Alejandro Martínez: ‘La Huelgona de 1962 es el acontecimiento más importante del movimiento obrero de postguerra’

Entrevistamos a nuestro colaborador, el historiador Alejandro Martínez que acaba de publicar con la editorial Marciano Sonoro su último trabajo de investigación sobre la historia de la lucha sindical en León, “Conquistar el pan y la libertad. Historia de las Comisiones Obreras en Laciana y El Bierzo (1962-1982)”.

Por Angelo Nero | 20/11/2023

Alejandro Martínez es licenciado en Historia por la Universidad de León y profesor de Educación Secundaria. Mantiene el proyecto de divulgación histórica Nuestra Historia, El Bierzo y Laciana centrado en la historia y la memoria industrial, obrera y democrática de estas dos comarcas.

Investigador de la minería y artillero. Investigador del movimiento obrero y sindicalista. Investigador de la historia del trabajo. Ha escrito “De siervos a esclavos. 1843-1947. El primer siglo de minería en Fabero del Bierzo” (Mountain Soft, 2018), y “La primavera antifranquista. Lucha obrera y democrática en El Bierzo y Laciana (1962-1971)” (Marciano Sonoro, 2021).

Realmente no es hasta 1976 en que Comisiones Obreras se constituye como un sindicato, pero en su pre-historia tuvieron mucha importancia las comisiones de obreros que surgieron de forma autónoma en muchos lugares del estado, como en las cuencas mineras de Asturias y León, sin embargo, las comisiones de Laciana tuvieron una importancia notable, hasta el punto que el sindicato reconoce este como uno de sus orígenes. ¿Por qué tuvo tanta importancia la comarca de Laciana en el nacimiento del sindicato Comisiones Obreras?

La comarca de Laciana fue un núcleo pionero en la estabilización de las Comisiones Obreras en 1962. Un momento clave para el movimiento sindical. El origen de las primeras comisiones de obreros es multifocal. De forma espontánea, en diversos puntos de España surgen comisiones que se crean y disuelven ante un conflicto concreto desde los primeros años 50. Tras el Plan de Estabilización son numerosas las que surgen en la antracita berciana. La estabilidad de estas comisiones era un objetivo del PCE para darle un impulso al movimiento.

Durante años la mina La Camocha de Gijón operó como el mito fundacional de CCOO, pero al fin y al cabo fue eso, un mito. Hoy en día ningún historiador sostiene esa tesis. Vizcaya, el Marco de Jerez o el metal madrileño son distintas experiencias que también se disputan la paternidad del movimiento. Sin embargo, conviene diferenciar los términos para saber de lo que hablamos. Como decía, las comisiones de obreros son una táctica de lucha empleada desde comienzos de los años 50. La de la Camocha es de 1957. La Comisión Obrera Provincial de Vizcaya es de 1963 y la Comisión Obrera del Metal de Madrid, en la que participó Marcelino Camacho, es de 1964.

La Comisión Obrera de Laciana, creada al calor de la huelgona de 1962, tiene un carácter estable desde entonces y no se disuelve hasta que posteriormente ya se constituye como sindicato. Su carácter pionero y genuino se lo dan sus características. Es elegida en asamblea democrática por parte de los trabajadores (autorizada por el propio régimen), reconocida por la MSP y con una actuación abierta en paralelo al Jurado de Empresa (a través de 12 vocales asesores).

Esta realidad histórica sin embargo no invalida al resto de experiencias, anteriores y posteriores, que alcanzarán mayor capacidad de organización e incardinación en la estructura estatal.

Un sindicato, más aún en situación de clandestinidad, se construye con mucha gente anónima, pero, de todos modos, en la historia de la gestación de las Comisiones Obreras en Laciana y el Bierzo, hay nombres que debido a su importancia hay que destacar, ¿cuáles fueron los líderes sindicales del inicio del movimiento sindical en esas comarcas?

Hay muchos nombres que podríamos destacar, José Rodríguez o José Ramón Vega en la MSP de Laciana. Octavio Quiroga en Fabero. Vicente Mirón y Ramón Acebedo en ENDESA en Ponferrada, Julio Díaz Marcos en la MSP de esta ciudad o José Leira Reguera en RENFE. Quizás los dos más conocidos fueron Benjamín Rubio y Daniel Taladriz, de la MSP en Laciana y la siderúrgica Roldán, en Ponferrada. Es curioso porque ambos líderes nacieron en La Bustarga, una aldea actualmente abandonada.

Sus biografías nos permiten rastrear las distintas formas de lucha obrera y democrática que se dan en Laciana y El Bierzo tras la guerra civil, sus enfrentamientos, sus encuentros y desencuentros. Desde su colaboración con la guerrilla, hasta su militancia en las Comisiones Obreras y el PCE en los años 60. Su infiltración en el sindicato vertical o que ambos van a ser presidentes de las asociaciones de ex alumnos de Escuelas Sindicales de Ponferrada y Villablino, que actúan como sindicato clandestino. También ambos participarán en la Asamblea de Barcelona en 1976, que da origen a una mayor estructuración sindical de las CCOO.

Sin duda, uno de los hechos más notables en la gestación de las Comisiones Obreras en las comarcas mineras leonesas, fue la Huelgona de 1962, ¿Qué dimensiones alcanzó esta y que importancia tuvo para la posterior implantación del sindicalismo en las cuencas mineras?

Las huelgas mineras de 1962 alcanzan un nivel de paro general en los sectores industriales de ambas comarcas. Su importancia viene dada por el surgimiento de las primeras Comisiones Obreras estables en el Valle de Laciana, como comenté previamente, y el impulso que vive la oposición tras estos acontecimientos, especialmente la católica (HOAC), el PCE y las Comisiones.

El movimiento huelguístico consiguió neutralizar el miedo que los trabajadores tenían interiorizado, recuperan la confianza en sí mismos. Hay un proceso ascensional de la conciencia de clase en los trabajadores de El Bierzo y Laciana. En definitiva, podemos decir que es el acontecimiento más importante del movimiento obrero de postguerra. Por número, por extensión, por impacto y por revulsivo.

Alguna vez has señalado que hay que diferenciar entre la historia y la memoria, y nos gustaría que aquí también aclarases estos conceptos, pero asimismo con respecto a la memoria colectiva, que término te parece más idóneo, ¿Histórica, Democrática, o, como nos gusta llamarla en NR, Antifascista?

Historia y memoria tratan del pasado. La historia como conocimiento y la memoria como experiencia y recuerdo (individual o colectivo). La historia va del presente al pasado que reconstruye. La memoria es la presencia del pasado en el presente de una sociedad que busca en él elementos necesarios para encontrar su identidad o valores que merecen la pena rescatar. Toda sociedad gestiona su pasado o partes del mismo que puede aceptar o rechazar, valorar o tratar de evitar, homenajear o entender. Uno de los objetivos de la historia es contribuir a una memoria pública que parta de un conocimiento fidedigno del pasado.

La memoria no es historia. La memoria es la gestión social y política de la historia. Está expuesta a selecciones, reelaboraciones y omisiones, deliberadas o involuntarias. Sometida a la dialéctica del recuerdo y del olvido. Por el contrario, la historia es una disciplina sometida al análisis racional y crítico.

En cuanto al concepto, no tengo una opción cerrada sobre el tema, yo suelo utilizar en mis investigaciones la cuestión de la memoria obrera y democrática, que reivindica el papel de la clase trabajadora en la conquista de derechos y libertades o la lucha frente al fascismo.

La Memoria Antifascista ha recuperado la historia de la guerrilla, de la represión, de la cárcel y del exilio, incluso de las organizaciones políticas y estudiantiles que, desde la clandestinidad, desafiaron al régimen. Sin embargo, el movimiento obrero, no ha tenido la visibilidad que se merece en el memorialismo, ¿a que crees que es debido?

Supongo que hay varios factores. Por un lado, que es un tema no tan cercano a nuestro presente y por tanto se ha valorado más. Por otro, creo que si hoy se ha desplazado al movimiento obrero del relato del pasado, no es tanto por su papel entonces, sino por el lugar al que se le quiere relegar en el presente. Eso se ve hasta en el papel que se quiere otorgar a unas raquíticas, por su tamaño, clases medias o al movimiento estudiantil. Muchos de quienes salieron beneficiados de la transición o quienes reconstruyeron la historia de esta etapa centraron sus investigaciones en el movimiento estudiantil o lo sobredimensionaron para reforzar sus propias biografías.

Por otro lado hay un hecho clave, si nos remontamos a la guerra civil y la represión de postguerra es probable que salga el PSOE o la UGT como uno de los principales actores. Si lo hacemos a la transición y el antifranquismo ahí el protagonismo estaría en los movimientos católicos y especialmente en el PCE y en las Comisiones Obreras.

Contaba Manuel Monereo una anécdota de Pepe Vidal-Beneyto, uno de los fundadores del diario El País. Siendo presidente Felipe González, Beneyto estaba impulsando la asociación “Memoria Democrática” y le propuso al presidente socialista crear una medalla para reconocer a luchadores sociales, políticos y sindicales durante el franquismo. La respuesta de Gonzalez es esclarecedora: “¿qué quieres, que terminemos condecorando a todo el Comité Central del PCE?” Esto, sin agotar la explicación, también contribuye a completarla.

La resistencia guerrillera al franquismo, en Galicia y León, ha sido objeto de ensayos y novelas, alguna de ellas llevada incluso a la gran pantalla, sin embargo no conocemos tantas referencias del movimiento obrero en el País Leonés, si exceptuamos algunos de los títulos de Marciano Sonoro, donde también publicas tus trabajos. ¿Puedes recomendarnos algunas obras que incidan en este tema?

Lo cierto es que el movimiento guerrillero no se estructuró en eso que se llama el País Leonés. Si lo hizo en la Federación de Guerrillas León-Galicia, a caballo entre El Bierzo y Galicia y también en la parte oriental de León, aunque lo conozco menos. De Zamora y Salamanca lo desconozco completamente y no me atrevo a señalarlo.

En cuanto a las obras… un clásico sería la obra de Secundino Serrano “La guerrilla antifranquista en León (1936-1951)”. También se me ocurre el libro de Santiago Macías “El monte o la muerte” sobre el mítico Manuel Girón Bazán. O más recientemente salió un libro coordinado por Alejandro Rodríguez y Laura Panizo titulado “Federación de Guerrillas León-Galicia”.

Pero además de estos libros de investigación me gustaría recomendar las memorias de Benjamín Rubio, “Memorias de la lucha antifranquista” que cuenta su vida desde que comenzó ayudando a la guerrilla, lo cual le costó pasar por la cárcel, hasta su implicación en las Comisiones Obreras y el PCE a partir de 1962. También son interesantes los documentales del proyecto “Atrapadxs” de Santiago García y que trata de figuras muy importantes como las del Santeiro.

Actualmente, las estructuras sindicales están inmersas en las luchas diarias y, desde mi experiencia, están descuidando la formación político-sindical, que debería contemplar la propia historia obrera. Recientemente, en mi ciudad, Vigo, se celebró el 50 aniversario de la huelga general de 1972, y comprobé que la gente más joven, pero también muchos que ya no lo son, los de mi generación, no tenían mucho conocimiento de una movilización que marcó las bases del sindicalismo gallego. ¿Es importante recuperar la Memoria Proletaria para las luchas que se nos plantean en el presente?

Creo que es fundamental. La memoria democrática es un derecho de las nuevas generaciones, que les permita un diálogo con las anteriores. Porque reconstruir la historia del movimiento sindical nos ayuda a tener presentes aquellos caminos no recorridos o no terminados de recorrer, pasados vencidos, pero no eliminados. La memoria es portadora de experiencias válidas para el presente. El legado las selecciona y las pone en valor.

La historia obrera apunta a un futuro mejor, la de la represión a la evitación de la catástrofe. Hoy en día hay tanto interés en mirar atrás por la falta de expectativas de futuro. No se trata de caer en la melancolía, sino de recuperar horizontes no recorridos, que nos interpelan en el presente. Un pasado de carácter anticipador. Y en esas estamos…

La represión tuvo una especial connotación en El Bierzo y Laciana. El objetivo es disciplinar a unas comarcas que habían mostrado un claro apoyo a la República.” escribes el capítulo destinado a la represión franquista, posterior a la guerra, ¿fue especialmente dura esta represión en las cuencas mineras leonesas, donde el movimiento obrero había comenzado a despuntar?

Fue durísima. Hay que darse cuenta que la configuración del orden franquista se desarrolla en paralelo a una represión multidisciplinar que fue un pilar central del nuevo Estado, comienza con la guerra pero no finaliza a su conclusión. Su objetivo es paralizar al enemigo mediante el terror. Y el movimiento obrero fue su principal objetivo.

Así que sí, la represión tuvo un gran impacto en El Bierzo y Laciana. Depuraciones, fusilamientos, Consejos de Guerra, incautación de bienes y salarios o empleo de trabajo forzado en la construcción de la Central de Compostilla I y el Canal del Bajo Bierzo, también en la minería del carbón.

El sindicalismo minero estuvo a la vanguardia de las luchas obreras que le plantaron cara al régimen y hasta la “marcha negra” de 2012, siempre ha sido un icono para el movimiento obrero, pero ¿cuáles fueron los logros de las movilizaciones que se dieron en la dictadura y en la transición?, y ¿qué queda de aquellas luchas, además de la memoria?

Hacer un repaso uno por uno sería difícil. Así a bote pronto, lo primero que te podría decir es que consiguen hacer inviable un franquismo sin Franco a la muerte del dictador. Por otro lado hay conquistas palpables, Ordenanzas de la minería, el Régimen especial de la minería del Carbón, pensiones, crecimiento de salarios, reducción de jornadas, redistribución de la riqueza…

Y aunque este sector se cerró en 2018, si echamos la vista atrás, ya se quería cerrar en los años 80-90 y el carácter combativo que le imprimieron las luchas de los 60-70 hizo posible una “muerte dulce” con salidas sociales para los trabajadores, prejubilaciones, inversiones en las comarcas, claramente insuficientes a la vista de cómo nos encontramos, pero les dio un balón de oxígeno, un bonus de 30 años de vida más a estas comarcas, lo que supuso 2 generaciones más que pudieron vivir del sector y que no hubiese un cierre a la británica que dejase las comarcas echas un erial al día siguiente. Fueron luchas durísimas las de la reconversión y que habrá que contar, y que poner en valor, pues aunque están alejadas de la épica de la conquista, y más cerca de la gestión del cierre, no se lo puso fácil a los liquidadores. Así como también habrá que estudiar los efectos de la desindustrialización.

También tiene cierta importancia en la gestación de esas primeras comisiones obreras en Laciana y El Bierzo los sectores de la iglesia de base, más alejados del franquismo, que muchas veces daban cobertura al movimiento obrero. ¿Cómo era esta relación entre los obreros y la iglesia en las comarcas mineras?

La relación es muy compleja. Los informes internos de la jerarquía reconocen la desafección de los trabajadores al franquismo. Una de las organizaciones que crea para evitar esto es la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) y que tiene como misión alejar a los trabajadores del marxismo. Sin embargo, este movimiento se irá distanciando del régimen y acercando al movimiento obrero.

Esto tuvo un papel importante en la zona del Sil, especialmente en Matarrosa con Javier Rodríguez Sotuela, en Ponferrada, con curas como Beltrán, Pepe Álvarez de Paz o Miguel Rubio, que asesoran a los trabajadores, les dejan lugares de reuniones o les brindan la “protección de las sotanas”.

El papel del PCE fue determinante en la creación de Comisiones Obreras, hasta el punto que durante mucho tiempo hubo una identificación entre ambos, como la que hubo entre el PSOE y la UGT. ¿En las comarcas mineras también fue determinante el papel del PCE en la constitución de las comisiones obreras de base?

Efectivamente. En el proceso de implantación de las CCOO hay dos hechos que lo marcan decisivamente. La estructura productiva, mayor desarrollo en empresas grandes, menor en los chamizos de El Bierzo Alto, por lo menos hasta su legalización. Y la existencia, o no, de organización estable del PCE, que dinamice el movimiento. Comisiones fue un movimiento sindical dirigido por comunistas, pero no un sindicato comunista. Y en el que hasta el cambio de siglo con una estructura en la que los mineros, por pertenecer al sector más importante de las comarcas, ocupan su columna vertebral. José Rodríguez, José Ramón Vega, Octavio Quiroga, Vicente Mirón, Ramón Acebedo, Julio Díaz Marcos, José Leira Reguera, Benjamín Rubio, Daniel Taladriz…. Que cité antes, todos militaban en el PCE.

El movimiento obrero, entonces, también era transversal, ya que no se ceñía solo a las reivindicaciones laborales, sino también a las cuestiones sociales y políticas -muchos de sus miembros también estaban en el PCE, y otras organizaciones de izquierda-, y participaban en asociaciones culturales y vecinales, ¿se ha perdido esa transversalidad en la lucha por unas mejores condiciones de vida para la clase obrera?

El movimiento obrero es también fruto de las circunstancias del momento. Se ha visto afectado por muchos aspectos, la fragmentación productiva o la despolitización que ha privado de una visión sociopolítica del sindicalismo. La desaparición del horizonte político revolucionario hace desaparecer también el horizonte ético que hacía que muchos militantes adoptaran muchos sacrificios que implicaba su lucha.

La realidad actual no es la misma de entonces, ni el tejido productivo ni la clase trabajadora. A pesar de la crisis, la campaña antisindical y del declive industrial el movimiento sindical sigue siendo el ámbito asociativo que mejor salud conserva en la sociedad, sin comparación con ningún otro ámbito de la sociedad. Los sindicatos agrupan a más de 2,5 millones de trabajadores.

Comisiones Obreras en particular sigue conservando su carácter de sindicato de clase y confederal, así como su carácter sociopolítico. En algunas de sus estructuras también conserva su carácter de sindicato que combina la presión y la movilización, aunque los servicios tienen un peso destacado. Quizás una de las cosas que los sindicalistas de entonces más echan en falta hoy es el que la menor politización de los sindicalistas que les impide una visión social de conjunto. Además la implicación de las bases, que pidan cuenta a las direcciones o que se impliquen en las tareas del día a día se ha visto muy reducida por los factores anteriores y otros.

Si que me gustaría reivindicar que este es un libro de historia, y su función no es confrontar pasados épicos con presentes supuestamente grises. Se trata de recoger el caudal de experiencias desarrollado en circunstancias muy distintas y sacar las lecciones que sean oportunas para el presente. Las realidades históricas son diferentes, y la necesidad del sindicalismo, en un siglo XXI en el que las realidades del trabajo se vuelven a alejar de la laboralidad, la regulación y la estabilidad, está fuera de toda duda.

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