María Pilar López Vera: “La Xunta de Galicia pretende convertir San Simón en un lugar de uso lúdico como las islas Cíes y eso atenta contra la dignidad y la memoria de los que sufrieron en ese campo de exterminio”

Entrevistamos a María Pilar López Vera, bisnieta de Francisco Merino, Alcalde republicano de Pegalajar, asesinado por el franquismo por ‘extremadamente izquierdista’ y ‘alcalde rojo’.

Por Angelo Nero | 25/09/2024

Francisco Merino fue una de las muchas víctimas anónimas de la represión franquista, de esas generaciones de hombres y mujeres que el fascismo sepultó en aquella terrible “longa noite de pedra”, como la nombró el poeta Celso Emilio Ferreiro. De su anonimato, de su silencio, lo rescató su bisnieta, María Pilar López Vera, que cruzó la península, desde su Jaén natal, hasta la Ría de Vigo, en busca de las huellas del que fuera el último alcalde republicano de Pegalajar, muerto en el campo de exterminio de la isla de San Simón.

Sacar de los sótanos, de las buhardillas, la memoria familiar, airear las heridas abiertas, contar las historias de los silenciados, de las invisibles, de los que fueron paseados a medianoche, o de las que fueron rapadas a plena luz del día, es fundamental para construir una memoria colectiva.

En tu caso, Pilar, ¿cómo llega a ti el eco de la vida y muerte de tu bisabuelo, Francisco Merino, y en qué momento decides contarla para que forme parte de la Memoria colectiva?

El punto de partida fue una conversación con una de mis tías, también su nieta, que tenía un documento del Archivo Militar Territorial de Sevilla que hacía referencia al Juicio Sumarísimo contra Francisco Moreno Valenzuela por Rebelión Militar. En él, de forma muy sucinta, se notificaban los pasos que había sufrido desde su detención el 15 de abril de 1939 hasta su muerte en San Simón el 14 de junio de 1941.

Eso fue el principio. Yo quise saber más porque me hacía muchas preguntas a las que no encontraba respuesta en mi familia y empecé a contactar con Asociaciones de Memoria Histórica que me ayudaron a saber qué documentos debía pedir y a quién.

Bucear en nuestra memoria nos lleva a menudo a archivos polvorientos, a desvanes familiares y, a veces, como en tu caso, a hacer cientos de kilómetros, y a conocer gente solidaria, para reconstruir los fragmentos rotos de una historia como tantas otras olvidada. ¿Cómo fue ese trabajo de “detective de la Memoria”, en el que te documentaste para escribir este libro?

Yo ya había leído a Almudena Grandes, a Dulce Chacón, a Paul Preston, a Ian Gibson…

Era fácil que la semilla germinara. Y empecé a solicitar documentos al Archivo Histórico Provincial de Jaén, al Ministerio de Defensa, al Ministerio del Interior, a Instituciones Penitenciarias, al Ayuntamiento de Vigo y al de Pegalajar, entre otras instituciones. Debo decir que me remitieron la documentación que solicitaba sin ningún problema.

Con estos documentos y una amplia bibliografía que consulté sobre el tema, como Aillados de A. Caeiro, J.A. González e C. Mª de Saá y artículos de prensa, empecé a construir esta crónica novelada que, por momentos, me impactó emocionalmente porque descubrí una realidad que había sido ocultada deliberadamente, seguramente por un miedo impregnado en los huesos que hacía que se mantuviera oculta, enterrada en el silencio.

Uno de los primeros capítulos, en los que hablas de tus raíces, es un emotivo homenaje a tu abuela, Francisca, y de tu bisabuela, Manuela, mujeres que sufrieron la represión de las viudas, de las huérfanas de republicanos, ¿tenemos también una asignatura pendiente con la Memoria de esas mujeres que, en muchos casos, aún sufriendo la persecución del régimen franquista, siguen siendo víctimas de segunda, en el mejor de los casos, y en el peor, ni siquiera se ha pensado en ellas como víctimas?

Ciertamente. En mi familia y creo que, en general, después de la guerra, la mujer dentro de una familia republicana, se mantenía en segunda línea socialmente pero era el pilar fundamental para que todo funcionara dentro de los límites tan estrechos en los que se debían mover, siempre detrás de los hombres o solas. Y en silencio. Lo que más me conmovió sobre mi abuela fue constatar que nunca la había visto reír. Nunca. Ni mi madre ni mis tíos tampoco. Entonces comprendí el abismo de su pena.

Licenciada en Filología Hispánica, has sido profesora de Lengua y Literatura, una materia que a mí, personalmente, me ayudó mucho a comprender, en el bachillerato –aquí tengo que reivindicar a mi profesora Carmen Panero, que me llevó a un recital de Rafael Alberti- lo que había significado la guerra civil y la dictadura, ¿crees que en nuestras escuelas e institutos se debe de seguir haciendo un esfuerzo para construir una memoria crítica que vacune a nuestros jóvenes contra ese olvido donde se incuba el virus del fascismo?

Sí, creo en la educación como la fuerza que hace cambiar la sociedad. Y es precisamente por eso por lo que durante el franquismo ha estado en manos de la Iglesia Católica y de las “fuerzas vivas” que han maquillado la Historia o, directamente, la han ocultado. Y es por eso por lo que ahora la derecha y la ultraderecha están infradotando a la enseñanza pública a favor de la privada y la concertada, porque es en la pública donde se adquiere un pensamiento crítico, la única vacuna que puede actuar contra el fascismo que nos amenaza.

Nuestros alumnos saben más de los campos de concentración y exterminio del nazismo que de los cientos que se constituyeron en España por el régimen de Franco. Y eso se lo “debemos” a que la educación ha estado en manos de “los que ganaron la guerra”. Y debemos trabajar para que estas generaciones conozcan su Historia, la verdadera Historia y no la sesgada que se ha impartido durante años.

Volviendo a la historia de tu bisabuelo, Francisco Merino, por lo que has podido investigar, ¿cómo fue su vida y cuál era el grado de compromiso con la República, y en qué circunstancias se produjo su detención?

Su vida era sencilla como campesino y padre de familia. Serio, trabajador y responsable. Siempre he escuchado decir a mi madre y mis tíos que sus abuelos eran muy buenos. Tenía una educación. Fue Teniente de Alcalde con funciones de Secretario del Ayuntamiento y asumió la alcaldía cuando el titular abandonó al percibir cómo iba a terminar la guerra. Y sabía tocar la guitarra. Pertenecía a una especie de rondalla que por Navidad iba de casa en casa pidiendo algo para los más necesitados. Por eso le decían el alcalde de los mantecaos.

Estaba absolutamente comprometido con la República y con su pueblo. Pertenecía al PSOE y a la UGT del campo (Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra) que en Pegalajar era un movimiento organizado mediante una colectividad agraria con arrendamientos colectivos. Tenía un sentido del trabajo autogestionado. Los campesinos trabajaban colectivamente las pequeñas tierras que tenían arrendadas. Es por esto por lo que uno de los cargos contra él en el juicio sumarísimo fue el de ser extremadamente izquierdista y el de alcalde rojo.

A través de su historia, has podido conocer algunos lugares del terror franquista, como la cárcel de Jaén y la prisión de Burgos, ¿en qué condiciones estaban los presos republicanos en estos dos lugares en los que estuvo detenido, antes de acabar en el infierno de San Simón?

Las condiciones a las que estaban sometidos eran infrahumanas. Hacinamiento, hambre, falta de agua, de higiene, sin ropa ni calzado. Sin un lugar donde hacer sus necesidades. Con castigos arbitrarios. Con sacas durante la noche. Un régimen de terror en el que se deshumanizaba a los presos, cosificándolos. Se les despojaba de su condición de persona y se convertían en cosas a las que se les podía maltratar con absoluta crueldad.

El campo de concentración de San Simón, en el interior de la Ría de Vigo, fue el último destino de Francisco Merino, donde, como señalas en el libro “no hacía falta una cámara de gas para aniquilar a los presos”, ¿con qué se encontró tu bisabuelo cuando lo trasladan a de Burgos a Pontevedra, en un viaje que tuvo su propio calvario?

A los presos los trasladaban en trenes de mercancías en las mismas condiciones que al ganado. Sin higiene, sin agua, casi sin comida. Y duraban días encerrados en esos vagones con chinches, piojos, ratas, hacinados casi sin poder respirar.

El viaje de Burgos a Pontevedra duró quince días en condiciones infrahumanas y sin saber a dónde lo llevaban ni qué iba a pasar cuando llegara. Podemos imaginar el terror. Con él iban otros presos convertidos en desechos humanos, famélicos, enfermos y exhaustos. Casi todos viejos o minusválidos que para el régimen franquista eran desechables. Y los enviaron a San Simón porque realmente fue un campo de exterminio.

A lo largo del viaje había gente de los pueblos por donde pasaban que se acercaba a los vagones para darles algo de comida o de agua, sabiendo que se ponían en peligro al hacerlo. Esta ayuda llegaba a través de las ventanillas o de las hendiduras del vagón porque a los presos les estaba prohibido bajar.

La humanidad de los que nada tienen para con los suyos frente a la crueldad extrema a la que estaban sometidos.

Una de las historias que recuerdas con agradecimiento, es la de las “madriñas”, mujeres de Cesantes o Redondela, que de forma solidaria alimentaban y lavaban la ropa de los presos de San Simón que estaban a cientos de kilómetros de sus familias. Otra vez las mujeres formando redes de resistencia… ¿no te pareció impresionante cuando descubriste a estas “madriñas” que en aquellos tiempos oscuros desafiaban al régimen para abrir una ventana de esperanza a los presos republicanos?

Cuando descubrí que había mujeres valientes que, de forma absolutamente desinteresada, atendían a los presos de San Simón como podían, llevándoles algo de alimento, lavando sus ropas, cosiéndolas, llevándoles noticias, dándoles aliento… sentí una emoción y un agradecimiento muy hondo ante esas madriñas. Pensé que mi bisabuelo había encontrado en ellas un poquito del afecto que no podía darle su familia a miles de kilómetros y fue un bálsamo para mí porque había encontrado en ellas un poquito de calor y de consuelo…

Otra vez las mujeres…

Desde 2006 la Iniciativa Galega pola Memoria, que acoge a la mayoría de los colectivos memorialistas de Galicia, organiza en la isla de San Simón, la illa da Memoria, el Homenaje Nacional a las Víctimas del franquismo. Tú misma, y tu familia, pudisteis asistir en 2019, por primera vez, al acto. ¿Qué sensaciones te recorrieron al pisar la isla donde murió tu bisabuelo, y cuál fue tu primera impresión del homenaje a las víctimas?

A pesar de que ya teníamos conocimiento de la historia de San Simón y de su uso como cárcel para más de 6000 republicanos desde 1936, fue impactante el recorrido por esa naturaleza exuberante, ese paseo de los tilos… y el contraste con las explicaciones que nos dieron en la visita guiada. Pisaba aquella tierra que desde entonces, para mí, es tierra sagrada. Y veía esos edificios en los que dormían hacinados, me impregnaba de esa brisa salada y sentía todo el horror que allí se había vivido en ese paraíso convertido en infierno. Y fue aquel día en que me comprometí conmigo misma a contar esa historia para que no quedara en el olvido, para que ese tiempo de silencio, esas vidas enterradas en lo profundo de la Historia volvieran a la vida. Lo que no se conoce no existe y, si no existe, es más fácil el relato que pretenden imponernos desde la derecha y la ultraderecha.

Esta año la tuya fue la intervención central en el acto memorialista de San Simón, donde hablaste de pasado, recordando a tu bisabuelo, pero, sobre todo, de presente y de futuro, “nosotros estamos aquí porque ellos fueron, somos porque ellos siguen siendo”, afirmaste. También denunciaste el uso que la Xunta de Galicia está dando a la isla, donde se celebran todo tipo de actividades lúdicas, como festivales de pop. ¿Crees que es un insulto para la memoria de las víctimas y para sus familias?

Es un insulto, una crueldad, una aberración histórica para los más de 6000 presos que sufrieron las condiciones inhumanas a los que estaban sometidos y las 2175 muertes que se produjeron, entre otras, la de mi bisabuelo. En 1941, ano da fame, llegaron a morir más de 15 presos al día, la mayoría vellos convertidos en despojos humanos por el hambre, la sed, el frío, el hacinamiento, las enfermedades y el trato inhumano al que eran sometidos.

Imposible pensar que en los campos de concentración nazis como Auschwitz o Mathausen se celebre un festival de música patrocinado por una cervecera. Y en San Simón se hizo eso justo una semana después del acto de homenaje a las víctimas de San Simón que cada año se celebra el domingo más próximo al 18 de julio. No puedo entender esa falta de humanidad contra las familias de los que sufrieron y murieron en la isla.

La Xunta de Galicia pretende convertir San Simón en un lugar de uso lúdico como las islas Cíes y eso atenta contra la dignidad y la memoria de los que sufrieron en ese campo de exterminio. Y de sus familias.

También en San Simón reivindicaste “la exhumación e identificación de los cuerpos que aún se encuentran en las fosas comunes de los cementerios de Pereiró y de Lavadores, en Vigo”, ¿se han dado algún paso para que esta exhumación sea efectiva?

Estamos en proceso de creación de una asociación de familias para la exhumación de la fosa común del cementerio de Pereiró y del osario de Lavadores. Desde aquí animo a que otras familias se unan a esta iniciativa.

Por dignidad, por justicia y para dignificar su memoria porque fueron condenados por tribunales ilegales en juicios sumarísimos acusados de adhesión a la rebelión cuando lo que hicieron fue luchar por la democracia, por la justicia y en defensa de un gobierno elegido en unas elecciones libres. Todos los que nos sentimos demócratas deberíamos reivindicar que sean exhumados y devueltos a las familias. Muchos ya mayores como mi madre que tiene 91 años todavía llora a su abuelo.

Por último, en la Editorial Círculo Rojo, en la que publicas tu libro, también están las obras de nuestros colaboradores, Pepe Sedano y Fran Martín, ¿conoces sus trabajos?

Conozco la obra de Fran Martín y mantengo con él una relación sin habernos conocido personalmente. Conozco y admiro su obra por su valor histórico de recuperación de la memoria y la dignidad y, al mismo tiempo, la forma tan amena de contarla. Él me puso en contacto con Círculo Rojo que me ha orientado y me ha ayudado con la publicación pues es la primera vez que publico. Sobre la obra de Pepe Sedano la conozco de referencias pero no he llegado a leerla todavía. Una tarea que tengo pendiente.

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