El grado de adicción a los dispositivos inteligentes que permiten el acceso a la red, es ya preocupante tanto en menores, jóvenes como en adultos. También el juego on line, las compras compulsivas, la exposición a las películas sexuales, el acoso sexual o el sexting.
Por José Luis García.
Nota aclaratoria
Llevo muchos años interesado en el estudio de la sexualidad y sus vínculos con la pornografía, así como en la prevención de los efectos de su consumo, a través de una educación sexual profesional. En particular me interesan los efectos de la pornografía violenta -que yo denominado pornoviolencia- en la salud y en las relaciones afectivas y sexuales de menores y jóvenes.
Con el fin de poner una cierta claridad en el fenómeno de la pornografía, propongo acabar con este término, por su elevada carga ideológica y emocional, confusa y estéril, ofreciendo como alternativa una primera distinción (que contempla otras subdivisiones que no vienen al caso) entre Películas sexuales Eróticas (PSE) y Películas sexuales Pornoviolentas (PSP). Entiendo que esta una nueva terminología va a permitir diseccionar el objeto de estudio, con las menores interferencias ideológicas y emocionales posibles.
Como criterio educativo, entre otros, sugiero a los padres, madres y profesionales que transmitan a sus hijos/as, de manera razonada y argumentada, que no vean PSP tal y como hemos señalado en otros artículos y en nuestra propuesta educativa TUS HIJOS VEN PORNO.
Internet y cambio social
Es indudable que, en los últimos 30 años Internet nos ha cambiado la vida, las relaciones o el tiempo libre, tanto a menores como a adultos. Se trata de un avance tecnológico sin igual, extraordinario, que ha desencadenado una transformación sin precedentes en la sociedad, pero también ha venido acompañada de riesgos importantes de salud que es preciso conocer. Va todo en el mismo paquete.
El grado de adicción a los dispositivos inteligentes que permiten el acceso a la red, es ya preocupante tanto en menores, jóvenes como en adultos. Tambien el juego on line, las compras compulsivas, la exposición a las películas sexuales, el acoso sexual o el sexting, por citar hechos destacados, han requerido el interés de los estudiosos y de los profesionales de la salud.
La inmensa mayoría de los menores y jóvenes consumen pornografía, contenidos que, en su mayoría, presentan diferentes dosis de violencia, algunas rayanas en la tortura, otras con menores y chics aniñadas. En España, según diferentes estudios, algunos comienzan a los 8 años, otros incluso antes, a los 6, siendo mayoría a los 16. Probablemente habrá poco chicos que antes de cumplir 18 años, afirmen no haber visto nunca películas sexuales.
Cualquier niño con un móvil de acceso a Internet, se va a topar con este tipo de películas sexuales pornoviolentas.
Las niñas algo menos, pero en algunos países ya se están acercando en torno a los 16 años. Sin embargo, ellas son las que van a sufrir las consecuencias de que ellos vean más, porque van a acabar en sus brazos realizando las prácticas sexuales que a ellos les excitan sobremanera. Cualquiera que tenga un móvil con acceso a la red puede hacerlo, no solo en las webs específicas, sino que está presente en varias RRSS, en ciertos videojuegos, canciones, videoclips…
Este consumo, a pesar de ser gratis, no es de balde, tiene consecuencias y algunas de ellas muy graves. Diferentes estudios científicos sugieren efectos tales como: adicción, hipersexualidad, alteraciones cerebrales, disfunciones sexuales, problemas de pareja, trastornos de la conducta, alteraciones de la sociabilidad, consumo de prostitución, riesgos reproductivos y de infecciones entre otros. Tenemos que subrayar el aprendizaje de un modelo de relaciones sexuales agresivo, y un modelo de hombre y de mujer inaceptable desde todo punto de vista, cuando nos referimos al de carácter pornoviolento.
Es cierto que esas consecuencias van a venir moduladas por otro tipo de factores que hemos analizado en otros artículos.
Lo que nos inquieta es el hecho, tal real como terrible y lamentable, de que niños y niñas se inicien en la sexualidad con ese modelo que ven en las pantallas de sus móviles, modelo que contribuye a configurar el concepto y el sentido de su sexualidad y de sus relaciones a partir de ese momento. El porno con diferentes dosis de violencia es el manual de instrucciones 3.0 de las primeras relaciones sexuales de muchos chicos y chicas. Las películas sexuales en su adorado smartphone, constituyen un atractivo difícil de igualar para muchos jóvenes, por sus características particulares, que las hacen únicas, y que estimulan rápida y directamente, como un tiro, la parte más primaria de nuestro cerebro, inundándolo de dopamina.
Sin embargo, frente a esta realidad, la sociedad muestra una desidia incomprensible, dejando en manos de este referente educativo, altamente inapropiado, la educación sexual y afectiva de sus niños y niñas. Este tema es invisible. Se consume hasta la saciedad, pero se habla muy poco, y en todo caso cuando se hace es a través de un debate bronco y agresivo como pocos.
En este momento hay pocos temas que generen una polarización ideológica tan característica como la que acompaña a las películas sexuales, razón por la cual, adentrase desde una perspectiva científica y académica en este tema, suele llevar aparejada, a menudo, zancadillas, insultos y descalificaciones, tanto por quienes están radicalmente en contra de cualquier tipo de porno, como los que están radicalmente a favor. Hay movimientos sociales poderosos que están en contra de la violencia, mientras que algunas de sus dirigentes reaccionan virulentamente, enviado sus hordas, contra quienes no siguen su dictado.
Esta polémica que no hace sino obstaculizar y retrasar la educación sexual, impide ver la verdadera dimensión del problema: Cualquiera que tenga un móvil con acceso a la red, puede ver millones de páginas porno gratuitas. Tus hijos, nietos, o sobrinos, amable lector/a, también lo harán, si no lo han hecho todavía. Además, la propia industria del porno tiene recursos sobrados para que cualquier persona se tope con él, esté el mayor tiempo posible haciéndolo -porque ese es su negocio: comprar la atención y el tiempo del espectador, mejor aún si se convierte en adicto- copando las aplicaciones, páginas, plataformas o videojuegos donde recala la juventud y en donde la industria está hábilmente infiltrada.
Ese es su objetivo, como los lobbies del tabaco, del alcohol o los cárteles de la droga. Es difícil ver el impacto del consumo de films sexuales, si no lo comparamos con el de esas sustancias, ya que los efectos de su exposición son similares y la estrategia de las industrias que lo promueven son muy similares.
La adicción a la pornografía, y sus correlatos cerebrales subsiguientes, está relacionada con la adicción al ciber sexo y la adicción al sexo, circunstancia ampliamente documentada, presentando un patrón similar al resto de conductas adictivas por sustancias, comida, videojuegos o al juego patológico.
Por otra parte, los modelos de relaciones sexuales que nos ofrece el porno violento, basados en el dominio del hombre y el sometimiento de la mujer, trastoca de una manera significativa una construcción saludable de la sexualidad de nuestros menores y jóvenes, que acceden a esas imágenes, altamente excitados y sintiendo placer, con un cerebro inmaduro y en construcción, confiriéndole una mayor significación a esas poderosas emociones.
El modelo de relaciones que nos ofrecen estos vídeos, se convierte en el paradigma del dominio del hombre sobre la mujer, enseñando a menores y a jóvenes, el modo y la manera de cómo la chica debe plegarse a los deseos del varón puesto que, él, es el que manda. Ella debe someterse ya que, además de que debe hacerlo por ser mujer, en el fondo, disfruta con ello. Esta es la máxima perversión del mensaje que envían las películas pornográficas a los niños y jóvenes, que las ven muy a menudo: a los/as menores les gusta que las violen.
Como se podrá comprender a los 6- 8 años, no se tienen ni las capacidades, ni habilidades cognitivas para valorar las ventajas e inconvenientes de lo que ve, porque no puede hacerlo. Su cerebro no tiene esa capacidad, ni tampoco parece que pueda entender el sentido y significado de esos comportamientos, ni la percepción de realidad/irrealidad de aquello que se visiona, fuertemente excitado, en la pantalla. Las imágenes excitantes se acaban imponiendo y al ser reiteradas, van a tener un carácter de normalidad.
Como hemos señalado en otro artículo, de los cientos de millones de películas que hay en los millones de webs porno gratuitas, menores y jóvenes disponen de billones de títulos sobre violaciones, incluso tortura sexual, términos muy usuales en los títulos de los mismos, donde los protagonistas pueden ser padres, hijos, familiares, jefes, empleados o vecinos. Da igual, cualquier fantasía sexual, por rara que pueda parecer, es muy probable que esté filmada. Sin embargo, es preciso destacar que este tipo de películas sexuales pornoviolentas, normalizan el incesto, la paidofilia y pederastia y la agresión sexual a mujeres, por poner solo algunos de los efectos más destacados.
Tratar de meter en el mismo saco este tipo de vídeos con otros que no tienen ningún atisbo de violencia, porque son eróticos, además de una falacia, es un ejercicio de irresponsabilidad, en la medida en que están enviando el mensaje de que un vídeo de tortura sexual a una niña, es igual a otro en el que no hay ningún tipo de agresividad, observándose respeto y mutuo acuerdo entre los protagonistas.
La situación es, a mi juicio, compleja y preocupante. Por la facilidad y gratuidad del acceso: Barra libre las 24 horas del día, los 365 días al año. Todo ello comporta importantes riesgos para la salud y para las relaciones sexuales y afectivas del futuro de esos menores y jóvenes. Por esa razón hablamos de Generación de niños (y niñas) pornográficos. Una bomba de relojería que nos explotará más temprano que tarde.
Es probable que la desactivación de esta bomba solo sea posible a través de la capacitación específica en esta área tanto en la familia como en la escuela, como hemos propuesto reiteradas veces. Sin embargo, estamos lejos de una situación razonablemente satisfactoria.
La falta de educación sexual endémica en nuestro país, obliga a nuestros niños y jóvenes a buscar respuestas a sus inquietudes e intereses sexuales legítimos en Internet, topándose inevitablemente, con ese tipo de vídeos pornoviolentos que, a sabiendas, los reciben con los brazos abiertos.
¿Qué es un niño pornográfico?
Este tema ha sido desarrollado ampliamente en otros muchos artículos y, a modo de hipótesis, en síntesis, sería lo siguiente.
- Es un menor que ha aprendido sexo a través del porno fundamentalmente, sin educación sexual adecuada en la familia y la escuela, que se ha creído que lo que ve -que, a la vez, es lo que le excita enormemente y lo que le da un inmenso placer- es lo normal, expectativas que se va forjando en su mente inmadura.
- Es probable que tenga relaciones sexuales precoces, que sea muy activo sexualmente y, sin importar la orientación sexual, y que trate de imponer a una chica lo que ha visto en las películas de pornografía violenta; es decir, coito oral, anal y vaginal alternativamente y sin ningún tipo de higiene, ni métodos de prevención de Infecciones de Transmisión Sexual. Con lo cual el riesgo de contagiarse una infección de esta naturaleza o bacteriana es elevado.
- Quizá sea agresivo en sus primeras prácticas sexuales y como tienen todas las papeletas de que sean frustrantes, es posible que frecuente la prostitución porque es allí donde puede hacer lo que quiera, lo que le pida a una joven mujer, venida de un país pobre, obligada a hacerlo, por unos cuantos euros.
- Es muy probable que tenga una conducta adictiva a este tipo de cintas sexuales y, en este caso, padecer determinadas alteraciones cerebrales. En esas circunstancias, es probable que sufra algún tipo de disfunción sexual. En el caso de que tenga pareja, puede que emerjan conflictos con ella y, tal vez, acaben separándose
- Es de esperar que sus actitudes sexuales sean misóginas y permisivas hacia la agresión sexual hacia las mujeres. Incluso comprenderá y tolerará esas agresiones en otros y, se ha comprobado, va a evitar intervenir si observa una agresión en su entorno.
- Por todo ello, este chico, con toda probabilidad, va a sufrir enormemente en su vida. Y, de paso, toda su familia. Seguramente afectará mucho más a los estratos socioeconómicos más vulnerables.
Ante esta situación, y con el fin de prevenir este tipo de problemática, proponemos una capacitación específica de padres, madres y docentes, en base a diferentes temas prioritarios, contenidos que, luego, ellos/as van a aplicar en sus respectivos ámbitos con niños, niñas y jóvenes según su edad y necesidades. Se trataría de competir con los contenidos que ofrecen estos vídeos, de ahí que la finalidad de nuestra propuesta es que lleven a cabo una adecuada educación sexual que les permita hacer frente a esa vigorosa influencia de la industria pornográfica, ante la que se hallan, demasiado a menudo, sin vigilancia de ninguna naturaleza. En una sociedad hipersexual como la nuestra, la pornografía seguirá existiendo durante mucho tiempo y, en este momento, la formación es el único recurso realista que tenemos.
En consecuencia, se propone educar y capacitar en la sexualidad a chicos/as para que puedan hacer frente a los desafíos, y sus consecuencias, que plantea el consumo de pornografía en la sociedad actual, fenómeno de grandes implicaciones, muy complejas, que requiere una sólida formación.
El dilema, por tanto, es: ¿Quién educa la sexualidad y la afectividad de nuestros menores? Tenemos que elegir entre el porno violento o una visión radicalmente distinta de la sexualidad: una dimensión amorosa, saludable, divertida, tierna y placentera que tiene todo el sentido cuando se da en un entorno de deseo y acuerdo mutuo, afecto, respeto, libertad y corresponsabilidad en el placer con la otra persona, que me concierne y con la que empatizo.
Padres, madres y profesionales tendrán que responder a este dilema. No hay duda de que es un reto extraordinario para la salud sexual y emocional de las próximas generaciones.
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