El problema era especialmente grave porque la explotación era especialmente intensa con las trabajadoras y con los niños obreros que se empleaban en un alto número.
Por Eduardo Montagut
En los alrededores de Madrid han abundado hasta épocas relativamente recientes los tejares, es decir, las fábricas de ladrillos, tejas y adobes. La situación de los trabajadores en esta industria llegó a tal extremo que la Federación local de Edificación de la UGT se movilizó para denunciar la misma en los años veinte. El problema era especialmente grave porque la explotación era especialmente intensa con las trabajadoras y con los niños obreros que se empleaban en un alto número.
Los sindicalistas realizaron una exhaustiva investigación que nos permite conocer un tipo de explotación especialmente dura aún para los años veinte en la capital de España. Fue publicado en El Socialista, en el verano de 1923, considerando que se había llegado a un estado de “degeneración que no reconoce edades ni sexos”. El informe motivó la formulación de denuncias dirigidas a Rafael Velaz, a la sazón, inspector regional de Trabajo y a la Junta local de Reformas Sociales. Los sindicalistas reconocían que ambas autoridades habían acogido estas denuncias con celo, y se habían dictado ya multas, pero como el poder de estos empresarios era grande para burlar las denuncias, consideraban que era muy conveniente publicar las mismas para conocimiento de la opinión pública.
El panorama era el siguiente:
-Tejar de Antolín García en la carretera de Extremadura: la jornada laboral era de diez horas, no pagándose el porcentaje establecido del 20% por las dos horas de aumento. Los hombres ganaban dos reales por hora frente a los treinta céntimos de las mujeres.
-Nuevo tejar de “El Alcalde” en Carabanchel: no había jornaleros y se pagaba la tarea de 3.000 ladrillos a 22 pesetas.
-En los barrios de El Terol y La Legión había varias pilas particulares, pero donde no se observaban condiciones de horario, jornal, respeto a los menores, ni ninguna legislación laboral. Al parecer, uno de los propietarios, de nombre Macías, tenía trabajando a catorce chicos menores de 14 años, a los que había ordenado no dar sus nombres, aunque los que habían realizado el informe habían conseguido saber el de algunos, y sus edades (nueve y diez años). También trabajaba alguna niña de once años de edad.
-En el tejar de Pepe “El largo” también se encontraron menores de edad trabajando en jornadas de diez horas diarias, al igual que los hombres y mujeres.
-En casi todos los tejares de la zona del Arroyo del Abroñigal, La Elipa y Ventas trabajaban muchos menores de catorce años de ambos sexos. Se les pagaba jornales de dos pesetas por diez horas diarias de trabajo. Especialmente preocupantes eran las situaciones de los tejares de Francisco Calatayud, la “Gallega” y “El Cortijo” porque empleaban a niños de diez años.
-En el Puente de Vallecas se cometían varios atropellos parecidos a los descritos, con jornadas de diez horas, y empleo de menores al menos en los tejares de la Viuda de Folgueras, Francisco Folgueras y Álvaro Paulete. Al parecer, el último empresario pagaba a los niños y las mujeres 25 céntimos la hora.
-En el tejar del yerno de “El Carbonero”, situado en La Almenara, había también menores de edad, y en todos los de esta zona se trabajaban diez horas sin el aumento de salario establecido por ley.
-En los tejares de Valentín Rodríguez, Urdiales y “Tres Ochos” no había jornaleros, efectuándose la carga y descarga por niñas menores de edad, trabajando diez horas por 25 céntimos la hora.
-En los tejares de la carretera de Aragón, Pueblo Nuevo, San Pascual y Perejilera había muchas pilas particulares donde se cortaban ladrillos, cargando y descargando niños menores de edad. Al parecer, en una de las pilas se les habían infectado los pies y las manos por el agua que empleaban.
La Federación consideraba que era una situación ignominiosa la que se padecía en este ámbito industrial, que no tenía comparación con otros, debido al estado de atraso y de “miseria moral y material” en que se desenvolvían la mayoría de estos trabajadores, existiendo aún chozas donde vivían, y que debían haber sido demolidas ya.
Hemos consultado el número 4508 de El Socialista, de 21 de julio de 1923.
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