Demasiadas especias arruinan la carne: Tassos Boulmetis

Tassos Boulmetis. Ilustración de Javier F. Ferrero

Si por algo se suelen caracterizar las películas del este y del sur de Europa, es por defender las historias personales. La falta de presupuesto, la necesidad de diferenciarse de las superproducciones americanas, o la influencia de directores como Tarkovski o Lars Von Trier suelen suponer este cambio de perspectiva. Muchas veces supone un gran soplo de aire fresco alejado de los vicios del cine de Hollywood: Adaptar un libro y que no contente a los lectores, que los efectos especiales te saquen de la trama, que todo los personajes sigan arquetipos tan usados (como la “rubia tonta” o “el negro siempre es el primero en morir”) que destripen la trama. Sin embargo, tampoco es que el cine alternativo o más intimista sea bueno únicamente por alejarse de esa línea, ni tan siquiera se libra muchas veces de caer en cuñadeces, aunque muchas veces, estos directores tiran del comodín de “es arte”, o sus propios fans acusan a quien no comulga con su opinión de “no haber entendido” cuando algo en esa película sale mal. Uno de los ejemplos más interesantes sin duda, es el director griego Tassos Boulmetis.

Boulmetis se caracteriza por contar historias personales enmarcadas en contextos históricos de Grecia y Turquía, que para la mayoría de Europa ni nos suenan y él tampoco nos los cuenta. Ese es quizás el gusto más amargo que deja. Sin embargo, organiza sus películas como una historia clásica: nos cuenta las infancias, los amores y los problemas sin dejar un tono simpático, que a veces te alegra y te cansa al mismo tiempo. En su película “1968” narra la historia de un barrio volcado con un equipo de baloncesto bastante peculiar, dado que sólo contaba con 40 años, y fue fundado por refugiados tras las deportaciones masivas que Turquía ejecutó contra el pueblo griego. En “Notias” cuenta la historia de un adolescente que descubre y se enamora de la cultura clásica griega durante la dictadura militar de los 70. Ambas crisis se reflejan en su obra más conocida, “Un toque de canela”, que trata la historia de un astrónomo griego que tras muchos años, vuelve a Estambul y recuerda en flashback toda su historia desde niño con un nexo conector a lo Proust: las especias y su abuelo, un humilde tendero que encierra sabiduría vital en relación con los sabores de la cocina mediterránea.

La gran pena, es que Boulmatis sobrepone mucho las historias personales y no da a conocer bien la historia de su país, ni de los conflictos cercanos, así que un espectador que no conozca bien el contexto, puede no entender muy bien por qué una familia está un día en Estambul y al siguiente en Atenas, no se señala suficiente la gravedad de la situación: miles de familias a las que se le confiscan todos sus bienes y al llegar a “su país de origen” se ven como apestados y pasan años sin un sitio donde hacer vida normal, no se mencionan el rechazo cultural de todo los cercano y las represiones dentro de la dictadura, o tantas otras situaciones que pueden situar al espectador. Al terminar de ver “Un toque de canela” no te das cuenta de que en Europa y el Próximo Oriente, tan sólo diez años después de la Segunda Guerra Mundial, volvieron a darse episodios de violencia, robo y discriminación contra millones de personas por motivos raciales, étnicos y religiosos, como es el Pogromo de Estambul.

Imagen de ciudadanos turcos atacando un comercio griego durante el Pogromo de Estambul el 7 de septiembre de 1955

Sin embargo, sí que coge axiomas gastados (e incluso cuñadeces, como ya se dijo en el párrafo anterior) tanto del cine comercial como del “alternativo”: la infame historia de amor entre dos personajes desde niños, los castigos a los gustos no normativos en cuanto al género sin que haya una crítica clara, la idiosincrasia de los países sin mencionar las cambios culturales que proporcionan las culturas occidentales…

Películas de este estilo son una perfecta desintoxicación que te ofrecen una historia fácil y ya está, como tantas comedias españolas que no están pensadas para fuera de nuestras fronteras. Pero lógicamente también da rabia cuando el espectador se queda con las ganas de saber más y sólo le ofrecen una historia buena, pero que no destaca en nada más allá de situarse en lugares que sólo se conocen por fotos turísticas.

Escena de la película frente a la mezquita de Oztaköy, situada en la parte en suelo europeo de la ciudad de Estambul


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