Los socialistas denunciaban el hecho de que cuando se acusaba a los trabajadores españoles y de otros países sobre su supuesto bajo rendimiento en el trabajo se olvidaban las condiciones en las que se desarrollaba dicho trabajo.
Por Eduardo Montagut
Entre las reivindicaciones del movimiento obrero estuvo la que se vinculó con la necesidad de que los centros de trabajo, fábricas y talleres, reunieran unas adecuadas condiciones de higiene y salubridad. En este contexto nos acercamos a la preocupación que desde las páginas de El Socialista hubo sobre esta cuestión a través de una columna publicada en el mes de diciembre de 1927.
Los socialistas denunciaban el hecho de que cuando se acusaba a los trabajadores españoles y de otros países sobre su supuesto bajo rendimiento en el trabajo se olvidaban las condiciones en las que se desarrollaba dicho trabajo.
La higiene y la salubridad en el trabajo eran factores fundamentales. En Estados Unidos se habían preocupado de esta cuestión proclamando que la suciedad era lo más costoso en el taller. Es significativo este elogio a los industriales norteamericanos, muy en la línea de otros que se hicieron en las páginas de este periódico obrero en esos años veinte sobre salarios y racionalización del trabajo, defendiendo la idea de que la patronal de Estados Unidos era más moderna que la europea, y, por supuesto que la española.
Pues bien, la limpieza en España estaba considerada casi como un lujo y no se le dedicaba atención. A lo sumo, cada ocho días, se hacía una limpieza, efectuada por los aprendices, que estarían mejor en una escuela industrial aprendiendo su oficio.
Pero, además, había poca calefacción cuando arreciaba el frío. Las máquinas y herramientas metálicas podían helar las manos de los obreros, que tenían que trabajar muy abrigados si no querían enfermar. Los talleres no sólo eran fríos, sino que también solían ser húmedos, una combinación, como vemos, fatal, estando peor que en la propia calle.
Pero en verano las condiciones también eran pésimas, con calor asfixiante y falta de ventilación, y eso afectaba, como el frío, pero en otro sentido, al rendimiento del trabajo.
Muy pocos talleres y fábricas estaban construidos con buenas condiciones para poder trabajar adecuadamente en España. Se aprovechaban locales, como antiguas tiendas, para preparar talleres, distribuyendo máquinas y demás elementos de la producción de forma improvisada, sin un plan determinado y previo. Todo se hacía deprisa y a capricho del patrono, porque el objetivo era ponerse muy pronto a producir. Había que poner los talleres en condiciones para trabajar, y eso repercutiría en una clara mejoría a la hora de producir. No se podía aducir como excusa la falta de dinero.
Hemos consultado el número del 20 de diciembre de 1927 de El Socialista.
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