Dolor y primero de mayo

Pero De Zulueta insistía en que, por debajo de todos esos indudables éxitos, existía un dolor por todo el trabajo que restaba por realizar, y la situación española era evidente porque había, siempre según nuestro protagonista, obreros de destacadas industrias que cobraban salarios de 14 y 16 reales.

Por Eduardo Montagut

El primero de mayo siempre ha sido asociado por el movimiento obrero a una fiesta, a la fiesta del trabajo y de los trabajadores y, aunque al principio, se intentó reprimir generando hasta víctimas, y nació a partir de una verdadera masacre, ha terminado siempre por imperar una imagen de lucha, pero unida a la alegría, a la celebración de la fraternidad obrera.

Pues bien, en este apunte, vamos a hablar de dolor, a través de lo que pensaba no un socialista o un anarquista, sino un republicano, Luis de Zulueta, un viejo conocido del lector de El Obrero. Sus reflexiones se fechan en mayo de 1929. Pues bien, el dolor al que se refería el político republicano no se tenía que ver con la represión sufrida, sino con el hecho de que, ante tanto júbilo, ante la celebración y la reflexión sobre los años anteriores y en los años venideros, es decir, sobre el pasado y el futuro, aparecía el “fecundo dolor” que producía la conciencia de la obra que aún quedaba por realizar, es decir, el dolor se asociaría a la constatación de todo lo que había que hacer aún; eso sí, era calificado de fecundo, es decir, que llamaba a la acción, al trabajo, en nuestra interpretación.

Luis de Zulueta reconocía la labor realizada en los cuarenta años que habían pasado desde el primer primero de mayo. La utopía de los tres ochos (ocho horas de trabajo, ocho de ocio y ocho de descanso) ya era una realidad, casi una “realidad conservadora”, en su opinión. Y aquellos trabajadores socialistas perseguidos en el pasado habían llegado a los parlamentos, y hasta formando gobiernos y presidido Estados, seguramente en alusión a las experiencias alemana y nórdicas.

Pero De Zulueta insistía en que, por debajo de todos esos indudables éxitos, existía un dolor por todo el trabajo que restaba por realizar, y la situación española era evidente porque había, siempre según nuestro protagonista, obreros de destacadas industrias que cobraban salarios de 14 y 16 reales.

Pero, además, los trabajadores ya estaban reclamando en los primeros de mayo no solamente avances materiales, sino también libertad junto al bienestar, dos cuestiones que iban intrínsecamente ligadas porque sin bienestar no había posibilidad de libertad, y sin ésta el bienestar sería inseguro y precario.

En fin, como decía Luis de Zulueta, “¡Queda tanto por hacer!”

Hemos consultado el número del primero de mayo de 1929 de El Socialista.

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