Pornografía, ideología y feminismo (IIª parte): Dos modelos antagónicos

La libertad de elección en el terreno sexual está demasiado vinculada al poder: usualmente las prostitutas o las actrices porno provienen de ambientes vulnerables, lo que facilita el que se ofrezcan al mejor postor.

Por José Luis García. Doctor en Psicología

En el anterior artículo [1], señalábamos la existencia de una “guerra de la pornografía” protagonizada por las diferentes facciones del movimiento feminista internacional, al que se sumaban otros grupos y sectores, anotando algunas fechas de interés. Señalábamos que, en el debate ideológico sobre la misma, subyacían dos modelos antagónicos de concepción de la sexualidad y de las relaciones afectivas y sexuales. Entre medias, a modo de línea continua entre ambas, una variada oferta de posiciones, cada cual, con muy diferentes matices, menos ideológicas y más científicas y que, a menudo, son denostadas por ambos y poderosos extremos de la refriega.

En la presentación de un artículo de Tassos Tsanos figuran dos citas que ilustran lo que decimos. De una parte, Catharine MacKinnon señala: “La pornografía sexualiza la violación, la agresión, el sexo, el acoso, la prostitución y el abuso sexual de los niños; por lo tanto, celebra, los promueve, autoriza y legitima. Más en general, erotiza el dominio y la sumisión y esa es la dinámica común a todos ellos”.

De otra, Wendy McElroy afirma que: “La pornografía beneficia a las mujeres, tanto en lo personal como en lo político”.

En la columna de hoy hablaremos de algunas posiciones de este movimiento feminista liberal respecto de la pornografía, desde un punto de vista general porque hay muchas variaciones y una extraordinaria diversidad, dejando para el siguiente artículo las posiciones del feminismo tradicional. Este hecho, como se podrá comprender fácilmente, nos lleva a considerar solo algunas de las ideas que a mí me parecen más relevantes.

Consecuentemente, en ese extremo se sitúan quienes critican la visión tradicional de modelo heterosexual reproductor y machista, defendiendo un modelo de diversidad sexual y de crítica ideológica basado en buena parte en las teorías de Michael Foucault, entre otros autores, que pone en evidencia ese reduccionismo del modelo heterosexual, ofreciendo un amplio abanico de propuestas pornográficas, gay, trans o la dirigida a mujeres dentro del llamado porno feminista, vinculado al denominado movimiento queer.

Chloe Taylor tiene aportaciones muy interesantes o también, por ejemplo, las de Joseph Bristow que plantea el marco teórico que sustentan estas nuevas posiciones ideológicas, apoyándose en autores como Bataille, Baudrillard, Cixous, Deleuze, Irigaray y Kristeva, destacando particularmente, Michel Foucault, como se ha dicho.

En esa posición extrema situamos a quienes están completamente a favor de cualquier tipo de pornografía, ya que la ven como una expresión de fantasías que proporcionan placer y que incluso, afirman, pueden inhibir la agresión sexual. Esos sectores del llamado feminismo liberal consideran que la pornografía sirve para empoderar a las mujeres al permitirles una mayor libertad sexual frente a la represión sexual tradicional, constituyendo un recurso de primer orden para subvertir el orden social establecido.

Obviamente, la industria pornográfica, los consumidores y en mayor medida los adictos estarían ubicados también en este lugar del continuo. Incluimos también a quienes defienden, al menos en este ámbito, aquel lema de “prohibido prohibir” y propugnan por encima de cualquier otra consideración, la libertad. Claro que es un concepto particular de libertad: quienes pueden elegir a menudo son los poderosos a costa de los vulnerables.

La libertad de elección en el terreno sexual está demasiado vinculada al poder: usualmente las prostitutas o las actrices porno provienen de ambientes vulnerables, lo que facilita el que se ofrezcan al mejor postor. Hemos tenido algunos debates vivos en las RRSS con los amantes de esa libertad… una perspectiva peculiar de libertad que, con frecuencia, genera privilegios y prebendas para ellos, claro, que son los que pueden decidir.

Los defensores a ultranza de la pornografía

Por tanto, la industria pornográfica, los consumidores, particularmente los adictos y los llamados defensores de la “libertad a ultranza”, junto a las feministas liberales y el movimiento queer, son los colectivos que mayor peso tienen en la defensa de la pornografía de cualquier tipo, con diferentes argumentaciones encabezadas por ese concepto de libertad, considerar el porno como ficción y poner en cuestión los daños que puede ocasionar su exposición. En general, podríamos catalogarlos como negacionistas de los efectos adversos del porno. El porno, afirman con contundencia, no tiene efecto negativo alguno en mayores de edad y, si los menores acceden a él, ese es un problema exclusivamente de sus padres que lo permiten.

Una directora de cine porno, Anna Arrowsmith, señala tres aspectos positivos de la pornografía: sirve para mantener a las parejas unidas, es decir evita infidelidades, ha liberalizado la actitud ante las actividades sexuales, en particular de las mujeres y democratiza el cuerpo.

Uno de estos defensores posmodernos Mariano Beltran, ha señalado que “El enemigo no es el porno, ni siquiera el enemigo es la representación de la violencia; lo que debemos combatir son los intentos de colonización de la libertad, lo que debemos combatir son los intentos de categorización entre buenos y malos deseos, entre buenas y malas violencias”.

Este tipo de argumentaciones propugnan “una radical reivindicación del deseo y de su materialización en los pactos entre adultos, capaces y con capacidad de consentir y decidir. Criminalizar el deseo siempre ha sido una estrategia patriarcal para consolidar la hegemonía que el andros tiene sobre el resto de cuerpos, realidades y contextos”.

En otro artículo abordaremos los intereses de la industria del porno y la de los consumidores, razón por la que solo veremos ahora la posición del movimiento feminista liberal.

Feminismo liberal

Hemos de advertir que ya este término provoca, en sí mismo, un profundo rechazo por parte de algunas personas del movimiento feminista tradicional, negando su existencia y descalificando no solo esa posición sino también a quienes lo señalan, siquiera sea como un elemento de conocimiento académico e investigador, al constatar ese hecho social.

Es cierto que el término feminismo o feminista es utilizado, en no pocas ocasiones, de manera gratuita y arbitraria por muy diferentes personas y grupos, significando cosas bien distintas y hasta opuestas. Por tanto, es un paraguas bajo el cual se encuentran diferentes personas, grupos y posiciones ideológicas variopintas. Muchos/as dirigentes de la ultraderecha y la derecha, destacados obispos, tertulianas/os prestigiosas de la telebasura o directoras/es generales de importantes bancos mundiales, por poner solo unos ejemplos, no dudan en autocalificarse de feministas.

Pues bien, siempre a mi entender, desde un plano ideológico y político, el movimiento pro-pornografía tiene uno de sus orígenes destacados en Estados Unidos, en la segunda mitad del S. XX, con una extraordinaria producción de actividades, trabajos y artículos de la mano de una expansión académica de los llamados Porn Studies (Cultural StudiesWomen, Gender, Subaltern y LGBTIQ Studies) que institucionalizaron el movimiento postpornográfico en un contexto de oposición entre feministas “prosexo”, a favor de una pornografía feminista y feministas “antisexo”, en guerra abierta y sin cuartel contra la industria del sexo. Se trataba de crear una nueva forma de estudiar y de ver la pornografía dominante, una creación que promoviera unas experiencias sexuales fuera de las normas.

Diferentes iniciativas, tales como plantear en determinadas universidades españolas Jornadas sobre la prostitución u otras sobre pornografía, por ejemplo, han sido censuradas y prohibidas por las presiones del movimiento feminista tradicional, que parecen tener un notorio poder politico en nuestro país, lo que no ha hecho sino recrudecer la guerra. Durante 2020, hubo grandes controversias políticas e ideológicas a tenor de que algunas Comunidades Autónomas habían desarrollado publicaciones y actuaciones educativas que han sido fuertemente criticadas por este grupo tradicional.

La contienda se ha endurecido con la reciente visibilización hegemónica del movimiento queer en todo el mundo y sus propuestas de autodeterminación sexual y apoyo al “trabajo sexual”, también en España, con implicaciones políticas de envergadura. Es más, en algunas manifestaciones callejeras se han llegado incluso a agresiones físicas, anticipadas en RRSS con inusitada virulencia.

En este sentido, Nishant Shahe habla en términos duros de una nueva pornografía a la que denomina “netporn y pornografía cibernética, acorralada por una mentalidad legalista, paranoica, reaccionaria y puritana, en un clima cultural de estrechez de miras e histeria pornográfica”. De ahí que consideren que la pornografía feminista liberal promueve el aprovechamiento del poder propagandístico de la pornografía reutilizándola como una herramienta educativa para la igualdad.

Para este movimiento, el cuerpo se convierte en un lugar de regulación social de la ideología burguesa dominante, el triunfo del capitalismo y el imperialismo, de modo que la conducta sexual se convierte en una conducta económica y política.

Pero lo que proponen estas personas pro-porno, entre las que encontramos una mayoría de mujeres, es un nuevo paradigma que caracterizaría a la sexualidad como encuentros fáciles de iniciar y finalizar -aunque también son posibles dentro de una relación amorosa y sexual- que no se constriñe a la heterosexualidad, sino que la amplía a todos los colectivos LGTBI(Q).

Algunos de los contenidos menos convencionales, como la pornografía infantil, la pedofilia, el fetichismo y otro tipo de parafilias, han sido analizados por Tim Dean desde esta perspectiva pro-pornografía. No obstante, sobre la normalidad de este tipo de parafilias no hemos encontrado un consenso total en el colectivo.

Otras consideraciones

La diversidad en las argumentaciones es extraordinaria. Para McNair por ejemplo, la sexualización de la cultura está conectada con el aumento de la igualdad de género y la libertad de las minorías sexuales: más que una herramienta de control u opresión, la pornografía se enmarca entonces como un elemento de liberación. Incluso desde una perspectiva de “estética feminista de vanguardia”, como así se denominan algunas, el concepto de consentimiento en la mujer tiene otra consideración.

Otra destacada representante de este movimiento, Cathy Cohen, afirma que esta nueva perspectiva es “verdaderamente liberadora, transformadora e inclusiva de todos aquellos que están fuera de la norma construida dominante de la heterosexualidad blanca de clase media y alta sancionada por el estado”.

Este enfoque sugiere que no hay una relación directa entre la pornografía, la desigualdad y la violencia sexual. Es más, se apoyan en autores que afirman que la pornografía es una forma de empoderamiento femenino y puede contribuir a la lucha feminista por la liberación sexual de los hombres.

Desde estas posiciones algunos autores, como Mark Jancovich, critican la normatividad del movimiento feminista que actúa para marginar y subyugar a aquellas mujeres cuya sexualidad no se ajusta a esa supuesta sexualidad feminista natural: “este feminismo ha llevado a muchas mujeres a sentir culpa por sus sexualidades y rechazar el feminismo como ajeno a nosotras”. Este movimiento pro-pornografía reivindica la diversidad en los deseos y gustos sexuales, dentro de una “estética de la transgresión”, ya que los anti-pornógrafos “no pueden tolerar los gustos de los demás”.

Por tanto, manifiestan una postura radicalmente a favor de una nueva pornografía, toda vez que critican la forma en que la pornografía convencional se centra casi exclusivamente a la “mirada masculina”, heterocentrista, y la manera en la que presenta el deseo de ciertos tipos de cuerpos dominante: blanco, cisgénero, no discapacitado y delgado, como deseables, mientras que el resto son considerados como fetiches. Para Beschara Karam, este post-feminismo se articula como un discurso pluralista y contradictorio que tiene una fascinación particular en la representación erótica de los cuerpos femeninos.

Esta autora se apoya también en las aportaciones de la filósofa americana Marta Nussbaum, que defiende las mejoras en el “trabajo sexual” tanto de la pornografía como de la prostitución, atendiendo a la “autonomía económica y la dignidad personal” de las mujeres que realizan estas actividades.

No entramos a considerar los subgrupos y variaciones dentro de cada movimiento porque escapa a los objetivos de este artículo. Pero baste citar el llamado movimiento SlutWalk, que a juicio de Lorna Bracewell, “desciende del feminismo anti-censura / pro-sexo, un híbrido liberal-feminista que surgió de la convergencia del feminismo radical-sexual y el liberalismo durante las guerras sexuales”.

Algunas voces discrepantes.

El movimiento feminista propornografía no solo no es partidario de ningún tipo de censura, sino que además considera que el porno promueve la libertad de expresión toda vez que puede ser un arma de propaganda política y de subversión del orden dominante. Hay, pues, una clara intencionalidad ideológica y política en esta posición. Sin embargo, hay grados y matices. Por ejemplo, en España, Erika Lust una destacada directora de cine porno ético, que se define como feminista, parece que ha defendido este argumentario, propugnando un porno específicamente feminista, amparando la diversidad sexual que ha sido condenada por la moral tradicional dominante.

Algunas autoras de este grupo, defienden determinadas ideas menos radicales como, por ejemplo, que la respuesta a la mala pornografía no es no hacer porno, sino hacer porno mejor. A menudo usan la cita de Paul B. Preciado: “El mejor antídoto contra la pornografía dominante no es la censura, sino la producción de representaciones alternativas de sexualidad”.

Esta noción la encontramos en otros ámbitos académicos, como por ejemplo en la conclusión de un interesante artículo de un grupo de mujeres académicas y feministas españolas, entre la que destaca Elena Del Barrio-Álvarez. En uno de estos ensayos firmados con otras feministas, leemos que: “la pornografía debe existir, pero no como lo hace hasta ahora”.

Desde una perspectiva de educación para la salud de las conductas adictivas, este planteamiento nos parece interesante por su dosis de realismo en nuestra sociedad neoliberal, razón por la que la he desarrollado en otro momento en nuestro programa TUS HIJOS VEN PORNO [2], proponiendo eliminar el término pornografía y hablar en su lugar de películas sexuales de las que en una primera clasificación distinguiríamos dos tipos: las de carácter erótico y las de índole pornoviolento. También analizamos el debate artificial y cansino respecto de la ficción versus realidad del porno [3] y las implicaciones del deseo sexual y de Internet en este problema [4].

En el próximo artículo expondremos determinadas consideraciones sobre algunas de las posiciones ideológicas del movimiento feminista tradicional.

*José Luis García es psicólogo clínico y especialista en Sexología. Ha hecho importantes contribuciones al estudio de la pornografía y la educación sexual, como su programa educativo TUS HIJOS VEN PORNO. (https://joseluisgarcia.net/)

[1] https://nuevarevolucion.es/pornografia-ideologia-y-feminismo-ia-parte-un-apunte-historico/

[2] https://joseluisgarcia.net/tienda/educacion-sexual/tus-hijos-ven-porno-1-que-vas-a-hacer/

[3] https://joseluisgarcia.net/articulos/el-porno-es-ficcion-o-realidad-ii-se-que-no-es-cierto-pero-siento-que-si-lo-es/

[4] https://joseluisgarcia.net/articulos/mis-ninos-y-ninas-pornograficos-ii-el-poder-de-internet-y-del-porno/

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