Carlos Marqués-Marcet: “Estar delante de alguien, no es lo mismo que estar delante de la imagen de alguien. Por eso 10.000 km es también una reflexión sobre la imagen”

Entrevistamos al guionista y director catalán Carlos Marqués-Marcet, autor del largometraje ‘10.000 km’.

Por Angelo Nero

Sergio y Alex forman una pareja consolidada, a la que comienzan a plantearse la idea de tener un hijo, cuando a Alex le surge la oportunidad de una residencia artística en Los Ángeles, durante un año. Un año y 10.000 kilómetros de distancia que pondrán a prueba la solidez de la pareja, conectada durante ese tiempo a través de las pantallas de sus ordenadores. David Verdaguer y Natalia Tena, que encarnan a los protagonistas nos muestran un duelo interpretativo en el que se mezcla el drama y la comedia. ¿Cómo de fuerte tiene que ser una relación para enfrentarse al tiempo y a la distancia?. De “10.000 km”, estrenada en 2014, que si ha resistido de forma notable el paso del tiempo, hablamos con su director, Carlos Marqués-Marcet.

10.000 kilómetros es una distancia suficientemente grande para que una pareja consolidada vea como el mundo se abre bajo sus pies, ¿Esa brecha que tu abres en la película es para señalar que el amor no basta para soportar la distancia? ¿Cuál era la reflexión que querías hacer con esta película?

Es muy curioso que abras esta entrevista utilizando esta palabra de brecha, porque es una metáfora que nosotros utilizamos mucho para entender el conflicto dramático que, de alguna manera, servía para hablar de lo que me interesaba. No diría que hubiese un mensaje de la película en este sentido, no tanto como dar un mensaje, sino para explorar ciertos territorios, y sobretodo siempre hay una inquietud profundamente sociológica, política, respecto a las personas de las que queremos hablar, y en este caso, tenía que ver con un cambio, en el mundo económico, social, de la economía global donde la gente se mueve, se desplaza, de una manera diferente a como se hacía antes, desde la experiencia puramente emigrante, hacia casa, pero también hacia afuera.

De alguna manera, no era tanto de si puede o no puede sobrevivir, porque depende de cada relación, si no de lo que nos dimos cuenta es que si queríamos explorar como la mediación de la tecnología sobre la distancia, esa sensación de crear un nuevo cotidiano, que igual está bien en ese momento, que ahora, desde la pandemia, es ya definitivamente nuestro cotidiano, de la sensación de estar en otro lugar, sin realmente estar, de alguna forma cambiaba nuestra manera de comprender las relaciones.

Obviamente, si hacíamos una película sobre una pareja súper consolidada, que de repente llega la distancia y no se rompía, no podías elaborar un poco sobre eso, era un poco más pobre. También nos pasaba al revés, con una pareja que está muy mal y no lo consigue, también sería una película sobre una pareja que ya estaba en crisis. Por eso pensamos en esta idea de la brecha, de la grieta en una casa, porque cuando hay una casa y hay una grieta, como en todas las parejas siempre hay grietas, tiene que ver con las condiciones materiales, en un amplio sentido, tanto de territorio como de condiciones que hacen que esa grieta se abra o se cierre.

Si que realmente hay esta postura, en el sentido de que el amor no es suficiente para una relación, pero creo que no estábamos diciendo nada nuevo, hace muchos años que el cine es consciente de eso, pero era algo que me interesaba especialmente desde el punto de vista de la tecnología, y como, de alguna manera, esta película tenía que ver con una inquietud formal, de como el cine se había convertido en nuestra herramienta de comunicación cotidiana, igual que la literatura, la escritura, al principio, era una cosa para hacer leyes, y solo para las clases altas, y para narrar historias, cuando la gente se empezó a enviar cartas, en el cine está pasando lo mismo. El cine es mostrar al mundo, explicar historias, y de repente se empezó a utilizar las cámaras para comunicarnos entre nosotros.

Es una reflexión sobre el cine como cotidianidad también, con las cámaras, las pantallas, ahora nos comunicamos de esta manera, que era como un metacine cotidiano. Estar delante de alguien, no es lo mismo que estar delante de la imagen de alguien. Y, por lo tanto, es también una reflexión sobre la imagen.

Hay algo muy actual en el film, que es la relación que mantenemos a través de las pantallas, esa ilusión de cercanía, pero que es eso, una ilusión, porque las imágenes que vemos a través de ellas nunca podrán sustituir al contacto real, ¿este es uno de los leitmotiv de la película, el incidir en la forma de comunicarnos que tenemos en la actualidad?

Si que había una reflexión sobre eso que decía antes, entre estar delante de alguien, o delante de la imagen de alguien. Esto cambia en cada momento, y tampoco quiero que sea un juicio, porque a la vez también es algo que nos ayuda en muchos sentidos, no se trataba de hacer una crítica a la tecnología, simplemente ver, un poco, cuales eran sus límites y, luego, cuales eran las otras puertas que abrían. Pero si que me interesaba mucho esta reflexión sobre el propio medio, de alguna manera del propio cine. Supongo que también esto es siempre un juego.

Además también incluyes otro de los elementos de riesgo en las parejas actuales, el de las redes sociales, más acentuado todavía cuando hay distancia entre ellos. ¿Hasta que punto esta mirada, a veces furtiva, al mundo del otro, tiene algo de dañina?

En realidad una cosa que me interesaba mucho, y que complementa a la pregunta anterior, tiene que ver con esa idea de metacine, con esa parte de la tecnología que establece estas nuevas formas de comunicarse, que no dejan de ser variaciones sobre lo antiguo, no son cosas nuevas, pero, algo muy llamativo, es que ciertos conceptos que la teoría del cine o, en general, la práctica cinematográfica, había trabajado, dentro de la manera de hacer películas, de repente, se extendían a la vida misma.

De repente, la idea de fuera de campo, se convertía en algo muy real, de que tu estás hablando con una videollamada, vestido con un traje, y, a lo mejor, fuera de campo, vas en calzoncillos, supongo que todos hemos hecho esta experiencia en videollamadas. Pero, en general, es todo, lo que está fuera de ese cuadro, tu no controlas, no ves, hay una impotencia en la actuación en ese espacio. Me interesaba mucho, y la película estaba construida a través de esta idea de fuera de campo.

Era por ese ángulo, por el que me interesaban las redes sociales. Pero, fuera de campo, no deja de ser ese espacio donde se activan todas las fantasías, todo ese imaginar que no se puede contrastar. El fuera de campo existe en la vida real también, obviamente, pero no está tan claramente delimitado como el de la vida virtual que es clarísimo, que es un pariente cercano del cine mismo.

Yo no sé si es dañino o no para las parejas. Yo no tengo redes sociales, no por nada, si no porque consumen mucho tiempo, y en mi caso se lo prefiero dedicar a otras cosas. Me parece, como un entretenimiento, que no es peor que otras cosas, y bien usado no hay que ver más que las revoluciones que sucedieron en la Primavera Árabe, todo lo que ha pasado tiene mucho que ver con las redes sociales. Y, a la vez, nos damos cuenta cada vez más de los límites de estas, sirven para unas cosas y para otras no.

En la pareja igual, el que necesita controlar ese espacio, esa otra mirada lo haría de otra manera, independientemente de lo que hoy se hace con las redes sociales, antes se hacía con las cartas que te enviaban. No sé si en este sentido a lo mejor si que hay ciertas dinámicas, pero celos siempre ha habido y los habrá siempre, y la manera de cambiar eso no tiene que ver tanto con el medio, que también, pero tiene que ver con un cambio socioeconómico más general y de forma ideológica, de la manera de pensar.

La tecnología nos acerca de un modo antes inimaginable, el Maps nos da la sensación de caminar por las mismas calles, aunque estén a miles de kilómetros de distancia, por Facebook o Instagram podemos ver, al momento, la fiesta en la que acaba de estar nuestra pareja, e incluso podemos tener sexo virtual, a través de Skype o WhatsApp, ¿El amor a golpe de clik es menos romántico que el que había hace veinte años, con las nuevas herramientas que nos ofrece la tecnología? Y por cierto, ¿tuviste algún problema para mostrar alguna de esas plataformas en la película?

Menos romántico depende de a que nos refiramos, porque amor romántico significa muchas cosas, y en cada contexto significa una cosa diferente, entonces ¿es menos o más romántico que lo que había antes? No te sabría decir. Lo romántico, o la idea de romantizar, muchas veces, está muy relacionado con la idea de idealizar, y siempre se idealiza más el pasado que el presente. Cuando salieron las cámaras IDV, las cámaras Hi8 analógicas nos parecían que eran horrorosas, y luego con el Súper 8 pasó lo mismo, y lo mismo pasa con las mini DV que, de repente, todo eso tiene un cierto romanticismo. Yo no creo tanto que sea por la tecnología, si no que en esta lectura de lo romántico es muy difícil que sea con algo muy contemporáneo, eso es inevitable, por la propia noción del concepto. Hay otras nociones del amor romántico, por lo menos la que estábamos trabajando. Realmente si hablamos de amor romántico, probablemente del romanticismo del siglo XIX, de los filósofos románticos, de los idealistas, del idealismo alemán, eso es otra cosa. Si hablamos del amor romántico, que hoy en día significa tanto, que es un poso de muchísimas tradiciones, que ahora está tan criticada desde una perspectiva culturalista, que también me parece muy interesante, porque creo está muy bien hacer una crítica del amor romántico. Creo que tiene que ver más con la idea de romántico que con la idea de tecnología.

Hay una película, que fue una de las grandes inspiraciones para “10.000 kilómetros”, que es “I fidanzati”, de Ermanno Olmi, que además es una de mis películas favoritas, y narra la historia de una pareja que se separa, en una época que no había otra manera de comunicarse que no fuera por carta. La película es muy bonita, y sigue, sobretodo, al personaje de él, cuando se va al norte de Italia, desde el sur, a trabajar, es un viaje que no está tan visto, y todo lo que va encontrando en ese nuevo trabajo. Tiene uno de esos inicios más memorables del cine, sin duda esa secuencia inicial, que cuando salió fue muy revolucionaria, que mezcla tiempos, como en una especie de ensoñación, luego se va con él, y durante mucho rato notas que está pensando en ella, pero no sabes que pasa hasta que se empiezan a escribir cartas, y en esas cartas está todo ese amor, todo resurge, porque, al final, es algo que escribes, y en ese espacio entre que escribes y recibes la contestación, hay tiempo para imaginar, también puedes controlar mucho más lo que dices, lo que haces.

Realmente las cartas son más románticas que los WhatsApp, en inevitable, de la misma manera que, a lo mejor, los WhatsApp son más románticos que la presencia directa a la hora de hablar, porque cuando estás hablando con alguien, y eso tiene que ver con la inmediatez, con el tiempo para poder idealizar, que en el tiempo de cartas era muy largo, y en el de los mensajes mucho más corto. En esta escala es más romántico un WhatsApp que una llamada de teléfono. Tiene que ver con el tiempo para pensarte, para pensar lo que dices, permite escribir ciertas cosas.

Respecto a si tuvimos problemas con las plataformas, no me acuerdo mucho, pero creo que hubo algo con que Skype no quiso que utilizáramos su logo, porque había una escena de sexo y no querían relacionarlo con eso, aunque me hace mucha gracia, porque todo el mundo lo ha utilizado para eso.

La protagonista, que hace un papel brillante, es Natalia Tena, que ya tenía cierto éxito por haber participado en la saga de Harry Potter y en Juego de Tronos. El papel de “10.000 kilómetros” parece escrito para ella. ¿Cómo fue la elección de incluir a Natalia en el proyecto?

Es muy gracioso que digas eso, que parece que fue escrito para ella, porque, en realidad, Natalia entró en la película mes y medio antes de rodar. Al principio lo iba a hacer otra actriz, ya habíamos ensayado con David, estaba todo listo, y a un mes y medio de rodar, esta otra actriz, que tenía otro rodaje, le cambiaron las fechas y nos canceló lo nuestro. Yo no había visto Juego de Tronos ni nada, y fue una de mis productoras que teníamos en Los Ángeles, Jana Diaz-Juhl, que es extremeña, pero vivía con nosotros allá, y en un viaje a casa vio en una revista a Natalia Tena, que también es de origen extremeño, y fue una historia un poco rocambolesca, pero al final conseguimos estar con ella. Vi todo lo que había hecho, me gustó mucho, pero no había podido hacer pruebas ni nada, me cogí un avión y me fui a conocerla, y al día siguiente se vino David, y al minuto cero ya eran como mejores amigos. Era una química brutal que, curiosamente, David, no tenía con la otra actriz, fue de estas cosas que dicen en el cine, “todo pasa por algo”, y creo que si, que si uno está atento, muchas veces, el cine te brinda esto, y las adversidades son capaces de traerte cosas mejores de lo que habías imaginado y, en este caso, fue clarísimamente.

Obviamente, cuando entró Natalia hubo que cambiar algunas cosas del guion, que los adapto un poco a los actores, y sobretodo porque ella nunca había rodado en español, y de repente el personaje tenía mucho más sentido, que ella se quisiese ir, que no fuera de Barcelona, y daba un poco la historia, el hecho de que ella entrase y así podía hablar castellano sin tener que preocuparse demasiado por el acento, porque ella nació en Londres, aunque sus padres son españoles, y le han hablado toda la vida en español, pero se ha criado en Londres. Y para que no estuviese pendiente de intentar un acento perfecto, que eso puede matar cualquier interpretación, acabamos modificando el guion. Pero bueno, Natalia es un prodigio de la naturaleza, increíble, es un ser único en todos los sentidos, muy especial, maravillosa y con una energía desbordante y, a la vez, mega responsable y súper trabajadora.

El rodaje de la película, con solo dos actores, con dos escenarios, y las imágenes a través de la pantalla del ordenador, seguro que han tenido un proceso no tan sencillo como puede parecer…

La película tenía, obviamente, muchas complejidades, más minimalistas como la propia película, conseguir que dos actores que no se conocen de nada tengan que aguantar toda una película entera en la que estas viendo solo a ellos, con la idea de que esta pareja llevan siete años unidos, que se conocen de arriba abajo, y donde no tienes más que apoyarte que en ellos, aparte de las pantallas.

Por otro lado, es curioso, porque ahora ya lo hace la gente, primero rodamos las videollamadas con Icecream, primero grababa uno luego la otra, en directo, y era muy absurdo, pero para mi era primordial, porque sino no estabas actuando en directo, con lo que pasaba delante. Fue una apuesta importante en la película, tener dos sets a la vez, incluso valoramos hacerlo, en realidad, a la distancia, aunque, al final, decidimos reproducir la casa de Los Ángeles en Barcelona, también, en dos apartamentos distintos, en dos partes de la ciudad, pero conectados por videollamada. De hecho les propuse a ellos no verse durante el rodaje, obviamente, no lo respetaron, porque tenían ganas de verse, y lo estaban pasando tan bien.

Si que es cierto que fue un rodaje con sus complicaciones, aunque comparado con otros rodajes que he tenido después, ahora digo guau, que lujo era. La norma del cine es que cuanto menos dinero te gastes, más libre eres, y eso pasa en algunos casos, como con Almodóvar, que hace lo que quiere, y tiene una libertad que todos envidiamos, aunque, normalmente, pasa al revés, cuanto más dinero tienes más te falta, no llega lo que necesitas hacer, que me ha pasado varias veces, películas como “Los días que vendrán”, ponernos de cara a los medios de producción para simplificar mucho toda la maquinaria, para poder realmente, dentro de las limitaciones que te pone, poder volar más alto, nunca tuve la sensación de que nos faltaba ni tiempo ni dinero, que es lo que pasa cada vez que hago una producción más grande, de televisión, como en cine, siempre sucede.

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