando en los festivales de Chicago y Biarritz, y recibiendo una mención especial en el de San Sebastián, donde no competía, además del premio que recibió por su actuación Patxi Bisquert en el festival de Burdeos y el que recogió Armendáriz por al direción en Cartagena de Indias. Pero además del reconocimiento de la crítica y del público de la época, conviene reivindicar ahora ese cine en estado puro de películas como esta, que junto a las señaladas de Víctor Erice o Carlos Saura crearon amplios debates sobre temas como la desaparición del mundo rural, las heridas abiertas de la postguerra, o sobre las relaciones entre clases sociales, que ahora parecen silenciados.

Tasio sigue vivo, y para muestra este homenaje que, 37 años después le hace el grupo de electrocumbia Guarimba: “Entendíamos que teníamos que revisar cuál era el aspecto más ritual de la cultura de nuestro pueblo y en esa búsqueda aparece Tasio como una referencia fundamental”. En el videoclip participa el protagonista del film, Patxi Bisquert.

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