Las mujeres que trabajaban en las fábricas de conservas de los señores Alonso y de otros empresarios, sufrían una dura explotación, como se denunciaba desde las páginas de El Socialista.
Por Eduardo Montagut | 3/01/2024
En el puerto de Cillero (Vivero) a fines de los años veinte había varias fábricas de salazones y conservas de pescado. En estas industrias trabajaba un gran número de mujeres y niñas, muchas de ellas menores de edad, obligadas a trabajar por los bajos salarios que recibían los obreros de lugar.
Las mujeres que trabajaban en las fábricas de conservas de los señores Alonso y de otros empresarios, sufrían una dura explotación, como se denunciaba desde las páginas de El Socialista. La jornada estaba entre las dieciséis y veinte horas, cuando ya llevaba varios años aprobada la jornada de ocho horas. Se había argumentado que no se podía establecer dicha jornada porque la elaboración del pescado requería un trabajo constante.
Pero el periódico reclamaba este derecho. Se era consciente de la naturaleza de este tipo de industria (imaginamos que el problema debía estar en lo rudimentario de la refrigeración y en la necesidad, por lo tanto, de hacer la salazón y la conserva con cierta rapidez), pero la solución pasaba por el establecimiento de turnos de trabajo. Pero, además, por esas interminables jornadas se cobraban salarios muy bajos, en torno a las dos pesetas.
Pero también había problemas con el pago de las accidentadas, que no recibían indemnización alguna como estipulaba la Ley de Accidentes de Trabajo. Tampoco se cumplía el Retiro Obrero. En conclusión, estas trabajadoras gallegas no recibían ningún beneficio de la legislación laboral existente. Por eso, se instaba a que se organizasen como medio fundamental para hacer valer sus derechos.
Hemos consultado el número 6291 de El Socialista, de 9 de abril de 1929.
Se el primero en comentar