15 de agosto: la virgen y la bandera. Un festivo nacional bajo sospecha democrática

Resulta difícil que puede ser considerada bandera nacional una enseña que los vencedores en una guerra civil le imponen a los vencidos.

Por Lucio Martínez Pereda

Los símbolos siguen una trayectoria histórica antes de convertirse en signos de representación de una sociedad, un grupo, o en este caso un estado. El signo puede funcionar como mecanismo de inclusión social, -que no expulsa a nadie de su función identificadora- o actuar como elemento de exclusión social. Este último es el caso de la actual bandera del estado, frecuentemente protestada y rechazada por una parte muy importante de la sociedad española. La bandera vigente representa el poder de una dinastía gobernante, pero no simboliza a la nación en su condición de sujeto fundante de un estado democrático. Hoy toca hablar de esta fractura simbólica entre jefatura del estado y nación y para hacerlo nos remontamos al origen histórico de la bandera del estado español.

Esta bandera- antigua enseña de la flota de guerra del rey- tiene una trayectoria de uso anterior a la etapa histórica que hoy la convierte en bandera de la nación. Para enlazar con su contemporáneo origen vexilológico tenemos que ir hasta el primer verano de la Guerra Civil española. El 15 de agosto de 1936, en el verano más sangriento de la Guerra Civil, el culto de la Virgen de la Asunción y la enseña roji-gualda impuesta por los fascistas como bandera nacional, sellaron una relación de mutua potenciación propagandística. El 15 de agosto de 1936 no solo se celebró en el territorio en poder de los alzados el día de la Asunción y su correspondiente advocación sevillana de la Virgen de reyes. Esta festividad religiosa, arraigada en la cultura política del nacional catolicismo, se consideró la más adecuada para instaurar en la España controlada por las tropas fascistas la enseña roji-gualda. En la piedad mariológica la virgen es emblema de Paz, figura que simboliza el perdón e imagen que representa la concordia, menos en la tradición del culto político nacional católico español de las Vírgenes Guerreras.

EL 15 de agosto de 1936, Franco, acompañado por Queipo de Llano, anunció en Sevilla la decisión de adoptar como bandera nacional la insignia monárquica roja y amarilla. La elección de la fecha no fue casual. La advocación sevillana del culto de la Asunción, popularmente llamada Virgen de Reyes, formaba parte con la Virgen del Pilar y la Virgen de los reyes católicos, de las tres devociones marianas con mayor proyección religiosa en el ámbito del nacional catolicismo. La Virgen de Reyes estaba ligada al culto apotropaico de protección a los soldados cristianos y resultaba la veneración mariana más apropiada para que los combatientes dieran su vida por España y la Fe de Cristo. La devoción de la Virgen de los Reyes procedía de su función como intercesora de la victoria de los cristianos sobre la Sevilla musulmana: una Virgen que protege al rey Fernando III el Santo concediéndole la victoria sobre los infieles. Esta conjunción entre la tradición del catolicismo anti musulmán y la guerra santa explica la elección del día de la Asunción para oficializar la bandera roji-gualda

La ceremonia se llevó a cabo en la sevillana Plaza de San Fernando. Previamente la imagen de la Virgen de los Reyes recorrió procesionalmente las principales calles de Sevilla. La presidencia del acto corrió a cargo del cardenal Ilundain y los generales Franco, Queipo de Llano y Millán Astray. Este último, en su discurso inventa una chusca

teoría sobre el origen del color morado de la bandera Republicana:

“Una de las mayores torpezas que cometió el gobierno de la república fue modificar los sagrados colores de la bandera nacional, introduciendo en ella el morado (…) ¿De dónde viene el color morado para la bandera española? Durante la primera república española los concejales del ayuntamiento de Madrid acordaron proponer al gobierno la bandera tricolor, porque estos colores figuraban en la banda de los concejales madrileños. Pero, precisamente entonces se descubrieron las célebres y escandalosas inmoralidades del Ayuntamiento de Madrid, que dieron origen a una manifestación pública de protesta, organizada por el caballeroso marqués de Cabriñana. Así pues, el morado tiene un significado; el de la inmoralidad”

El patrocinio religioso del culto de la Asunción sirvió para presentar la nueva enseña como renovación de la antigua lucha contra los musulmanes bajo la forma de un nueva guerra contra “el invasor rojo” La locución para Radio Sevilla del escritor fascista José María Pemán, pronunciada el 15 de agosto, apunta en ese sentido:

“Bienvenida seas (…) Ya tenemos una enseña digna para nuestro ser y una mortaja en que envolver nuestros despojos. La de antes no era la España auténtica. Ahora se han quitado el antifaz, quedó al descubierto su sustancia anti nacional porque no eran españoles (…) Luchamos por Dios, por nuestra tierra y por nuestros muertos, por nuestras cruces y por nuestra tradición. Nuestra misión es providencial y se repite porque fue España la encargada de luchar por la civilización, antes contra los turcos o los moros y ahora contra estos nuevos bárbaros que tomaron de Rusia la estrella de cinco puntas y han querido traerlas a las noches serenas de occidente. (…) la nuestra es una Guerra Santa contra el invasor rojo(…) Hoy todos debemos coger el fusil.”

Dos semanas más tarde, el general Cabanellas, como presidente de la Junta de Defensa,

– órgano equivalente a un gobierno – firmaba el decreto 77 regulando su uso:

“El movimiento salvador de España, iniciado por el Ejército ha sido presidido unánimemente por el restablecimiento de la bandera bicolor (…) Bajo sus pliegues gloriosos se ha producido esta vibración patriótica jamás superada, y al recoger este clamoroso anhelo popular restablece oficialmente la bandera bicolor como bandera de España. Por cuanto antecede, como presidente de la junta de Defensa Nacional vengo en decretar lo siguiente: Artículo único: Se restablece la bandera bicolor roja y gualda como bandera de España”

La identificación entre discurso religioso y discurso patriótico contribuyó a reforzar los lazos políticos de la comunidad franquista, lazos que resultaron imprescindibles para conseguir el apoyo social en las provincias franquistas, sin el cual difícilmente podría haberse alcanzado la victoria bélica. Resulta difícil que puede ser considerada bandera nacional una enseña que los vencedores en una guerra civil le imponen a los vencidos. La reactualización de la bandera bicolor en el actual periodo democrático -retirando el escudo del estado dictatorial y dándole la protección de un texto constitucional- no rompe con su origen fundacional ligado al estado franquista, únicamente lo maquilla. La tradición acumulada en su uso hace que se siga identificando por una parte muy importante de ciudadanos como una bandera enraizada en la cultura política antidemocrática española. Es una bandera poco eficaz en su representatividad simbólica ya que rompe la comunidad nacional en dos partes enfrentadas.

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