El fascismo, además contaba con sindicatos, y sus jerarquías se encargaban de firmar con su propia autoridad todos los contratos con los patronos.
Por Eduardo Montagut
La Federación Sindical Internacional hizo público en el verano de 1923 un informe de la Unión italiana de obreros textiles dirigido a su Secretariado Internacional sobre el régimen de persecución del fascismo hacia el sindicalismo de clase.
Explicaba el informe de la Unión que la correspondencia de dicha organización, generada desde sus órganos centrales y destinada a las entidades locales era interceptada por los fascistas. Es más, si un trabajador recibía algún tipo de correspondencia sindical era despedido y hasta expulsado de su localidad.
El fascismo, además contaba con sindicatos, y sus jerarquías se encargaban de firmar con su propia autoridad todos los contratos con los patronos. Por otro lado, en Italia se estaba viviendo una pugna entre los patronos, deseosos de suprimir la jornada de ocho horas, y la resistencia pasiva de los obreros, mientras en el campo la jornada laboral era casi ilimitada. En todo caso, se informaba que, a pesar de todas las persecuciones, la Unión y la prensa obrera se mantenían, aunque no sin sacrificios.
El informe terminaba avisando que era necesario no desconocer la fuerza del adversario porque podía parecer más fuerte de lo que era, una afirmación que desde nuestra distancia temporal y sobre lo que sabemos, nos puede asombrar. En todo caso, sí es más interesante, a nuestro parecer, la afirmación de que el sindicalismo organizado consideraba que los obreros no se habían dado perfecta cuenta del peligro de la reacción de que habían sido víctimas. El ejemplo de Italia podía enseñar a los compañeros internacionales para que evitasen las “faltas que puedan excusar las violencias reaccionarias”.
Hemos trabajado con el número del 2 de agosto de 1923 de El Socialista.
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