David Pallol: “Los patrones más tóxicos del patriarcado se impusieron con el franquismo”

Entrevistamos al escritor e historiador del arte, David Pallol, autor de los libros  “Construyendo Imperio. Guía de la arquitectura franquista en el Madrid de la posguerra” y «Tipismo franquista».

Por Angelo Nero

Construyendo Imperio. Guía de la arquitectura franquista en el Madrid de la posguerra”, es un recorrido, en realidad son siete, por las huellas que la dictadura dejó en el paisaje arquitectónico de la capital de España. En el libro trazas un pormenorizado repertorio de la arquitectura fascista madrileña, uniendo la funcionalidad propia de una guía al análisis de la funcionalidad propagandística de la arquitectura del poder. ¿Nos podías comentar cuál es el objetivo de este planteamiento?

Reivindicarlo. Por lo menos hacerlo notar. Es un estilo que tiene una historia y una razón de ser, pero hemos corrido un tupido velo. Mucha gente pasa a diario por Moncloa y lo ignoran todo sobre la plaza y sus edificios, o creen que siempre han estado ahí. Por no hablarte de la Ciudad Universitaria y los y las estudiantes. Casi nadie sabe que el actual Rectorado era la Casa del SEU, el antiguo colegio mayor de los falangistas de provincias. Solo los más viejos del lugar, por no mencionar el Arco de la Victoria, que antes que ponerle unas cartelas explicativas prefieren que se caiga a pedazos. Y es una pena. Es una memoria que también se está perdiendo porque nadie la quiere tocar, resulta demasiado molesta, delicada. Pero la gente necesita saber, aunque algunos y algunas han dictaminado que para qué meneallo, si son más felices en su ignorancia. Así nos quieren las élites, ignorantes de un pasado molesto. En cambio de la II República siempre ha estado abierta la veda para decir las mayores falsedades y barbaridades. Como en el franquismo… bueno, celebró los 25 años de paz, ¿no? Y con la reinstauración de le democracia se dice que nuestro país no ha conocido mayor periodo de paz y prosperidad, así que todo sigue igual porque la propaganda básicamente es la misma.

¿Tiene algo en común el estilo que promovió el régimen salido de la Guerra Civil, con el que se dio en la Alemania nazi o en la Italia fascista?

Como los regímenes que admiraba, especialmente la Italia fascista, el nuevo Régimen buscaba inmortalizarse en piedra, un nuevo lenguaje arquitectónico y grandilocuente con el que expresarse, pero no había dinero: el país estaba arrasado después de la guerra, y solo hubo presupuesto para levantar esas cruces de los caídos en todos los pueblos y ciudades de España, a los que primero se quitó la inscripción, quedando solo la cruz en la mayoría de los casos, que tienden a derribarse. A pesar de las protestas de la derecha más recalcitrante, que chilla y patalea cada vez que se pretende tocar una de estas cruces, desvirtuando el debate y argumentando que es un símbolo del cristianismo cuando en el fondo saben que es un símbolo de lo que es y representa la humillante derrota de más de media España, pero eso no lo dicen los muy tunos.

Si a muchos madrileños le preguntáramos por la herencia arquitectónica del franquismo, señalarían seguramente al Valle de los Caídos, pero esta es mayor de la que suponemos, ¿no es cierto? Por otra parte, ¿no convendría señalarlos?

Es lo que yo digo. A ver si se aceptan las cosas con mayor naturalidad. Tenemos un patrimonio que está ahí pero preferimos ignorarlo, porque incomoda y molesta, y mirar para otro lado. Pero los negacionistas te dicen que qué cosas dices, que aquí no hubo arquitectura fascista. Como mucho aceptan el término ‘neoherreriano’. De esto tiene la culpa Carlos Sambricio, que siempre ha negado su existencia. Aunque ahora parece que está revisando sus postulados. Y menos mal, porque para medios como El Confidencial parece que no hay otro gurú arquitectónico de la época. Es lo que os decía antes, en esta sociedad no hay debate. Hay una serie de cosas que no se discuten porque no interesa, y esta es una de ellas.

¿Cuáles fueron los más destacados arquitectos de la posguerra, encargados de devolverle el esplendor que Madrid había perdido, precisamente, bajo las bombas franquistas?

Hubo varios: Pedro Bidagor, que llegó a redactar un plan urbanístico de posguerra para Madrid, el falangista Pedro Muguruza (que dirigió las obras del Valle de los Caídos, por cierto), Asís Cabrero (que hizo algunas cosas interesantes en vivienda social), Luis Moya, que se adaptó muy bien porque iba a su bola historicista (aunque también hizo cosas interesantes en vivienda social, y fue el introductor de la bóveda tabicada, por ejemplo), Miguel Fisac, que tuvo una evolución interesante.

¿Qué características eran la de los estilos que primaban en los edificios y monumentos franquistas, y que los hacen reconocibles como tales?

Sobre todo los materiales, en Madrid al menos. Yo reconozco enseguida un edificio de la época por ellos, que seguían religiosamente las directrices del falangista Ernesto Giménez-Caballero. Hay excepciones en piedra, por supuesto, pero son las menos (como el ya mencionado Valle de los Caídos; repito que no había dinero,). Luego está su lenguaje caduco, revisitando un pasado glorioso, una etapa en la historia de esplendor, medieval en muchos casos, que se adaptó a cada región. En Andalucía, por ejemplo, este estilo tendía a ser regionalista, y construyeron mucho decorado de Cifesa en forma de iglesia o barriada obrera. En Castilla tocaba ser sobrio y austero pero monumental, qué se le va a hacer, más cuando la máxima referencia del Régimen era El Escorial.

Esta arquitectura franquista que todavía es visible en Madrid, ¿fue un fenómeno localizado en la capital o las directrices en esta materia se exportaron a otras capitales españolas?

No tienes más que irte a Toledo y ver su Academia Militar, a Gijón para visitar la Universidad Laboral de Luis Moya, a Pamplona para visitar su templo dedicado a los caídos. Se construyeron infinidad de sedes de Correos, Bancos de España, Juzgados o Diputaciones Provinciales en este estilo imperial, hasta bien entrado los 50, los 60 incluso. Como la nueva fábrica de Moneda y Timbre en Madrid, que parece la cancillería del Reich.

Aunque el periodo de la segunda república fue corto, y no se puede comparar con los cuarenta años que duró la dictadura franquista, ¿se puede hablar de una impronta arquitectónica republicana en el Madrid de los años treinta?

Sí, por supuesto, el llamado Racionalismo. Sobre todo porque en el equipo municipal de arquitectos estaba gente como Francisco Javier Ferrero, y todos los edificios que construyeron para el Ayuntamiento -los mercados de pescados de Puerta de Toledo, el de frutas y verduras de Legazpi, el desaparecido mercado de Olavide, la imprenta, el parque móvil frente al Matadero, el Viaducto- tenían esa impronta, de la que luego renegó el franquismo por considerar esa moderna arquitectura como judaizante y demasiado apátrida. Luego había arquitectos como Ángel Laciana y Gutiérrez Soto haciendo cosas muy interesantes, aunque este último sufrió una catarsis durante la Guerra Civil y tuvo como una especie de regresión buscando un lenguaje arquitectónico para el Régimen. Esto le marcaría el resto de su vida, pasando de ser un arquitecto vanguardista a uno muy eficiente, sobre todo en sus viviendas para la alta burguesía, pero de nuevo me estoy desviando…

Tipismo franquista es una estupenda radiografía de la sociedad española de la posguerra, el reflejo de un país en blanco y negro, en el que no cabe la nostalgia, sino el testimonio de un tiempo de silencio, de miseria, en la que el pueblo se las tuvo que ingeniar para salir adelante mientras los adictos al régimen medraban. En este sentido llama mucho la atención el capítulo de Oficios Perdidos, entre los que estaban limpiabotas y serenos, pero también censores y verdugos. ¿Esos oficios hablaban mucho del país que era España entonces?

lo has dicho: era un país en blanco y negro, tétrico, más atrasado y supersticioso que nunca, en el que además se pasaba hambre si no eras estraperlista o uno de los capitostes del Régimen. Parecía una de esas pinturas de Goya o de Zuloaga. Luego se fue abriendo, pero los primeros años fueron de película de terror. A lo que se adaptó el grueso de la sociedad española, con mucho miedo y resignación, porque la alternativa era… Ninguna. No les quedó más remedio que aguantar a los figurines, o figurones, de Falange con su retórica hueca de ‘ni un hogar sin lumbre, ni un español sin pan’ y lidiar con lo que había. Recuerda que, en los primeros años de la dictadura, necesitabas un salvoconducto, un permiso especial, para moverte por zonas fronterizas, que estaba prohibido. Emigrar fue un fenómeno masivo en los años 60 del siglo XX, la única escapatoria para mucha gente. Luego estaban los mejores sueldos y mejores condiciones de trabajo, pero bueno, esa es otra historia… Por cierto, que censuraron una película de Basilio Martín Patino, rodada en la clandestinidad entre 1971 y 1973, en la que hablaban los verdugos entonces en activo. No me extraña, porque no todos abordaban el tema con el sentido del humor de Berlanga. Pero se estuvo ejecutando a garrote vil hasta el final del franquismo.

En el capítulo dedicado a la mujer reflejas una sociedad patriarcal, donde la mitad de la población era doblemente oprimida, pero en la que ellas se fueron abriendo camino también, a golpe de necesidad, ocupando espacios que les habían sido vedados. ¿Cómo fue la evolución de la mujer en el franquismo, que reflejas desde las patronas de pensión, hasta las modernas dependientas de Galerías?

La situación de la mujer en el franquismo era deplorable. Estaba condenada a ser la señora de, un mero objeto decorativo al servicio del marido, una eterna menor de edad que necesitaba custodia y protección porque si no se perdía, primero por parte de su padre, luego de su esposo, el hombre de la casa. Los patrones más tóxicos del patriarcado se impusieron con el franquismo. Si querías escapar de ese círculo vicioso, a la Sección Femenina. Si no, te convertías en una triste tía solterona, Yo desde un principio quería dedicarle un capítulo a la mujer, quería que el libro tuviera una necesaria perspectiva de género, y no omitir/silenciar/ningunear a más de la mitad de la población española, como se había hecho durante el franquismo, y más cuando su papel fue en muchos casos fundamental para sacar adelante una familia, sobre todo después de la guerra, cuando los hombres de la casa habían sido fusilados, encarcelados o depurados/represaliados o, más adelante, cuando te convertías en madre soltera… dedicándote a los escasos ámbitos que el franquismo te permitía (y recordemos que, en cuanto te casabas, dejabas de trabajar, lo que era la meta de muchos novios que soñaban con retirar a su futura mujer, cosa que se aprecia, por ejemplo, en muchas películas de la época, y ahí ligamos con ese costumbrismo franquista que se estudia muy poco).

El país que queda tras la guerra civil todavía es, mayoritariamente, rural, aunque la miseria pronto empujará al éxodo a los “desertores del arado”, ¿cómo fue esa transformación, de esos pueblos de caciques y guardia civiles, hacia la España vaciada, y los grandes núcleos urbanos?

En muchos pueblos de Andalucía, Extremadura, Castilla… esa combinación cacique-Guardia Civil no trae buenos recuerdos. Si el señorito quería, trabajabas y tu familia no pasaba hambre. Y si te rebelabas, ahí estaba la Guardia Civil para reprimirte. Sus palizas en el cuartelillo a muchos campesinos, gitanos, vagabundos… fueron épicas. La Guardia Civil tiene una historia, truculenta en muchos casos, y apenas se habla de esto. Se idealiza demasiado y tienen un pasado y son de carne y hueso, pero no se les puede cuestionar. Gente como Macarena Olona tiene la culpa. Criticarles lo más mínimo se considera traición. No hay en nuestra sociedad para muchas cosas un debate necesario, y eso no es sano. La Guardia Civil es un cesto que tiene sus manzanas podridas y eso también hay que señalarlo. No son intachables. Centrándonos en la emigración rural, fue masiva, pero a eso también llegamos tarde, un siglo después de que se iniciara la Revolución Industrial que en este país, por cierto, no hubo; todavía en los años 1950 y 1960 en muchos pueblos se usaba el arado romano porque ningún gran propietario, o cacique, había invertido en maquinaria moderna: preferían vivir en la capital y vivir de las rentas. Ahora son pisos, pero la mentalidad es la misma.

Esa mentalidad rentista que es un mal endémico de nuestro país y no los funcionarios, las subvenciones al cine o las paguitas. Y casi diría que un mal castellano, esa triste mentalidad de hidalgo porque tu antepasado tomó un pueblo a los moros y le dieron tierras y hala, a vivir de las rentas durante generaciones. Los catalanes no son así, afortunadamente. Ellos que son emprendedores, con una larga tradición.

El costumbrismo es un aspecto poco tocado del franquismo ¿A qué crees que se debe ese cierto abandono editorial?

Y es curioso, porque una de nuestras señas de identidad es el costumbrismo. Pero el franquismo, para durar lo que duró (y en muchos aspectos aún colea hasta hoy), se ha tocado poco. Nos hemos quedado en la parte más anecdótica, más Cine de barrio Cuando Crónicas de un pueblo, Sor Citroen y La ciudad no es para fue la norma y, por ejemplo, el genio de un Bardem o de un Chicho Ibáñez Serrador, nuestro Guillermo del Toro, fue la excepción. Menos mal que gente como ellos o Fernando Fernán Gómez salvaban los muebles, porque la producción cultural era desalentadora. Era en general muy casposa y muy de mirarse el ombligo en un orgullo mal entendido, con un pasado que no se puede cuestionar de ninguna de las maneras porque fuimos seres de luz y eres antiespañol. No hay más que ver a sus herederos ahora, esa irreductible derecha y ultraderecha española. Serían hasta entrañables si no fuera porque se siguen perdiendo en lo mismo y muchas veces te sacan de quicio. Yo ya he perdido la cuenta de las veces que han puesto una macro-bandera en una rotonda de mi pueblo. Y se les llena la boca de hispanidad y todos los años tenemos el debate Halloween sí, Halloween no, pero nadie reivindica el festivo y colorido Día de Muertos, que sería buena alternativa, porque es mexicano. Ahí se callan como furcias porque en el fondo son muy patéticos.

La editorial Arzalia es digámoslo así- una editorial bastante conservadora. ¿Has tenido algún problema en ese sentido? ¿Los editores han intentado cambian alguna expresión o matizar algún aspecto de tu texto?

Eh, hubo varias, y eso que a Ricardo Artola me cae bien, pero sí, tuvimos nuestras desavenencias. Para empezar, todos los topónimos están en castellano. En el caso de Barakaldo con k lo puedo entender, pero en el capítulo dedicado a los afiladores, que la mayoría provenía de Ourense, tuve que escribir Orense. Seguimos sin entender que tan español es un nombre como otro, o se expresa todo en un falso concepto de español como lengua del imperio o no hay tu tía. Nuestras diferencias en ese sentido fueron importantes. Llegó un momento en que di la batalla por perdida. Y en el caso del dibujante Escobar, preferí no poner el nombre con que le llamaban familia y amigos, que era Josep. Antes que un artificial José, preferí referirme a él solo por su apellido. Y mira que lo siento, porque sus descendientes fueron muy amables… Luego tuve que especificar ciertos datos (como los tres días de 1940 que no se suministró alimentos a la población y al ejército, dato que yo creo mi propio editor ni sabía, y es que insisto que desconocemos muchas cosas del franquismo), me censuraron algunas cosas (también es verdad que yo algunas veces puedo ser muy bestia) y otras tonterías, pero en general tuve mucha libertad.

1 Comment

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.