Mariona Roca, la memoria que el Patronato no pudo vencer

La memoria de esa rebeldía que Mariona se resistía a perder fue poblando un cuaderno donde registró cada detalle de su calvario, incluso una visita del doctor Vallejo Nájera, ese aprendiz de Mengele, que quería aislar el “gen rojo”, y cuya nieta presenta ahora Master Chef.

Por Angelo Nero | 28/07/2020

A Mariona Roca Tort se le torció la vida el primero de mayo de 1969, cuando acudió a una manifestación con un grupo de estudiantes del Institut Maragall. El 17 de enero se había clausurado la Universidad de Barcelona, tras el asalto del rectorado en protesta por la represión estudiantil. Cuatro días después se intensificarían las protestas por el asesinato de Enrique Ruano. Y el 24 de enero se declara el estado de excepción en todo el estado. Mariona, ante la detención de una compañera en la manifestación del primero de mayo, decide pasar la noche fuera de casa y a partir de aquí sus padres la somete a un férreo control. Pero la rebeldía ya ha prendido en sus diecisiete años, y en verano se escapa a Menorca, donde es detenida por la guardia civil, porque sus padres habían denunciado su fuga.

De regreso a Barcelona la ingresan en un centro del Patronato de Protección a la Mujer, una institución encargada de “la dignificación moral de la mujer, especialmente de las jóvenes, para impedir su explotación, apartarlas del vicio y educarlas con arreglo a las enseñanzas de la Religión Católica”. De hecho un organismo que castigaba cualquier conducta que cuestionara la moral franquista, e internaba a las jóvenes en una red de reformatorios en manos de ordenes religiosas. A Mariona la ingresan en las Adoratrices de Madrid -era una práctica habitual alejarlas de su ciudad, para desvincularlas de sus amigos-, y allí comienza de verdad su calvario, una condena que duraría tres años.

Resulta curioso que el Patronato tuviera entre sus fines el de “impedir la explotación” de las jóvenes, porque Mariona, como sus compañeras de infortunio, trabajaban todos los días en los talleres, sin recibir ni una peseta por su trabajo, en su caso confeccionando abrigos para El Corte Inglés.

Otra superviviente del infierno de Adoratrices, la escritora Consuelo García del Cid, que ha sacado a la luz la realidad de los reformatorios del Patronato de Protección a la Mujer, en libros como “Las desterradas hijas de Eva”, “La niña del rincón” y “Dolores”, no dudo en definir aquel organismo como una Gestapo contra las mujeres, donde al trabajo esclavo y la absoluta falta de intimidad, se le añadía la pésima alimentación.

Precisamente en la alimentación encontró Mariona su herramienta de resistencia, negándose a comer. Otras optaban por fugarse. También hubo numerosos suicidios. “Como vieran que insistías en quitarte la vida, o que te autolesionabas, te amenazaban con enviarte al psiquiátrico”, nos decía Consuelo, en una entrevista para este medio.

Ante su negativa a comer a Mariona la ingresan en la clínica psiquiátrica San Miguel de Madrid. Allí la someten a electroshocks y a terapia de choque con insulina, que le inducía a un estado de coma que le causaban constantes pérdidas de memoria. La memoria de esa rebeldía que Mariona se resistía a perder fue poblando un cuaderno donde registró cada detalle de su calvario, incluso una visita del doctor Vallejo Nájera, ese aprendiz de Mengele, que quería aislar el “gen rojo”, y cuya nieta presenta ahora Master Chef.

Mariona Roca Tort recuperó el peso y la memoria, pero nunca dejó de mostrar su rebeldía.

Su hija, Marina Freixa, junto con Sofia Esteve e Isa Luengo, recuperaron su historia en el documental “Els buits”, donde tratan de cubrir los vacíos, los silencios, y buscar respuesta para una pregunta que, muchos de los que recorremos los caminos de la memoria nos hemos hecho alguna vez, ¿cómo es posible que no supiéramos nada, o casi nada, de este terrible capítulo de la represión contra las mujeres? ¿por qué todavía hoy en día siguen siendo olvidadas las supervivientes del Patronato cuando se habla de las víctimas del franquismo?. “Forma parte del proceso de verdad, dentro de esa verdad, justicia y reparación. La idea era aportar un pequeño granito de arena, al menos en el apartado de verdad, a partir de información y visibilización, para que más gente lo conozca y, de alguna manera, hacer justicia”, declaraba Isa Luengo, tras conocerse que la película había sido nominada a los premios Goya, en la categoría de mejor corto documental.

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