La literatura, el cómic y el documental están recuperando la historia de los brigadistas negros que participaron en la guerra. Se expusieron, y la mitad de ellos perdieron la vida, defendiendo ideales por los que décadas después también lucharían en Estados Unidos.
Por Carla Fibla García-Sala / Mundo Negro
«La gente de color no resulta rara en España, ni llama demasiado la atención. En pueblos pequeños puede, o no, ser por un tiempo foco de una cordial curiosidad, dependiendo de si los aldeanos han visto antes un rostro de color», explicaba el periodista y escritor Langston Hughes el 6 de noviembre de 1937 en las páginas de –Afro-American. El periódico le había enviado a España para cubrir la incorporación de los afroamericanos a las Brigadas Internacionales, en concreto a la XV, el Batallón Lincoln.
En sus minuciosas crónicas, repletas de detalles, dedica tiempo a cada combatiente negro con el que se cruza en aquel tiempo. Traductor de Lorca y de Nicolás Guillén, -Hughes aprovecha su dominio del español para entablar conversación con los soldados en las trincheras, pasar tiempo en los bares y acudir a actuaciones de flamenco, un arte que considera cercano al blues de Harlem. «Hughes es un hallazgo mayor que Hemingway porque era cercano a la gente, cuenta cosas de la retaguardia increíbles, y además viajaba con un tocadiscos y discos de blues que luego dejó en España», cuenta a MUNDO NEGRO -Alfonso Domingo, escritor y codirector –junto a Jordi Torrent– del documental Héroes invisibles (2014).
Cerca de 50.000 voluntarios de 54 nacionalidades formaron parte de las Brigadas Internacionales, que apoyaron al Ejército republicano durante la guerra civil española. En el bando contrario, los apoyos extranjeros procedieron de Mussolini desde Italia y de Hitler desde Alemania.
En el caso de los afroamericanos del Batallón Lincoln –también conocido como Brigada Abraham -Lincoln– la Lincoln, la necesidad de acudir a España fue la consecuencia de que no se les permitiera luchar en la ofensiva que Mussolini lanzó sobre Etiopía. «Ayer Etiopía, hoy España y mañana puede que América. El fascismo no se detendrá en ningún lugar hasta que lo paremos nosotros», dijo Milton -Herndon a sus compañeros de filas antes de morir en el frente.
«Un día, pasando por un garaje de bicicletas de Nueva York, vi varias cajas viejas llenas de libros a 50 centavos… Era difícil de resistir. Me acerqué a ojearlas y me encontré con un libro que se titulaba –Mississippi to Madrid –De Misisipi a Madrid. Memorias de un americano negro en la Brigada Lincoln, de James Yates– y me lo quedé. Lo leí y lo comenté con Alfonso Domingo, que enseguida vio que teníamos que contarlo. Fue complicado conseguir los fondos y estuvimos años peleando hasta que un día coincidí con Jordi Torrent y le comenté en lo que estábamos. Se le pusieron unos ojos enormes porque, cuando llegó a Nueva York, James Yates estaba vendiendo su libro y él decidió grabarle haciendo todo el relato sin haber podido nunca usar ese metraje. Todo confluyó», explica Mireia Sentís, fotógrafa y escritora, además de fundadora de la -Biblioteca Afro Americana Madrid (BAAM) donde se puede investigar y profundizar concertando una cita previa. Sentís ha reunido en las últimas décadas libros, trabajos académicos, revistas y material -audiovisual que permite conocer al detalle a la comunidad -afrodescendiente.
El relato pormenorizado y bien construido de Yates, que asistió a cursos de escritura organizados por el Partido Comunista –años después de su regreso a EE. UU. narró su experiencia–, contiene muchas reflexiones interesantes sobre la lucha incipiente por los derechos civiles de los negros, que no alcanzaría su momento álgido hasta los años 60 –fue en agosto de 1963 cuando Martin Luther King pronuncia su «Yo tengo un sueño» a favor de la igualdad–. Sin embargo, hay una frase que rebela la importancia que tuvo la contienda española para estos ciudadanos negros estadounidenses: «En España fue la primera vez en mi vida que me sentí libre».
«Escribimos o hacemos cosas por algo que nos conmueve, y a mí esa frase me llegó. La lucha por la libertad del negro pasó por la frontera de España. En Europa había racismo, pero Yates no se sintió así porque la República hacía gala de no ser racista, además era un pequeño contingente, y no es lo mismo la visión de una persona que viene a luchar un tiempo determinado y luego se va, que alguien que se hubiera quedado aquí a vivir y convivir», continúa Domingo, al que Sentís -secunda asegurando que «racismo había y mucho, pero el número de gente no blanca era pequeño. Aunque el hecho de que hayan -desaparecido de la historia, que no se conozca su existencia, es racismo».
«No es una cuestión de color»
Diez semanas antes de que comenzase la Guerra Civil, Etiopía había sido vencida y, como cuenta Yates, «la Liga de las Naciones (antecedente de la ONU) miraba hacia otro lado mientras Haile Selassie se exiliaba y otra zona de África era colonizada». En un clarificador diálogo en el que manifiestan su compromiso de hacerse voluntarios, Yates traduce la determinación de los que ya habían decidido burlar a sus autoridades diciendo que iban a estudiar a Francia porque España era un país vetado. «¡Color, color! No es una cuestión de color. Se trata de riqueza y territorio. Mira lo que te digo: Mussolini puede enviar hombres y armas al general Franco, pero si los fascistas ganan la batalla en España, si lo permitimos, será gracias a Hitler y no a Mussolini». Todo se mezclaba porque todo estaba conectado, y a pesar de que no sabían lo que se iban a encontrar en un lugar tan lejano y del que desconocían absolutamente todo, estaban convencidos de que su lucha, sus motivos para rebelarse ante los linchamientos de negros por grupos blancos que se producían cada mes en el sur de EE. UU., podrían revertirse si se impedía que avanzara el fascismo en el mundo.
«Lo que vivieron, lucharon, combatieron, y a la gente que vieron caer, los unió para siempre, independientemente de que muchos de los que estaban encuadrados en el Partido Comunista salieran de ese registro, algo que luego se hizo evidente cuando se produjeron las purgas de Stalin. Pero siguieron luchando por causas sociales porque estaban comprometidos con valores de dignidad, justicia y libertad. La guerra de España fue básica y fundamental en su trayectoria vital», analiza Domingo. A lo que Sentís añade que «estaban todos politizados y por eso vinieron a España. Para ellos fue un momento de camaradería enorme, tanto para los negros como para los blancos, la primera vez que se miraban a la cara y se trataban como iguales, la primera vez que los blancos tenían a un negro que les mandaba. Fue una experiencia en medio del desierto de Castilla. Un viaje que para muchos de ellos fue la gran aventura de su vida».
Yates participó en la batalla de Brunete como conductor de camiones. «Pude ver la guerra desde una perspectiva más amplia, a veces también desde la retaguardia, en ciudades y pueblos donde la gente trabajaba duro para apoyar a los suyos en el frente (…) solíamos -cruzarnos con mujeres, niños y ancianos que desafiaban a los aviones fascistas mientras cultivaban los campos». Y allí se reencontró con compañeros con los que había compartido -manifestaciones -antirracistas en EE. UU, entre ellos Oliver Law, que acabaría -convirtiéndose en el primer comandante negro de una unidad formada mayoritariamente por blancos.
Law y Salaria Kee
En el cómic La Brigada Lincoln, de Pablo Durá, Carles Esquembre y Ester Salguero, publicado en 2018, se narra con destreza la historia de Law, ofreciendo detalles bien documentados como la precariedad a la que se enfrentaron los brigadistas en el campo de batalla. «Se les utilizó, sin duda, pero era un poco la misma táctica que en el lado franquista se utilizaba con los moros y los legionarios: eran carne de cañón. En este caso no eran españoles, sino personas que venían a combatir por sus ideas y que se ponían en primera fila. Murieron porque eran unos idealistas, unos utópicos», explica Domingo.
Hay otros nombres que se repiten en la documentación de la época, como la enfermera Salaria Kee, natural de Harlem, que, como cuenta -Hughes en una de sus crónicas, se casó con un soldado irlandés en la guerra de España. El periodista reproduce el extracto de una carta en la que se cuenta la celebración: «Salaria vino a España en abril y ha trabajado en Villa Paz. Es conocida por cientos de muchachos norteamericanos por su paciencia, su sonrisa y su inteligencia. Es una persona muy simpática, y el novio, conocido como Pat, se dio cuenta de ello en cuanto se estableció en Villa Paz». A Kee no le permitieron ejercer con la Cruz Roja durante la I Guerra Mundial por ser negra y se convirtió en una reconocida activista al plantar cara a esa discriminación.
También el actor y cantante Paul Robeson por el que, como cuenta la leyenda, se detuvo la batalla de Teruel cuando visitó a los brigadistas para animarles con su música. «Les apoyó mucho y fue el único que vino a cantar. Era del Partido Comunista y estaba metido en todas las batallas de la izquierda, lo que provocó que le retiraran el pasaporte durante tres años. Es un héroe para los afros», apunta Sentís. Coincide Domingo, quien amplía ese reconocimiento a todos los norteamericanos: «Era un símbolo, valiente, además de una voz increíble y tenía un compromiso total con la causa, aunque su carrera se viera negativamente afectada. Quizás si su ejemplo se hubiera extendido entre los artistas, a lo mejor el Gobierno de EE. UU. habría cambiado de actitud».
El estado de excitación y camaradería en el que «se sienten en un momento de espacio y tiempo extraordinario que les tocó de por vida», apunta Domingo, contrasta con lo que encontraron al regresar a su país. Al menos la mitad de ellos perdieron la vida en España, y muchos otros volvieron heridos. Tras año y medio fueron obligados a emprender el camino de vuelta y a enfrentarse no solo al no reconocimiento por su labor, sino que fueron perseguidos. La red basada en la camaradería que mantuvieron durante las siguientes décadas es lo que les permitió salir adelante y ayudarse entre ellos. «Cada dos o tres años, los supervivientes de la Brigada -Lincoln venían a España con sus hijos y nietos y tiraban flores al Jarama mientras gritaban con un fuerte acento: “¡No pasarán!”. Y no es que pasaron, sino que los arrollaron», recuerda Sentís sobre alguno de los encuentros en los que los acompañó.
La historia de los milicianos voluntarios negros que lucharon en España quedó relegada al olvido durante décadas. Pero ahora, los libros de Yates y Hughes, o trabajos como el documental Héroes invisibles, que se ha mostrado en escuelas y universidades estadounidenses y españolas, junto al cómic La Brigada Lincoln, obligan a conocerla. Cuenta Sentís que cuando lograron acercarse a Detroit para conocer a la hija de Yates, esta les recibió con escepticismo porque su padre les había abandonado para ir a luchar a España. En cambio su nieto, que parecía algo maleducado porque no paraba de mirar el móvil mientras hablaban, de repente exclamó: «¡Es verdad, en 1936 hubo una guerra!», porque iba comprobando lo que les contaba Sentís. «Cuando nos fuimos me dio un abrazo y me dio las gracias porque ahora sabía un poco quién era su abuelo».
Para saber más
Por Alfonso Armada
La fascinación por la guerra civil española no decae. Uno de los aspectos que más literatura ha suscitado fue la intervención de las Brigadas Internacionales. Presentes en escritos de George Orwell, André Malraux, Ernest Hemingway o Langston Hughes, y en fotografías de Agustí Centelles, Robert Capa o Gerda Taro, acaba de aparecer en español Las Brigadas Internacionales. Fascismo, libertad y Guerra Civil Española (Debate), escrito por el periodista e historiador Giles Tremlett. En palabras del historiador Paul Preston, de los miles de libros sobre el conflicto, de los que hablan de las Brigadas Internacionales «ninguno como la crónica, tan conmovedora como informativa, de Gilles Tremlett», quien huye del maniqueísmo, un mal que permea la vida española, ahora redivivo en la fatigosa polarización.
Otros libros que han dejado huella en la historia de las Brigadas los citaba Rafael Núñez Florencio precisamente en una reseña del libro de Tremlett en «El Cultural»: Las Brigadas Internacionales en la guerra de España, de Andreu Castell; Novedad en el frente, de Rémi Skoutelsky; La disciplina de la conciencia: las Brigadas Internacionales, de Mirta Núñez Díaz-Balart, o Las Brigadas Internacionales de Franco, de Christopher Othen.
El catálogo de la gran exposición «Corresponsales en la Guerra de España», que comisarió el periodista Carlos García Santa Cecilia, recogía 30 de las mejores crónicas de guerra, entre ellas una de Herbert Matthews, uno de los primeros en escribir de las brigadas en el New York Times. Santa Cecilia destaca la aparición de una película documental de 18 minutos de Henri Cartier-Bresson sobre las Brigadas Internacionales en 2010. Se daba por perdida y la encontró un investigador español en la Brigada Lincoln de Nueva York.
Además del documental Héroes invisibles, de Jordi Torrent y Alfonso Domingo, hay que considerar dos de los libros más reveladores de la Colección BAAM, centrados en la guerra y en el papel de los soldados internacionales más ninguneados, los negros. Escritos sobre España recopila la obra periodística y poética de Langston Hughes inspirada en la Guerra Civil, y De Misisipi a Madrid. Memorias de un afroamericano en la Brigada Lincoln, de James Yates, relata encuentros con personajes como Hemingway, Langston Hughes u Oliver Law, el primer afroamericano al mando de una unidad militar en la historia norteamericana.
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