El documental aborda el lado humano de las zonas de sombra que dejan todos los conflictos, la de aquellos que lucharon y que, si bien no fueron derrotados, no vencieron.
Por Angelo Nero
Josu Martínez es un joven escritor y director de cine bilbaino, que ha documentado las caras menos visibles del conflicto vasco. En “Itsasoaren alaba” (2009) contó la historia de Haize, la hija del mar, reconstruyendo la memoria de su padre, Mikel Goikoetxea, “Txapela”, asesinado por los GAL, cuando ella sólo contaba dos años de edad. En 2010, iniciando una fructífera colaboración con el realizador Txaber Larreategi, rescató las terribles vivencias de las presas de Saturrarán en “Debekatuta dago Oroitzea”, con la prohibición de olvidar. Y ese mismo año, Josu y Txaber, nos trajeron también un tiempo de manzanas, “Sagarren denbora”, con Kristiane Etxaluz y Alfonso Etxegarai, protagonizando una historia de amor, de lucha y de distancia. En 2012, con “Barrura begiratzeko leihoak”, tres directores más se sumarían a buscar ventanas al interior, para entrar en las vidas de cinco presos vascos. También participaría en otra obra colectiva en 2018 con “Gure oroitzapenak” ahondando en los destierros del escritor Joseba Sarrionandia. También en ese año rescataría la historia de Lezo Urreiztieta, que salvó la vida de cientos de republicanos e intentó matar a Franco, sin buscar el perdón de Dios, en “Jainkoak ez dit Barkatzen”.
Esta extensa filmografía, en la que no hemos mencionado todas sus obras, a la que conviene acercarse para conocer otras miradas distintas de “la historia oficial”, destaca “Caminho Longe”, en la que Josu Martínez vuelve a compartir las tareas de direción con Txaber Larreategi, y que viene a ser como una continuación de “Sagarren denbora”, pues retoma el tema de la deportación de los militantes vascos, protagonizado por Alfonso Etxegarai y su pareja, Kristiane Etxaluz. Etxegarai, militante de la organización armada ETA, tomó el camino del exilio forzoso, deportado por el gobierno francés a Ecuador, y posteriormente a la república africana de São Tomé e Príncipe, donde vivió a lo largo de 33 años.
En “Caminho Longe” se narran los días previos al viaje de regreso a Euskal Herria, una vez que el gobierno francés retiró todos los obstáculos que le impedían volver con la seguridad de que no sería detenido por antiguas causas, aunque no por ello las incertezas del retorno dejaban de manifestarse. Un viaje de 5.000 kilómetros donde la distancia no es solo geográfica y temporal, sino también emocional, que Kristiane y Alfonso relatan delante de las cámaras, poniendo sobre la mesa las preocupaciones y miedos que vienen asociados a la nueva vida en común que se les presenta.
Etxegarai es un ex combatiente que regresa a su tierra después de un largo exilio, cuando los ecos de la guerra son ya lejanos, tanto que le cuesta hablar de aquel conflicto que recuerda al principio del documental: “Recuerdo las guerras que teníamos en el barrio contra los veraneantes, aquellas guerras que teníamos con arcos y flechas, y en las que nadie moría, no se mataba a nadie. Cuando crecimos pensamos en ideas revolucionarias para cambiar el mundo, tomando las armas, y ahí si, ahí llegaron los muertos, las muertes de verdad, esas que no tienen vuelta. A partir de los años ochenta se recrudeció mucho el enfrentamiento y aquello se transformó en una especie de computación de cuantos morían de un lado o del otro.”
Kristiane reflexionaba sobre su papel en esta historia en una entrevista dada a Resumen Lationamericano: “La gente me pregunta a veces por mi papel en ese viaje tan largo. ¿He sido la Penelope que espera y espera? Me he descubierto diciendo eso algunas veces y luego al darme cuenta me he dicho: ¡qué imbécil eres! Entonces, ¿quién soy, el alter ego? No sé… dándole vueltas al final he encontrado una figura que me conviene más: creo que he sido una deportada consorte, que ha jugado un papel activo, porque creo que he ayudado a buscar un camino de salida.”
Los caminos de la deportación también crearon lazos, primero de solidaridad, en el caso de Alfonso por afinidad con el gobierno socialista de Manuel Pinto da Costa, después con su actividad laboral, y la más importante, con la red de afectos que fue tejiendo en la isla, cómo la que le une al pequeño Ibai.
El documental aborda el lado humano de las zonas de sombra que dejan todos los conflictos, la de aquellos que lucharon y que, si bien no fueron derrotados, no vencieron. De la necesidad de regresar a ese territorio por el que empuñaron las armas, en el tiempo en que todas las revoluciones parecían posibles.
Cómo complemento a “Caminho Longe”, estrenado hace un año en el Festival de Cine de San Sebastian, Txalaparta viene de publicar un libro escrito por el mismo Etxegarai, “La muga”, en que hace su propio relato de todo el proceso con el que acabó con tres décadas de deportación en la isla africana. Hace 26 años, la editorial tafallesa, publicó “Regresar a Sara. Testimonio de un deportado vasco”, donde Alfonso Etxegarai hacía un primer análisis del fenómeno de la deportación, cuando la organización armada todavía estaba en activo, y los gobiernos francés y español experimentaban con todos los tipos de represión.
En el prólogo del libro, el escritor Jonathan Martínez, que, a su vez, acaba de publicar en la misma editorial una de las revelaciones literarias de esta temporada, “La historia oficial”, escribe: “La muga reivindica nuestro derecho a ser alguien. Es un libro que hay que leer igual que se escucha una vieja historia alrededor del fuego. Alfonso Etxegarai cruzó la frontera como refugiado en 1978. Tras el umbral nevado de Larrun, un automóvil lo aguardaba en la plaza de Sara para conducirlo a un apartamento de Baiona. Al deportado que regresa, la memoria le envía fogonazos de otros tiempos que ya solo él recuerda. Así va armando poco a poco en su cabeza una cartografía de lugares que siempre estuvieron ahí, ofrecidos, abiertos, esperándolo como un vehículo estacionado en la plaza de Sara.”
Esa cartografía emocional, que la nostalgia ha ido tejiendo a lo largo de los años de exilio en la cabeza de Etxegarai, se ha ido completando con la geografía, sobretodo humana, que São Tomé ha ido dibujando en los días y noches en los que la muga era todo mar y cielo, y más allá de este mar y de este cielo, estaba el territorio de los sueños que no pudieron cumplirse, porque la historia se muestra tozuda, tantas veces, con los hombres y con los pueblos. En el libro de este Ulises que, por fin, decide poner rumbo a su Itaca, nos adentramos en un sendero que muchos no han podido completar, como los deportados que fallecieron, sin poder encontrar el camino a Sara, en Cabo Verde, Argelia o Venezuela.
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