Cuando, en enero de 1871, las tropas del presidente provisional del gobierno de defensa nacional, General Trochu, abrieron fuego contra los ciudadanos congregados en la alcaldía de París, fue una de las que resistieron con las armas en la mano, vistiendo el uniforme de la guardia nacional.
Por Angelo Nero
«No se pueden matar las ideas a cañonazos, ni ponerles las esposas»
Muy posiblemente a muchos de nuestros lectores le habrán pasado por alto el aniversario de la muerte, fue un 9 de enero de 1905, de la muerte en Marsella, de una de las principales figuras de La Comuna de París, la poeta anarquista Louise Michel. Tal vez algunos recuerden vagamente la vida y obra de esta gran revolucionaria, nacida un 29 de mayo de 1830, en una pequeña población del nordeste francés, Vroncourt-la-Côte, pero para avivar su memoria esbozaremos aquí una pequeña página biográfica de la que, según las crónicas, fue la primera en enarbolar la bandera negra, que sería uno de los símbolos universales del movimiento anarquista.
Hija de una sirvienta y de un terrateniente, de pequeña ya leía a Voltaire y a Rosseau, y gracias a sus abuelos paternos pudo cursar los estudios de maestra, aunque no llegó a entrar en la enseñanza pública por su rechazo a prestar juramento a Napoleón III, por lo que creó varias escuelas libres, entre 1852 y 1855, en el departamento de Haute-Marne, utilizando la herencia que le habían dejado sus abuelos. En ellas puso en práctica una enseñanza basada en los principios republicanos, fomentando la participación de los alumnos, prohibiendo los castigos, y promoviendo las artes, especialmente el teatro, y las ciencias naturales con salidas al campo.
Su afán pedagogo la llevó a París, en 1856, donde abrió dos escuelas, en las que impartió sus innovadores métodos durante quince años. En ese tiempo también comenzó a escribir y a publicar poesía, y a mantener correspondencia con varios intelectuales de la época, como Víctor Hugo, con el que se escribiría durante casi treinta años. También tuvo una intensa actividad como articulista en varios periódicos revolucionarios, como en Le cri du peuple, dirigido por su amigo Jules Vallès, que sería otro de los dirigentes de La Comunne.
Finalizado el imperio de Napoleón III, el 1 de septiembre de 1870, con la derrota en la guerra franco-prusiana, y ante el avance del ejército prusiano sobre París, se proclamó la República, y se organizó la defensa de la capital francesa, y Louise Michel se integró en uno de los Comités de Vigilancia que se organizaron en los distritos para la resistencia, mientras el Gobierno de Defensa Nacional se encontraba refugiado en Versalles. Seguidora del socialista libertario Louis Auguste Blanqui, que entonces se encontraba en prisión, Louise participó en numerosas manifestaciones, y cuando, en enero de 1871, las tropas del presidente provisional del gobierno de defensa nacional, General Trochu, abrieron fuego contra los ciudadanos congregados en la alcaldía de París, fue una de las que resistieron con las armas en la mano, vistiendo el uniforme de la guardia nacional.
También estuvo en la línea del frente en el inicio de La Comunne, en el 17 y 18 de marzo de 1871, cuando el gobierno de Versalles, presidido por Adolphe Thiers, envió a sus tropas a apoderarse de los cañones que la guardia nacional había emplazado en la colina de Montmartre, ya que Lousie Michel era la presidenta del Comité de Vigilancia de ese distrito, y logró que los soldados depusieran su actitud y confraternizaran con el pueblo. Durante los dos meses que duró la hermosa experiencia de la Comuna, se destacó como una de las más activas dirigentes communards, organizando comedores sociales, guarderías infantiles y escuelas profesionales.
“No más banderas rojas, mojadas con la sangre de nuestros soldados. Enarbolaré la bandera negra, de luto por nuestras muertes y nuestras ilusiones”
Con la ofensiva del gobierno de Versalles sobre La Comuna, entre abril y mayo de 1871, Louise Michel combatió en las barricadas liderando el batallón femenino de Montmartre, empuñando su fusil y vistiendo el uniforme de la guardia nacional, batiéndose contra las fuerzas reaccionarias en las últimas batallas de Clignancourt y en el cementerio de Montmartre. Con la derrota de los communards se desató una terrible represión, el gobierno de Thiers fusiló a 20.000 parisinos –algunos testigos como Lissagaray llegan a decir que fueron 50.000- y encarceló a 40.000, deportando a 7.000, y Louise también fue detenida y condenada a diez años de destierro, peor suerte tuvo su compañero sentimental Théophile Ferré, que fue ejecutado.
Deportada a Nueva Caledonia, en agosto de 1873, y cumpliendo casi dos años de prisión, comenzó a colaborar con los independentistas kanakos. Allí conoció a otra destacada communard, Nathalie Lemel, que fue decisiva en afianzar su pensamiento anarquista. Su estancia en la colonia francesa se alargó durante siete años, que aprovechó también para estudiar la fauna y la flora de las islas, la cultura y la lengua kanaka, lo que le llevaría a tomar partido por este pueblo en la revuelta de 1878. Al año siguiente se instaló en la isla de Noumea y retomó su trabajo en la enseñanza.
Gracias a una amnistía parcial que concedió el gobierno francés a los communards, en 1880, regresó a París, donde fue recibida por multitudes, y retomó la militancia libertaria –en realidad nunca la había abandonado-, dando numerosos mítines y conferencias, distanciándose del socialismo parlamentario, y abogando por la acción directa en las calles. En 1883 su participación en una manifestación de desempleados, que derivó en un enfrentamiento con la policía, le valió una condena de seis años en la prisión de Saint-Lazara, pero igualmente tras los muros de la cárcel hizo campaña por las más desfavorecidas, en este caso por las prostitutas encarcelas.
Amnistiada en 1886 por el gobierno izquierdista de Jules Grévy, continúo su frenética actividad política, sufriendo un atentado dos años después, mientras daba un mitin en Le Havre, en el que recibió dos tiros en la cabeza por un exaltado monárquico, que no logró acabar con su vida. Una vez recuperada, volvió a protagonizar mítines incendiarios y manifestaciones violentas, y fue detenida en varias ocasionas más, e incluso intentaron recluirla en un psiquiátrico. Para evitarlo, en 1890, se exilió en Londres, donde dirigió una escuela libertaria, hasta su regreso a París, cinco años más tarde.
En París fundó el periódico Le Libertaire, junto al filósofo y escritor anarquista Sébastien Faure. Para entonces Michel ya era considerada una de las voces más autorizadas del anarquismo y dedicó los últimos diez años de su vida a la edición de sus obras, y a impartir conferencias por toda Francia, Bélgica e Inglaterra, participando en todas las manifestaciones que su edad le permitía.
En 1896 participó en Londres en el congreso de la Asociación Internacional del Trabajo (AIT), que oficializó la ruptura entre marxistas y anarquistas. Murió en Marsella, en 1905, de una pulmonía, mientras impartía una serie de conferencias para trabajadores. Su funeral, en París, congregó a miles de personas. Pasó a la historia con el sobrenombre de “La Virgen Roja.”
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