Por Angelo Nero
“Yo no pretendo vender ninguna moto, todos tenemos sesgos o creencias, la diferencia reside en el punto de enfoque sobre el que proyectamos o dejamos de proyectar, que esta es otra, con la precariedad del sector comunicacional la prensa se ha rellenado con opiniólogos profesionales, algo que nos hace más simple identificar el calado y el pie del que calza cada uno.” Así de contundente era Ricard Jiménez, en una de esas piezas periodísticas más lúcidas de estos tiempos, para poner el dedo sobre la llaga de un oficio, el suyo, que se encuentra en un momento clave, entre ese viejo mundo que se muere, parafraseando a Gramsci, y ese nuevo que tarda en aparecer. Porque Ricard también ha decidido salir a las calles a buscar a los monstruos, a mirarles a los ojos y a hacer preguntas a sus víctimas, a los manteros, a los desahuciados, a los despedidos, a eses invisibles que solo aparecen en los medios en las páginas de sucesos, cuando la violencia del sistema los expulsa de sus casas, de sus fábricas, de sus ciudades. Hoy queremos indagar sobre el joven periodista que, no lo dudo, es uno de los protagonistas de ese nuevo periodismo que se está forjando.
Queremos preguntar, en primer lugar, ¿cómo se despierta tu interés por el periodismo, cuáles son tus primeras referencias, cuál fue realmente la chispa que te provocó que te pusieras delante de un teclado para intentar explicar el mundo que te rodea?
Aunque suene a cliché siempre he sido una persona curiosa, pero hay que añadir que también tuve la suerte de tener la referencia de mis padres, que fueron muy pesados con la lectura y la escritura. Ya desde aquella época me gustaba escribir, pero siempre me ha dado cierta vergüenza… Eso es algo que me sigue pasando.
Con 14 años, o así, cree un blog de fútbol, ya que a mí me gustaba en aquella época, porque era un juego, y mis padres me insistían que además de jugar debía estudiar. Entonces decidí que quería ser periodista deportivo, pero con el tiempo en aquel mundo ves cosas que no encajan con la idiosincrasia de uno y me fui olvidando de jugar y del periodismo.
Por aquella época, con 15 o 16 años, hice un curso de verano de El Periódico de Catalunya donde teníamos que crear, entre los chavalines, una especie de diario con lo que consiguiéramos sacar nosotros, con un poco de guía, también hacíamos un poco de radio… Estuvo muy bien.
Con la adolescencia, otro cliché, nos perdemos en un mar de dudas en el que escasean las respuestas. Ahí apareció otra figura relevante para mí, Ron, mi profesor de filosofía de segundo de Bachillerato y encontré un nuevo modo de curiosear con el mundo.
Ya luego la universidad, trabajar precariamente en la hostelería… Durante este tiempo fui más de leer, aunque siempre he imaginado en mi cabeza lo que me gustaría escribir y no lo he hecho por esa vergüenza… Alguna cosilla sí que hay por ahí, pero… Hasta que me corté los nervios y tendones de un dedo, estuve de baja y es cuando comencé a planteármelo, pero en aquel momento era más por expresar mi rabia que otra cosa.
En los últimos años han surgido, al calor de las nuevas tecnologías, nuevas formas de contar la actualidad, nuevos formatos como el pódcast, y plataformas de difusión como Youtube, que permiten una información a la carta. Uno de los proyectos nacidos en este contexto ha sido La Zurda TV, en el que tú estás involucrado, te hemos visto presentando varios debates en torno a temas tan diversos como el feminismo, la desindustrialización o la guerra del Sahara ¿Cómo se fraguó La Zurda y como es tu experiencia dentro del mundo audiovisual?
Eso tendrías que preguntárselo a Oriol o Albert, que son los otros integrantes de La Zurda TV, pero si no estoy muy equivocado surgió a raíz de las organizaciones sociales que nacieron a partir de la última crisis. Ellos en concreto estaban en la Asamblea de Sant Martí, en Barcelona, y en las Pah en un momento complicado.
Nació como espacio para dar voz a estos temas cercanos que no tienen lugar y, aunque últimamente hayamos probado otras cosas a causa de la pandemia, sigue esa misma tendencia.
Yo empecé con ellos después de la marcha de Tere Barrionuevo, que fue quien presentó el programa todos estos años, y porque me engañó Oriol, básicamente. A mí me daba o da pánico ponerme delante de una cámara. La noche antes de la primera entrevista que hicimos no pude ni dormir y hasta me puse malo, pero le estoy cogiendo el gustillo, si no no hubiera continuado. He ido trabajando en mi casa sobre mis carencias en este ámbito y… Todo lo que queda…
También estuviste en el equipo de Contrainformación, como subdirector, otro de eses medios que se define como “totalmente libre, que no debe favores a bancos o empresas y con el poder de publicar lo que queramos, mientras sea veraz y siempre desde el respeto”, y donde pudimos ver una particular mirada tuya hacia el mundo, desde las crónicas y entrevistas del área internacional, sin dejar de mirar hacia nuestra realidad más cercana. ¿Cuándo te incorporas al equipo de este medio digital, y como es el día a día en una redacción que está continuamente subiendo contenidos desde los campos más diversos, intentando contar la actualidad con un equipo de profesionales reducido?
¡Una locura! En Contrainfo he hecho desde artículos o entrevistas, hasta editar artículos. Piensa que la plantilla es corta y se tiene que trabajar con lo que se tiene. Pero el mérito de Contrainfo lo tiene Javi.
A Javi le debo mucho, por confiar en mí y por lo que he aprendido con él. No se le reconoce suficiente el trabajo que hace en todas sus facetas.
“Yo no soy nadie, pero me gustaría una información que me interpelara como si yo existiera”, has escrito en otro artículo reciente. ¿Crees, realmente, que los medios como en los que has trabajado vienen a suplir ese vacío que la prensa tradicional no ha sabido, o más bien no ha querido llenar, y que es hora de hacerse eco de todas esas voces que, hasta ahora, estaban siendo silenciadas?
Eso lo escribí porque yo siempre quise huir de donde soy yo, quería ser otra cosa, y fue cuando me fui a vivir al extranjero que realmente empecé a descubrir que yo soy esto. El problema es que nadie habla de nosotros y tenemos que hacer ese proceso de reconocernos. A mí el confinamiento y encontrarme encerrado aquí, dentro de todas las cosas malas, me ha ayudado a seguir este proceso.
Sobre la pregunta… Sí, sin duda, rotundamente. Existe un vacío inmenso en ese sentido, que también ha quedado reflejado durante este año de pandemia. Considero que somos o nos han hecho ser una sociedad inmadura, con ciertos aires de impostura. Somos capaces de ver imágenes duras sobre lo que mal llamamos “tercer mundo” o aquello que queda fuera de “nuestro occidente”, pero tenemos reticencias a la hora de demostrar las miserias y esperanzas que pueden surgir de lo nuestro. Y con lo nuestro no me refiero a los deseos de los que manejan el cotarro, que vienen de cuna de oro. Al fin y al cabo es este marketing de “la sociedad del bienestar”.
Eso sí, en este contexto han surgido muchos vivales que con la excusa de lo alternativo han aprovechado ese concepto de “la militancia” para dedicarse a explotarnos y vivir de la sopa boba.
Otra de tus reflexiones habituales es la precarización de la profesión. Especialmente en el formato digital parece que nada tiene valor, que todo es gratis y que detrás de los contenidos gráficos o escritos no hay realmente un trabajo, que todo es por amor al arte, pero los dos sabemos que, para sacar proyectos como en los que tú trabajas, hacen falta muchas horas, y que esas horas tienen que ser valoradas, en definitiva, que los periodistas, fotógrafos, productores de video y diseñadores gráficos también tienen que tener un sueldo decente para ofrecer información de calidad. ¿Cómo ves el panorama en este aspecto, y hacia donde crees que va el periodismo, especialmente el que se ofrece en formato digital?
Ojo, que aquí es importante señalar que no hablo de la precarización del sector en todo su sentido, sino de los trabajadores. La mayoría de la prensa generalista, con el paso del papel al digital, fue coptada por grandes empresarios, porque la información vende y da mucho dinero.
Cuando esto depende de este tipo de ingresos y no del público, ¿qué tipo de información interesa? Para manejar información sensible de los poderosos no necesitas quien trabaje, necesitas quien la calle y ponga el nombre cuando toca. Todo lo demás es comparsa y ahí es donde han metido la tijera y donde se pueden ver toda una larga ristra de tropelías como las que describes.
Diría que quizá el sector más olvidado, porque ahora quien dirige son empresarios y no periodistas, es el de la fotografía, que aquí en España es de vergüenza… Pero luego ves noticias hechas desde una oficina o desde casa a través de tuits y ya te das cuenta de que es algo más amplio.
Luego entramos en lo que decía antes y es que con la excusa de que los grandes medios dejaron de servir para trabajar y, sobre todo a partir de la última crisis, con el auge de algo que se presuponía que venía a reformar la política, algunos utilizaron la excusa de la militancia y eso de “tener que combatir el discurso hegemónico”, para aprovecharse del trabajo ajeno para vivir a cuerpo de rey.
También hay otra figura que a mí… No entiendo a la gente que se dedica a robar material para sus redes sociales, más allá de su necesidad individualista de moralina… No sé si es gente que necesita de la miseria del mundo para sentirse éticamente por encima del resto y por eso considera que su misión es crear sensacionalismo… No sé… Un ejemplo, yo me pasé un año tratando de entrevistar al exministro de Industria de Bolivia después del golpe de Estado, cuando le quemaron la casa y tuvo que exiliarse, después de sacar la entrevista alguien cogió las frases más destacadas y un vídeo también tomado de vete a saber dónde y lo subió, teniendo más repercusión que lo que yo había tardado un año en conseguir.
Que estas estupideces las haga un medio, que también me ha pasado, te quema por dentro porque alguien está sacando rédito de ello, pero al menos le encuentras sentido a esas estrategias mezquinas, pero… ¿Para ponerlo en tuiter? Es escupirte en la cara por gusto y más teniendo en cuenta que solamente nos falta ponernos a chillar para explicar lo jodido que es llegar a pagar las cuotas a final de mes.
Actualmente llevas, junto al compañero Hernán Tiseyra, la coordinación del área de Internacional en Nueva Revolución, en el que también estás despuntando en la cobertura a movilizaciones sociales como las de la plataforma antidesahucios o las producidas a raíz del encarcelamiento de Pablo Hasel. ¿Cuáles son las diferencias que has encontrado en NR con respecto a otros medios en los que han trabajado, como Contrainformación o Spanish Revolution, y que semejanzas hay entre ellos?
Compartir el área de Internacional con Hernán es un lujo, ya que es alguien que hace muy fácil trabajar junto a él. De hecho lo es con todo el equipo de Nueva Revolución en general. Lo que sí que es cierto es que con ese proceso interno que estoy viviendo últimamente me he ido centrando también en esto que comentas. Como dice Hernán, he “empezado a insultar en mi idioma”.
Las diferencias, sobre todo, son los tiempos. En Nueva Revolución intentamos hacer un periodismo reposado, que es como mejor salen las cosas. Esto te permite hacer seguimientos más continuados sobre un reportaje o proyecto en el que se esté interesado. La inmediatez es un error y aunque a veces, a ciertas cosas, hay que estar…
Siempre había envidiado a la gente que puede pararse a pensar y eso es lo que podemos tener en Nueva Revolución, por qué aunque se siga la actualidad no tenemos por qué ser los primeros, ya que lo que hacemos tampoco se parece al resto. Creo que es algo que la gente también necesita ante un mundo sobreinformado y lleno de estímulos constantes, que al fin y al cabo terminan siendo disputas cíclicas dentro del mismo marco.
Además de escribir crónicas cercanas y entrevistas de largo alcance, también has empezado a publicar algún foto-reportaje, incluso me ha llegado que estás trabajando en un libro en el que combinas crónica y fotografía. ¿Nos podías hablar de este proyecto?
Al igual que escribir la fotografía es algo que me ha gustado de siempre, pero la culpable en que no lo tomara más en serio en este caso fue mi hermana, que me robaba siempre hasta las típicas cámaras de usar y tirar que existían cuando éramos pequeños. Ella seguro que ni se acuerda… Hoy en día tengo que decir que es de las personas que más me apoya.
Tengo en mente hacer un proyecto como bien dices en el que la fotografía sirva como vehículo para tratar el tema de la libertad de expresión, que se encuentra coartada en primer término por la realidad material, la precariedad… Pero justamente eso es lo que me lo está poniendo complicado llevarlo a cabo…
Por último, queríamos saber, en tu opinión, a qué retos se enfrenta el periodismo digital, hoy en día, hacia donde crees que camina, si se priorizarán los contenidos audiovisuales o incluso se fomentara una interactuación con el lector, creando una especie de información a la carta.
No sé dónde leí, o quizá lo soñé, que el periodismo digital del futuro tiene que ser por necesidad 360º. Eso implica que los contenidos tendrán que ser en todo formato posible. Ahí entramos en una cuestión crucial, ¿cómo llevamos eso a cabo inmersos en la precariedad?
Creo que desde Nueva Revolución hemos tomado la decisión acertada, que es la de intentar hacer comprender a la gente que si esperan que este tipo de periodismo, que además nos interpele a nosotros, como decíamos antes, salga adelante necesitamos de ese apoyo. Para ello creo que también hemos escogido la forma correcta, que es la de la interacción con el lector. Al fin y al cabo todo se resume en ellos y para ellos, que también somos nosotros, sino ¿qué sentido tiene?
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