España se rompe

Por Iria Bouzas

Cada vez que leo o escucho decir a un político que España se rompe, me da por mirar hacia el suelo no sea que justo la brecha esté pasando por en medio de mis piernas y me vaya a caer en todo el agujero.

Que ya bastante malo sería tener que estar aislada en un lado de las dos Españas, pero lo de quedarse hundida dentro de la brecha que las separe me parece ya de tener excesiva mala suerte.

Y por más que miro y miro, les prometo que no veo ni una pequeña fisura en la tierra por la que habitualmente camino.

Con esto del Cambio Climático están pasando cosas muy raras y no me atrevo yo a asegurar que España no se esté rompiendo, igual cualquier día nos levantamos por la mañana y nos encontramos flotando en medio de islas urbanas y rurales que van a la deriva por los mares del mundo.

Pero por ahora la sensación que da es que España está perfectamente pero que quizás sea a los españoles a los que nos están terminando de romper.

Tengo guardado con mucho cariño un puzle de Europa con el que jugaba durante horas cuando era pequeña. Tiene para mí mucho valor sentimental pero la realidad es que ahora mismo no tiene ningún valor práctico. Ha cambiado tanto la configuración política del continente que si algún niño estudiarse geografía con él suspendería seguro.

El diseño de Europa ha cambiado muchísimo desde que jugaba con ese puzle pero, que yo sepa, no hemos tenido noticias de que Europa se haya roto durante todo ese tiempo.

Los límites geográficos pueden cambiar. Las organizaciones territoriales, las estructuras políticas o los consensos sociales van variando a lo largo del tiempo, pero los países no se rompen.

A veces hasta desaparecen, pero nunca se quedan ahí, rotos y estropeados aislados en una esquina esperando a que venga un mecánico de países a repararlos para que vuelvan a funcionar.

La sociedad está formada por seres vivos y la vida es lo que tiene, que queramos o no, fluye y cambia.

Los países no se rompen pero las personas sí, al menos metafóricamente, y eso es lo que más me preocupa a mí de toda esta situación que nos están obligando a vivir.

Las personas se pueden romper llevadas por el sufrimiento y la miseria.

Se rompen cuando la desigualdad y la injusticia se ceban con ellos pasándoles por encima como una apisonadora sin darles ni la más mínima posibilidad de ponerse a salvo.

También nos podemos romper por agotamiento. Y resulta realmente agotador que haya quienes creen que para mantener su sistema de privilegios políticos están en su derecho de parsitarnos la energía vital con continuas amenazas de catástrofes que nos van a trasladar a todos a un abismo de horrores inimaginables.

Estoy muy cansada ya de que cada tres días haya un político rompiendo España desde las Instituciones o desde los medios de comunicación.

Entendía yo (quizás erróneamente) que para dedicarte a la política tenías que ser una persona adulta.

Es que la sensación que transmiten ahora mismo me recuerda mucho a esos niños pequeños y frustrados que cuando van perdiendo en una partida de Parchís, pegan un golpe en el tablero tirando por los aires fichas y dados, sin que les importe los más mínimo fastidiar el juego y la diversión a los demás.

España no se rompe, en todo caso, España estará cambiando igual que hemos cambiado los españoles.

¿O es que alguien con dos dedos de frente puede creer que nuestros hijos y nietos van a querer vivir en el mismo modelo de país que estemos diseñando nosotros ahora mismo?

Ellos querrán vivir en sintonía con la sociedad que hayan construido, igual que nosotros queremos vivir con nuestras propias reglas y no con las de nuestros abuelos.

¿Y qué pasa si me equivoco y España sí se rompe?

Pues nada, que el Gobierno abra una cuenta en redes sociales con el nombre #CuidadoConElBoquete y nos vaya avisando por donde no podemos pisar.

Yo, visto lo visto, simplemente me conformo con no caerme.

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