Entrevistamos a José Luis García, doctor en psicología especializado en sexología, que durante años ha trabajado como psicólogo clínico y sexólogo en el gobierno de Navarra, desarrollando tareas de investigación, prevención y promoción de la salud sexual.
Por Angelo Nero
José Luís García también ha sido Coordinador de los centros de Orientación Familiar y Educación Sexual en Navarra durante cinco años. Ha desarrollado programas de formación en Iberoamérica, bajo el patrocinio de la UNESCO y UNICEF. En la actualidad es profesor invitado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El porcentaje de adolescentes que consumen pornografía en el estado español es ciertamente preocupante, habida cuenta de que muchos de ellos se inician muy jóvenes en esta visión distorsionada del sexo, y de que después reproducen patrones, a menudo violentos, en sus relaciones. Es también destacable que de estos adolescentes, el 80% de los chicos y el 40% de las chicas vean porno a diario, perpetuando los esquemas machistas y de dominación que se repiten en estos productos audiovisuales. En sus libros señala que esto no solo genera un problema como sociedad, sino que también se traduce en trastornos a nivel físico y mental en los menores. ¿Cómo es que todavía esto no haya generado una alarma social, ni se haya abierto un debate entre padres y educadores para poner el problema sobre la mesa y buscar soluciones? ¿Es más fácil mirar hacia otro lado mientras nuestros jóvenes acceden a este tipo de contenido en las redes, e incluso lo comparten, sin ningún tipo de control?
Creo que en España no tenemos una cultura de la prevención en cuestiones de salud. Lo hemos visto en asuntos como el SIDA, el aborto y más recientemente la covid-19. El toro acaba pillándonos y esto es un patrón habitual de respuesta de nuestra sociedad. Es de lamentar que no se valore que cada euro que se dedique a prevenir problemas de salud, es una inversión muy rentable a medio y largo plazo.
En lo que concierne a los efectos del consumo de pornografía -en particular aquella que tiene diferentes dosis de violencia- en menores, la sociedad está muy lejos, repito muy lejos, de reconocer el problema que tenemos encima y de buscar soluciones. Soy consciente de que esta sociedad, todos y cada uno de nosotros/as de manera mayoritaria, ha decidido, desde hace mucho tiempo, abandonar a los menores y jóvenes en brazos del porno violento, despreciando el único recurso que tenemos: una educación sexual profesional y científica, obligatoria desde primaria a la universidad y un compromiso de diálogo en la familia. Esta carencia atávica en nuestro país, incomprensible en un Estado moderno y civilizado, comporta graves riesgos para su salud, emocional, afectiva y sexual.
Hace unos meses la policía detuvo a 50 personas, 34 de los cuales eran menores, por intercambiar pornografía extremadamente dura: violaciones a bebés y niñas de 2 años. ¿Qué ha pasado para que ese tipo de contenidos sean motivo de intercambio/excitación/placer en menores? Un hecho que nos debe hacer recapacitar muy seriamente.
Internet ofrece todo un abanico de adiciones, desde las redes sociales hasta el juego on-line, a menudo asociado a las apuestas, pero ninguno parece sumar tantos riesgos para los niños como la pornografía –hay estudios que hablan de que cada vez se inician antes en ella, con ocho o nueve años-, cuando todavía desconocen casi todo sobre la sexualidad, ¿Qué efectos puede tener en un niño la exposición continuada a contenidos creados para adultos, que tienen otras herramientas para interpretarlos, a menudo con imágenes de gran violencia?
Muchos y graves, desde la adicción a alteraciones cerebrales o disfunciones sexuales como la disfunción eréctil. Sabemos que, a mayor precocidad de consumo, mayores efectos y de mayor trascendencia. A los 6, 8 o 12 años no se tiene la capacidad de discriminar el sentido de esas imágenes que visionan en sus móviles, carecen de filtros críticos para valorar su significado. Se lo creen, piensa que es lo normal, lo deseable y les gustaría emularlo en sus prácticas sexuales. No olvidemos que se excitan y se masturban con ellas. Esta es la clave que no ocurre con ninguna otra película, razón por la que cualquier comparación es ridícula. Esto se produce a cualquier hora del día y de la noche, gratuitamente y sin ningún tipo de control ni de contraste con otros modelos sexuales que podrían aprenderse a través de una adecuada educación sexual que permitiera cotejar ambos. Otra mirada bien distinta que pusiera una perspectiva radicalmente diferente: más realista, humana, igualitaria y saludable.
Yo les propongo a padres, madres, docentes y jóvenes que, la sexualidad es una dimensión amorosa, saludable, divertida, tierna y placentera que tiene todo el sentido cuando se da en un entorno de deseo y acuerdo mutuo, afecto, respeto, libertad y corresponsabilidad en el placer con la otra persona, que me concierne, con la que empatizo. Subrayo lo de mutuo acuerdo. Todo esto es invisible en el porno violento que impone un modelo de sexualidad completamente diferente.
El niño y la niña van a ir construyendo, en ese marco, una idea de la sexualidad, de los afectos, de las relaciones interpersonales sexuales, incluso de cuestiones como la excitación sexual o la masturbación, vinculada a la violencia sexual que se observa en muchos vídeos: El actor somete a una mujer, que al principio suele estar remisa, y que no le gusta, pero que acaba sucumbiendo a través de diferentes triquiñuelas, al propósito de darle placer al hombre: el pene descomunal, el coito en las tres mucosas, la eyaculación visible y el orgasmo de él, son el eje y los protagonistas por donde discurre el ”guion literario” por llamarlo de alguna manera, del vídeo porno.
La perversidad del lenguaje vídeopornográfico adquiere límites insospechados. Por ejemplo, en el porno heterosexual, muestra que a la mujer le gusta que la fuercen y sometan, que eso la pone, sacando la loba sexual que lleva dentro y gozando de cualquier práctica que se le haga: azotes, tirar de los pelos, asfixia, arcadas con felaciones, penetración anal-bucal-vaginal, alternativamente y sin solución de continuidad, ausencia de preservativos… y un largo listado de “perrerías” a las que son sometidas mujeres y chicas aniñadas, en muchos de estos vídeos.
No olvidemos que este proceso se vivencia excitado y obteniendo placer sexual a través de la masturbación, que es la mayor recompensa natural, el premio ansiado que actúa como refuerzo psicológico, para impregnar esa experiencia. Hay un sociólogo español, Lluís Ballester, profesor de la Universidad de Baleares que estima que en torno al 25% de los jóvenes españoles, antes de la mayoría de edad, habrían visto unas 10.000 horas de porno, es decir miles de refuerzos psicológicos de esas vivencias.
Considero que es terrible, y muy lamentable, el hecho real de que nuestros menores y jóvenes crezcan, sintiendo en su propio cuerpo, porque se excitan, que el placer sexual y la violencia hacia la mujer van de la mano. Esto es de una gravedad extraordinaria.
A propósito de las redes sociales hay generado un debate sobre la aparición de plataformas como OnlyFans, un fenómeno que muchos no han dudado en señalar como prostitución encubierta, y en donde, otra vez, los menores son vulnerables ¿Qué opinión tiene al respecto, y no cree que debería de existir un control más exhaustivo sobre este tipo de plataformas?
Debería, sí… pero en Internet no hay controles eficientes y dada la complejidad del problema, dudo que sea posible. Por otra parte, nuestro modelo de desarrollo neoliberal se fundamenta en el consumo y en su máxima de que el mercado es el que manda. Bajo este enfoque se instrumentaliza el sexo como un elemento de consumo de primer orden y acaba siendo un relevante protagonista en las propuestas de consumo, porque le interesa a todo el mundo, en una sociedad crecientemente hipersexual, cuestión esta analizada en profundidad en el Volumen I de mi propuesta TUS HIJOS VEN PORNO.
Hay plataformas como TikTok e Instagram, por ejemplo, que promueven sobre todo en chicas que mostrar culo y escote comporta likes, corazoncitos rojos y seguidores. En OnlyFans enseñando un poco más te ganas un buen sueldo, pagado por suscriptores de todo el mundo. El siguiente paso es aumentar la cantidad de dinero en ese juego.
Padres y madres deberían controlar muy seriamente el que sus hijos e hijas tuvieran cuentas en esas aplicaciones. Muchos se lamentarán en el futuro. No se puede admitir que una menor de 13 años, por ejemplo, tenga una cuenta privada en TikTok.
A falta de una educación sexual de calidad en los colegios e institutos, y todavía con una insuficiente educación en los hogares, la pornografía está cubriendo ese hueco en la formación sexual de los más jóvenes, normalizando las relaciones de riesgo, sin protección, o prácticas que suelen ser traumáticas para aquellos que están explorando su sexualidad a una edad temprana. ¿Qué soluciones ofrece en sus libros, cuáles son las herramientas para que familia y docentes puedan atajar este problema tan complejo y tan extendido entre nuestra juventud?
Dado que la pornografía violenta ha venido para quedarse, y que prácticamente la totalidad de nuestros jóvenes la verán, les guste a sus padres o no, no hay otra alternativa que la capacitación específica, temprana y mantenida en el tiempo. La educación sexual profesional es el único recurso para competir, digo bien competir, con el porno. Propongo un modelo de trabajo a desarrollar en la familia y en los centros de enseñanza encaminados a que chicos y chicas tengan un espíritu crítico y sean capaces de decidir qué tiempo dedican a ver porno, y qué tipo de porno visionan. Yo les digo que se abstengan de consumir películas sexuales pornoviolentas (PSP), dándoles numerosos argumentos, y que si necesitan estímulos sexuales audiovisuales, hagan un consumo controlado de películas sexuales eróticas (PSE). Esta es una nueva terminología que yo sugiero para sustituir al concepto pornografía que está trasnochado y que ya no sirve.
Si ponemos el consumo de estas películas al mismo nivel que el consumo de alcohol, tabaco, drogas o videojuegos… podemos entender mejor la prevención, en la medida en que el patrón neurofisiológico y comportamental de esas conductas adictivas es muy similar. La adicción al consumo de porno es una de las consecuencias más estudiadas y que está relacionada con la adicción al sexo y al cibersexo.
Si ponemos esto en perspectiva psicofisiológica, podría señalarse una raigambre biológica en la adicción al sexo que es, probablemente, la primera adición de la especie humana. Por eso tiene tanto éxito el porno: es un superestímulo sexual que va directamente, como un tiro, al cerebro primigenio, estimulando el centro de recompensa cerebral, activando la dopamina, y poniendo en marcha la respuesta sexual humana innata en nuestros genes.
En los 4 libros que componen mi propuesta educativa hago un estudio exhaustivo de la realidad de la educación sexual en España, de las implicaciones de todo tipo que tiene la pornografía, sus efectos y propongo un modelo de trabajo pedagógico concreto, sencillo para llevar a cabo en casa y en los centros de enseñanza, con numerosos ejercicios y recursos para facilitarle la tarea a los padres y madres remisos y vergonzosos -que así se denomina uno de los talleres que realizo con familias y docentes-. Es un ingente trabajo que me ha llevado varios años y que creo cubre un vacío que existía en este ámbito.
Por otro lado la búsqueda del placer, y en concreto de estímulos sexuales, es algo innato al ser humano, y en especial en esa etapa, la adolescencia, donde las hormonas están más revolucionadas. ¿No cabría diferenciar entre los contenidos eróticos, donde se muestran relaciones consensuadas, y el porno duro, donde se asocia el sexo con la dominación de la mujer y con la violencia?
Claro, ya lo he dicho. Los estímulos sexuales existen, siempre han existido y existirán porque son necesarios en la especie humana, no sólo por razones de supervivencia sino también por cuestiones de salud sexual. El deseo sexual, por ejemplo, requiere de elementos sexuales que lo provocan y mantienen en el tiempo.
Por esa razón una película erótica estaría en las antípodas de la película pornoviolenta. No se puede meter todo en el mismo saco, ya que es un error de graves consecuencias porque se blanquean las películas más aberrantes y se ponen al mismo nivel que aquellas en las que no hay ningún asomo de violencia. Además, a los jóvenes tenemos que transmitirles esas diferencias, recomendándoles que rechacen aquellas que asocian la sexualidad a cualquier tipo de violencia, señalándoles cuantas veces sea posible que esta hermosa parcela de la vida, que tiene que ver con el placer, el bienestar, la salud y las emociones humanas positivas, es incompatible con la agresión, que nunca está justificada en las relaciones amorosas.
Creo que la todopoderosa industria del porno parece que está tomando nota de estas críticas y está produciendo otro tipo de películas menos violentas, aunque también es verdad que lo hace para ampliar su nicho de mercado femenino, porque no le preocupa lo más mínimo la salud sexual de la ciudadanía, de lo contrario no produciría los bodrios que ofrecen en sus webs. No tengo ninguna esperanza en que deje de producir vídeos con conductas agresivas, ya que la oferta que tiene y los cientos de millones de consumidores que la mantienen a escala planetaria, van a seguir demandando nuevos contenidos cada vez más violentos, en razón de que esa es una característica destacada de la persona adicta.
Mientras no se controlen los métodos de pago, como ocurrió con la advertencia de VISA y Mastercard a la web Pornhub, poco se avanzará.
Dejando la educación sexual en manos de la pornografía, a menudo se señala de los riesgos de embarazos no deseados en los jóvenes, así como enfermedades de transmisión sexual, o lesiones por prácticas forzadas o, directamente, violaciones que reproducen lo que ven en el porno. Todo esto trae asociado un trauma que marca, a menudo, la vida de esos jóvenes para siempre. ¿Se está estudiando desde la psicología las secuelas que esta deficiente educación está dejando en esa franja de la población tan indefensa y expuesta a una industria como la del porno, accesible a golpe de click?
Hay centenares de estudios e investigaciones científicas, cuyos hallazgos y evidencias sugieren la necesidad de tomarnos este tema muy en serio y poner cuanto antes en marcha medidas valientes y generosas, para hacer frente a esta omnipresencia del porno violento en la educación sexual de nuestros menores. El porno no es neutro, ofrece datos e informaciones no probadas, mitos, estereotipos falsos y milongas que no se sostienen desde el conocimiento científico. Pero también ofrece actitudes misóginas y machistas, así como conductas violentas asociadas a la sexualidad, a la excitación y al placer.
Estos estudios ponen de relieve diferentes consecuencias psicológicas, afectivas, sexuales y relacionales, dependiendo del tipo de porno que se consuma, del tiempo de consumo, de la edad del espectador, rasgos de personalidad o de las motivaciones para consumirlo, por señalar solo algunos factores relevantes.
Por ejemplo, está muy claro la vinculación con el consumo de prostitución, los problemas en las relaciones de pareja y la conducta sexual irresponsable. El condón es invisible en los vídeos porno, promoviendo así infecciones sexuales y riesgos de embarazos no deseados.
Así mismo hay hallazgos interesantes relativos a un incremento del consumo de drogas y tabaco, trastornos de ansiedad o mayor actividad sexual con mayor número de parejas independientemente de la orientación del deseo, asociado a un consumo abusivo.
Entrevista publicada en NR el 18 de junio de 2021.
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