¿Hacia un nuevo paradigma geopolítico?

Por Manuel Hernández Lorca 

Varios son los acontecimientos que parecen estar virando el rumbo de la política y las relaciones internacionales en los últimos años; yihadismo, extrema derecha rampante, populismos, cambios estructurales económicos… Khun definía un paradigma como una serie de ‘’realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica’’. Hace referencia a una serie de ‘’pautas a seguir’’ que parecen permanecer inalterables durante un período determinado de tiempo histórico. Si hacemos referencia a paradigma geopolítico, no cabe la menor duda que el imperante hasta este momento que nos encontramos es el surgido después de la Segunda Guerra Mundial a finales de 1939 y el ‘’brevemente modificado’’ tras la Guerra Fría (con aquello de la destrucción mutua asegurada y la posibilidad de emplear armas nucleares por varias potencias del mundo). Tras la IIGM, el mundo surgido de ella era un escenario donde varias potencias se discutían la hegemonía geopolítica del planeta Tierra (la URSS y EE.UU con sus respectivos aliados eran los principales hegemones). Desde comienzos de los años 90 hasta finales de la segunda década del siglo XXI en la cual nos encontramos, se han ido sucediendo una serie de hechos en materia de política internacional que ‘’parecen’’ estar reconfigurando un nuevo modelo (o nuevo paradigma) de relaciones internacionales.

Parece claro que existen muchos acontecimientos políticos que poco a poco han ido remodelando ese anterior paradigma. Podríamos hablar del Brexit (el cual se halla en un momento clave de su negociación a fecha de hoy). También podríamos hablar acerca de los problemas en la Eurozona y la Unión Europea a causa de la crisis bursátil desencadenada en EEUU a finales de 2007 y que derivó en una crisis financiera y económico-social brutal, con sus claros reflejos políticos en todo el mundo, principalmente en Europa y América. O incluso hablaríamos de cómo las intervenciones por parte de occidente en el mundo árabe-musulmán a raíz de los atentados del 11S han cambiado las principales alianzas en materia de estrategia política global antiyihadista; hablamos de la Guerra de Siria, de Afganistán, Iraq, Libia, Yemen, Sudán y un largo etc. El más claro reflejo lo tenemos en la alianza contra todo pronóstico entre la Federación Rusa y Turquía (incluso tras incidentes como el asesinato del embajador ruso en Turquía en diciembre de 2016 o el derribo de un Su-24 ruso por parte de un F-16 turco en el año 2015). Una larga lista de acontecimientos en materia geopolítica que se han precipitado y seguro lo seguirán haciendo, pero que sin duda tienen su clímax (al menos de momento) en la elección de Donald J. Trump como Presidente de Estados Unidos a finales de 2016.

En las relaciones internacionales siempre han dominado una serie de escuelas de pensamiento (conceptualizadas por Wight) como lo son el realismo, el racionalismo o el revolucionarismo. En general todos los políticos internacionales son ‘’realistas’’ por principio, más allá de ciertas declaraciones de tipo ‘racionalista’ más presentables. La política de B. Obama fue realista como también la de los dos Bush, padre e hijo; se diferencian por las actuaciones, de todos bien conocidas, y que detallar ahora resulta imposible. Claro queda que tuvieron diferencias y también iniciativas de diverso tipo, unas más belicistas y otras menos. Pero todo esto no concierne, en puridad, al examen teórico de los principios que efectúa Wight. A lo largo de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI, a rasgos generales, el ‘’realismo-racionalismo’’ dominaba el panorama internacional. Sin embargo, una serie de acontecimientos políticos hacen pensar que se pueda estar dando un fenómeno de cambio de paradigma, desde una política basada en unas relaciones internacionales ‘’realistas-racionalistas’’ hacia el más puro y estricto ‘’realismo clásico’’. Realismo clásico en cuanto a la superioridad de la nación y los estados por encima de cualquier otra entidad, aversión hacia la diplomacia entendida ésta como método de solucionar conflictos internacionales, relación entre actores internacionales no de manera benévola sino egoísta y competitiva…

Hechos provenientes de EE.UU como: las constantes declaraciones en contra de las naciones unidas (ONU) y la OTAN (algo suavizadas después de llegar a la Presidencia, pero que no tienen parangón alguno por parte de un Comandante en Jefe de Estados Unidos), el desafío histórico hacia China por parte de Trump telefoneando a la Presidenta de Taiwán y de esa manera poniendo en cuestión la política de ‘’una sola China’’, las declaraciones acerca de China y Rusia (en especial China) sobre temas como la economía, las sanciones impuestas a Irán, así como la negativa a certificar el cumplimiento del acuerdo nuclear por parte de éste, la crisis abierta en canal con Corea del Norte (con declaraciones impensables por parte de un Presidente de Estados Unidos) o la militarización del pacifico (región donde se encuentran muchas islas en disputa entre Japón y China, y donde EE.UU a través de su Secretario de Estado está tomando parte). También la decisión de retirar a EEUU del histórico Acuerdo de París contra el cambio climático. Además, el reciente e inaudito deseo expreso de traspasar la embajada estadounidense en Israel desde Tel Aviv a Jerusalén (contra las declaraciones de la prácticamente totalidad del resto de países incluidos aliados) parece agitar aún más el avispero que supone Oriente Medio.

Una larga lista de acontecimientos en materia geopolítica que se han precipitado y seguro lo seguirán haciendo, pero que sin duda tienen su clímax (al menos de momento) en la elección de Donald J. Trump como Presidente de Estados Unidos a finales de 2016.

En materia económica también hay profundos cambios por parte de EE.UU: el anuncio de Trump de establecer aranceles a ciertos productos comerciales importados de México y otros países, la decisión de retirar a EE.UU del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), el retraso en las negociaciones del TTIP con Europa o la importantísima decisión de Trump de derogar una parte de la ley aprobada por Obama en 2010 (Ley de reforma de Wall Street y de regularización financiera), que generó un arsenal de normas para evitar excesos del sector financiero.

Todos estos acontecimientos políticos que tienen origen en Estados Unidos, pero que también hemos mencionado otros en diversas partes del mundo, hacen sospechar que el mundo surgido de la IIGM y la Guerra Fría está acabando y que vuelven a haber varios hegemones mundiales que luchan por el equilibrio entre bloques. Nos hallamos en un mundo multipolar donde el ‘’realismo clásico’’ en materia de relaciones internacionales tiende a imperar y consolidarse.

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