Blanca Calvo Alonso: “Las deportadas españolas no tenían una tierra a la que volver, habían ganado la guerra al fascismo pero Franco seguía gobernando en España y tuvieron que empezar de cero”

A las deportadas se les suma los experimentos médicos centrados en la esterilización y la violencia sexuada: aquella que sufrieron por el simple hecho de ser mujer.

Por Isabel Ginés | 22/06/2024

En la historia europea, hay historias de vida que han sido silenciados o poco conocidas durante décadas. Una parte que es necesaria y se empieza a conocer más es el de las mujeres españolas deportadas españolas a campos nazis durante la Segunda Guerra Mundial. La importancia de investigar estas historias no solo radica en hacer justicia a las víctimas, sino en comprender y reconocer el sufrimiento y la resistencia de estas mujeres, quienes enfrentaron un doble exilio: primero, de su patria; luego, de la Memoria colectiva.

Investigar y documentar estas historias es un acto de justicia y memoria. Estas mujeres no solo fueron víctimas de la brutalidad nazi, sino también heroínas de la resistencia. Resistieron con dignidad en circunstancias extremas, mantuvieron la esperanza y, en muchos casos, participaron activamente en actividades de resistencia dentro de los campos. Al rescatar sus historias, damos voz a las que nunca se rindieron, a las que, en medio del horror, encontraron la fuerza para seguir adelante.

En un contexto donde la memoria histórica sigue siendo un campo de batalla, estas investigadoras nos recuerdan la importancia de no olvidar. Nos enseñan que recordar es un acto político y ético, un compromiso con el pasado y con las futuras generaciones. Porque al recordar a las deportadas españolas, también estamos reafirmando nuestro compromiso con los derechos humanos, con la lucha contra el fascismo y con la construcción de una memoria colectiva que incluya a todas las voces, especialmente a las más silenciadas.

Por ese motivo he querida entrevistar a Blanca Calvo Alonso que lleva años investigando este tema.

Hace años tuve la suerte de estar cerca y conocer a mujeres o familiares de deportadas. Me di cuenta también hace bastante tiempo de lo necesarias que son las investigadoras que sacan las historias del olvido, como Blanca, Ana o yo misma, por usar un poco el ego de mi trabajo. Pero a Blanca la admiro desde hace mucho porque tiene conocimiento, tiene pasión y lucha como poca gente. Admirar a alguien que saca del olvido a mujeres y cuenta la historia con veracidad, sumergiéndose en archivos y libros hasta hallar ese dato, esa historia o esa concordancia para indagar, es algo necesario.

Por eso su entrevista es necesaria.

¿Qué te motivó a investigar sobre las deportadas españolas en los campos nazis?

Fue una mezcla de pequeños motivos. Partimos de una niña que, bastante precoz, leyó el “Diario de Ana Frank” y “Cuando Hitler robó el conejo rosa”… por lo que se puede decir que el tema del Holocausto siempre me ha interesado, siempre ha estado allí como lo está para casi todos: en forma de producto audiovisual, de documental o de película.

Cuando empecé la carrera de historia no pensaba investigarlo, no fue hasta que en tercero de carrera me fui de Erasmus a Lublin, una ciudad polaca, y fui testigo de como las leyes de “memoria” de la extrema derecha cambiaba las cartelas y el discurso oficial del campo de concentración de Majdanek, un campo que yo visitaba semanalmente ya que tenía un par de clases en un campus de la Universidad Católica situada a unos metros. Este momento, podemos decir, fue cuando me di cuenta que el Holocausto era un arma arrojadiza de la política, algo que se construye o deconstruye a diario; y empecé a cuestionarme, la forma en la que estos memoriales crean su discurso y su narrativa. Volví a España y, por un libro, decidí investigar como trabajo final de grado el Patronato de Protección a la Mujer; un tema que me devastó tanto que cuando tuve que hacer el Trabajo Fin de Máster (TFM) ni planteé retomarlo; pero que me abrió los ojos hacia la represión que sufrieron las mujeres en los contextos de guerra o posguerra. Imagino que la biografía de Neus Catalá, novelada, influyó; dejó una semilla que un día brotó de manera salvaje en forma un correo a la universidad diciendo que quería dedicar mi TFM a las españolas deportadas y a la memoria. Era 2020 y bueno, nunca pensé que el tema daría para tanto.

¿Qué desafíos has enfrentado al investigar este tema tan específico y cómo los has superado?

Más que desafíos, el hecho de que casi todas las fichas estén digitalizadas ha sido una bendición. Yo venía de investigar la represión en España y muchas veces, por falta de personal, los archivos están saturados y los tiempos de espera superan el año. Así que el hecho de poder consultar fichas digitalizadas desde mi casa o pedirlas a un campo y que respondieran en un plazo razonable de tiempo es algo que aún me sorprende.

En cuanto a la investigación propiamente dicha, tal vez el desafío más común es que muchas mujeres usaron alias en la resistencia y este alias es el que figura en las fichas de los campos. Por lo que para una misma mujer puedo estar encontrando menciones o documentación con 3 nombres distintos, nombres que solían ser “afrancesados”: Neus Català fue deportada como Neus o Niege Roger; Ángeles Álvarez como Arlette Chalbos, Nicolasa García como María Linares. En este caso si que podemos intuir que era española María Dolores García Echevarrieta como Charlie Jeantet o Demetria Gastón Ganuza como Demetria Dupuy. Te diría que esto es lo más complicado, recuperar los nombres de soltera de estas mujeres.

Otra traba que he encontrado han sido los silencios, en la obra pionera de Monserrat Roig “Los catalanes en los campos de concentración” encontramos un prólogo, una carta que Artur London escribió a Monserrat dedicándole unas palabras de agradecimiento y recordando a sus camaradas que había luchado contra el fascismo. Camarada en masculino ya que no por no citar, no cita ni a su mujer Lise London.

¿Podrías contarnos alguna historia particular que te haya impactado durante tu investigación?

Podría decirte que cada historia impacta de una manera distinta, madres e hijas deportadas a la vez, madres que, cuando son detenidas por la Gestapo o la policía de Vichy dicen a su hija “no tornis més”… La historia de Estrella Kugelman, una niña de padre español deportada con 4 años por la participación en la Resistencia de sus padres. Historias sin rosto, como la descripción de una madre y una hija españolas que un día entraron en la cámara de gas. O la de una joven llamada Mimi que fue asesinada pero de la que no se sabe nada; las supervivientes dan distintas versiones. Pero hay una historia a la que siempre vuelvo, a la María Dolores García Echevarrieta. Siempre vuelvo o siempre me la encuentro. Lola, Carlota, Charlie Jeantet, Charly Olaso, Charlotte Jantet… todos estos nombres son un lugar común en la memoria de las deportadas a Ravensbruck. La describen como una madre, como ayuda vital para sobrevivir en el infierno, un rayo de sol… una mujer comprometida que les explicaba como sobrevivir.

Pese a que en su ficha de deportada figura como nacida en Bayona, Dolores nació en Bilbao. Antes de la guerra había trabajado en el Consulado de Chile en Barcelona como secretaria, lugar donde conocerá a otra deportada con quien se reencontró en Ravensbrück, Mercedes Núñez Targa, secretaria de Neruda. Gracias a la ayuda de Neruda Carlota pudo exiliarse como parte del cuerpo diplomático, esta es la primera vez que emplearía el que sería su nombre de deportada: Madame Jeantet. Carlota fue deportada por su participación en la resistencia francesa a Ravensbrück; posteriormente sería trasladada, junto a otras españolas a Mauthausen y pese a que estaban marcadas como Noche y Niebla, los españoles del campo al enterarse de la llegada de estas, lograron organizar algo de jabón, alimentos y ropa en condiciones. Esta historia siempre sorprende porque los guardianes no hicieron nada por evitar que los españoles les entregaran esta ayuda, moral sobre todo, a sus compañeras.

Carlota fue liberada el 5 de junio de 1945, se reencontró con su marido, Joaquín Olaso. En ese momento Dolores escribió a su familia una carta en la que aseguran que estaban bien, que Kim traía los ojos algo enfermos… Y en sí se puede decir que estaban bien, ambos habían sobrevivido a los campos y ella había recuperado su trabajo como secretaria en el Consulado General de Chile en París. En la carta también dicen que fueron recibidos con los brazos abiertos, pero la realidad era más complicada. Cuando fueron detenidos, Joaquín Olaso no soportó las torturas de la Gestapo y delató a los miembros de su red. Esto les supuso el ostracismo social.

El 31 de enero de 1945 el matrimonio fue encontrado muerto, asfixiados por gas, en la chambre de bonne que tenían alquilada. Para su amiga Mercedes, nunca quedará claro si fue un accidente o un suicidio; el historiador señala que seguramente fue un asesinato. Para la sobrina de Charlie, el suicido no era viable porque la pareja tenía “intención de volver a Carcaixent y abrir allí una librería”.

¿Cuáles eran las condiciones de vida y las experiencias diarias de las deportadas españolas en los campos nazis?

En la deportación las mujeres sufrieron lo mismo que los hombres: el hambre, el frío, el trabajo para el enemigo en fábricas de armamento militar, el trabajo cuyo único fin era agotarles, los malos tratos… Es cierto que a ellas se les suma los experimentos médicos centrados en la esterilización y la violencia sexuada: aquella que sufrieron por el simple hecho de ser mujer. Algunas historiadoras señalan que sufrieron 4 veces más: por el trabajo esclavo superior a sus fuerzas, por la pérdida de identidad a través de la ropa, la pérdida del cabello o la perdida de la menstruación. Y esto último me parece muy interesante y poco hablado, el hecho de perder la regla (amenorrea) hizo que para muchas el futuro desapareciera, con la sangre también se iban los hijos que creían no poder tener. Y a esto muchas supervivientes añadirían la violencia del desnudo. Desnudarse nada más llegar en presencia de otras mujeres de todas las edades, en presencia de las SS. En una época en el que el cuerpo no se mostraba, se ocultaba.

Hay una frase de Primo Levi que creo que resume bien como debió de ser la experiencia del rapado, la perdida de un sinónimo de lo femenino en aquella época: Considerate se questa è una donna, senza capelli e senza nome senza più forza di ricordare (Considere si se trata de una mujer, sin pelo y sin nombre, sin fuerzas para recordar).

Tenemos que tener en cuenta que las condiciones que solemos asociar a los campos de concentración se le suma que estas mujeres fueron empleadas, obligadas a trabajar, en distintos kommandos de trabajo; sobre todo en fábricas que producían bienes bélicos. Esto fue para ellas atroz, eran obligadas a fabricar munición para los nazis, una munición que tenía como destino acabar con los suyos.

¿Cómo afectó la guerra civil española al destino de estas mujeres en los campos nazis?

Salvo excepciones, todas fueron deportadas por su participación en la resistencia francesa. Eran mujeres que militaban en el partido comunista, en la CNT, UGT, obreras… algunas habían pasado la Guerra Civil con los brigadistas internacionales, otras habían sido enfermeras, maestras en las colonias de niños, acompañantes en los barcos del exilio. Para estas mujeres perder la guerra supuso perder su casa, partieron al exilio, pero, sobre todo, perder un sistema de valores, un mundo más igualitario por el que habían luchado e, irónicamente, tuvieron que volver a luchar desde Francia.

¿Has encontrado diferencias significativas en las experiencias de las deportadas españolas comparadas con las de otras nacionalidades?

Más que diferencias durante la deportación, la principal diferencia fue tras la liberación. Las españolas no tenían una tierra a la que volver, habían ganado la guerra al fascismo pero Franco seguía gobernando en España y tuvieron que empezar de cero en un país que les había recibido de manera hostil. Una superviviente que no quiso dar su nombre se lo explicó así a Monserrat Roig: Volver quería decir vivir otra vez como refugiados, con el miedo a la expulsión, sin saber adónde ir si en Francia no te acogían.

Tal vez por eso tardaron más en contar sus historias. Las francesas lo hicieron en 1965 con obras como Charlotte Delbo “Aucun de nous ne reviendra”, las italianas en 1978 con la obra de Lidia Beccaria Rolfi “Le donne di Ravensbruck” , por dar dos ejemplos cercanos. Las españolas callaron hasta que Neus publicó sus” 50 testimonios de la resistencia y la deportación”. Era 1984.

Es entendible este silencio, estaban solas o bien, habían vuelto al núcleo familiar, ¿Cómo se habla de la deportación con tus padres? ¿Con tu pareja? ¿o con tus hijos? No se hizo. Se guardó silencio porque en aquel primer momento tocaba recuperarse, sanar física y mentalmente. Conseguir un trabajo para tener pan que llevarse a la mesa. No tuvieron, no pudieron tener, esa habitación propia para escribir sus memorias.

¿Qué rol desempeñaron las redes de apoyo y solidaridad entre las deportadas en los campos?

Tenemos que entender que no hubo una sola manera de hacer la Resistencia y que, la que mayor representación tiene, la armada, solo fue una acción más dentro de una red mucho más compleja. Las españolas ejercieron de correo llevando mensajes por toda la Francia de Vichy, llevaron explosivos en el carricoche de su hijo, esto lo hizo Luisa Alda. Participar en la Resistencia era llevar dinero, alimentos, carnets falsificados con sellos como el que robaron las hermanas Sabatè de la cuestura en la que trabajaban. También diseñaron y repartieron folletos llamando a la movilización de las mujeres contra el nazismo.

En muchas ocasiones toda la familia estaba implicada y, como en el caso de Jesusa Bermejo “los cinco hijos de la hermana muerta, la de mi hermana en la cárcel y los míos hacían que la policía apenas le prestase atención”. Pese a tener que encargarse de todos, Jesusa siguió siendo parte de la Resistencia.

Algunas tomaron las armas, Elaine Sophy Browne Bartrolí se unió al ejecutivo de operaciones especiales británico y el 13 de agosto de 1943 saltó en paracaídas sobre Marsella. Estuvo cerca de un año en la clandestinidad realizando sabotajes hasta que en marzo de 1944 fue detenida por la Gestapo y asesinada en Dachau.

¿Qué importancia tiene preservar y difundir la memoria de estas mujeres en la actualidad?

Creo que la respuesta es sencilla, les debemos esto. Estas mujeres lucharon contra el nazismo y la desmemoria española ha hecho que muchos sean incapaz de citar un nombre, un caso. Es cierto que este olvido también se da en los casos de españoles deportados como apátridas, pero el silencio o desconocimiento entorno a las deportadas es mayor. Ya lo dijo Neus Català: “fuimos las olvidadas entre los olvidados”.

¿Has podido entrevistar a sobrevivientes o sus familiares?

Por desgracia no he podido entrevistar a ninguna mujer superviviente española, pero hace dos años pude asistir a una charla organizada en La casa della memoria en la que intervino la superviviente italiana Liliana Segre. Sin embargo, si que he podido trabajar mano a mano con familiares que quieren saber más sobre sus abuelas, mujeres que acabaron en Latinoamérica y que nunca hablaron de su experiencia. Ellas, como tantas en España, son las nietas que están rompiendo los silencios. Que hacen las preguntas. O como dice Esther López Barceló, la generación de la conjura.

¿Cómo sacas la información y como son tus vistas a los archivos?

Cuando empecé la investigación quise hacerlo desde el punto de vista más humano posible, no me lancé de cabeza a los archivos de los campos, me lancé de cabeza a leer biografías de supervivientes y sacar de sus recuerdos menciones a otras españolas. Por ejemplo, Mercedes Núñez Targa habla de una alicantina que siempre que podía, hablaba del arroz con costa de su tierra. Los archivos me aportan una información más escéptica, Marita Van Aal, deportada política belga. Por eso para mi es importante no perder de vista el lado humano. Saber su historia, su historia de antes de la deportación y si sobrevivió, su historia de después.

Estas mujeres ya fueron en una ocasión reducidas a números, yo no quiero caer en ello. Tal vez por eso, aparte de dedicar horas a buscar fichas en archivos digitales o esperando la respuesta de los archivos españoles, busco en prensa noticias que las pudiera mencionar, y a veces hay suerte; por ejemplo la deportada Daría Urquiza Palacios buscaba a su marido en el 39, en el contexto de los campos de arena franceses.

¿Qué te inspiró a investigar en el campo de la historia, especialmente en el Holocausto?

Aquí lo “gracioso” es que yo empecé la carrera queriendo hacer estudios de la Roma clásica, luego pasé a historia de la moda como un primer acercamiento a la historia del género, pero sin duda fue Svetlana Alexchiev la que con “La guerra no tiene rostro de mujer” me hizo ver con otros ojos los conflictos bélicos del siglo XX. Y una vez empiezas a cuestionarte los discursos oficiales, la historia escrita, casi siempre, por hombres vencedores, te das cuenta que en las películas, en los libros de ficción, en los propios memoriales de los campos o en el discurso popular la historia está sesgada. Asociamos Holocausto a la deportación judía, cuando la palabra más acertada sería Soah; y al centrarnos solo en este grupo, nos olvidamos de todos los demás grupos represaliados: gitanos sintis y romaníes, personas del colectivo LGTB, prisioneros de guerras, prisioneras de guerra, personas consideradas inferiores, personas con alguna enfermedad física o mental, mujeres resistentes… En un primer momento me inspiró Sveltlana, pero a día de hoy lo que me sigue motivando a investigar, teniendo en cuenta que no estoy doctorando y nadie me paga por ello, es una extraña sensación de tener una deuda pendiente con todos aquellos que lucharon contra el fascismo y gracias al cual, yo nací en un país libre.

¿Cómo te mantienes al día con los nuevos descubrimientos y avances en tu campo de estudio?

Principalmente, gracias al trabajo altruista que hacen las amicales de Ravensbrück o Mauthausen, a sus boletines informativos o publicaciones, al proyecto IBStolperisteine y al trabajo que a nivel local realizan muchas investigadoras para revistas como Antzina, una publicación genealogía vasca e historia local.

Pero sobre todo, me mantengo al día gracias a las redes que he logrado tejer entorno a este proyecto. Amigos, familiares que ven una noticia en un diario local y me la mandan por whatssap. Compañeros historiadores que me derivan el contacto de una nieta que busca información. No siempre lo logro y eso es bonito, ver que la memoria de estas mujeres se recupera cada vez a mayor velocidad de la que yo puedo seguir.

¿Qué aspectos de tu trabajo disfrutas más y por qué?

Investigar en archivos es bastante solitario, por eso lo que más disfruto es la parte de la comunicación. De la divulgación no ya solo en los congresos, por el intercambio de ideas y el estímulo intelectual, si no las veces que he dado charlas en institutos. Esto me encanta, no solo porque les acerco con casos locales la historia de la deportación de españoles y españolas, es que les sirve para comprender que la historia es una disciplina científica.

Creo que cuando las nombro, en un aula o en un seminario, cuento sus historias, diciendo sus nombres yo también estoy colaborando con la causa, con la promesa contra el olvido que muchas hicieron tras la liberación. Y que dejo una semilla en quien me escucha, tal vez la duda de ¿hubo alguna deportada de mi localidad? Una vez, en una charla en un instituto, una alumna me contó, impactada, que sus abuelos habían sido de los migrantes económicos a Francia, que no podía no pensar que esa historia, la de la deportación, podría haber sido la suya. Y si sirvió para que la chica se sentara con sus abuelos a hacerles preguntas, a escuchar y valorar una historia que suele contarse a partir de silencios, creo que esto tiene sentido.

Recomiéndanos algún libro sobre el tema que veas interesante.

Las biografías de Lise London (“La madeja del tiempo” y “Memoria de la Resistencia”) y Mercedes Nuñez (“El valor de la memoria. De la cárcel de Ventas al campo de Ravensbrück”); La obra pionera de Monserrat Roig “Catalanes en los campos de concentración”; “50 testimonios de la resistencia y la deportación”, de Neus Català; “Como una rana en invierno”, de de Daniela Padoan; y el clásico Primo Levi, pero el segundo, “La Tregua”, en el que narra el regreso de los campos, la vida de después.

Recomiéndanos alguna película o documental que sea interesante y podamos conocer más.

Película: “El fotógrafo de Mauthausen” pese a que la representación de españolas en mínima y cuando se hace, se cae en el lugar común de mujer en campo igual a prostituta. A Mauthausen fueron deportadas mujeres por su participación en la resistencia francesa. Esta película es del 2018 y fue pionera al narrar la deportación de españoles y, el propio Mario Casas, actor protagonista, señaló en varias entrevistas esto que yo y tantas reivindicamos, falta la historia de las mujeres deportadas.

Simone, la mujer del siglo” es una película francesa de hace un par de años a lo sumo en la que se narra como fue la vida tras la deportación de Simone Veil, una figura fascinante.

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